Una generación abriendo la maleza
Las mentiras, la ideología, el Estado, el mercado, la enajenación, el fetichismo, el prejuicio, la intolerancia, el menosprecio, la represión, la confusión, la incomprensión, la prepotencia, la desidia, el fronteo, el guille, la terquedad…
Contra toda esa maleza tóxica han tenido que enfrentarse los estudiantes universitarios apoyados por aquellos profesores y trabajadores comprometidos con la educación universitaria pública o, al menos, con su posibilidad. Llevan casi un año presentando un mensaje claro en contra de los planes de este gobierno dirigidos a desmantelar la Universidad de Puerto Rico, de su privatización y en contra de una cuota rechazada por la inmensa mayoría del estudiantado.
Están decididos a defender el principal centro docente del País con todos sus defectos y atributos. Sí, en su fondo es una lucha contra una ideología que pretende imponer el individualismo, el egoísmo y la avaricia del capital por encima de la esencia social y colectiva del ser humano. Algunos en la comunidad universitaria responden y los critican, escriben y critican, hablan y critican.
Hay quienes miran la maleza desde afuera y creen que ven sus detalles, tonalidades, su olor y tratan de describirla y explicarla. Pero el repelillo se les nota a quienes no pasan de la mera observación, los desborda; nada de tocarla, ni rasgarse ni enredarse con ella; “es muy riesgoso”, “las ideologías pueden contaminar”, ¡uy!
Los que miran, miran y miran, siempre tienen excusas para no entrar y fajarse con la maleza, la ven siempre creciendo; mas no se atreven a levantar el machete para enfrentarse a ella. Es mejor quedarse afuera y teorizar… ¡la racionalización es amplia y hasta graciosa! El arsenal de argumentos es tan viejo como la guerra y los encubren con simpáticos neologismos, algunos tan creativos como ridículos.
Ahora resulta que el pecado de los y las estudiantes es que son idealistas, que pretenden traer el futuro al presente. Todavía más, ¡deben ser querubines y serafines, seres perfectos que no cometen errores!
Para colmo de los colmos, ¡coño! les exigen que den respuesta a todas las preguntas que desde los inicios de la historia los genios de la “intelectualidad” y la “docencia fingida”, que se yerguen en inquisidores enrevesados, no han podido dar. ¡Qué fácil! ¡Qué güame!
La crítica es buena, constructiva y necesaria. El debate ayuda a los que están frente a la maleza, enfrentándola para transformarla, recibiendo la embestida y las heridas. Pero condenar y burlarse de quienes están en la primera fila, cuando quienes lo hacen no han entrado –ni se han acercado– a la maleza y sólo se han dedicado a observarla y analizarla es, cuando menos, una gran insensibilidad.
¡Qué vigencia tiene la Undécima Tesis!