Io Capitano
La madre de Seydou está en contra del viaje y, correctamente, culpa a Moussa de estar poniéndole ideas en la cabeza a su primo. Tanto ella como un hombre que es evidente ha traficado en el asunto, los quieren disuadir. Sin embargo, los dos chicos van a consultar a un brujo y, después de una sesión de “incantación”, este les da la luz verde.
Los primos han estado guardando dinero en un hoyo cubierto de arena que han de usar para la travesía. Sus trabajos en la construcción de casas y otras estructuras les ha de servir bien y de forma inesperada. Sin decirle nada a sus familias, emprenden el viaje llevando consigo lo esencial y un optimismo que, pronto, se ve atacado por la realidad que es estar en manos de traficantes de refugiados que buscan un paraíso del que saben poco o nada.
Todos los que van encontrando que supuestamente los han de ayudar, son mezquinos y traicioneros. Los primeros pasos son relativamente fáciles. Se trata de cruzar Mali y llegar a Níger. Pero el próximo “tramo” es el Sahara antes de llegar a Libia para de ahí ir a Italia. Los problemas que comenzaron en Mali (pasaportes falsos) se van acrecentando y la crueldad del desierto se incrementa con la de los que los conducen.
Dirigida por Matteo Garrone, quien contribuyó al guión, con la cinematografía de Paolo Carnera y la edición de Marco Spoletini, el filme es notable por sus angustias viscerales y sus crueldades cruentas. Sabemos indirectamente de ellas a través de las noticias, pero las realidades individuales solo las conocemos en la imaginación. Aquí vemos que sobrevivir la nueva odisea es un reto que muchos no consiguen. Los cadáveres en el desierto, los muertos por mercenarios que lo único que quieren es el dinero, la inutilidad que el escape representa para muchas personas están presente sin recurrir a sentimentalismos, excepto en las pocas ocasiones que reconocemos que, de no ser así, el mundo se merece un nueva edad de hielo.
Sorprenden las actuaciones de los dos principales, en particular la de Seydou Sarr, quien nos es un actor profesional. De hecho, ese es el caso con la mayoría de los que aparecen en el filme. Sarr va desarrollando su personaje de un adolescente fantasioso, a uno que por fin y en corto tiempo, tiene que ver que lo que ocurre a su alrededor no es un espejismo, sino el obstáculo a la vida. Su triunfo está acompañado por la llegada de su madurez y el ancla de su vida es el deseo de justicia y del bien de los demás. Es un mensaje que muchas otras películas del tema no han abordado con tanta agilidad y resolución.
Aunque no es perfecta, hay situaciones que no se explican y coincidencias que (por supuesto) son poco probables, el filme vale la pena y su impacto es valioso.