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Inicio » 80grados+ Cine Historia

Andrew Jackson, Charlton Heston y Donald Trump

Manuel Martínez MaldonadoManuel Martínez Maldonado Publicado: 19 de mayo de 2017



Charlton Heston interpretando a presidente Andrew Jackson en «The President’s Lady».

En 1989 estuve de sabática como profesor invitado en la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tenesí. Fui a aprender las técnicas de biología molecular que necesitaba para que mi laboratorio diera un paso adelante en los proyectos de investigación que entonces me proponía, pero tenía un agenda alterna: visitar en mis tiempos libres algunos de los lugares donde habían ocurrido las batallas de la guerra civil estadounidense. Además, quería saber algo más del fundador del Partido Demócrata de los Estados Unidos, Andrew Jackson. A eso me dediqué con entusiasmo cuando pude.

1. Andrew Jackson (15/marzo/1767 – 8/junio/1845)

Antes de ser el séptimo presidente de los EE.UU., el abogado nacido en los terrenos de las Carolinas, pero residente de Tenesí, había sido juez de la corte suprema de su estado, senador, un destacado general en el ejército revolucionario y, después, gobernador militar de la Florida. Dadas sus tendencias democráticas no sorprende que sus políticas se centraran en la “libertad del hombre común, en contra de la aristocracia explotadora, y la preservación de la unión”. Sin embargo, como muchos de sus antecesores en la presidencia (Washington, Jefferson, Madison), tenía esclavos y se había vuelto rico con transacciones de bienes raíces (particularmente terreno) en las cuales le había hecho una que otra trampa a los “Native Americans”. Él y sus socios adquirieron tanto terreno de los indios Chickasaw que fundaron la ciudad de Menfis, sin la cual no hubiese habido el “Sun Studio” y a lo mejor no sabríamos nada de Elvis Presley, Johnny Cash y B. B. King.

Su presidencia tuvo dos términos y vio sucesos que han sido desde entonces controvertibles y motivo de estudio por historiadores y políticos. Uno de los más dramáticos fue el desmantelamiento del “Banco Nacional” de los EE.UU. que, curiosamente, es un punto muy elástico que puede ser abrazado tanto por los demócratas como los republicanos de hoy día. Jackson lo hizo porque no confiaba en los bancos (nosotros tampoco), pero también porque tenía suspicacia y desconfianza en el sistema federado central, una de las tirrias de los republicanos de ahora, aunque sí les gusta estar en el gobierno central para darle dinero a los ricos. En su momento, Jackson entendía que había que ceñirse (y rendirse) al pie de la letra de la Constitución. Esa postura fue ampliamente criticada por de Tocqueville en Democracy in America. A pesar de todo, los analistas políticos y los historiadores le conceden a Jackson el papel de inspirador de una amplia gama de programas políticos, desde el populismo hasta la Gran Frontera, a través del Nuevo Trato.

Lo que había leído de Jackson y sus esclavos me llevó (acompañado de mi hijo que estudiaba en Vanderbilt) inevitablemente a The Hermitage, su plantación en las afueras de Nashville, que es hoy día un museo. Allí están patentes las contradicciones engendradas por la noción de que hay personas que son inferiores a otras. Sus esclavos eran tratados mejor que en toda otra plantación sostenida por manos africanas. Las casas eran de bloques o de troncos (“log cabins”) y los esclavos podían cazar (les daba armas), pescar, y recibían monedas para que pudieran comprar en las tiendas del pueblo. Pero los azotaba si “se portaban mal”; los perseguía si se escapaban y ofrecía dinero adicional al que estuviera dispuesto a darles “100 latigazos”.

Como dice Joseph J. Ellis en su magnífico libro The Founding Fathers (Vintage Books, 2002), rechazó los programas que expandían el poder del gobierno federal, algo que juega un papel en la admiración que sienten por él los republicanos y que se ha visto con suspicacia por los demócratas. Mas, nadie duda que el controvertible presidente fuera un soldado valeroso de un arrojo impresionante y un presidente conocedor y competente, que no solo podía lidiar con antagonistas políticos, sino, como demostró en la Batalla de Nueva Orleans, con extranjeros. Y, aunque pueda ser objetable –peleaba contra los indios Seminoles– su ejecutoria como mandatario castrense en Florida consiguió para el gobierno lo que se esperaba del soldado. Su legado es complejo y se ve empañado por sus acciones en contra de los Nativos Americanos y por ser esclavista.

2. Charlton Heston (4/octubre/1923 – 5/abril/2008)

Recordamos a Heston más que nada por haber representado a Moisés, aunque su Oscar vino por otro judío ficticio, Ben-Hur, en 1959. Era un actor competente que participó en muchos filmes. Además de los dos que he mencionado, creo que su otra película popular fue “Planet of the Apes” (1968), sin embargo, ninguna compara con “Touch of Evil” de 1957 que marca un hito en la historia del cine noir y en la filmografía de Orson Welles. Con ella Heston alcanzó el cenit de su carrera artística, pues convenció a los productores de que contrataran a Welles como director. Representó un policía mexicano, pero lo que tal vez aprendió de esa experiencia, se le fue olvidando.

Heston tuvo una vida política casi tan controvertible como la de Andrew Jackson, a quien representó más de una vez, pero con aplomo y distinción en “The President’s Lady” (1953), junto a la gran Susan Hayward. Como hizo el séptimo presidente, Heston cambió de ideología y de partido. Un buen demócrata en los años sesenta, quien junto a Marlon Brando, James Baldwin, Harry Belafonte y Sidney Poitier marchó por los derechos civiles en Washington, tuvo un encontronazo con el súper liberal Ed Azner, según ganaba la presidencia del gremio de los actores de cine. Tal parece que, como le pasó a Jackson con John Quincy Adams, la experiencia lo marcó para el resto de la vida. ¿Estaba jugando a ser liberal y el encuentro con uno de verdad constituyó una epifanía? ¿O ya existía en su subconsciente una tendencia hacia el derechismo?

Que ya su corazoncito estaba más cerca del de los muchos personajes de pacotilla que representó, se manifestó cuando, como un nuevo neoconservador, pensó que Barry Goldwater tenía razón y, convencido de que se iba a violar la segunda enmienda y que no debía haber control de armas en la nación, cambió de lleno al republicanismo. Para el 1972 andaba respaldando a Nixon y más tarde a Ronald Reagan. Sus protestas en contra de la guerra de Vietnam se esfumaron y se convirtió en halcón. Pronto comenzó a hablar de que affirmative action era “racista” y, durante la guerra del golfo, que los medios (“the media”) estaban cuestionando la intervención y haciendo ver que los EE.UU. estaban errados en su intervención. Como ven hay una conexión de Heston, no solo con Jackson, sino con Trump y sus secuaces, que tildan los medios de inventarse las noticias.

Su nadir, sin embargo, fue su presidencia de la “National Rifle Association” y sus argumentos en contra del control de uso de armas por la ciudadanía. Estaba en contra de “Planned Parenthood” (y el aborto) y como lo hacen hoy día los que quieren imponer sus creencias sobre otros porque hay un “solo dios” y es de ellos solamente, se comportó de acción y de palabra básicamente como un asno santurrón y farisaico.

3. Donald Trump (14/junio/1946 – )

Heredó una fortuna de su padre, que explotó propiedades de baja renta violando las leyes de alquiler que tuvieron tonos raciales, y la extendió haciendo tantas trampas que los empresarios que aún conservan cierto decoro, como el exalcalde republicano de Nueva York, le llaman un con-man. En el lingo norteamericano esto quiere decir: “a man who cheats or tricks someone by gaining their trust and persuading them to believe something that is not true.” En otras palabras, un embustero con tácticas que ya hemos visto puestas en acción desde el púlpito de su campaña y ahora desde Mar-a-Lago. En el estupendo artículo del New Yorker (1 de mayo de 2017) sobre los primeros 100 días de Trump, David Remnick nos resume las acciones peligrosas e incompetentes de alguien electo a la posición más poderosa en el planeta por la intervención a su favor de Rusia, el jefe del FBI, y los que no soportaban la idea de que una mujer fuera presidenta.

Como Jackson y como Heston, Trump cambió de partido. En un momento fue demócrata, pero aparentemente solo por intereses monetarios. Cuando sus negocios comenzaron a venirse abajo se cambió al partido en el poder. Su intento de controlar Atlantic City con sus casinos de juego fue un fracaso y muchos de sus hoteles han sido desarrollados con personas de dudosa reputación. (¿Ecos de Jackson con sus expansiones territoriales?) Con todos estos malos negocios ha ido construyendo una red de posibilidades de cómo evitar pagar impuestos, una de las razones por las cuales no quiere divulgar sus planillas de contribución, si es que las rinde.

Estudió en Wharton (lo mejor de lo mejor) pero no es abogado, ni soldado, ni senador y no había sostenido ningún empleo que lo capacitara para ser presidente de los EE.UU. Su ignorancia de cómo funciona el gobierno y el mundo de la diplomacia es obvia. Se jacta de que no lee, lo que es evidente, ya que no sabe nada. Entre las muchas cosas que lo delatan está el hecho de que habla de Frederick Douglas y de Luciano Pavarotti como si estuvieran vivos. Lo único que ha hecho, además de sus artimañas publicitarias en el programa de TV “The Apprentice”, es insinuarse en el mundo para lucrarse a través de sus conflictos de intereses y llenarle el bolsillo a su familia.

En sus primeros 100 días sus secuaces en el senado usaron trampas para nombrar al tribunal supremo a alguien que huele ya a ser peor que Clarence Thomas desde el estrado. Ha conversado y encomiado a dictadores como Vladimir Putin, Kim Jong-un y Reep Tayyip Erdoğan. Quiere dejar sin seguro médico o alterarle la posibilidad de recibirlo a los que no tienen con qué. Ha tirado bombas en países extranjeros sin encomendarse a nadie, cuando había dicho que nadie debía tirarlas. Tiene una guerra a muerte contra el planeta: no cree en la ciencia y está echando abajo toda regulación que tiene que ver con lo que casi toda la gente inteligente cree es la amenaza más grande que afecta el planeta: el calentamiento global.

4. Trump, Heston y Jackson

Sin ton ni son, súbitamente, en una entrevista Trump se refirió a las similitudes entre la campaña de Jackson y a la suya (?), y que de haber vivido más, Jackson hubiera evitado la guerra civil. En aquella época los candidatos no hacían campaña ellos mismos, de modo que las similitudes entre la demagogia trompista y lo que Jackson pensaba en su casa son bastante crípticas. También se refirió al “gran corazón” del antiguo presidente. Eso es más curioso ya que a Jackson le decían Old Hickory  porque era “como palo”.  Tal vez cuando Trump visitó The Hermitage encontró las viviendas de los esclavos como “nada nunca antes visto” o “casi como uno de las habitaciones de la torre Trump. En realidad, nadie parece saber de qué diablos hablaba ni a qué se refería. Pero pueden haber varias posibilidades.

El matrimonio de Jackson con Rachel Donelson tuvo por un intervalo visos de bigamia. ¿Ha ocurrido algo similar en su vida? Jackson estuvo casado una sola vez; Trump tres. Jackson protegía el honor de su esposa, a quien sus enemigos llamaban mujerzuela, pero Trump siempre camina varios pasos delante de la suya.

¿Vio Trump hace poco la película de Heston como Jackson y piensa que es Heston? Me parece que es una buena posibilidad, después de todo, Heston era una estrella de cine. Creo que es una buena razón porque dudo que Trump haya leído una biografía de Jackson. Además, Heston está más cercano al único trabajo que Trump ha tenido antes de ser presidente: entretenedor de TV, actor. De hecho, muchas veces se comporta como si estuviera en un reality show.

Puede ser también que está soñando con quién ha de representarlo en el cine y sufre porque para él el ideal habría sido Heston, con quien comparte tantas ideas. Además, debe estar frustrado y furioso porque hasta ahora a quien tiene es a Alec Baldwin en Saturday Night Live. Se debe de dar con piedras en el pecho porque dudo que otro artista de ese calibre lo vaya a representar “straight”, sin parodiarlo. Lo que sí me temo es que no ocurra el plan de cambiar la imagen de Jackson por la de Harriet Taubman en el billete de $20 (Jackson estaría al reverso). O que la cambien por la de Charlton Heston. Todo es posible con este tipejo.

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Manuel Martínez Maldonado
Autores

Manuel Martínez Maldonado

Nació en Yauco, Puerto Rico. Fue crítico de cine de Caribbean Business, El Reportero, y El Mundo en San Juan de 1978 a 1989, Sus poemas y ensayos han aparecido en Yunque, Revista de la Universidad de Puerto Rico, Caribán, Mairena, Pharos, Linden Lane, Resonancias, la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y Hotel Abismo Primer premio de poesía José Gautier Benítez de la Facultad de Estudios Generales en 1955; primera mención de poesía en el Festival de Navidad del Ateneo de Puerto Rico en 1956 y 1982. Autor de los poemarios La Voz Sostenida (Mairena), 1984; Palm Beach Blues (Editorial Cultural), 1985; Por Amor al Arte (Playor),1989; y Hotel María, 1999, finalista del Premio Gastón Baquero (Verbum, Madrid); Novela de Mediodía, 2003 (Editorial Cultural/ Verbum). Es autor de las novelas, Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum) 1999; El Vuelo del Dragón (Terranova) 2012; Del color de la muerte (Publicaciones Gaviota) 2014; Solo la muerte tiene permanencia (Verbum) 2014. Es Premio Nacional de Novela 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña por El imperialista ausente (2014).

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