El antropólogo como héroe
Los ejemplos abundan. Mientras escribo sobre este asunto leo un libro extraordinario: El despertar de las comunidades afrocolombianas, en una recopilación y edición de María Inés Martínez y un ensayo introductorio—genial por demás—de Ángel G. Quintero Rivera. El libro nos regala extensos relatos de cinco líderes de los procesos de las comunidades afrocolombianas por defender su identidad y adelantar sus intereses en diversos ámbitos de la sociedad colombiana. Entre líneas, y a veces de manera clara, El despertar nos permite apreciar el papel que desempeñaron generaciones de antropólogos, antropólogas y lingüistas en recuperar el lenguaje de algunas de esas comunidades, descendientes de cimarrones, y sus relatos históricos para incorporarlos en el difícil proceso llamado de “etnoeducación” (por ejemplo, enseñar sobre su lengua y cultura), como relata la líder Dorina Hernández. O cómo el antropólogo negro se percata de su identidad y comienza a participar en la defensa de las comunidades afrocolombianas del Pacífico, como lo es el caso de Carlos Rosero.
Sobre este texto volveré por las páginas de 80grados en otra ocasión, pues en este momento quiero resaltar esa “heroicidad” que no reconocen, ni están dispuestos a admitir Richard y Sally Price, antropólogos estadounidenses con una obra extensísima sobre el Caribe y sobre las comunidades de cimarrones (saramakas, entre otros) de Surinam y las Guayanas. Richard y Sally han documentado, intensamente, diversos aspectos de esas sociedades cimarronas: el lenguaje, el parentesco, la estructura tribal, su economía, el carácter transnacional de su inserción en la economía global, el uso de ecosistema del bosque tropical, su historia (desde el llamado “primer-tiempo”) o fési-ten y su producción simbólica y artística. Sobre este último tema han publicado extensamente (sobre todo Sally) y un libro absolutamente genial y hermoso titulado Equatoria, donde documentan el proceso contradictorio de recolectar obras de arte de estas sociedades para “representarlos” etnológicamente en museos; una obra cuyo título nos evoca a Tristes trópicos. (Ambos estuvieron, cuando apenas se iniciaban en el estudio de posgrado, bajo la tutela de Lévi-Strauss un verano en La Sorbona).
Para los saramakas, según los relatos recopilados por Richard Price (First-Time: The Historical Vision of an Afro-American People, 1983), en el pasado (en el fési-ten, o “primer tiempo”), los africanos esclavizados por los holandeses en Surinam, comenzaron a escapar de las plantaciones a finales del siglo XVII, formando aldeas de gente libre en el bosque tropical de esa región del mundo. A partir de ese momento, esa masa de tránsfugas crearon sus sociedades y se organizaron con su propio lenguaje, sus clanes (los), su magia, sus linajes matrilineales y su usufructo del bosque, junto con las lecciones aprendidas de los aborígenes autóctonos de la región.
Los awonenge, la gente del fési-ten, escucharon los tambores de guerra y a ella se lanzaron con toda su fuerza para combatir a los holandeses. Esa guerra terminó con un acuerdo de paz entre los cimarrones y los holandeses en 1762, acuerdo que les permitió vivir en libertad y tomar las riendas de su destino. Antes de la emancipación de la esclavitud (inclusive en Surinam), antes de la revolución de Haití, y antes de las guerras emancipadoras y libertadoras de nuestra América, los cimarrones de Surinam habían conseguido su libertad y su soberanía. (Y todo parece indicar que esa ha sido la historia de los cimarrones por todo el Caribe.) Su mundo había estado definido entre la libertad y la esclavitud. Su historia está fragmentada, en muchas partes: en los documentos, en los relatos de John Gabriel Stedman en 1790 y en las voces de los alukus, matjaus, ndyuka y los saramakas, entre otros.
La situación actual de los Saramakas y otros grupos de Surinam es precaria por demás y los procesos de la globalización y el neoliberalismo amenazan su existencia futura. Richard Price ha publicado recientemente el libro Rainforest Warriors: Human Rights on Trial (2011, University of Pennsylvania Press) que relata el expolio del territorio de los cimarrones y los intentos de erradicarlos como grupos culturales por la fuerza de un Estado corrupto, violento y que enarbolando la bandera de la modernización ha permitido que el capital estadounidense, chino y canadiense explote los recursos mineros y madereros, soslayando el derecho de estos grupos a ejercer su soberanía. La historia comienza con el régimen holandés y el desarrollo de la represa de Afodaka (en Brokopondo), que inició un proceso de inundación de las aldeas de los cimarrones y propició la formación de aldeas “transmigratorias”. La independencia y formación de un Estado soberano en 1975 aceleró el expolio y la sistemática explotación de los bosques y los recursos de las sociedades tribales cimarronas.
Rainforest Warriors narra la lucha de los cimarrones por defender su cultura, su historia, su patrimonio y su soberanía. Es también un relato de cómo la antropología (y sus practicantes) es un arma extraordinaria para unirse a la lucha por los derechos humanos y la protección de las tierras ancestrales y de la memoria de unos pueblos con una trayectoria impresionante de lucha por su libertad. Wanze Eduards y S. Hugo Jabini, ambos saramakas obtuvieron el premio ambientalista Goldman en el 2009, por su participación en ese proceso de defensa de la cultura, los derechos y el territorio saramaka.
¿Dónde está la heroicidad de Richard y Sally? Su participación en el proceso los llevó a servir de expertos y preparar los argumentos legales sobre los saramakas ante el proceso (de varios años) en la Corte Inter-Americana para los Derechos Humanos. Esa intervención de los colegas estuvo matizada por amenazas y cierre de la frontera para ellos, y tal vez lo peor para los intelectuales: el cuestionamiento de su integridad y de su reputación académica, que es, a todas luces, intachable. Ese trabajo lo han hecho sin aspavientos y sin otra motivación que devolver (en la tradición de la reciprocidad generalizada) a quienes tanto les han dado.
Pero tal vez el acto heroico más importante radica en el proceso que estos colegas han llevado a cabo para escribir, publicar y divulgar la historia de los cimarrones, en francés (para el acceso a los que viven en Guyane), y la historia de los saramakas, en su propia lengua. A ese proyecto han dedicado su tiempo en los últimos años. Debo señalar aquí que el libro First-time contiene, en su origen, el relato original de los eventos (porque interesantemente, es una historia eventual) narrados por los propios saramakas, con comentarios, aclaraciones y constatación de procesos y eventos con material de archivo, escritos por Price. Para muchos estudiosos (en diversos campos) el proceso de colaborar con la gente y escribir para ellos, rompiendo con nuestros densos esquemas y discursos intelectuales, es sin duda, un acto heroico. Por ahí también va la cosa.
NOTA: Agradezco a los amigos y colegas de la UPR-RP Humberto García (Instituto de Estudios del Caribe) y Jorge Giovanetti (Departamento de Sociología y Antropología), por invitarme a dialogar con Richard y Sally Price en su reciente visita a Puerto Rico. El Instituto de Estudios del Caribe, que en 1975 había publicado la disertación de Richard Price (Saramaka Social Structure: Analysis of a Maroon Society in Surinam), invitó a estos colegas este semestre a dialogar sobre su obra. Ambas presentaciones están disponibles en Internet: http://www.ustream.tv/channel/cc71