‘Prisma tropical’ de Balún: música de antiguas y nuevas ciudades
*Traducido por Mariné Pérez
Cuando escuché a Balún por primera vez hace diez años, estaba cautivado por el reggaetón y me preguntaba sobre otros tipos de música electrónica en Puerto Rico. Sentí mucha alegría al descubrir un grupo musical que estaba creando un reluciente sonido synthpop, aunque sin rastro de dembow en ese entonces. Fue como haber encontrado una versión dulce del reggaetón con zumbidos melódicos techno que evocaban espacios como Berlín, Londres y Reikiavik. San Juan no era una referencia tan obvia, pero un cambio de lugar transformó esa mirada.Prisma Tropical revela cómo los integrantes de Balún dividen sus vidas entre Borikén y Brooklyn, aprovechando esta fluidez al máximo. El resultado es música de antiguas y nuevas ciudades, paisajes sonoros electrónicos y acústicos, vintage y vanguardistas, enraizados y libres, de amor y de añoranza entre el aquí y el allá. Un sonido que es local sin ser provinciano, a veces tremendamente denso, a veces tan ligero como el aire.
Imaginemos una isla que contiene todo el Caribe (la saturación del prisma tropical) y a Nueva York como una extensión del trópico. Junto al dancehall, la bachata, el konpa, la salsa, la soca y el hip-hop vive el reggaetón, pero su sonido en un espacio diaspórico, como lo es Greenpoint, Brooklyn, es muy distinto al sonido en su ciudad natal de Carolina, Puerto Rico. En este contexto, el dembow carece de una presencia sonora protagónica, por lo que se recuerda con cariño y hasta se evoca con nostalgia. Más lejos, más cerca.
Aunque el dreampop suele evocar los “no lugares”, los sonidos etéreos de Balún se arraigan en la música folclórica puertorriqueña, desde el ritmo del dembow hasta los sonidos del cuatro. El grupo no hace una mera incursión en géneros tradicionales como la guaracha, la salsa o el reggaetón, ni los aluden sin el amor y el respeto que se merecen. Estos sonidos e instrumentos son recursos de profunda resonancia, un abanico musical que cobra vida cuando se escucha, se canta o se baila. Es un repertorio abierto a la reinterpretación, el hogar como punto de partida. Esto es dreambow.
El primer tema, “Vaivén”, sienta el tono de la producción. Se escucha la dulce melodía del cuatro y el llamado de coquíes en el fondo. Es una idea de estar aquí… desde allá. A medida que la melodía se va desvaneciendo, crece una ola sonora que nos arropa y nos transporta a otro lugar en un vaivén, en un ven y va. Un ritmo dancehall sumergido se va caldeando para proclamar las hermosas y majestuosas vistas de “La Nueva Ciudad”. Imágenes extrañas pero familiares cobran vida mientras voces susurrantes, fragmentos de dembow y ondeantes tonos bajos conjuran una nueva ciudad, otro planeta, un lugar escondido. Cuando finalmente entra el loop del dembow en el coro, los familiares sonidos repicadores que cambian cada cuatro compases nos indican que hemos llegado a un lugar especial. Lejos de rendir un tributo superficial o irónico al reggaetón, el uso de timbres y patrones clásicos crean un nuevo tipo de canción con voces sublimes que apalabran pensamientos íntimos, sintetizadores que elevan armonías exaltadoras, ornamentaciones de guitarra que evocan a Steve Reich y a Robert Fripp, barriles de bomba e instrumentos de cuerdas jíbaros.
El sonido expansivo y evocador del álbum es el resultado de una colaboración entre todos los integrantes en la interpretación y composición musical para una variedad de instrumentos y efectos que incluyen sintetizadores programados, percusión robótica, acordeones, pedales de guitarra, cuartetos de cuerdas e instrumentos de cuerda tradicionales puertorriqueños. La presencia del cuatro y de su contraparte más aguda, el tiple (que Noraliz construyó), se hace palpable en cada tema musical. (En ocasiones, el sonido distintivo del tiple está procesado con un delay, inspirado en Cocteau Twins, y aunque para muchos esto no sería algo “típico”, para Balún sí lo es). El legado musical acústico que Nora interpreta en sus cuerdas, los ritmos y sintetizadores con que José mantiene abierta la conversación entre subgéneros electrónicos de diversas eras, la clara y radiante voz de Angélica y sus extravagantes arreglos para cuerdas, y la cautivadora guitarra percusiva de Raúl contribuyen la cornucopia de fuentes y referencias musicales que distingue el sonido de Balún.
En esta ocasión, los instrumentos que se destacan en cada canción son acústicos. El productor Lawson White animó al grupo a darle un papel protagónico a estos instrumentos, tanto en el álbum como en sus presentaciones en vivo, y a escuchar lo que sus sonidos tenían que decir. Este acercamiento rindió mucho fruto al infundir la música de nuevos (y viejos) modismos. White ha aportado innumerables ideas, toques de producción, arreglos de vientos y melodías para marimba, y merece un reconocimiento por llevar al grupo a materializar una meta tan ambiciosa. El álbum es un producto de un proceso brillante de concepción, grabación, mezcla y secuencia: brillante en todo sentido de la palabra.
Aunque Angélica, Nora, José, Raúl y Lawson están al timón de Prisma Tropical, el álbum es una colaboración extensa con otros grupos, entre ellos la sección de metales de Antibalas, un cuarteto de cuerdas compuesto íntegramente por mujeres, el baterista Henry Cole que acompaña magistralmente los loops programados, varias apariciones de Obanilú Allende con su barril de bomba, Enrique Bayoán en la zampoña y el bombo legüero que se escucha a millas de distancia, y amistades que colaboraron en la producción y en los coros.
Sería inútil desentrañar cada canción en sus componentes; este álbum rebosa de alusiones, colaboraciones e inspiración. La multitud de colores y contrastes manifiestos en cada tema muestra una distintiva versatilidad estilística y una fluidez extraordinaria que se traducen en una producción excepcional. Cruzando bordes sin pensarlo. Siluetas sonoras cobran una vida juguetona y llena de sorpresas, y el sentimentalismo pop suaviza (solo un poco) las asperezas de corte experimental. Balún condensa su multiverso sonoro en una hora de música, algo que no es fácil de lograr. Por eso es esencial escucharlo con detenimiento y hacer las conexiones necesarias por cuenta propia.
Prestemos atención al guiño que “Coralina”, el primer tema del lado B, hace del clásico son montuno “El Flamboyán”, la guaracha popularizada por el Cuarteto Mayarí. Dejémonos cautivar por la gloriosa coda jungle de “El Espanto”. Escuchemos cómo “Pulsos” pasa de afrobeats a rock progresivo antes de transmutar en una melodía disco al estilo Salsoul digna de los oídos de David Mancuso. Y meditemos con “Reflejo”, el reluciente outro de cinco minutos de guitarra reverberante intercalada por efectos que nos invitan a fijar la mirada en el vacío y a ponderar de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde iremos.