Apostemos a la cultura con vocación de futuro
Un proyecto cultural debe partir de sus raíces, de su identidad, su lengua e historia, o sería un cascarón vacío. La desnaturalización no crea, destruye. Estos elementos, preservar un pasado digno, reconstruir un futuro desde la identidad y la diversidad junto a la misión de volver a reformular desde el ICP, un proyecto de desarrollo económico es misión inaplazable. No olvidemos su papel como animador y facilitador de recursos a grupos independientes, ese esfuerzo fue uno de los elementos vitales para la creación y éxito del ICP.
Quienes pretenden eliminarlo se han olvidado de que el ICP ha sido una industria cultural vital en el desarrollo económico del país, una industria, pero no un negocio. Y que la falta de afirmación puertorriqueña va de la mano de la falta de autoestima, compañera inseparable de la violencia y el vacío colectivo.
Lo que se pide a gritos es reformular, renovar el ICP y darle recursos. Parten de una premisa equivocada los que creen que para impulsar la cultura con nuevos bríos y nueva visión, que es una misión inaplazable, van a resolver el problema creando nuevos departamentos o gigantescas burocracias. Inevitablemente viene a la memoria la creación de ASSMCA mediante la supuesta fusión de la Secretaria Auxiliar de Salud Mental y el Departamento Contra la Adicción. Un híbrido deforme que lejos de hacer eficiente su función y razón de ser, complicó el quehacer cotidiano. No podemos imaginar semejante sombrilla. Entendemos que una parte de la confusión se debe al lastimoso estado en que han dejado al ICP. Pero eso no se resuelve creando una sombrilla o pensando que un nuevo departamento arreglaría todo, eso es ilusorio. Esta teoría que se estrella cuando vemos el estado en que dejaron el Departamento de Justicia, Recursos Naturales, Agricultura, Familia, etc., casi todos desmantelados o en estado convulso. En vez de pensar en eliminarlos sabemos que por el contrario, hay que revitalizarlos, pues necesitan recursos y visión. Y en esa dura tarea se encuentran muchos de ellos.
Es difícil revitalizar al ICP cuando los gobiernos de ambos partidos legislan quitándole poderes. Un ejemplo que ilustra dicho maltrato -y no es el único-, le sucedió al ICP durante el cuatrenio pasado cuando el Banco Gubernamental de Fomento otorgó un millón de dólares a una persona privada para “idear” un museo sobre el tema de meteorología y las ciencias. Mientras tanto, más de una docena de museos del ICP están abandonados por falta de personal y de fondos. Y este despojo se repite en el Programa de Teatro, que apenas recibe fondos para sus festivales de teatro nacional e internacional; en su indispensable Editorial, que ya no publica libros; en su Programa de Música, que ya no produce discos ni investigación; en la Galeria Nacional, que carece de guías y cierran al medio día porque no pueden ofrecer seguridad; (¿dónde están los Campeche que robaron?); en el Programa de Artes Populares y su gestión de acreditación y educación para artesanos; en el de Arquelogía y su importante función fiscalizadora e investigadora; en el Archivo General, que es la memoria del país; en los centros culturales; ¿dónde está el programa de becas para estudiantes talentosos en las artes y la creación?
Puerto Rico necesita continuidad, de ahí surge la necesidad de reformular la misión del ICP. Y se pudo hacer. Debemos recordar algunos ejemplos de cómo se puede renovar en sí mismo. Los proyectos culturales en los pueblos se tuvieron que reinventar ante la aparición de los centros comerciales que han despoblado sus cascos. Por ello se transformó la manera de ofrecer un programa cultural, labor que voluntariamente ha sido gestada por los Centros Culturales, y que más recientmente se abrió a la participación de las comunidades marginadas a través de Expresarte a todo rincón. Este nuevo y viejo concepto que estableció el ICP bajo la dirección de Dinorah Marzán, se desarrolló como una forma de promover nuevas maneras de convivencia urbana y de conducta sana a través de talleres y capacitación de los ciudadanos de los barrios. La consigna fue educar para alcanzar la autogestión cultural y social a nivel comunitario, en la que los artistas participaban en las comunidades por espacios de tiempo prolongados.
Otro ejemplo de cómo evolucionar y actualizar exitosamente proyectos del ICP sin destruirlo se dio con su proyecto de alcance internacional más prestigioso: la Bienal del Grabado Latinoamericano de San Juan y el Caribe. Entonces se pensó en la necesidad de renovación y puesta al día de la anterior Bienal y se convirtió en la Trienal Poligráfica de San Juan. Se actualizaron los lenguajes para presentar un articulado conjunto dentro del discurso y los medios del siglo XXI que promoviera y estimulara la presencia de los medios gráficos tradicionales junto a los avances evidentes de los logros tecnológicos actuales. Su primera edición fue en 2004 con 9 salas de exposiciones temáticas, dos catálogos, uno de 400 páginas y otro de 140, con tomos en español y en inglés; 77 artistas de 14 países, -incluyendo por primera vez a artistas latinos- que respondieron a la interrogante de: Trans/Migraciones, una metáfora que se refiere tanto a los desplazamientos técnicos y conceptuales del medio gráfico como a los traslados geográficos y humanos a lo largo y ancho de las Américas. Con la Trienal Poligráfica logró el ICP colocarse a la vanguardia del arte contemporáneo y ser modelo para otros escenarios de la gráfica, como sucedió con la Philagraphica de Philadelphia.
Alegar que es innecesario defender la cultura puertorriqueña y por tanto al ICP, porque la cultura puertorriqueña no está en peligro, es una verdad a medias. Ahora más que nunca tiene mayor sentido nuestra resistencia y reafirmación de la puertorriqueñidad y el amor por nuestra cultura, porque sigue amenazada. Pero la amenaza es peor porque las defensas han bajado la guardia. No olvidemos que recientemente hubo quienes quisieron destruir el Altar a la Patria que se levantó en Catedral. Y esto se agrava cuando va de la mano de un Departamento de Educación que le niega a los puertorriqueños ser educados como puertorriqueños. Cuando nuestra historia se ofrece en un cursito mínimo que cabe en un dedal, los jóvenes carecen de un sentido de la dignidad de su propia historia. Viene como anillo al dedo esta cita profética de Salvador Tió: “Aprovecho el día de hoy para decir claramente que si el sistema de instrucción de Puerto Rico no puede hallar los medios y maneras de despertar en cada puertorriqueño el orgullo de sí, de su cultura, su lengua y su historia, en una generación más habrá aquí un pueblo roto, vuelto contra sí mismo, y se habrá sustituido su voluntad de ser y de permanecer por los paraísos artificiales de la droga o el tranquilizante de los cupones de alimentos”.
Ahora más que nunca vuelven a tener vigencia las razones de la ley que creó el ICP, que es en esencia: “CONTRIBUIR A CONSEVAR, PROMOVER, ENRIQUECER Y DIVULGAR LOS VALORES CULTURALES DEL PUEBLO DE PUERTO RICO”. Y porque cada generación nueva tiene que volver a ella, conocerla y renovarla, ese es un esfuerzo sin fin que el ICP puede encauzar. Amar la cultura es una forma de amarse a sí mismo, porque se ama mejor lo que mejor se conoce, y esa necesidad de conocer la cultura sigue siendo necesaria para la autoestima colectiva.
¿Cuál es el proyecto nuevo? Más burocracia en una gigantesca sombrilla que no será más eficiente. Que elimina la autonomía para llevar a cabo la gestión cultural del Estado. Que politiza totalmente la acción cultural y la entrega a un zar de la cultura. El ICP ha luchado por defenderse de los ataques virulentos del PNP por desmantelarlo; la AFAC fue una de las más sonadas. ¿Se acuerdan del gobierno araña que todo lo daña, por nuestra cultura, vamos con el pueblo a meterle caña? Pues esa araña tejió su trampa: el ICP tenía en 2005, 450 empleados; ahora tiene 98. Lo han mutilado para que no se levante, de manera que los que pueden salvarlo crean que está muerto. Pero se equivocan. Los que por décadas han intentado eliminarlo van a cantar victoria si se establece una secretaría que pone en manos del poder ejecutivo, cualquiera que sea, la gestión de encauzar la poítica cultural del Estado.
Oportuno recordar que el ICP fue tan novedoso desde su concepción que sirvió de modelo para crear instituciones culturales en Latinoamérica y en Estados Unidos, que lo tomaron de modelo para crear el National Endowment for the Arts (NEA) y el National Endowment for the Humanities (NEH). Lo que está definitivamente caduco son los que lo dirigen. Los países civilizados le dan continuidad a su quehacer, lo renuevan, pero no lo destruyen. El ICP fue una fábrica de ideas y en la que debe facilitarle a artistas y creadores los medios para poder llevar a cabo sus proyectos, en adición a los propios.
Pero ahora echemos un vistazo a cómo el ICP fue campo fértil para nuestro desarrollo espiritual y punta de lanza para el desarrollo económico y puede seguir siéndolo. Hay varios ejemplos de cómo el ICP fue pionero de las economías creativas. Esto no es nuevo, y debe volver a estar esos recursos en manos del ICP. El rescate del instrumento cuatro es uno de ellos. Cuando se crea el ICP en 1955 el cuatro casi había desaparecido, pero el ICP lo revivió. ¿Cómo? Nadie pensaba que era posible, pocos lo tocaban, pero el ICP le facilitó a Paquito López Cruz el espacio para dar clases, para divulgar el método de enseñarlo y hoy, gracias a esa gestión, hay una industria del cuatro, maestros, estudiantes, artistas y luthieres que lo construyen. Si esa idea se la hubieran llevado a Fomento, nos hubiéramos quedado sin ton ni son.
Otra importante industria culturral fue la gestada por el ICP a través del Programa de Artes Populares. En la primera Feria de Artesanías de Barranquitas, los artesanos no querían ir, hoy son cientos los que llenan los espacios porque el ICP hizo posible la difusión y aprecio del trabajo de nuestros artesanos y con ello el fomento de las artesanías en todo el país. De eso sabe el ICP, de industrias culturales.
Otro ejemplo de economía creativa fue la propuesta del ICP para dar exención contributiva a los propietarios de las casas que se restauraban en el Viejo San Juan. En los 50 los desarrolladores y hasta un sector del gobierno proponían destruirlas porque las casas estaban dilapidadas. San Juan se había convertido en un gran ghetto lleno de prostitutas y marines, muchas familias se habían mudado a Santurce y la nueva teoría económica para el desarrollo era construir rascacielos como sinónimo del progreso. San Juan era el retroceso. Eso es lo que hubiera hecho Fomento, porque esa es su mentalidad. Sin embargo, el ICP salvó al Viejo San Juan. Ese rescate ha hecho más por la industria del turismo en Puerto Rico que todas las campañas publicitarias. Con su oficina de Patrimonio Histórico Edificado, el ICP conservó para el mundo una ciudad única en belleza e historia.
No olvidemos que fue el ICP con Francisco Arriví a la cabeza, el que concibió, luchó y logró las asignaciones presupuestarias para que se construyera el Centro de Bellas Artes. Entonces, la programación de los festivals de teatro, tanto el puertorriqueño como el internacional requería cada vez más espacio. Sólo estaba disponible el Ateneo y el Tapia, pero las subveciones a grupos independientes para producir teatro hizo la diferencia. Fue así como surgió el CBA y se comienzaron a restarurar por toda la isla infinidad teatros y cines que se convietireon en salas de teatro.
El ICP funcionó a la altura de los tiempos en la década del 50 y también funcionaría en el siglo XXI si lo dejan. Si lo dejaran crecer, expandir, renovarse, si no lo agredieran tanto, si creyeran en él, si le dieran recursos para sus programas de teatro, música, artesanías, arqueología, para sus museos, para el Archivo General, para restaurar los edificios que custodia. Pero el ICP es el Patito Feo de los presupuestos. Ningunearlo sería una burla a Ricardo Alegría, a Inés María Mendoza que lo amadrinó, y a la historia y la cultura de nuestro país.
El ICP ha sido provocador, facilitador y emprendedor. Pero debemos repetir que la cultura es una industria, pero no es un negocio. Resulta absurdo agradecerle a Don Ricardo Alegría su labor, pero destruir la institución que dirigió y que transformó el aprecio de los puertorriqueños por su cultura.
Estas nuevas burocracias anunciadas con bombos y platillo hacen recordar el anuncio de Fortuño para crear una nueva agencia maravillosa, que iba a dar el permiso único para proyectos de contrucción, y luego de 4 años, es mucho más difícil conseguir permisos para construir en el país. Lo mejor lo escribió Roberto Ortiz Feliciano por Facebook y fue algo como: «no es más fácil limpiar el terreno, sacar los yerbajos, sembrar, echar abono, cultivar, que echarle encima una torta de cemento». Insistimos que el proyecto de amor a la patria no caduca. Hay que revitalizarlo en cada generación y para eso se tiene que revitalizar al ICP, no destruirlo.
En una ocasión Dinorah Marzán publicó estas palabras que son vitales para saber darle vida nuevamente al ICP como fuerza económica: “Situar la cultura en el núcleo del desarrollo constituye una inversión esencial en el porvenir del mundo y la condición del éxito de una globalización bien entendida que tome en consideración los principios de la diversidad cultural: la UNESCO tiene por misión recordar este reto capital a las naciones.”
El desarrollo económico sin el componente cultural no nos hace un mejor país, porque ese componente abona a su fertilidad espiritual. No siempre el desarrollo económico es sinónimo de crecimiento económico y mucho menos de equidad. Un vistazo atrás evidencia el desarrollo que hemos tenido en Puerto Rico en las pasadas décadas y el deterioro social que padecemos va de la mano del desmantelamiento de esfuerzos culturales oficiales y extraoficiales. (Pienso en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, en el Ateneo Puertorriqueño, en la Fundación Nilita Vientos Gastón, solo por mencionar algunos.) La falta de presupuesto y la ausencia de una política pública cultural han significado un estancamiento suicida y en algunos casos la eliminación.
En semejante escenario una salida puede ser apostar nuevamente por las industrias creativas desde el ICP, no desde la privatiazación de la cultura. El ICP es el eje del cual parte ese esfuerzo. Se trata de anclar con nueva visión la cultura en todas las políticas de desarrollo, ya conciernan a la educación, la música, la industria del libro, el medio ambiente el turismo cultural, y de sostener el desarrollo del sector cultural mediante industrias creativas: así, a la vez que contribuye a la reducción de la pobreza, la cultura constituye un instrumento de cohesión social. A pesar del gran potencial de la cultura para el desarrollo socio-económico y la reducción de la pobreza, esta sigue marginada en las políticas y en los programas de desarrollo.
La UNESCO tiene por objetivo que todas las culturas –que son iguales en dignidad– se beneficien de las posibilidades de desarrollo que brindan las industrias creativas gracias al refuerzo de los mercados locales y a un mejor acceso a los mercados internacionales, en especial a través de la cooperación Norte-Sur y Sur-Sur. Esta acción contribuye a la reducción de la pobreza y de las desigualdades y sirve para la construcción de la cohesión social, tanto nacional como internacional. En el ámbito de las industrias creativas que son principalmente la artesanía y el diseño, la edición, el arte, el cine y la música, en Puerto Rico tenemos una mina sin explotar.
El colapso financiero que sufrió Islandia en 2008 nos ofrece algunas soluciones y su ministra de Cultura —que ha tenido un éxito apoteósico en los últimos 4 años-, nos dice : “¿Para qué vamos a darle dinero a los artistas?”. Al contrario, les ha convertido en protagonistas del éxito económico reciente. ¿Porqué desde el ICP no podemos repetir y hacer lo mismo que hace la Ministra de Cultura en Islandia, como antes hizo el ICP en diferentes épocas, con las artesanías, restauraciones, música, la creación del Centro de Bellas Artes, etc? Pero con nueva visión e impulso.
La titular de cultura, Katrín Jakobsdóttir, lo tiene claro: crear riqueza a través del fomento de las artes. La clave es aumentar las aportaciones a proyectos culturales independientes, pero no privatizarlos para una claque. Esa mezcla de tejido público/privado en ningún caso supone la renuncia del Estado a la gestión de la cultura y la educación. Las buenas ideas llevadas a cabo son también una buena inversión y todo este apoyo a los diversos sectores se multiplica en la economía. Las artes, la cultura, no son un proyecto paralelo a la buena economía, son la base de su salud física y espiritual.
Este modelo es exportable y no es tan novedoso. De muchas formas lo hicimos una vez; hay que apostar a la cultura, hay que volver a empezar.