Antídoto contra el prejuicio
Una multitud llena de odio y coraje esperaba ansiosa la excarcelación de Madiba, como llaman a su líder, tras 27 años en cautiverio. Su delito: oponerse al sistema segregacionista del “apartheid”, que mantenía dividido por colores al pueblo sudafricano. Pero Madiba, en lugar de alimentar la sed de venganza de sus partidarios con un grito de guerra, respondió con un llamado al perdón y a la unidad que incomodó a los sectores más radicales. “No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios para descubrir cómo es que uno mismo ha cambiado”, reflexionaba en voz alta, al ver que los prejuicios de su pueblo seguían siendo los mismos.
Cualquier otro mortal en sus circunstancias hubiera maquinado en prisión cómo vengarse por medio de la fuerza de las injusticias sufridas, pero no Nelson Mandela. Alimentando de soledad y de dolor su espíritu para hacerlo más fuerte, más tolerante, se convenció de que la única forma de echar su país hacia adelante era mediante la unidad, y que la única forma de unirlo era mediante el perdón.
“Si quieres hacer la paz con tu enemigo, tienes que trabajar con él para que entonces se convierta en tu compañero”, les decía a sus correligionarios, con la fuerza moral que asiste a quien entregó su libertad en favor de la democracia multirracial para su pueblo.
Convertida la incapacidad para llegar a entendidos en uno de los principales problemas de Puerto Rico, la vida de Mandela debe ser para todos nosotros fuente de inspiración y referente obligado. Contrariamente a la separación racial vivida en la Sudáfrica de Mandela, Puerto Rico es un crisol mucho más homogéneo de razas y creencias. Somos, en una gran mayoría, cristianos; asimismo, no somos ni tan liberales ni tan conservadores. Los partidos políticos principales que nos representan acostumbran presentar programas de gobierno casi idénticos. Estamos, no obstante, profundamente divididos.
Aunque no compara ni en forma ni en magnitud con la barbarie del “apartheid”, la división política en la isla resulta igualmente nociva a nuestro desarrollo como pueblo. Un sector grita que “la crisis la paguen los ricos”; el otro contraataca llamando a sus adversarios “parásitos del gobierno” o “crápulas”. Entre acusaciones de “vendepatria”, “comunista” y “colonialista”, nadie logra comunicarse ni ponerse de acuerdo. El insulto, glorificado, se ha convertido en pasatiempo, envenenando el debate público y alejando las posibilidades de una concertación entre todas las partes y grupos de interés en el país.
El fanatismo, prejuicio al fin, resulta tan tóxico a la humanidad como el racismo. Consigue que la gente se guarde rencor sin conocerse; desnaturaliza la conciencia; afecta la noción del bien y del mal. Aunque en la vida nadie es tan necio para nunca tener razón, ni tan capaz para estar siempre en lo correcto, el fanático jamás verá buenas ideas o intenciones en quien piensa diferente. Ambas actitudes, racismo y fanatismo, tienen similar origen y se nutren del mismo combustible, el odio, por lo que el fanatismo debe también responder al mismo tratamiento propuesto y validado por Mandela contra el racismo.
“La gente aprende a odiar, y si pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, porque el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”, nos enseña el ganador del Premio Nobel de la Paz.
Extenderle la mano a quien te la niega, ser respetuoso con quien te ofende, ser justo siempre, incluso con quien piensas que no se lo merece, ser prudente, sobrio y desprendido, son los atributos del amor que profesa el líder sudafricano y que tanta falta hacen en nuestro Puerto Rico de hoy.
Es el antídoto infalible contra el fanatismo y remedio seguro contra los demás prejuicios que aún perviven en nuestra sociedad.
Salir de la cárcel del fanatismo es una buena forma de celebrar la vida del presidente sudafricano. Como Mandela, nos corresponde empezar por nosotros mismos cambiar como seres humanos, aunque al principio el entorno parezca que permanece intacto.
El ejemplo individual es el agente de cambio colectivo más poderoso que existe.
* Columna publicada por El Nuevo Día el 26 de julio de 2013 y reproducido aquí con la autorización expresa del autor.