Béisbol, deporte y lucha anticolonial y antineoliberal
El equipo de jugadores que representó a Puerto Rico hizo una dignísima actuación. Récord de 7-1 y subcampeón del torneo. Es la segunda ocasión que Puerto Rico logra la medalla de plata en uno de los deportes colectivos favoritos del mundo. Los jugadores profesionales presentados por el equipo de Estados Unidos lograron el campeonato por primera vez con récord de 6-2 durante el torneo.
Quien conozca la tradición beisbolera norteamericana sabrá que este deporte goza de la preferencia mayoritaria de sus 325 millones de habitantes. Sus ligas profesionales se remontan al siglo 19. Se ha dicho que «Estados Unidos es béisbol, apple pie y Chevrolet”,
Es un deporte profesional, de lucro, que a su vez es una poderosa industria, un imponente aparato comercial. Tan imponente que su Corte Suprema se ha abstenido de intervenir en el deporte rey. A fines del siglo 19 hubo una guerra entre equipos y jugadores, y luego entre las dos asociaciones o ligas de dueños, para robar los peloteros más capaces. Muchas de las disputas se resolvían en las cortes inferiores y estatales a base de normas contractuales. Al fin, los comerciantes dueños de equipos fumaron la pipa de la paz en las primeras décadas del siglo 20 y otorgaron un contrato entre las dos ligas existentes: Liga Nacional y Liga Americana («Major League Agreement») que consolidó el poder decisional en un comisionado de béisbol, quien es el último juez, cuyas decisiones son inapelables. Ese contrato ha sufrido algunas enmiendas desde su otorgamiento hasta nuestros días. El corazón de esa contratación es el respeto a la exclusividad contractual de los equipos con sus jugadores, la reglamentación de la agencia libre, y la ausencia de cubierta al béisbol por las leyes antimonopólicas.1 En las 3 ocasiones en que se han presentado controversias del deporte profesional ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos, en todas ellas, impugnaciones a las trabas de la agencia libre de los jugadores bajo las leyes antimonopolistas, el Tribunal Supremo federal confirmó su política de manos afuera de los asuntos del béisbol, al resolver que el béisbol es parte de la cultura nacional al que no le cobija ni la cláusula de comercio inter estatal ni las leyes federales anti monopolios.2 Todos los otros deportes, boxeo, fútbol americano, hockey, baloncesto, están cobijados por dichas disposiciones bajo la supervisión última del Tribunal Supremo federal. Solo el béisbol ha quedado fuera con una política de exclusiva deferencia a los poderes de las Grandes Ligas y su todo poderoso comisionado del béisbol, a quien se ha llamado la segunda corte suprema.
A su vez, existen contratos entre las ligas invernales de béisbol profesional de los países latinoamericanos con las Grandes Ligas. Y cada país con un torneo invernal, como Puerto Rico, tiene a su vez contrataciones entre la Confederación del Caribe y la organización de las Grandes Ligas. En las controversias se aplican intrincadas cláusulas contractuales y de arbitraje, reglamentos, usos y costumbres, y el último poder decisional está en manos del comisionado de béisbol de Grandes Ligas.
Hace par de años intervine como abogado de la Liga de Béisbol Profesional de Puerto Rico en una controversia entre la Liga frente a dos equipos. Había una disputa que envolvía los jugadores Francisco Lindor, Carlos Correa, Javier Báez, y otros. El caso se ventiló en el Tribunal de Primera Instancia, Sala Superior de Carolina. Terminó en un acuerdo de transacción. Aquellas personas interesadas en conocer en mayor detalle los pormenores de esta historia que he expuesto en apretada síntesis puede acudir a los archivos de Secretaría de dicho Tribunal y examinar los escritos presentados en ese caso.3) Tribunal de Primera Instancia, Sala Superior de Carolina.
No añado más detalles por respeto a la norma ética que obliga a los abogados de Puerto Rico a no revelar secretos profesionales y a remitir cualquier inquietud sobre controversias judiciales a los récords públicos que obran en los tribunales de justicia.
Hago este preámbulo como paso o método necesario para entender un fenómeno humano histórico concreto del béisbol de Puerto Rico y su intrincada relación con la industria de las Grandes Ligas. A su vez importante para hacer una aproximación a las normas, usos y costumbres y dinámicas específicas en que se desarrolló la participación del equipo de Puerto Rico en el Clásico Mundial reciente, e importante para entender la extensión o limitación de los actos eminentemente políticos acontecidos durante la participación del evento y llegada de los jugadores a su patria.
Es de conocimiento público que este Clásico Mundial tiene unas reglas de juego muy particulares. Entre otras, según la etapa del torneo, se permite a los lanzadores un número limitado de lanzamientos, que van aumentando según se van pasando rondas hasta el juego final. Así los dueños de equipos protegen su inversión en los lanzadores, para evitar lesiones que afecten su desempeño. Existen muchísimas normas contractuales, usos y costumbres que solo expertos como nuestro inigualable dirigente de la escuadra boricua, Edwin Rodriguez, conocen. Y que afectan la decisión si un jugador puertorriqueño lo van a dejar jugar en el torneo invernal, Serie del Caribe, Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos o Clásico Mundial. Se parte de la premisa de que los equipos de Grandes Ligas han invertido millonarias sumas en bonos, salarios y preparación para los jugadores y su desarrollo. Se controlan desde la decisión de no permitir participar, obligación de asistir a la Escuela de Arizona para prospectos, permiso o no para participar en las ligas invernales y pretemporada en la primavera. En realidad es un mundo complejísimo que mueve sumas billonarias.
Verán entonces el grado de control existente de la industria del béisbol sobre todos los jugadores, en particular nuestros jugadores profesionales. Eso hay que comprenderlo para entender, cómo mientras a nuestro pitcher estrella Edwin Díaz se le prohibió lanzar en el partido final, para luego autorizar a base de sus ruegos, lanzar una entrada final como relevista. Mientras al lanzador estrella de Estados Unidos, Stroman, quien tiene una bandera de Puerto Rico tatuada en su antebrazo ya que su madre es nacida en Puerto Rico, y quien lanzó los dos partidos contra Puerto Rico, no se le impuso limitación alguna, ello a pesar que en el primer juego nuestro equipo le conectó seis imparables corridos en la primera entrada, anotó 4 carreras en esa entrada inicial, partido en el que Puerto Rico derrotó al equipo de jugadores profesionales estrellas de Estados Unidos. Algún día, cuando nuestros jugadores no tengan la presión terrible de ver menoscabados o perder sus contrataciones o de entrar al Salón de la Fama se sabrán otras presiones indebidas que hoy desconocemos; y por tanto sería irresponsable llegar a conclusiones a base de conjeturas sin sustanciar en evidencia testimonial o documental.
Es con este panorama en mente que debemos entender las quejas públicas de atropello hacia nuestro equipo expresadas en la prensa por el dirigente Edwin Rodríguez contra la organización de Grandes Ligas, así como las expresadas por los jugadores Yadier Molina, José De León, a quien bajaron a las ligas menores, el abuso de no entregar la medalla de plata a nuestro equipo frente al público y que fue enviada bochornosamente en un cajón al camerino. A los estelares Carlos Correa, Francisco Lindor y Javier Báez, se les prohibió regresar a su patria a compartir el festejo de su pueblo.
Esta realidad concreta de la industria, se complica con nuestra condición territorial colonial. Nuestros jugadores no han tenido el respaldo de un estado nacional que proteja a sus jugadores. Estados Unidos, estado imperialista poderoso, respalda a su equipo. Ausencia de respaldo estatal que también tienen otros de nuestros atletas y artistas.
Cuando representábamos legalmente el manejo del púgil Félix «Tito» Trinidad en su carrera boxística, tuvimos que enfrentar la industria del boxeo, monstruo de mil cabezas, compuesto por los organismos reglamentadores, las comisiones estatales, gobiernos, medios corporativos, cadenas televisivas, cortes. Siempre Trinidad tuvo que pelear contra la corriente, una vez el manejador Don Félix Trinidad se enfrentó al intocable manejador Yamil Chade y al poderoso promotor Don King, quienes se negaban a reconocer su valor. Pero esa realidad, que forzó al desarrollo de un manejo independiente del promotor, y que obligaba al boxeador a entrenar como nadie para una guerra a muerte, es decir «correr asustado» para salir victorioso, siempre estuvo respaldado por una nación sujeta al coloniaje, que celebraba cuando el púgil subía con la bandera puertorriqueña y ganaba sus combates. Su primera derrota fue mediante el chantaje mediático familiar a escasos días del combate, secuestro en Nueva York durante los ataques del 9-11 mientras a Bernard Hopkins se le dio mano libre para profanar nuestra bandera y seguir entrenando tranquilamente en Filadelfia luego de la posposición del combate, calendarizado para el 15 de septiembre 2001, y pospuesto a voluntad de la televisora y el promotor para el 30 de septiembre del 2001; y fue inducido Trinidad por el promotor a acudir a los lugares donde habían miles de víctimas de los atentados terroristas, todo ello afectó su concentración, entrenamiento y desempeño.
No hay fenómeno humano que implique a la nación puertorriqueña o a cualquier otra nación que esté ajeno al fenómeno político, al colonialismo o cualquier otra aberración humana inmoral. Recordaremos como en la pelea más importante de su carrera contra Oscar de La Hoya, Trinidad subió al entarimado con una bandera y una bandana que leían «Paz para Vieques». Colocó así un granito de arena en la lucha del pueblo viequense y puertorriqueño contra los bombardeos de la Marina de Guerra norteamericana. E igualmente vienen a la memoria los valientes actos del jugador Carlos Delgado al negarse a salir del camerino en la séptima entrada de los partidos ante la canción «God Bless America» como protesta por las guerras de agresión a otros pueblos por la política norteamericana. Así como la decisión de la Federación de Boxeo de Puerto Rico de oponerse al boicot de las Olimpiadas celebradas en Moscú y enviar a la competencia al boxeador Alberto Mercado.
En otras experiencias, vale la pena recordar las victorias del indo norteamericano Jim Thorpe en las Olimpiadas en Alemania, los combates de Joe Louis frente a Max Schmelling en plena guerra contra el fascismo alemán, los pronunciamientos de Cristiano Ronaldo contra el genocidio del gobierno sionista hacia el pueblo Palestino, el puño levantado por los corredores afro norteamericanos en las Olimpiadas de los 60. O el gesto de Roberto Clemente de llevar personalmente asistencia al pueblo de Nicaragua en plena dictadura de Anastasio Somoza, lo que implicaba una desconfianza hacia dicho régimen en cuanto al desvío de donaciones y que le produjo el accidente de aviación fatal.
Como toda fenomenología humana concreta está vinculada a la totalidad, siempre habrá espacios para hacer un bien, adelantar causas justas, adecentar prácticas y relaciones en cualquier medio o lugar, incluido el boxeo, el béisbol o cualquier otro deporte. Por eso siempre he dicho que se puede hacer un bien en cualquier lugar, incluso en el infierno, levantando una cruz. De ahí que las tácticas y los medios tienen que ser abordados con una dimensión, no dogmática principista, sino moral, flexible y concreta, manteniendo los principios y frente al colonialismo, utilizar aquellos medios morales, a veces con sus limitaciones, que adelanten la autodeterminación, justicia social e independencia nacional. Para ello hay que aproximarse lo más posible a las distintas áreas o quehaceres humanos concretos, incluyendo el deporte para estar en condiciones de maximizar la efectividad de las acciones. Lo que nos servirá para aquilatar la actuación de nuestro equipo de béisbol en unir y elevar la autoestima colectiva de la nación puertorriqueña, aún a costa del riesgo de represalias contra nuestros jugadores. Y que es importante resaltar las expresiones públicas recientes del dirigente del equipo de béisbol, Edwin Rodríguez, al reconocer la vida ejemplar de nuestros héroes patriotas Ramón Emetereo Betances, Eugenio María de Hostos y Don Pedro Albizu Campos.
Es propio mencionar en esta consideración de factores de fuerza y sicológicos, que este Clásico Mundial de Béisbol se celebró en marzo. Marzo, mes emblemático para nuestra nación, de la masacre de Ponce (1937), asesinato de Antonia Martínez Lagares (4 de marzo 1979), asesinato de Santiago «Chagui» Mari Pesquera (24 de marzo 1976). Golpes terribles a la conciencia y sicología colectiva y al sentido de seguridad de nuestro pueblo. Me han narrado personas que vivieron en los tiempos de la Masacre de Ponce, que luego de la misma, los padres encerraban a sus hijos y les prohibían participar en el movimiento heroico de nuestro nacionalismo, comandando por nuestro hombre más grande, capaz y digno, perseguido y encarcelado, nuestro Cristo Negro, Don Pedro Albizu Campos.
- Richard L. Irwin. A Historical Review of Litigation in Baseball. 1 Marquette Sports L. J. 283 (1991); Nathanson Mitchel. The Sovereign Nation of Baseball: Why Federal Law Does Not Apply to America’s Game and How it Got That Way. Jeffrey C. Morard Sport Law Journal, Vol. 16 Iss. 1, Article 2 (2009). [↩]
- La tradición de los tribunales en Puerto Rico y de la Corte Suprema Federal ha sido la de no intervenir en el deporte del béisbol. De ahí que no hayamos identificado precedentes de nuestro Tribunal Supremo resolviendo controversias del béisbol invernal. Y en la esfera federal, los únicos casos del Tribunal Supremo Federal: Federal Baseball Club v National League, 259 US 200 (1922); Toolson v New York Yankees, 346 US 356 (1953)- y el más reciente, Flood v. Kuhn, 407 US 258 (1972), resolvió no intervenir en las disputas del béisbol, incluyendo las de reserva de peloteros. [↩]
- Dr. Miguel Sosa Padilla y otros v. Liga de Béisbol de PR, Inc, y otros, Civil Num. FAC 2014-3284 (408 [↩]