Una universidad para las empresas
La Universidad está en huelga estudiantil y los medios, tomando la consigna de los estudiantes, insisten en que la razón es la cuota de $800 dólares por año que los administradores y el gobierno han decretado dizque por razón de una crisis financiera institucional. Ya parece ser evidente que la tal situación financiera existe pero que hay muchas formas de confrontarla que no exigen $800 dólares por cabeza estudiantil. Para algunos esa cuota representa una carga casi imposible, basta con preguntar a ese padre de cuatro universitarios que tendría que pagar más de $3,000 dólares adicionales por año y que ahora demanda a la UPR. Para otros representa otra carga que les obliga a endeudarse por largos años y a trabajar asalariados a la vez que estudian.
Un comentarista se ha atrevido a decir que “hasta ahora los estudiantes de la UPR-Río Piedras no han querido explorar alternativas que impliquen trabajo o deuda” (El Nuevo Día, 6/1/2011). Mal conoce el tema. Los profesores que nos damos a la tarea de conocer a las personas a quienes enseñamos bien sabemos lo difícil que es el estudio universitario para gran parte del estudiantado. La mayoría de mis estudiantes no graduados estudian becados y la mayoría no recibe el monto total de las famosas becas Pell –un gran negocio para las universidades–. Los graduados no tienen becas Pell y unos y otros terminan sus carreras universitarias con cuantiosas deudas en las que deben incurrir para pagar esos estudios. Muchos tienen que pagar hospedajes, caros todos, transportación, alimentación y vestimenta, además de comprar libros, libretas, computadoras, artilugio que no es un lujo sino una necesidad para un universitario hoy día. Eso como gastos básicos.
También de cuando en vez se reúnen a tomarse un café o una cervecita y tertuliar como todo buen puertorriqueño y esas conversaciones sobre el país, los profesores, los estudiantes, todo lo que ocurre en su entorno, bien importantes que son en la vida universitaria. Y sí, también van al cine –para los de mi Facultad eso también es parte de su educación en la comunicación- van a algún concierto u obra teatral que ahora les cuesta bastante caro pues ya la UPR no tiene un programa de actividades culturales como antes y que en parte pagábamos los profesores y estudiantes, organizan alguna que otra fiesta y se dan su bailadita, así lector, como usted y yo, igualito. Fíjese que son estudiantes universitarios, seres que «no se asustan de animal ni policía” pero en muchas cosas, personas igualitas que usted y yo.
Las universidades en todas las sociedades por ser centros de creación, de investigación, de estudios y análisis de la propia sociedad de la que forman parte y de las personas con las cuales conviven, cumplen una función pública que atañe al gobierno, a las empresas públicas y privadas, grandes y pequeñas, a las iglesias, a las comunidades, en fin, que su labor puede servir y afectar a todos, tengan o no conciencia de ello. Su trabajo de investigación y de creación, como bien ha explicado el historiador Peter Burke en su Historia social del conocimiento, requiere de un espacio libre donde universitarios, artesanos, trabajadores de todas las labores y profesiones puedan conversar y debatir como en la Florencia renacentista lo hizo el humanista Leon Battista Alberti con Donatello y Brunelleschi, como en Puerto Rico lo han hecho biólogos, arquitectos, ingenieros, profesores de artes y literatura con puertorriqueños que trabajan en estas disciplinas hoy día y con quienes lo hicieron desde siglos pasados. Preparan a esos llamados servidores públicos que laboran en instituciones públicas y privadas y que tristemente no siempre tienen como norte ese servicio público que se supone que les define. No, señores residentes de La Fortaleza.
No, señores legisladores, la Universidad no es un gasto, es una necesaria inversión social, aunque dichos señores quizá no lo reconozcan porque muchos nunca la han pisado y otros, que sí lo han hecho, nunca fueron verdaderos universitarios y tienen miedo al efecto que puede tener el cuestionamiento, el debate, la confrontación de ideas y perspectivas.
La vida universitaria es muy compleja y requiere mucho de quienes la habitan. Al igual que muchos otros grupos, religiosos, laborales, culturales, comunitarios, no basta con estar allí, hay que pensar, conocer por qué se está allí, para qué. En el caso de las universidades hay que tener una particular forma de vida, la llamamos cultura universitaria, como las comunidades eclesiásticas tienen la suya, las ciudades y comunidades su sentido de urbanidad, las culturales un llamado para promover las artes, las laborales su sentido de compromiso gremial, profesional.
Las universidades sí tienen una responsabilidad pública, social y no sólo con la sociedad en la cual trabajan sino con la comunidad humana misma. Por el servicio tan enorme que rinden a la sociedad también ésta tiene una responsabilidad que cumplir con ellas: financiarlas, velar por su habilitación y protección y lo esencial, asegurar y hacer todo lo necesario para preservar la autonomía y las libertades necesarias para que puedan llevar a cabo sus funciones.
Pero como bien ha señalado Michel Godreau, Catedrático de nuestra Escuela de Derecho, con el tan cacareado préstamo del Banco Gubernamental de Fomento a la UPR “le han entregado la autonomía fiscal de la UPR al Gobierno vía su banco”, (El Nuevo Día, 8/1/2011) prueba de que en lo fiscal igualmente se juega la autonomía de la Universidad.
Este proceso de conocer y crear tiene su historia. Sócrates nos demostró la pedagogía del conocer cuestionando el mundo, cuestionándonos a nosotros mismos, nuestras aparentes certezas, nuestras dudas. En las universidades medievales se discutían asuntos que ya hoy día hemos dejado atrás como cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler, cómo debe constituirse la ciudad de Dios. La universidad Ilustrada redefinía a Dios y nos enseñaba a vivir en el estado laico, las de la era industrial en las artes, la literatura, en las ciencias naturales y sociales analizaban el nuevo mundo que la industria creaba. Desde hace ya décadas sociólogos, historiadores, expertos en la comunicación nos dicen que estamos inmersos en una sociedad del conocimiento, de la información. Sin embargo para que estas discusiones sean fecundas, nos provean de nuevas ópticas, nuevos conocimientos, nuevas formas de vida y nuevos instrumentos para vivirla.
Hay dos exigencias que no pueden echarse a un lado: las libertades fundamentales, hoy día consagradas en la mayoría de las constituciones y tablas de derechos humanos universales y la libertad de cátedra y la autonomía frente a las intromisiones e intereses gubernamentales y empresariales. En el Siglo de Oro español el gran Lope de Vega alguna vez dijo que del alma le salían sombras para fabricar ideas. Eso hacemos los universitarios, de las sombras que salen del alma producimos ideas y con esas ideas los ciudadanos del mundo lo transforman. A veces para el bien de la humanidad, otras no. Y ahí también hacemos falta los universitarios, para analizar y señalar, tratar de demostrar la diferencia entre ese bien y ese mal. Para ello, evidentemente no podemos estar encadenados a intereses y deberes particulares de institución, empresa o gobierno alguno.
Con este asunto de la sociedad del conocimiento, de la información, se está tratando de cambiar esta esencia de lo universitario. He aquí lo que entiendo que es el asunto más grave detrás de esta huelga en la UPR. Lo que la opinión pública entiende como intransigencia y terquedad de parte de nuestro gobierno frente a los huelguistas responde a un plan que alteraría por completo la esencia de lo universitario. Se trata de entregar la Universidad a los intereses mercantiles de las grandes empresas que son a su vez grandes donantes al partido en el poder.
Probablemente no es mala fe, es cuestión de ver el mundo desde la óptica mercantil tan hegemónica hoy día. No es nada nuevo. El debate universitario sobre este cambio, algo bastante diferente de los cambios históricos que se han venido sucediendo desde que las universidades existen, ya ha producido suficientes escritos en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos como para llenar una buena parte de cualquier biblioteca. Recientemente se ha vuelto a agudizar el debate. Textos como: The University in Ruins, de Bill Readings, The American Faculty: The Restructuring of Academic Work and Careers, de Jack Schuster y Martin Finkelstein, y Academic Capitalism and the New Economy: Market, State, and Higher Education, de Sheila Slaughter y Gary Rhoades, aportan diversas posturas. Muy instructiva resulta la lectura del informe gubernamental británico del Higher Education Funding Council for England. Simon Head, profesor de la Universidad de Oxford publica un excelente artículo en el New York Review of Books para el 13 de enero del corriente titulado «The Grim Threat to British Universities«. Señala cómo el asalto a las universidades inglesas proviene mayormente de los EEUU, de sus “business schools” y “management consulting firms”. Basta conocer el origen del asunto para comenzar a comprender la finalidad. La lectura del ensayo parece una descripción de lo que sucede también en la UPR a través de los últimos 15 o 20 años.
El lenguaje comercial que ha invadido la administración y en algunos casos, horror, el profesorado, ofrece al cliente –el estudiante y las empresas- lo que ellos quieren, eliminar las sabáticas, sustituir los contratos permanentes por contratos de servicio, evaluar el currículo de acuerdo a los ingresos que aporte a la institución, silenciar la participación de los profesores eliminando los espacios institucionales deliberativos y otras barbaridades anti universitarias, responde precisamente al nuevo proyecto de convertir la Universidad en una empresa gananciosa al servicio del gobierno y las empresas. Como ha dicho nuestro gobernador, preparar estudiantes para el mercado de trabajo. Mucho me temo que si no pensamos y escudriñamos a ver qué hay detrás de los 800 dólares de cuota vamos un buen día a despertar del letargo y descubrir que hemos perdido nuestra Universidad y trabajamos en la Universidad Wal-Mart.
Escoger una carrera, los cursos necesarios para ser un profesional, ser un universitario, no es el equivalente de escoger en Wal-Mart unos zapatos o las carnes para hacer un guiso. Para el trabajo universitario se necesita ir desarrollando el buen juicio, el conocimiento, las perspectivas necesarias para el cuestionamiento de la realidad que vivimos y que de primera instancia nos parece tan natural. Esto es lo que se adquiere en la universidad y que luego, después de mucha disciplina de estudio, de mucha búsqueda, de mucho cuestionar, dudar y debatir, nos capacita para crear, investigar, producir nuevos conocimientos y aportar a nuestra sociedad.
No se trata de tomar decisiones costo-eficientes. Se trata, como dijo Lope de fabricar ideas con las sombras que nos salen del alma.