Algunos aforismos de cara al solsticio de invierno
Estamos habitados por el lenguaje; el lenguaje que nombra la inmensidad que nos habita en la intimidad del silencio. Ese circuito es nuestra morada, que es también la del universo: entero, íntegro, completo en la infinita regeneración de los mundos.
A Friedrich Hörderlin: Die Menschen sind eine Frage. Die Frage des Menschen ist der Sprache. («Los hombres son una pregunta. La pregunta de los hombres es el lenguaje.»)
Puesto que no hay más cara que la máscara de las palabras, la máscara no oculta, la máscara revela.
En el fondo de las palabras palpita el silencio. Se trata entonces de atender al vacío de la forma, y la forma del vacío para liberarse por la palabra de las barreras que el propio lenguaje impone. Como un salto al vacío, las palabras se recogen en lo que nombran y vuelven al silencio de lo in-nombrado (a no confundir con lo innombrable).
Sinn und Bedeutung («Sentido y significado»). La palabra está llena de misterio. Porque en la noche que nombra no hay misterio alguno.
El diablo nace de la invención de dios: el desdoblamiento de lo divino como manera de justificar el desamparo de lo humano.
La penumbra es el eco del ocaso, la intensidad de la luz adentrándose en el rumor de la oscuridad.
La necedad es el destello de lo que se ignora.
La captura de la mente tiene un nombre para el capturado: mentecato.
No importa lo que uno tiene que decir, pensar o escribir. Si ello no tiene la indispensable presencia mediática, no existe. Y si finalmente la adquiere, se banaliza hasta diluirse en la irrelevancia. ¡Ah, los artilugios del marketing: convertir en hazaña el desahucio del pensamiento!
¿Qué es la impotencia? La subyugación afectiva. ¿Y qué es la subyugación afectiva? La dependencia de lo que se padece. ¿Y qué es la dependencia de lo que se padece? No saber qué hacer con lo que se siente. ¿Entendido? Entendido.
La sexualidad es el punto ciego del psiquismo humano. El testimonio de esto es la mirada – la pulsión escópica, como dice Lacan – y su afán de capturarlo todo, sin poder llegar nunca a capturarse a sí misma. Pero por eso mismo insiste. He ahí, en resumen, un aspecto fundamental de la enseñanza del psicoanálisis.
La soledad es la conquista de sí con la desnudez del silencio.
La imbecilidad es la debilidad de pensamiento, inseparable, por cierto, de la pusilanimidad: pensiero débole.
La molicie y el desenfreno son los dos extremos de una misma debilidad de pensamiento.
Derrocada el ansia de existir, despertar significa dar a luz a cada momento desde el fondo inasible de los sueños y el fugaz esplendor de la vigilia.
En un punto de vista son muchas las perspectivas que entran en juego, aunque todas terminen reduciéndose, por pobreza de espíritu, a un punto de vista.
El infinito es el borde de esta copa de vino. ¿Y el vino? La salud del infinito.
Lo infinito. La naturaleza inagotable de los límites es, precisamente, el umbral de lo infinito.
Solo y sólo. Mirar solo afuera. Adentro sólo hay el tumulto de los afectos, la congénita ignorancia. ¿Y afuera? Lo mismo pero al revés. ¿Entonces? Solo no es lo mismo que únicamente.
Como la espuma, los días; como la danza, las palabras.
Esto, esto o aquello – lo que sea – es siempre otra cosa. De nada vale, pues, aferrarse a nada. Ni siquiera a la idea misma de desaferrarse, pues ello supone que hay algo a qué aferrarse.
Cada momento se afirma en su inmensidad y se disipa en su aparición. He ahí la paradoja de lo que significa ser-tiempo.
La mente es insondable y el cuerpo una incógnita. ¿A qué atenerse, pues? A eso mismo para que no haya lugar a dudas.
Si el deseo es ilusión, ¿qué es entonces la belleza? Lo que no es sólo deseo ni ilusión.
La eternidad no es del momento. Más bien, el momento es la fugaz irradiación de la eternidad. De esa manera cada momento en su diferencia (diáphora) constituye al mismo tiempo la indiferencia (adiáphora) de el Momento, es decir, la irradiación momentánea de la eternidad.
La experiencia es el rodeo con el sentido de los límites. Cuando el rodeo redunda en extravío es que todavía no se ha aprendido de la experiencia. Somos, pues, aprendices de siempre.
Día del Sol Invictus. No juzgues. Simplemente constata la ebullición y el gran vacío del mundo. Como quien saca su cabeza fuera del fuego.
Un sueño. Ruinas en el desierto. Un altar en medio de las ruinas. El encendido de una luz en el altar. El crepúsculo: la indefinición de la luz y de la oscuridad.
Una definición básica para una economía de la suficiencia. El arte de valerse de los recursos limitados de la naturaleza para satisfacer las necesidades de la condición humana y lidiar sabiamente con los anhelos siempre insatisfechos de nuestros deseos. He ahí la única alternativa al capitalismo: los cimientos de una nueva política que tenga como horizonte la experiencia radical de lo común y la singularidad de las experiencias.
Para los antiguos sabios griegos – véase, por ejemplo, a Aristóteles – una vida feliz (eudaimonía) es una vida cumplida y realizada. Un cumplimiento que sólo puede reconocerse al momento de morir. Sin embargo, ¿acaso el morir no es algo que se realiza en cada momento? ¿No es cada momento el cumplimiento de toda una vida?
Realmente, no hay «otras vidas», como suele decirse. Lo que hay es una única vida inmensa y repleta de múltiples e innumerables momentos de tiempos de vida. ¡Eso es el Aιώυ de Heráclito!
La escritura genera la forma del pensamiento, lo invisible que se hace visible. Y el pensamiento es un susurro musical que divaga hasta dar con las palabras y la fruición de la escritura. El cerebro es un panal. Y la mente es el revuelo de las abejas que van y vienen. Como la miel, así la música de los pensamientos; como las abejas, así las palabras.
Ser y estar (a la memoria de José Echeverría). Podré estar yo en este instante y decir que soy solo. Podré ser yo en este instante y decir que estoy solo. Podré ser y estar siendo nadie en este instante y, con todo, estar solo, no siendo nadie, siendo todo.
No-dualismo. Mente anhelante y volátil: vórtice de lo insondable; cuerpo mutante que actúa y padece: límite de lo indefinido. Tal para cual.
Millones y millones de estrellas en nuestra galaxia. Y millones y millones de galaxias; que son más que las millones y millones de estrellas que puedan contener dichas millones y millones de galaxias. Y eso sigue expandiéndose a una velocidad vertiginosa. Y, sin embargo, esa multiplicidad incalculable, ese desbordamiento sin límites, no cesa a su vez de contenerse en ese único verso interminable (G. Diego) que es la poesía o, lo que es igual: el uni-verso.
Leo este magnífico verso de Jorge Luis Borges: Y en el rendido amor de los jazmines. Y me digo: Bastan ocho palabras para dar con una fragancia.
Ocho billones de habitantes en este planeta (más los que faltan). Nadie idéntico a nadie; ni siquiera a sí mismo. Y cada cual con sus memorias, pero con un único cerebro: diferente para cada uno, el mismo para todos.
Some English words. «Music is not, music becomes». But that is not a definition of music. What is music? Music is the metaphor of silence.
¿Qué es el «espíritu»? La fuerza vital que sostiene el sendero de la inteligencia y del corazón: 小道 (shin do).