Vacunas: alerta con las locuras
1.
Los datos que se recogen bajo la supervisión de científicos honestos mantienen su veracidad a través del tiempo. Sí, se suscitan nuevas ideas y se examinan nuevos ángulos de los conocimientos y a los conceptos existentes para mejorarlos o modificar lo que creíamos saber. Es como funciona la ciencia; no puede ser dogmática, se modifica de ser necesario basándose en experimentos y estudios. La ciencia médica básica puede ser sometida a rápida (relativa o actualmente) corroboración, porque los experimentos de laboratorio se pueden conducir sin la extensa regulación que hoy, con razón, exigen las pruebas clínicas o cualquier estudio que use seres humanos como sujetos. Desafortunadamente, muchas veces sucede que algunos estudios de esa naturaleza están viciados por intereses económicos entre los auspiciadores (casas farmacéuticas u otras entidades) y los médicos que los conducen. Ya he escrito sobre este tema en la Revista Cruce y pueden leer en ese corto ensayo cómo esa práctica deleznable puede causar muchos problemas.
Pero hay otra práctica que resulta ser peor para la humanidad: lanzar dudas sobre algo que es beneficioso. Las intenciones de los que retan —sean hombres o mujeres— algo que se sabe bien, son para buscar protagonismo. O, peor, dinero. Los motiva también que quieren hacerse famosos. Pero lo que logran es en realidad notoriedad, que solo dura por un breve periodo. Lo que sí dura es la duda que estos pseudocientíficos y tergiversadores siembran entre la gente que no entiende los fundamentos de los principios que se están retando.
2.
Primero que nada hay que entender, que aunque los médicos estudian ciencia para entrar a la escuela de medicina y completar su entrenamiento, la mayoría no son científicos, ni tienen entrenamiento para poder alcanzar ese título. Claro, ser científico, como se puede inferir a priori, no quita que haya inescrupulosos entre los científicos. Sea como sea, un médico inglés llamado Andrew Wakefield publicó en 1998 un trabajo en el que sugería que la vacuna MMR (previene sarampión, farfallota, rubéola) tenía que ver con el desarrollo del autismo. The Lancet, una vez revista prestigiosa (para mí lo ha dejado de ser) que publicó el estudio no hizo bien su labor de revisión y cometió un gravísimo error en publicarlo. El llamado estudio consistía de una serie de doce pacientes (muy pocos para resistir análisis estadístico), sin buenos controles, mal diseñado, y con especulaciones inapropiadas de parte de sus autores (once otros autores además de Wakefield). A pesar de eso, recibió una atención desmedida que fue en aumento según los padres de niños con el problema escuchaban opiniones en los medios sociales. Ayudó a diseminar esa falsedad la coincidencia de que ese año comenzó a funcionar Google.
Poco a poco estudios bien hechos y controlados fueron apareciendo que echaban por la borda lo postulado por Wakefield. Pero fue lo que luego se descubrió, por lo que ese médico fue echado de la profesión y huyó de Inglaterra a Texas: estaba trabajando con abogados que le dieron dinero para hacer el “estudio” y que iban a llevar demandas contra los productores de vacunas a nombre de padres de niños autistas. La revista médica de la Sociedad Médica Británica (The British Medical Journal) publicó una serie de artículos demostrando que muchos datos eran falsos (inventados) y que los autores escogieron los datos que respaldaban su mentira y desecharon los que estaban en contra. En 1999 (ver The Lancet, 1999;353:2026–9) diez de los autores originales retractaron sus nombres del artículo publicado en esa revista y admitieron que no existía ninguna evidencia que relacionara la vacuna con el autismo.
A pesar de eso, muchos padres alrededor del mundo no vacunaron a sus hijas e hijos exponiéndolos así a las enfermedades que la vacuna evita. La revista y su editor no están exentos de culpa. No fue hasta el 2010 —el daño estaba hecho y la falsa noticia, basada en un estudio engañoso y falso, ha seguido causando dudas en algunos padres— que la revista retractó el artículo. Lo hizo casi a escondidas y sin poner a vista de todos la falsedad contenida en lo que básicamente era un embuste. (ver Eggertson L. Lancet retracts 12-year-old article linking autism to MMR vaccines. CMAJ[1]. 2010;182:E199–20; Anonymous. Retraction- Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, nonspecific colitis, and pervasive developmental disorder in children. Lancet. 2010;375:445). La retracción oficial, que es la segunda que acabo de citar, ocupó un pequeño párrafo en una página interna de la revista.
3.
Este año la Organización Mundial de la Salud o OMS (World Health Organization) ha añadido la falta de vacunación, junto al calentamiento global, Ébola y la posible próxima pandemia de influenza, como una de las amenazas más grandes que enfrenta el planeta. Rumores infundados y noticias falsas en la red y en YouTube sobre la contaminación de vacunas con mercurio (las MMR), y agentes esterilizantes (la del virus de papiloma humano) causaron una caída en vacunaciones en Japón, Dinamarca, Irlanda, y Colombia (ver Science, 12 abril de 2019, p. 105) que le ha costado millones a los gobiernos tratando de contrarrestar lo que son verdaderamente noticias falsas.
El resurgimiento global del sarampión, una de las enfermedades virales más contagiosas, que comenzó en 2015, ha inducido que, recientemente (Los Ángeles Times 26 de abril de 2019) el departamento de salud del Condado de Los Ángeles County le dijeran a 1,000 estudiantes de colegio y a miembros del claustro y otros empelados de UCLA y Cal State, que pueden haber estado expuestos a esa enfermedad y que se quedaran esta semana (29 de abril a 3 de mayo) en casa. El costo en tiempo y dinero es alto, y pudo haber sido evitado.
Hay que considerar que en EE.UU. este año se han reportado 625 casos de sarampión, una enfermedad que se pensaba que se había erradicado en el año 2000. El sarampión causa fiebre, sarpullido, tos, secreción nasal y ojos llorosos. También puede causar infecciones del oído y neumonía. Además, también puede causar problemas más graves tales como inflamación cerebral e incluso la muerte.
Peor es que la no vacunación con MMR deja a la persona indefensa contra la rubéola o sarampión alemán. Este causa fiebre leve, sarpullido e inflamación de los ganglios del cuello. También puede causar inflamación del cerebro o un problema de sangrado. Pero los que están preocupados por sus hijos, nietos y bisnietos (de ambos sexos) tienen que considerar que si una mujer embarazada se contagia de rubéola, esto puede causar que pierda su bebé o que tenga un bebé ciego o sordo, o con problemas de aprendizaje. Muchas veces la mujer embarazada, aunque tenga rubéola, no tiene que tener síntomas. Se enterará, desgraciadamente, cuando su bebé nazca y manifieste las complicaciones del virus.
4.
No son solo los niños lo que se exponen innecesariamente a enfermedades que una vacuna puede prevenir. Los adultos, particularmente los que pasan de 60 o son menores de 5 años años, los inmunodeprimidos. (diabetes, sida, trasplantados, etc.); los que tienen enfermedad grave previa especialmente respiratoria (enfisema, bronquitis, etc.) o cardiaca (infarto de miocardio, valvulopatías, insuficiencia, etc.), deben de vacunarse contra la influenza. La enfermedad es posiblemente la más complicada, desde el punto de vista de cómo se manifiesta (múltiples síntomas muy comunes (fiebre, tos, dolor de garganta y congestión nasal; que pueden desafiar el acumen diagnóstico de cualquier galeno), y qué la genera (tres viruses distintos con gran capacidad de mutación). Estas características no permite tener una vacuna que otorgue inmunidad a largo plazo. Por eso hay que ponerse la vacuna anualmente.
La influenza se propaga a través del globo por brotes anuales que, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud o OMS anualmente causan entre tres y cinco millones de casos de enfermedad severa y alrededor de 250,000 a 500,000 muertes. Cabe notar que aproximadamente 20% de los niños y 10% de adultos no vacunados se infectan cada año (Vaccine. 36 (23): 3199–3207). Las muertes son más comunes en los muy jóvenes y los muy viejos, y en los que tienen enfermedades serias.
Los brotes más grandes o pandemias son menos frecuentes (Longo DL; Chapter 187: Influenza; Harrison’s Principles of Internal Medicine, 18th ed., 2012; New York: McGraw-Hill). Como señalé más arriba la OMS considera la posibilidad de que en el futuro de desate una nueva pandemia global. Recordemos que la pandemia de 1918 mató cerca de 50 millones; la influenza asiática de 1957 causó dos millones de muertes y, la influenza de Hong Kong en 1968, un millón (World Health Organization; 14 October 2005).
5.
No usar vacunas basándose en datos falsos, creencias religiosas, fanatismo, miedo infundado, pedidos emocionales en la red y anécdotas sin peso científico, es un grave error que se están cometiendo contra el resto del mundo. No solo eso, se está cometiendo contra nuestros descendientes; los descendientes de todos. Quiero que quede diáfanamente claro que este artículo no es una guía de vacunación. Más bien es un llamado a que todos consulten su pediatra y su médico para que les explique y les oriente sobre los posibles efectos secundarios que sí (nadie lo niega ni lo ha negado) pueden tener las vacunas. Les puedo adelantar que esos efectos son poquísimos y de bajísima frecuencia. Más información (de la buena) se puede conseguir en nih.gov la página de los Institutos Nacionales de Salud, cuya información está basada en ciencia sólida y replicable.
[1] Canadian Medical Association Journal