En las letras, desde Puerto Rico: 10 preguntas al escritor Julio César Pol sobre su poemario más reciente, “El ala psiquiátrica”
A finales del 2020 y principios del 2021, Isla Negra Editores comenzó a distribuir entre librerías y lectores “El ala psiquiátrica”, el poemario más reciente de Julio César Pol. Este libro de 128 páginas es pura dinamita, porque se adentra a lo que San Juan de la Cruz alguna vez nombró como “La noche oscura del alma”. Sin embargo, mucho ha llovido del siglo XVI hacia acá y el hablante lírico que antes se sirvió de lenguaje místico ahora, de la mano del escritor puertorriqueño, se sirve de un vocabulario de trastornos mentales dictaminados por médicos en pleno siglo XXI.
“El ala psiquiátrica” está estructurada en cuatro partes interdependientes: Recepción; Libertad Fraternidad Igualdad; Aislamiento; y Los que tienen permiso de salida. Y, de esa manera, cada parte va configurando un vasto espacio en dimensión interna donde la voz poética, sirviéndose de estados alterados de memoria, conciencia y ánimo, apalabra las una y mil caras de las condiciones mentales.
En esta entrevista, Julio César Pol, como Perseo, nos hablará del proceso creativo que utilizó para abordar, con la hoz de acero de la tradición y el escudo de bronce brillante de la innovación, los entendidos que tenemos sobre esa Medusa que nos han hecho conocer como locura.
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Carlos Esteban Cana: Ya ese primer epígrafe d’ “El libro rojo” de Jung con el cual inicia “El ala psiquiátrica” da un anticipo de que la mirada hacia los saberes vinculados a la salud mental, no será la ortodoxa… ¿Por qué comenzar trayendo sobre la mesa la psicología junguiana?
Julio César Pol: Jung decía: «Donde está tu miedo, ahí está tu tarea” o tu trabajo. El propósito de este libro es enfrentar los miedos. El miedo al desorden, al caos, al descontrol, a lo desconocido; la locura es todo eso. Jung me recuerda mucho a Caronte; es el que conduce la barca por los inframundos. Este poemario, tiene un personaje omnisciente, que te acompaña a cada uno de los miedos que se encierran en un hospital psiquiátrico.
Este libro es también una analogía de Puerto Rico. Todas las crisis recientes que hemos tenido que enfrentar (i.e., depresiones económicas, huracanes, terremotos, pandemias) han desembocado en que aumenten los problemas de salud mental. El psiquiatra afrocaribeño, Frank Fanón decía que cuando los sujetos enfrentan continuas amenazas a la vida -reales o imaginarias- se disocian de la realidad y comienzan a generar pensamientos psicóticos como mecanismo de defensa. Creo que el ala psiquiátrica, en parte, es una reacción a este Puerto Rico de principios de siglo.
Carlos Esteban Cana: Cuando entramos a la parte inicial del poemario de inmediato nos encontramos con la recepción por lo que ya podemos intuir que, para usted, como autor, la estructura en estás página tiene un rol importante…
Julio César Pol: Uno de los conceptos que estoy trabajando en mi poesía es el del espaciotiempo. Esa fusión del espacio y el tiempo, a pesar de que tiene una importancia crucial en el arte, en la capacidad de vincular al ser humano, está ausente de la poesía lírica. Haciendo una extrapolación del concepto de aura de Walter Benjamín, he intentado ubicar al lector adentro de un aura, de un tiempoespacio, bien específico. Contrario a las piezas de arte en las que tu estas de frente, yo intento ubicar al lector adentro.
Carlos Esteban Cana: En las nueve poesías que integran “recepción” lo primero que salta a primer plano es la referencia directa o indirecta a las memorias… y no a cualquier clase de memoria, hablamos de memorias que no son necesariamente gratas, evidente por demás en el epígrafe que usted coloca al poema “trans”, esa cita perteneciente a la novela “Kafka on the Shore” del escritor japonés Haruki Murakami (las memorias te calientan desde adentro, pero para destrozarte), y, sobre todo, en el primer poema que abre “recepción”: Catedral. ¿Por qué comenzar de esta manera tajante:
hay memorias/ que a uno no le gusta visitar/ y mucho menos ocuparlas/ y quedarse a dormir en ellas// memorias como/ catedrales enclavadas en cementerios/ […] // memorias con puertas abiertas pero sin salida aparente/memorias que te hunden/ para colarse// memorias que te miran en espirales / […]// Catedral p.21
Julio César Pol: Jung decía: “No hay advenimiento a la conciencia sin dolor”. La exploración de la memoria, de los traumas, de nuestra percepción es parte de la tarea de enfrentarse, de entenderse a si mismo. La poesía tiene la capacidad, la función, de ser instrumento de esa catarsis -también de sublimación- de ese enfrentamiento con el ser.
Carlos Esteban Cana: En una entrevista que me concedió la escritora portuguesa Sandra Santos en el 2019, cuando le pregunté acerca del concepto del espacio en su poesía, citó al poeta Wallace Stevens que manifestó que la vida no es una cuestión de personas sino de lugares. En esa dirección, veo que los poemas que van tomando su lugar en esa “recepción” van develando un tono de ambivalencia en la voz del hablante lírico con respecto a ese llegar-estar-permanecer en ese espacio psiquiátrico. Podría hablarnos de eso…
Julio César Pol: La recepción de los hospitales psiquiátricos, en específico, marcan un antes y un después en la vida de las personas que entran como pacientes y de sus amigos que llegan y se van. Es un lugar donde se quedan muchas cosas: algunas para evolucionar, otras para morir. Son espacio cargado de profundo dolor y transición.
Sobre lo que menciona Stevens, difiero un poco de él, la vida sí es una cuestión de lugares, pero también de personas en un tiempo específico. Es todo el paquete, espacio-tiempo-gente- sucesos-temperatura, interactuando, vibrando entre sí. Ahí es que está el aura.
Carlos Esteban Cana: Poeta, en la segunda parte, de entrada, siento algo de ironía en la forma en que la nombra: libertad fraternidad igualdad. También palpo eso en algunas poesías de esa parte como “pop” (las neuronas revientan/ como palomitas de maíz/ comienza la película/ entretenimiento no apto para menores//) o “dulcería” (cerca de mi casa/ hay 3 hospitales/ 5 dispensarios/ 15 farmacias/ 137 médicos/ 320 oídos/ 160 prescripciones médicas/ de todos los colores como dulces). ¿Es la ironía un recurso que usted utiliza deliberadamente? ¿Podría decir que la ironía da perfil a su estilo?
Julio César Pol: La ironía es una estrategia de confrontación. En ambos poemas, “pop” y dulcería”, hay una confrontación a la sociedad, a la percepción y al manejo de la sociedad de la enfermedad mental. También hay una denuncia a los detonantes de muchas enfermedades mentales, que es precisamente la presión de la sociedad a siempre funcionar en el óptimo y en la normalidad.
Carlos Esteban Cana: Por otro lado, y paralelamente, cuando leo en conjunto esos 24 poemas de la segunda parte también encuentro una búsqueda ontológica en esa voz lírica. Dos ejemplos me sirven para ilustrarlo: cuando utiliza el epígrafe de “Así habló Zaratrusta” de Nietzsche (el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, -una cuerda sobre un abismo) en su poesía “cuerpo celeste”; y en los versos de “paz” (el aprendió a ser dejando/ viendo el mal y el bien/ desde la profundidad del adentro//).
Julio César Pol: Por su puesto, ese uno de los objetivos del libro. Aunque yo no lo diría en singular. Este poemario una búsqueda ontológica de las múltiples voces líricas. Como lo hacía Fernando Pessoa, con sus múltiples voces, intento desentrañar las condiciones que determinan la identidad y la experiencia del ser humano que no son la norma. Más que una contemplación desvinculada, yo busco zambullir al lector en esas múltiples experiencias. La comprensión no se da solamente por la razón, sino principalmente por la experiencia.
Carlos Esteban Cana: Disfruto mucho de las piezas poéticas suyas que se sirven de recursos retóricos como la aliteración y la repetición, que también me remiten a los mantras de oriente, como “trabajadora social (ts)”, “muñeca rusa”0 o “postrauma” (a pesar del golpe/ por el golpe/ soy yo/ a pesar del golpe/ por el golpe/ son ellos/ a pesar del golpe/ por el golpe/ somos nosotros/ a pesar del golpe/ por el golpe/ cada uno//) o de las poesías que rompen el esquema tradicional como “pandora (considerar quitar puntos finales para aligerar el ritmo)” o, más adelante, “rothko #21”. Veo eso en su obra como un deseo deliberado de juego y provocación: al lector por una parte; y, por la otra, al propio binomio forma-contenido.
Julio César Pol: Las aliteraciones han sido usadas en casi todas las religiones para llevar a los seres humanos a un estado contemplativo. En la poesía, esa musicalidad que da la repetición no es la excepción. Intento, en este libro, tomar prestado los cuatro elementos esenciales de música (i.e., el ritmo, la melodía, la armonía y el timbre) y haciendo acentos de cada uno de ellos, comunicar distintos estados de ánimo. Otro elemento que utilizo para crear el ambiente es que en el poemario obvio todas las letras mayúsculas y toda puntuación intentando llevar al lenguaje a su estado más primitivo y básico, un poco simulando la vida en un sanatorio mental que se limita a lo más elemental.
Carlos Esteban Cana: La tercera parte d’ “El ala psiquiátrica”, “aislamiento”, apunta a un abismo que se ensancha en la desesperanza. En ese “aislamiento”, los poemas muestran, paradójicamente, un sujeto lírico que, en lugar de ver aplacados sus trastornos, experimenta la distorsión a mayor magnitud. Así lo ejemplifica el principio de “autrui” (yo no estoy solo// asumiendo/ que todos pueden ver las cosas que yo veo/ ahora/ este cuarto/ lo atraviesa el celaje de una rata/ que sé que no existe/ mi abuelo muerto se sienta en la cama/ como una flor/ y su sombra se ve contra el suelo/ pero no en el espejo//) o el preciso final de “enigma” (cuando te están siguiendo/ no se puede descansar/ con tamaño yugo). ¿Concurre usted con esta impresión? Y de ser así, ¿qué, a su juicio, provoca ese “sobrecalentamiento” que irremediablemente desemboca en el estallido y en otras situaciones extremas como las que apalabra la voz poética en “357” o “en todo momento las manos mojadas”?
Julio César Pol: La tercera parte trabaja la experiencia de las enfermedades mentales crónicas y la desvinculación con “la realidad”. En la Europa medieval a las personas que padecían de enfermedades mentales crónicas se les montaba en un bote y rio abajo se le dejaba a borde de un bosque. El Bosco tiene un cuadro excepcional sobre eso: La barca de los locos. Hoy no los internamos en un bosque, sino, en un hospital psiquiátrico para no ver, para no escuchar. Lo mismo los aislamos en las cárceles y en los hogares de cuido. Pero, yo no estoy seguro de que la desesperanza esté con ellos, quizás la desesperanza está en nosotros, con “los cuerdos”. En nuestra pérdida, en que no los podemos controlar, en que no podemos contar con ellos.
Carlos Esteban Cana: En la sección final del libro, “los que tienen permiso de salida”, se traza una especie de hilo conductor entre los poemas en función a la relación que tiene paciente y personal (enfermera, trabajadora social, médicos y residentes) dentro de la estructura e institución psiquiátrica en todos sus órdenes, que va desde el tránsito en las propias instalaciones o el momento del día reservado para visita, hasta los manuales que tipifican enfermedades y los medicamentos utilizados para tratarlas. Claro, que esa mirada que da usted, Poeta, problematiza modos, maneras y circunstancias, en estos versos suyos es palpable la endémica inconformidad que comunican.
Julio César Pol: Tengo profundas críticas al negocio de los hospitales psiquiátricos en occidente. En tratar al paciente como mercancía. En clasificarlo-etiquetarlo (ver notas al final del calce), darle una receta genérica, tratarlo homogéneamente y soltarlo a la calle cuando el plan médico no los cubre más. Otra preocupación que esos espacios atraen a las personas que pretenden ser cuerdas. Muchas veces ese sistema de salud mental esta siendo administrado por personas con serias aficiones mentales, que aunque son funcionales, complican a los pacientes y fermentan ese espacio.
Carlos Esteban Cana: Como anejo “El ala psiquiátrica” incluye un minucioso “Índice de trastornos”. Pregunto, ¿ese índice no propone también otra manera de leer el poemario?
Julio César Pol: Cada uno de esos índices del International Classification of Diseases (ICD, por sus siglas en inglés) es una puerta en el piso. Esos índices tienen dos funciones. La primera es invitar al lector a educarse sobre distintas condiciones de salud mental. La otra función es ver la enfermedad mental como un mercado. Ese código lo usan los psiquiatras y los hospitales psiquiátricos para facturar a los planes médicos y a los pacientes. Quizás no hay otra forma más eficiente de hacerlo, pero, creo que solamente hemos optado por la opción más fácil.
Carlos Esteban Cana: Poeta, le agradezco su tiempo a la hora de concederme esta entrevista. Se nos quedan, por supuesto, otras preguntas, que dejaremos para otra ocasión pero quiero cerrar con una de las poesías más emblemáticas, a mi entender, d’ “El ala psiquiátrica”.
El arte de las cosas rotas, de Julio César Pol
él intentó
arreglar lo que estaba roto
ensambló las piezas
mezcló con saliva el talco del fragmento
con pincel del pelo de su primer recorte
selló las fisuras
las cubrió con oro hirviendo
mientras lo moldeó
quemó sus dedos
sopló
y cuando todo parecía bueno
el propio peso -oculto
hizo que todo estallara en pedazos