Embuikado
I. Boca a boca
Me entregaron a Buika en un trueque, se podría decir. Fue hace cinco años. Fue un amigo. El intercambio de rehenes musicales ocurrió en un pequeño salón, rodeado de pasillos que conducían a otros salones donde la gente parecía ignorar los detalles de nuestra conversación. En el salón se hablaba de música e identidades, y entonces le mencioné los detalles del hombre que estaba buscando al hombre que quizás sabría cómo conseguirlo. No tenía idea clara de su cara ni de su voz, sólo sus señas, pero el interlocutor era hábil, sabio y con conexiones. Podía proveérmelo, me dijo. Intentaría.
Dando y dando, me dijo el sabio. Y me contó de esta mujer que era todo lo que no se había oído hasta el momento. Tenía algo de ella, me dijo. También me lo podía proveer. Pero había que tener cuidado: Rugía, rompía todo, liquidaba tiernamente a sus escuchas, los neutralizaba con la garganta. «Da notas con nota»- quizás él ni se acuerda de la frase, pero yo sí. La pintó como una versión musical de Eartha Kitt en su disfraz de Batichica, pateando el mundo a su paso, y siempre en su mejor momento. En una sola persona, ¿tanta sangre en exceso? Confieso que la toxicidad me pierde: hay casi un contrato entre la musicalidad tóxica y mi deseo. Y esta mujer, al igual que mi deseado cantante de fado, podía ser tóxica.
Fue una negociación generosa. Yo ofrecí información y a mi me dieron más que eso, mucho más. La semana siguiente el interlocutor apareció con la prueba de su destreza: dos CDs quemados, uno en una cubierta violeta y el otro en una rosa, donde se dirimían los misterios del macho fadista que rompía esquemas y de la Concha Buika de la que me hablaba.Y quizás en agradecimiento por haberle presentado al hombre que me volvía loco, me embuikó, cuando caer embuikado era un proceso íntimo, un secreto a voces, transitado de boca a boca. Íntimo. Ya hace un tiempo es íntimo no more.
Culpa mia, compositor Javier Limón
II. Book-a-Buika
Buika es una criatura que se ha adorado youtubescamente, virtualmente, facebookeramente. Desencarnadamente. Su agonía concentrada y minuciosamente liberada conecta con las maneras que se tiene de surgir en lo virtual, de compartir las fortunas del oído en lo que se piensa es la democracia participativa del click-and-share. Una sola clickeada tuya bastará para entregarte ese vídeo del que te hablaron, o para colgarlo y que te sientan chic con eso en tu pared. Es muy fácil adorar a Buika en los tiempos del Facebook. Pero la adoración y devoción va más allá de esos postings y esas posturas.
Las toxicidades de Buika, benignas pero intensas, la han hecho merecedora de reverencia, de referencia. Es estado común – pero misterioso de todas formas – sentirse ausente de Buika antes de que haya aparecido e intoxicado. En eso Facebook ha sido y es un paliativo y un ansiolítico. Ese crescendo de espera es gustoso veneno.
¿Por qué Buika hookea, y se facebookea y asoma por todas partes, multiplicando fascinaciones? ¿Por qué en Toronto, en Lucerna, en Berkeley, en Lima, en San Juan, hay un rash de internautas buikaneros que prenden velas por su paso, aliviando su comezón con secuencias de vídeos? ¿Será porque encuerpa a África y a España desde la perfectabilidad de su imagen? ¿Cuál es el espejo, o los espejos, en que nos miramos cuando la escuchamos? Algo – mucho – dice la anatomía de una claridad tatuada en transparencias. No hay nada oblicuo en Buika. La felicidad expuesta no requirió de un plató de Telecinco ni de exclusivas con Oprah. Una diferencia tan marcada es esa.
Un mundo raro, compositor José Alfredo Jiménez Sandoval
Es bisexual: un esposo, una amante, un hijo, vive la insantísima trinidad sin aspavientos. Nada de sobredramatismos a la Ricky Martin, ni histrionismos mojigateros. Marihuana como relajante – un hábito confesado. Las Vegas como plataforma de apendizaje y lanzamiento – el sleaziness de la Ciudad del Pecado no le es ajeno. La han citado: «Donde haya comida, risas, buenos amigos, buen sexo y otro par de cosas, está la felicidad». Eso es transparencia.
En uno de sus conciertos habló Buika de que en su música estaba haciendo clavados en la soledad. Pero está acompañadísima. La instantaneidad de esa relación se evidencia en los comentarios en su página oficial. Tras un concierto, alguien escribe: «Como dijo my amigo Nezih ‘I just got my ass kicked'». «No tenia ni idea que hablabas inglés tan bien!», dice un colombiano en su página de fans, y un gringo le testimonia su muerte chiquita: «Buika, you slayed us… we are forever transformed.». Las comparaciones se desatan («Una voz muy grande para una mujer pequeña, no dijeron esto con anterioridad de alguien muy grande del Jazz, Billy[sic] Holiday!! que grande!!!»). Se adjetiva su voz: «hoy te descubrí y no lo puedo creer… esa voz con tanta fuerza y ese fondo de sufrimiento me estremece»; «astounded at your candor, honesty and the purity of your voice»; «Can’t wait to see you on stage and hear your succulent voice». Y, en mayúsculas de grito, una mujer vocifera: «MUJER!!!!!……TU VOZ …TRAE A LA REALIDAD LA VOZ DE MUCHOS IMPROVISADOS POETAS QUE MURIERON A LOS PIES DE UN VERSO SENTENCIADO POR EL DESAMOR». Le piden que intente otros géneros, que grabe un disco de salsa, «para terminar de echarte al bolsillo al mundo entero». Y un poquito de bilingual amor: .»I am Cuban American, born in Miami, but my parents Cubanos, so i LOVE hearing your Spanish words melt the air».
Ah, eso. Eso será. Que puede derretir el aire, con heavy rotation en corazones, sin colección de excesos sin propósito. Tras su audiopresencia y su videopresencia, ahora llega a Puerto Rico sin precipitación. Deberá ser un performance salpicado de sudor, que eso no lo trae Facebook, todavía.
Cristóbal de Jesús escribió: «¡Ño! Tan cerca de casa y creo que no voy a poder estar allí…». De verdad lo siento, Cristóbal. A un lustro de mi embuikada en un salón de Santurce, su materialidad se expone, en pocos días, a tres minutos de mi casa. Para que me derrita el aire.