Violeta Parra y el lúcido oficio del folclorista
La película está basada en el texto de su hijo Ángel Parra, que lleva el mismo título. La vida de Violeta, tal como se nos cuenta, nos muestra que la niña Violeta pudo haber asociado el folclor con una niñez marcada por el alcoholismo de su padre músico, así como con la orfandad y la angustia. No obstante, Violeta desarrolla una innata mente de folclorista. Lo maravilloso de esta película, es desde mi apreciación, que es capaz de trabajar su historia dedicándole espacio preferencial al oficio, a la vocación y al compromiso de Violeta, la folclorista. Por eso, mi lectura se basa en destacar la lucidez de su quehacer.
Esa claridad la observo no sólo en la ya determinante decisión de recorrer su vida por la inmensidad y la soledad de la naturaleza chilena buscando material y realizando su trabajo de campo, sino en la utilización de esos materiales para la reivindicación de la misma gente de quien aprendió su arte. No sólo comunicó una expresividad política, sino que compartió la dignidad del arte a los textos populares, cosa que hasta el día de hoy se hace difícil entender a grandes sectores de las élites intelectuales.
La investigadora chilena comenzó por el rescate de los materiales porque, obviamente, sin textos folclóricos no hay punto de partida, pero tal y como reclama hace mucho la folclorología, se acercó con la plena conciencia de que, en cada reunión con los campesinos y campesinas, participaba de fenómenos estéticos en su Chile natal. El respeto y el deseo de aprender el oficio de sus antepasados la llevó no sólo a recoger o a grabar, sino a proclamar su deseo expreso de “aprender”. Las escenas de las entrevistas nos presentan a una investigadora lúcida, empática y sobre todo, adelantadísima a su época.
La historia se crece porque presenciamos la combinación que logra Violeta entre su oficio de folclorista y su talento como compositora. Es ahí donde se le añade otra dimensión asociada frecuentemente con las definiciones de folclor. Probablemente, es una de las aportaciones mayores de este texto para aquellos o aquellas a quienes nos interesa el estudio del folclor. El folclor, además de ser un medio expresivo, es fuente de conocimiento, es medio de comunicación. Un penoso suceso en la vida de Violeta la madre, que es la muerte de su hija recién nacida, la encamina a mostrarle al mundo la presencia y la importancia del folclor como medio de expresión y fuente de saber. En escenas muy bien logradas, la película muestra cómo sus investigaciones de la tradición del velorio de angelito le permiten usar el conocimiento y la expresividad que deriva de la misma para entender, lidiar y superar el dolor de la experiencia que se vive. De ahí surge el tierno, lapidario y a la vez desgarrador cántico del Rin, Rin del angelito.
Esta parte de la película es, a mi modo de ver, la más espinosa, pero a la vez una de las más definitivas en la trayectoria de la construcción de Violeta, la folclorista que se nos presenta en el filme. Como embajadora y presentadora del folclor chileno, Violeta ha sido invitada a un festival de folclor internacional en Polonia. Cuenta la película que deja a su bebita recién nacida a cargo de su padre y sus hermanos. El padre, por supuesto, no se siente aludido y la bebé queda en manos de su hijo Ángel, quien es un niño. La bebé muere. En el lugar en que vi la película, para mi indignación, las reacciones no se hicieron esperar: mala madre, irresponsable, egoísta, bla, bla, bla. Aparte de la obvia lectura sexista/ machista que suponen esas reacciones me parece que el texto ofrece todas las claves para contextualizar esta historia con otros paradigmas.
Violeta en el escenario de Polonia, es la Violeta folclorista, performera, pero sobre todo la portaestandarte del arte folclórico chileno. Es la investigadora, que apropiada del conocimiento de los grupos chilenos con los que aprendió, presenta al mundo su saber colectivo y nacional. Ha sacrificado todo, hasta el extremo, siguiendo el deber que su vocación le dictaba.
Muchas y maravillosas escenas de performance, tanto comprendidos y aplaudidos, como incomprendidos e ignorados, tiene esta película. Escenas hermosas de conexión y participación entre artista y público; escenas de incomprensión y desprecio que Violeta, con extrema lucidez, dignidad y orgullo convierte en momentos de reivindicación del folclor y en cátedras de educación sobre el acto folclórico. Porque si algo caracterizó a esta mujer, según lo muestra insistentemente la película, es que Parra dedicó su vida, su esfuerzo continuo a la recuperación y al ennoblecimiento del folclor. Pero esto verdaderamente fue, y por eso es más intenso, una misión de compromiso político que literalmente reclamó un espacio de poder para la producción folclórica.
Esta claridad de propósitos puede, pero NO debe palidecer, por el detalle entremezclado en su vida de un amor vivido intensamente, pero terminado en ruptura y frustración. Otra vez, una lectura sexista y limitada (que, por cierto, abundan y son fáciles de encontrar en la red) podría confirmar que la angustia y el abatimiento existencial que la llevan a quitarse la vida proviene de la terminación de su relación sentimental con Gilber Favre. Aunque es evidente que Violeta Parra es una mujer que ama y disfruta del amor, normal que así sea, ¿no?, el filme nos lleva con cuidado a otra interpretación.
A su regreso de Europa, Parra monta en un terreno baldío una carpa de circo con la aun hoy revolucionaria idea de montar un espacio para el folclor. Según lo presenta la película, era un lugar de reunión, de disfrute, de comunicación y de intercambio, todo a partir del folclor. En uno de los momentos más emblemáticos de toda la película, Violeta Parra exclama con orgullo: “¡la Universidad del Folclor!” En esa afirmación el diálogo coagula lo que un/a espectador/a alerta ha tido tejiendo en su mente siguiendo el hilo del desarrollo de la caracterización del personaje. Cuidadosamente, a la vez que se presenta la terminación de la relación, se trabaja el desmantelamiento de la carpa con el fracaso del proyecto, por falta de aceptación y patrocinio. Parece entendible que una persona sensible que dedicó orgullosamente su vida y todo su ser al proyecto del folclor quede exhausta al verlo moribundo y sin aceptación, al confirmar que el folclor seguía siendo para “las fiestas patrias.”
El título de la película nos remonta a la escena de la ascención: “Galileos, ¿que hacen ahí parados mirando al cielo?” Miramos a Violeta partir hacia otro mundo, no sin antes habernos mostrado el folclor como ruta de conocimiento, expresión y promoción política y social. Seguimos embelesados esperando otra Violeta.
Gracias por regalarnos un texto que ejemplifica, mediante una hermosa narración, la lúcida ruta del arte folclórico.