«¡Tertulia Viejo San Juan!»
Varios días de visita extendida en una librería ayudan a que el visitador atisbe algo de los rituales de compra/venta, y advierta a los otros visitantes (potenciales clientes todos, clientes de facto no todos), sus movimientos, sus paseos por las mesas, su compartir entre ellos, y de vez en vez, sus preguntas a los encargados de la librería, siempre presentes más de uno.
La Tertulia Viejo San Juan, cuyo propietario es Javier Ortíz, -querido por muchos en el entorno sanjuanero y fuera de la ciudad amurallada-, espera , desde el 17 de noviembre, algunos permisos para mudarse a su nuevo local en la calle Cruz; engalana a ese local el espacio que se enseñorea, un pequeño y acogedor patio, hermosas puertas, y luengas paredes para colocar anaqueles. Mientras los permisos arriban, -se espera ocurra el evento esta semana- la librería en la calle Tetuán, esquina Cruz, sigue trabajando viento en popa, y los clientes comprando, los visitantes ojeando y hojeando, y los empleados alertas a los movimientos de los visitantes al local para siempre bien servirles, y anticipar sus movidas, casi como si fuera un tablero de ajedrez.
Los niños hacen de las suyas en el rincón dedicado a los libros infantiles y juveniles e instados por los empleados tocan los libros, los palpan, y los más pequeños, quizás por primera vez, sienten la textura del papel y el dominio de pasar las páginas una a una descubriendo imágenes y palabras a la vuelta de página. Curioso, uno de estos días de visita extendida, un padre no quiso que el niño tocara el libro que había escogido (un hermoso libro del coquí), pero los empleados lo convidaron a sentarse en el piso y tocar el libro mostrándoles cómo se pasaban las páginas para que descubriera él mismo el mundo que viene después de la página ya vista. La cara y expresiones del niño, de asombro, de alegría, de, -sí-: de poder, nos obligaron a todos a escoger silentemente esa estampa como símbolo de las bienandanzas de la lectura y de educar a leer.
Los turistas piden historias del Viejo San Juan, de Puerto Rico, libros de cocina nuestra, y alguno que otro libro en inglés, colocados en una de las mesas. Pasean el local, hacen preguntas de lugares, sonríen y salen con su libro en mano. Los locales Sanjuaneros rinden tributo al tertuliar y a comprar lo último que acaba de llegar, o un libro de hace años en una nueva edición, o cotejan las ventas de sus propios libros, y siempre entran y salen sonriendo.
Los comentarios de clientes siempre enseñan, sorprenden algunos, y aleccionan otros; las miradas también, las sonrisas, y los gestos. Uno muy curioso (por así decirlo) hace un comentario sobre el libro de Jennifer López, colocado en posición de casi torre vigía, cuya foto en portada provoca comentarios de los visitantes (todavía no clientes): “Y ahora va a decir Jennifer López) que era inestable…”, comentario que es recibido con discreción de parte de los empleados, -nadie responde-, pero que todos parecían pensar en lo que han estado acostumbrados a escuchar: “¿Y el libro de Dayanara dónde está?” La diva del Bronx (Jennifer López), la presencia de su libro en posición estratégica que seguramente avistan los que adentro están, activa en los visitantes de la librería la presencia (por ausencia cerca del libro de Jennifer López) de Dayanara, digamos, “La diva de Puerto Rico”. Un hombre, Marc Anthony, las une, pero las separa el mar.
Repleta de libros para todos los intereses, gustos, inclinaciones, antojos del momento, la librería La Tertulia Viejo San Juan acoge y respeta al visitante y a los clientes; todos los tres empleados: Aileen, Tito y José Julio, más su propietario Javier, atinan siempre en rendir el mejor servicio que se traduce en: rastrear un libro solicitado, buscarlo en los anaqueles o en el inventario, pedirlo si no está, atender los pedidos por teléfonos, enviar los libros comprados al exterior, comentar, con conocimiento, del libro solicitado, pues los tres empleados sí leen lo que venden, ir al local nuevo a escudriñar en los anaqueles hasta que lo encuentran, en fin: atender las necesidades y deseos librescos de cada uno de los miembros de una familia (pues familias completas pasan largos ratos en las tardes sabatinas y dominicales y siempre salen con algún o algunos libros); también Javier y sus empleados hacen honor al tertuliar con aquellos que tienen el deseo y el tiempo de hacerlo, que son muchos. La tertulia, -en La Tertulia Viejo San Juan-, no se impone, brota de los mismos visitantes/ clientes, y desde allí se va formando el tejido de la conversación, del diálogo, del tertuliar.
“Tertulia Viejo San Juan”, como contestan el teléfono, Aileen, Tito, José Julio, y Javier, su propietario, está, hoy en la calle Tetuán , esquina Cruz, y se espera que en estos próximos días se encuentre en la calle Cruz # 251, en un nuevo local que será del agrado de todos sus clientes y amigos de la librería que han permanecido leales en sus visitas y compras hasta en los momentos más difíciles por los cuales pasaron antes de llegar a este espacio hermoso del local en la calle Cruz.
(787) 724-8200. “¡Tertulia Viejo San Juan!”