Desde las trincheras heladas de Wisconsin
Febrero ha sido un mes de muchos altibajos en el estado de Wisconsin. Durante la primera semanadel mes, el equipo de fútbol americano Green Bay Packers ganó el Super Bowl XLV. Más allá del orgullo y entusiasmo deportivo entre los residentes del estado, la victoria de los Packers es importante ya que éste es el único equipo profesional de grandes ligas en los Estados Unidos que no tiene fines de lucro y es propiedad de la comunidad. Además de este legado histórico (el cual le da un aire de equipo de pueblo pequeño a este grupo), los Packers cuentan actualmente con una imagen bastante atractiva y entrañable gracias al quarterback del equipo, Aaron Rodgers. Además de exaltar la importancia de la educación para lograr ser un ciudadano responsable, este joven californiano enfatiza constantemente que la manera más efectiva para alcanzar las metas es por medio de la colaboración y el trabajo grupal (sobre todo por medio de acciones defensivas). (Vea entrevista a Aaron Rodgers en The Late Show with David Letterman)
Seis días después, la euforia por el triunfo de los Packers se tornó en consternación y ansiedad gracias al nefario plan político y económico del recién electo gobernador republicano Scott Walker. El 11 de febrero de 2011, Walker presentó su proyecto de ley para reparar el presupuesto del estado: el infame Budget Repair Bill. Según Walker, Wisconsin está en quiebra –y ha estado así por años– con un déficit de $137 millones en el presupuesto que termina el 30 de junio de 2011. Sin embargo, como bien explica la comentarista Rachel Maddow, cuando Walker tomó posesión de su cargo, el estado estaba en una posición sólida y cómoda en cuanto a lo económico se refiere. (Vea los comentarios de Rachel Maddow, Budget Crisis) De acuerdo con el General Fund Condition Statement, el estado iba encaminado a terminar el año con un superávit presupuestario de más de $120 millones. ¿Qué pasó? Como muchos políticos republicanos, Walker ha decidido ayudar a los millonarios a expensas de las clases media y baja. Walker ofreció $140 millones en exenciones contributivas a negocios multimillonarios en vez de utilizar ese dinero para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de Wisconsin —ya sea por medio de legislaciones cívicas, educativas o ecológicas, para mencionar tres ejemplos críticos en este momento histórico. De esta forma, Walker logró producir artificialmente una crisis presupuestaria que intenta instigar discordia entre las clases sociales del estado, así como los sectores públicos y privados. Por medio de sus estrategias manipuladoras, Walker ahora intenta achacarle el supuesto déficit a muchos de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad: conserjes, enfermeras, bibliotecarios, estudiantes graduados, y maestros de escuelas públicas, entre muchas otras profesiones.
Para darles una idea de cuán nefastos son los cambios que el gobernador Walker quiere implantar en Wisconsin, incluyo aquí una lista parcial de algunas de las propuestas más perjudiciales de su proyecto de ley.
- Eliminar fondos estatales para subvencionar tanto cursos avanzados (advanced placement) como programas especiales en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas en las escuelas públicas.
- Recortar $71.6 millones en ayudas estatales para los institutos de formación profesional/técnica.
- Recortar $250 millones al sistema universitario de Wisconsin, incluyendo la separación del campus de Madison para que el mismo se convierta en una institución privada con su propia junta de síndicos.
- Requerir una aportación adicional –5.8% de su salario– a los empleados públicos que contribuyen para su retiro por medio del Sistema de Retiro de Wisconsin.
- Requiere a empleados del estado a pagar como mínimo el 12.6% del coste de su plan médico.
- Prohibir que empleados con contratos de duración limitada cualifiquen para planes médicos y el plan de retiro del sistema de Wisconsin.
- Hacer varios cambios para limitar la negociación colectiva para la mayoría de los empleados estatales, incluyendo a los maestros, para que la misma sólo pueda atañer a los salarios y no a los beneficios y condiciones de trabajo. Estos limitaciones no afectarán a los bomberos, los policías municipales y los policías estatales (state troopers). [Dicho sea de paso, estos fueron los tres grupos que en diferentes momentos apoyaron abiertamente la candidatura de Walker para las elecciones de noviembre pasado.]
- Derogar todos los derechos de negociación colectiva aprobados por los Demócratas en 2009 para los trabajadores de atención médica a domicilio, los trabajadores de cuidado infantil, los empleados de los hospitales y las clínicas de del sistema universitario de Wisconsin, así como los profesores y el personal académico de dicho sistema.
- Autorizar a las agencias estatales a despedir tanto a cualquier empleado que se ausente por tres días sin autorización previa como a los empleados que participen en acciones organizadas que busquen reducir o paralizar el trabajo si el Gobernador ha declarado un estado de emergencia.
- Autorizar al Departamento de Administración a vender las 37 centrales eléctricas que son propiedad del estado sin organizar un proceso de subastas para dichas ventas.
- Eliminar el requerimiento de que los diferentes municipios y condados del estado operen programas de reciclaje de residuos sólidos siguiendo las restricciones y especificaciones de reciclaje debidas, así como eliminar las ayudas económicas para los programas de reciclaje manejados por los gobiernos locales.
- Cancelar los fondos para cuidados infantiles subvencionados para los empleados estatales que trabajan en el centro de Madison, poniendo fin a un beneficio que inició hace 19 años el gobernador republicano de aquel momento, Tommy Thompson.
Quiero resaltar dos de los aspectos más problemáticos de las propuestas de Walker. En primer lugar, el ataque a las uniones y las clases trabajadoras representa una afrenta repugnante y vergonzosa a muchos de los logros que los grupos laborales han conseguido con mucho esfuerzo, lucha y sacrificio durante los últimos 150 años. Lo más devastador de este ataque feroz a las uniones es que eliminar el derecho a la negociación no tiene relación directa con el supuesto déficit que existe en el estado. Por tanto, esta agresión nace de un proyecto ideológico republicano que busca restarle derechos a las clases trabajadoras y profesionales para así dejar que los intereses privados multimillonarios –como los hermanos Koch quienes han invertido millones de dólares en la campaña de Walker– tengan más poder en el estado de Wisconsin (y en el futuro, en la nación entera).
En segundo lugar, Walker está buscando destruir irremediablemente la educación pública a todos los niveles. El recorte de $250 millones al sistema universitario de Wisconsin trae consigo no sólo una resestructuración masiva y radical, sino también el posible comienzo de la privatización del mismo. Por ejemplo, la rectora de UW-Madison, Biddy Martin, está a favor de separar su campus del resto del sistema para así tener la autonomía para implementar cambios ventajosos para su institución —e.g, retener el profesorado actual bajo condiciones económicas que no se afectarían por la propuesta de ley de Walker, así como aumentar el número de estudiantes internacionales y que no son residentes del estado para cobrar matrículas más altas. Obviamente, Martin está buscando beneficiar a los empleados de su institución. Sin embargo, si ella logra la separación de Madison, esto sucederá tanto a costa del sistema entero como del los miles de estudiantes de Wisconsin que no podrán tener acceso (mayormente por razones económicas) a esta institucion. Por lo tanto, más allá de las ramificaciones económicas, la separación de UW-Madison (así como de UW-Milwaukee en un futuro) significa una ruptura del compromiso social –el derecho, me atrevo a decir– de una educación pública que debe estar al alcance de todos.
Parte del contrato social de la sociedad democrática en la que vivimos es el compromiso de ofrecer acceso a un sistema educativo público para todos, especialmente aquellos que no tienen los recursos económicos para adquirir lo que se ha convertido en muchas partes del mundo en un producto comercial (sobre todo en el sentido de una “marca” o brand) para los privilegiados. La educación, desde los niveles primarios hasta los postgraduados, constituye uno de los mecanismos más vitales para crear igualdad y justicia en la sociedad. Del mismo modo, la educación debe ayudar a proveer visiones y versiones plurales y diversas de nuestras realidades para así ayudarnos a ser ciudadanos responsables y comprometidos en nuestras comunidades, pueblos, países, continentes, hemisferios y el mundo entero. Yo soy el producto de la educación pública, tanto a nivel primario, como universiatrio y graduado. Estoy sumamente seguro de que no hubiese podido llegar a ejercer la profesión de profesor universitario si no hubiese tenido la oportunidad de asistir a una institución pública para mis estudios graduados. Así como yo tuve esa oportunidad preciada, quisiera que la misma siga existiendo, ahora y en el futuro, para millones más. Por lo tanto, reafirmo mi compromiso con la educación pública y con el rol indispensable que la misma debe tener en las sociedades para así poder alcanzar más armonía y dignidad.
Dentro de todo el caos, el miedo y la ansiedad que Walker y los republicanos han producido en estas últimas semanas, ha sido estimulante y esperanzador ver cómo miles y miles de personas –en una ocasión cien mil personas bajo la nieve (video)– se han unido para protestar en contra de lo que busca ser la institucionalización de injusticias en el diario vivir wisconsiniano. Las divisiones basadas en diferencias de identidad –la edad, la raza, el género, la sexualidad, la religión, la clase social y la nacionalidad, entre muchas otras– se han echado a un lado para trabajar colectivamente por el bienestar de todos. Nunca había experimentado tanta solidaridad y compañerismo dentro del campus en el que trabajo. De ahora en adelante, el reto será mantener este ímpetu vivito y coleando.
Como profesor entrenado en las Humanidades, quisiera terminar esta columna a través de dos expresiones artísticas que capturan de manera vital y conmovedora la esencia del espíritu luchador que caracteriza a muchos de los grupos agredidos por las injusticias sociales que han abatido a nuestro mundo. La primera es una cita del intelectual francés Jean-Paul Sartre y la segunda es un cortometraje del documentalista cubano Santiago Álvarez. Quiero que se entienda que esta cita y este corto tienen un contexto histórico específico que no puede ni ignorarse ni equipararse sin problemas a nuestras realidades en 2011. No obstante, quisiera recuperar tanto sus visiones creativas como sus pronunciamientos en contra de las injusticias sociales y a favor de la fortaleza y la determinación necesarias para luchar por un mundo más justo para todos. En su ensayo, “La república del silencio” Sartre nos dice apasionada y persuasivamente:
Jamás fuimos tan libres como bajo la ocupación alemana. Habíamos perdido todos nuestros derechos y, ante todo, el de hablar; diariamente nos insultaban en la cara y debíamos callar; nos deportaban en masa, como trabajadores, como judíos, como prisioneros políticos; por todas partes, en las paredes, en los diarios, en la pantalla, veíamos el inmundo y mustio rostro que nuestros opresores querían darnos a nosotros mismos: a causa de todo ello éramos libres. Como el veneno nazi se deslizaba hasta nuestros pensamientos, cada pensamiento justo era una conquista; como una Policía todopoderosa procuraba constreñirnos al silencio, cada palabra se volvía preciosa como una declaración de principios; como nos perseguían, cada uno de nuestros ademanes tenía el peso de un compromiso.
Now (Dir. Santiago Álvarez, Cuba, 1964)
Sartre y Álvarez me ayudan a entender que la libertad no puede darse por sentado. Hay que luchar constante y concienzudamente por la misma, sin importar cuáles son las circunstancias en las que nos encontremos. Amigos y colegas, compañeras y hermanas, ciudadanos y ciudadanas del mundo, sigamos adelante trabajando por una sociedad más justa, igualitaria y solidaria, ya sea en Wisconsin o en Puerto Rico. ¡Mientras estemos aquí, seguirá la lucha!