¿Universidad burocrática o universidad sin condición?
“The plurality of men, indicated in the words of Genesis, which tell us not that God created man but ‘male and female created He them,’ constitutes the political realm.” Hannah Arendt
“Bureaucratic rule, the anonymous rule of the bureaucrat, is no less despotic because ‘nobody’ exercises it. On the contrary, it is more fearsome still, because no one can speak with or petition this ‘nobody’.” Hannah Arendt
“Por eso, hablamos aquí de la universidad sin condición. […] Y digo ‘sin condición’ tanto como ‘incondicional’ para dar a entender la connotación del ‘sin poder’ o del ‘sin defensa’: porque es absolutamente independiente, la universidad también es una ciudadela expuesta. […] Porque no acepta que le pongan condiciones, está a veces obligada, exangüe, abstracta, a rendirse sin condición.” Jacques Derrida
«Hombre y mujer los creó”. Con esta cita Hannah Arendt pretendió decir que “no somos uno, sino múltiples; el ser humano no es singular, sino plural.” Y es precisamente esta pluralidad la que define el ámbito de lo político en tanto que lo político se da entre humanos en plural.
“[M]an is apolitical. Politics arises between men, and so quite outside of man. There is therefore no real political substance. Politics arises in what lies between men and is established as relationships” [Arendt]
La política o lo político no se da nunca en el hombre en singular, sino siempre y únicamente en plural (“entre hombres”). Es sólo entre hombres y mujeres (donde mujer aquí no significa los individuos pertenecientes al sexo femenino, sino la pluralidad que se opone a la singularidad del Hombre; mujer aquí toma el lugar de lo múltiple en la sempiterna tensión filosófica entre lo uno y lo múltiple) donde se puede dar la política como relación, pulseo y constante negociación de esa convivencia, de esa co-habitación de un mundo común. Arendt llega a identificar lo político con la libertad misma (“The meaning of politics is freedom.”), en tanto que es precisamente el hecho de la pluralidad, es decir, el hecho de la otredad del otro, lo que delimita y define el espacio de la libertad en una sociedad. La libertad en este sentido equivale al grado y extensión de las divergencias de la norma que se hallen en una sociedad. La triada pluralidad-política-libertad se convierte entonces para Arendt, en la guía para determinar qué proyectos políticos debemos auspiciar y proponer.
Uno de tales proyectos ha sido atacado recientemente en nuestra Universidad, y ha sido atacado desde adentro: El Programa de Estudios de la Mujer y el Género Jumping Castle de la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. El viernes 27 de agosto de 2010 la Coordinadora del Programa, la profesora Mara Negrón, se enteró por casualidad que el presupuesto del Programa ($23, 000.00) había sido cancelado. El problema no es, claro está, que hayan cancelado el presupuesto. Estamos en tiempos de crisis fiscal—o al menos eso nos han hecho creer—y por algún sitio hay que cortar. El problema es cómo se hizo, y es este cómo el que me parece sintomático de la crisis identitaria que atraviesa la Universidad de Puerto Rico. Digo crisis identitaria porque es en la concepción que la Universidad consiga forjarse de sí-misma donde se juega su futuro. Las opciones para el futuro de la Universidad de Puerto Rico son dos: o seguimos el camino de la actual administración que nos arrastra inevitablemente al abismo de la Universidad burocrática, o nos revelamos y forjamos la Universidad sin condición de la que nos habla Derrida. ¿Cómo fue entonces la cancelación de los fondos del Programa de Estudios de la Mujer y el Género? La respuesta a este cómo delimita y define la forma burocrática de la universidad que se está gestando en estos momentos bajo nuestros pies. Cito a continuación un comunicado de prensa oficial de la actual Coordinadora del Programa, la profesora Mara Negrón, y una carta de la pasada coordinadora, la profesora María Isabel Quiñones, respectivamente:
“La Dra. Mara Negrón fue excluida de las discusiones sobre presupuesto de la facultad.”
“Con gran sorpresa e indignación, ayer descubrimos que no fuimos incluidas en las deliberaciones presupuestarias de nuestra facultad ni en el informe que se sometió a la Oficina de Presupuesto del Recinto. Por lo tanto, no tuvimos siquiera la oportunidad de defender nuestro pequeño pero significativo presupuesto[.]”
Lo que caracteriza el cómo de lo sucedido es el anonimato. Nadie les dijo, nadie les consultó, nadie—ni una llamada amistosa y secreta—les advirtió. Por esta misma razón, nadie fue ni se hizo responsable, nadie tomó la decisión, nadie quiso hacer daño. Se engaña el lector si cree que “nadie” aquí significa “ninguna persona.” ¡No! Fue gente con nombre y apellido, y sin embargo, no fue nadie porque “nadie” aquí significa “cualquier persona”. Esta es la cara de la Universidad burocrática, la no-cara del burócrata, su escudo contra toda injuria: nadie, ning-uno. Este burócrata que es “nadie” porque es cualquiera, sólo es posible porque la ley que rige la universidad burocrática es la ley de la equivalencia, la ley de la igualdad—ley democrática por demás.
“The rule of nobody—not anarchy, or disappearance of rule, or oppression—is the ever-present danger of any society based on universal equality. The concept of universal equality within the tradition of political thought means nothing more than that no man is free.” [Arendt]
La ley de la equivalencia: cualquiera es igual a cualquiera. Si te deshaces de uno, cinco vienen a tomar su lugar. Es el lugar vacío del poder que es contingentemente llenado por este o por aquel burócrata; lo que importa es el lugar, no quien lo ocupe. Sólo un “Nadie” puede virarse casualmente y decir, luego de que le increparan por el futuro de los cursos y las compensaciones que se le deben a los profesores que las imparten: “los cursos se ofrecerán con cargo a la cuenta del Departamento”, sin mediación de un “mira, lo que pasó fue…”, o “lamento decirte esto con tan poca antelación…”, o el colegial: “chica, debí decírtelo antes, pero tú sabes cómo son estas cosas…”. Nada de esto, ninguna deferencia al respecto. No es que ninguna de estas opciones cumpliría otra función que no fuera la de dorar la píldora, pero sí implican un civismo mínimo como muestra de respeto hacia el otro. Es por esto que en ambos casos, el del comunicado de prensa de la profesora Negrón y la carta de la profesora Quiñones, queda claro que la denuncia no es hacia el corte del presupuesto, sino hacia la forma poco cívica en que fue hecho:
“Denunciamos en este caso la falta de ética de los funcionarios universitarios y su colaboración con la tentativa de desmantelamiento del programa.”
“La crisis de la que hablo no es la presupuestaria. Con esa se puede lidiar siempre que tengamos la información y podamos defender nuestros intereses. La crisis es de otro orden, tiene que ver con la manera como tratamos al otro, con la ausencia de deferencia con los pares, con el desdén con que se maneja el trabajo meritorio y productivo, con lo poco que importan, efectivamente, nuestros estudiantes. Ya bien lo dijo Arendt… y yo la parafraseo, lo peor es lo que nos han hecho nuestros amigos.”
Se podría argumentar, de modo consecuencialista, que estos reclamos –al concentrarse en el cómo ético del comportamiento del burócrata- pierden de perspectiva lo verdaderamente terrible de la situación (la causa ideológica real que subyace en el corte de presupuesto del programa y la supuesta crisis fiscal de la Universidad) es decir, el desmantelamiento paulatino de los Estudios de Género en el Recinto. Sin embargo, creo, por razones que explicaré, que las profesoras han dado en el corazón del debate con sus reclamos. El civismo (“civility” o “politeness”) está estrechamente ligado a la libertad política de la que nos habla Arendt. El civismo es la base de nuestra civilización. Como dice Slavoj Žižek en In Defense of Lost Causes:
“…the rules of civility do not constrain our freedom, but provide the only space within which our freedom can thrive […] civility is not simply obligation-feigned-as-free-act; it is rather its exact opposite: a free act feigned as an obligation.”
El civismo es la fina línea que separa la barbarie de la civilización. Las autoridades universitarias no tenían que anunciar o justificar sus actos (no estaban obligados), y de hecho no lo hicieron. Precisamente por ello es que haber dado la cara y hacerse responsables por lo que hicieron con un gesto—aparentemente vacío—de civismo, habría sido un acto gratuito de respeto a la humanidad del otro. El problema del civismo—o más bien, de la falta de éste—es mucho más profundo de lo que aparenta. Al no reconocer, mediante el gesto cívico de la explicación, la gran labor que ejerce el Programa en el Recinto, en la Isla y fuera del País, las autoridades universitarias obligaron a la profesora Negrón a la indignante y barbárica tarea de tener que justificar lo que no debe justificarse:
“Es el único programa que educa contra la violencia de género[.]” [mis negrillas e itálicas]
Es precisamente en el momento en que nos vemos rebajados a hablar públicamente, en el contexto de la academia, en contra de la violencia a la mujer para justificar la existencia y necesidad de un Programa de Estudios de la Mujer y el Género, cuando hemos abandonado el terreno de la civilización y entrado de pecho en la barbarie. Como dice Žižek:
“[T]he sign of progress in our societies is that one does not need to argue against rape: it is ‘dogmatically’ clear to everyone that rape is wrong, and we all feel that even arguing against it is too much. If someone were to advocate the legitimacy of rape, it would be a sad sign if one had to argue against him—he should simply appear ridiculous.”
La Universidad burocrática es peligrosa porque promueve, camuflada bajo sus premisas del “total quality management” y de la maximización de la productividad y la responsabilidad fiscal, la falta de civismo. La Universidad burocrática elimina de facto ese espacio entre las personas del que habla Arendt como requisito de la política; la Universidad burocrática es una universidad apolítica, unidimensional, bárbara.
“We are in the middle of a process of moral corruption: those in power are literally trying to break a part of our ethical backbone, to dampen and undo what is arguably civilization’s greatest achievement, the growth of our spontaneous moral sensitivity.”[Žižek]
Las profesoras Negrón y Quiñones ven claramente que esta serie de decisiones, como el recorte del presupuesto, no son ejecuciones neutrales de un plan Inflatable Water Slide fiscal responsable y apropiado a la situación actual, sino el comienzo del desmantelamiento de facto de la autonomía (hoy fiscal, mañana curricular) del Programa, y en última instancia de la Universidad en general. Pero tenemos que llevar este pensamiento a sus últimas consecuencias. Lo que está ocurriendo en esta coyuntura histórica es el desmantelamiento, no anunciado, no de la Universidad de Puerto Rico, sino de la idea misma de “Universidad”. Esta coyuntura ante la que nos encontramos se presenta, como dije anteriormente, como una crisis identitaria entre el modelo burocrático y la universidad sin condición. La diferencia esencial entre ambos modelos es de índole temporal. La universidad burocrática es eminentemente reactiva, es decir, que se concibe y regula a sí misma desde su presente hacia el futuro. Desde el presente se proyecta hacia el futuro probable para auscultar qué problemas es previsible solucionar: ¿Cuántos médicos, ingenieros, arquitectos,…, harán falta si las proyecciones de crecimiento social siguen el patrón que llevan hasta el momento? Se da entonces a la tarea de invertir sus recursos basándose en estas proyecciones. Son las condiciones presentes las que motivan y dan sentido a este modelo, y su modo de darse es la resolución de problemas. Esta universidad pragmática ya existe, Puerto Rico ésta abarrotado de ella, se llama Junior College, se llama Ana G. Méndez.
La Universidad sin condición, por el contrario, es guiada por el futuro, y es este futuro inexistente el que guía su acción. Se distancia del presente y se ubica en un futuro utópico, en aquello que “podría tener lugar en el mañana” [Derrida]. La universidad sin condición irrumpe en el presente y altera la fibra misma de lo real mediante la generación de problemas. Esa es la tarea y la esencia de este modelo: generar crisis, cuestionarlo todo. Esta idea es definida por Derrida como “el derecho primordial a decirlo todo, aunque sea como ficción y experimentación del saber, y el derecho a decirlo públicamente, a publicarlo” [Derrida]. Esta universidad—la única que merece ese nombre—tiene como condición de posibilidad la libertad y la autonomía. La libertad incondicional de cátedra y la libertad incondicional de expresión son la esencia misma de esta institución, pero no nos puede bastar sólo con decirlo y publicarlo todo, tenemos que promover también, no el derecho sino el deber, a hacerlo todo. En palabras de Hakim Bay:
“Plot & Conspire, don’t bitch & moan. […] Do you posses both Imagination & Will, can you both dream & dare—or are you the dupe of an impotent fantasy?”
O como decía Nietzsche: “el hacer lo es todo.” Esta es la diferencia entre pensar un problema y generarlo. Generar implica crear, hacer realidad algo que no lo era. No es casualidad que haya seleccionado la cita del Génesis en el epígrafe de Arendt. Es precisamente en la polisemia explosiva de la palabra género (generar, gen, genético, génesis, tipo o categoría, superestructura sexual, en fin…), donde se esconde el futuro de la universidad, el futuro de la política, en el sentido de Arendt. Generar problemas no es una tarea “académica” en el sentido peyorativo del término. Es alterar performativamente, donde la palabra constituye la realidad que nombra, el espacio social, radicalizándolo con la intromisión del futuro en el presente. Intromisión que por definición y por necesidad ha de ser impuesta, ha de ser anti-democrática. Por eso Derrida nos dice que por ser independiente y autónoma, la universidad sin condición a veces ha de rendirse sin condición, porque ésta es incondicional, sus planteamientos no son negociables, parcializables. No es pensable plantear la obtención de la libertad y la justicia en un plan estratégico de incrementos a cinco años: “queremos un aumento anual en justicia que se acople a la inflación de opresión.” La universidad sin condición es maniquea: todo o nada.
Promover y actualizar esta universidad sin condición ha sido la tarea del Programa de Estudios de la Mujer y el Género desde sus comienzos. Los estudios de género requieren, para su compresión y enseñanza, de una transformación de la conducta mediante una crítica radical y una transformación conceptual de los roles de género y de la organización de lo cotidiano en las sociedades heteronormativas. La conclusión lógica de esta enseñanza es la transformación del mundo, de un mundo y la generación de otro; la generación de un mundo del futuro más justo y más libre en medio de nuestro presente.
Ciertos momentos históricos nos presentan, con más claridad que otros, encrucijadas donde nos jugamos el todo. Estamos viviendo en el País, y especialmente en la Universidad, uno de tales momentos. Nos encontramos en una coyuntura ante la cual no nos queda otra que escoger. Escoger hacia qué dirección queremos dirigirnos, a qué proyecto futuro queremos contribuir. El ataque al Programa nos impone una disyunción entre dos modelos de Universidad y una decisión debe ser tomada; aun con la angustia, desamparo y desesperación que implica toda decisión [Sartre]. Estamos en medio de una guerra por el Espíritu de la Universidad y hay que escoger bandos. Debemos estar claros que para generar un mundo hay que destruir un mundo. Por eso, a los burócratas por inercia—no a los de vocación, que son nuestros enemigos—les digo que se agucen y escojan, que no es éste el momento de ser tibios. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente te vomitaré de mi boca.” [Apocalipsis 3:15-16]