Apuntes desde el confinamiento: biopolítica y capitalismo neoliberal
para una lectura filosófico-sociológica de la crisis pandémica
y sus relaciones con la ecología
Hace exactamente 250 años, el 20 de marzo de 1770, vio la luz del mundo un niño cuya futura poesía transformaría radicalmente la forma en que hasta entonces había sido escrita. Friedrich Hölderlin, considerado por muchxs como uno de los más grandes poetas alemanes y pionero de la poesía moderna, logró alcanzar en su quehacer una intensidad expresiva por muy pocos lograda. Y escribió sugerentes, visionarios sentipensares, cultivados más tarde por filósofos y pensadores, así como reapropiados por demagogos. Hoy en día, en tiempos en los que un fantasma vuelve a recorrer no sólo Europa amenazando existencias humanas e instituciones, su verso –tal vez– más conocido resulta tan vigente como al ser formulado: «Allí donde crece el peligro, crece también la salvación.»[1]
Por primera vez, después de los acontecimientos que culminaron en 1945, el estado de excepción, implementado a nivel mundial, ha sincronizado en ‘tiempo real’ nuestras costumbres y nuestras instituciones, bajo una amenaza casi intangible, espectral, cuya desenfrenada propagación evoca sentires apocalípticos que apenas podemos mitigar. Los gobiernos, ejerciendo sus prerrogativas biopolíticas implementando asfixiantes medidas coercitivas, han interrumpido nuestras vivencias rutinarias, alterando así traumáticamente nuestra vida cotidiana y exigiendo que asumamos responsabilidad individual por la crisis. Según el programa de noticias francoalemán Arte, hasta el 21 de marzo 900 millones de ciudadanxs de 53 países habían sido bunkerizadxs en sus hogares. No obstante, si bien es preciso asumir la crisis, tomando en serio –en la medida de lo posible– las medidas implementadas, hay una responsabilidad institucional o estatal a la que el Estado ha fallado flagrantemente.
He dicho, en la medida de lo posible, porque no debemos olvidar que, como ha sido señalado en las redes sociales, “poder quedarse en casa también es un privilegio de clase. La cuarentena también nos invita a cuestionarnos sobre la desigualdad social. Poder quedarse en casa mirando Netflix, jugando videojuegos, tomándote una cerveza o leyendo un libro, es la realidad privilegiada de unos pocos. No todo el mundo puede quedarse en casa, no todo el mundo tiene casa, no todo el mundo puede parar de trabajar. Romantizar el aislamiento puede ser, además de egoísta, un insulto para gran parte de la sociedad que, si no trabaja, no come.”[2] Esa es la realidad vivida no sólo por las capas inferiores de las sociedades ‘desarrolladas’, sino por gran parte de lxs habitantes del planeta.
La política neoliberal implementada globalmente, tanto por gobiernos democratacristianos como socialdemócratas, en las últimas décadas ha llevado al desmantelamiento sistemático del llamado estado de beneficencia. Bajo sus gobiernos los presupuestos nacionales han sido reordenados priorizando áreas tales como la seguridad nacional y la economía y recortando o eliminando fondos destinados a la salud y la investigación, así como a la cultura. Lo que ha provocado un notable empeoramiento de los servicios públicos en general y –como secuela– del sistema de salud. Esta estrategia administrativo-gubernamental ha sido complementada por una intensiva privatización de servicios médicos y de hospitales, a los que las capas inferiores de la sociedad, o no tienen acceso o es muy limitado, y cuyo principal interés consiste en producir dividendos para sus inversores.
Las escandalosas condiciones en la que se encuentran muchos hospitales públicos y no pocas residencias del grupo de más alto riesgo de contagio –lxs ancianxs– ha agravado de forma significativa la crisis, aumentando así el número de muertes; muchas de las cuales de otra forma probablemente pudieran haber sido evitadas o, por lo menos, mermadas. Pues el trabajo realizado en ambas instituciones se ve seriamente afectado por la falta de medios (aparatos respiratorios, kits para detectar el virus, camas, desinfectantes, máscaras y gafas protectoras, guantes desechables, batas médicas de un solo uso, etc.) y por un insuficiente número de médicxs y de especialistas en el tratamiento de la neumonía o de otras enfermedades pulmonares, así como de personal adiestrado para el cuido de ancianxs en los centros en los que viven.
Por otro lado, la falta de previsión e inacción, por parte de los gobiernos, al no asumir medidas preventivas ordenando el equipamiento de hospitales tanto públicos como privados y exigiendo el desarrollo de planes de emergencia para combatir una pandemia amenazante, ha contribuido decididamente a profundizar la actual debacle. Y todo esto sucede, a pesar de que desde hace años disponemos de estudios de especialistas, en los que se advierte que tarde o temprano seríamos afectados por una pandemia. Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, una organización de investigación privada con sede en Nueva York y cuyo trabajo principalmente se ocupa de trazar las conexiones que se dan entre la salud de los seres humanos y la vida silvestre, recientemente denunció: “Hemos estado levantando la bandera (roja) para advertir sobre estos virus desde hace 15 años. … Desde el SARS”.[3]
Por su parte, en Alemania el Deutscher Bundestag (Parlamento alemán) ya en 2012 había sido alertado, según reportó el programa televisivo de periodismo investigativo Frontal 21 el 24 de marzo.[4] El «Informe sobre el análisis de riesgos en la protección civil de 2012» (Bericht zur Risikoanalyse im Bevölkerungsschutz 2012) al que se refiere el reportaje, muestra que el Gobierno Federal, por lo menos, desde esa fecha ya tenía conocimientos sobre la actual pandemia del virus corona. La institución que realizó el estudio, el prestigioso Instituto Robert Koch (RKI), analizó un hipotético escenario de una pandemia, con la ayuda de datos obtenidos de eventos epidémicos anteriores. En estos se reflejan las experiencias realizadas con la enfermedad respiratoria SARS en 2002 y 2003, que afectó a más de 8,000 personas de 30 países. Unos 800 enfermos murieron. En 2012, el coronavirus MERS empezó a propagarse desde la Península Arábiga. Y a finales de febrero de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportaba 2.519 casos de contaminados y 866 muertes debidas a la infección con el virus MERS. El 3 de enero de 2013, el Bundestag alemán publicó los resultados del análisis de riesgos mencionado. Estos proveen un panorama general de los posibles eventos que podrían ocurrir, especificando su grado de probabilidad y cuán grande sería el daño esperado.[5]
No obstante, toda esa información no condujo a movilizar, de forma efectiva y adecuada, medios o recursos para enfrentar la situación que se avecinaba. Según representantes de sectores industriales implicados en casos de emergencia sanitaria, la Oficina Federal de Protección Civil (Bundesamt für Bevölkerungsschutz) no se ocupó de asegurar el almacenamiento de cantidades adecuadas de productos necesarios para lidiar con la amenazante pandemia. El informe ni le fue entregado a los productores o a los proveedores, ni estos fueron advertidos, por alguna agencia gubernamental, de la situación que venía.[6] De haberlo recibido o haberse enterado, hubieran tenido la oportunidad de reaccionar, aumentando la producción para poder satisfacer, o cubrir el previsible aumento de la demanda de aparatos y otros artículos médicos necesarios en el momento de la crisis.
Ante esta situación, probablemente similar en otros países, no sorprende que la imposición del estado de excepción, es decir, de la llamada cuarentena, respuesta gubernamental, no médica sino política, a la crisis pandémica, no se haga –en primer lugar– para combatir directamente la enfermedad. Esta medida, a corto plazo, más bien va dirigida a evitar la implosión del debilitado sistema hospitalario, dándole una tregua y posponiendo así su abarrotamiento y eventual colapso. No obstante, la calamidad a la que nos enfrentamos no se debe sólo a una crisis global del sistema de salud en tiempos en los cuales el neoliberalismo se ha convertido en ideología hegemónica a nivel planetario. COVID –19, ante todo, nos encara a una realidad sociopolítica que, como embarcación que se ha quedado a merced y voluntad de las corrientes y los vientos, se encuentra a la deriva.
La crisis ha traído consigo la súbita intensificación de una técnica de gobierno, paradójicamente deseada por muchos defensores de la libertad individual, que, si bien ya existía, ahora se aplica de forma abierta y a nivel global: el control biopolítico de la población, apoyado por el encierro y la inmovilización y en muchos países secundado por dispositivos electrónicos de observación y vigilancia. Los concomitantes intentos de ‘normalización’ de un estado perenne de excepción no son sino la tentativa de proveer su justificación. Tal vez sucederá lo que se pronostica en otro lugar de la red: “COVID-19 19 es un virus expropiado del anonimato para ser ungido como el villano estrella, … luego ya nadie recordará que fue el primero que justificó estas nuevas estrategias biopolíticas de control global.”[7]
Justo escribiendo estas líneas llega la noticia de que el parlamento húngaro acaba de votar contra sí mismo, al aprobar el antidemocrático proyecto de ley propuesto por Viktor Orbán. El mismo creará un estado de excepción indefinido e incontrolado y le otorgará a su gobierno carta blanca para restringir los derechos humanos, según David Vig, director de Amnistía Internacional Hungría. La nueva ley permitirá al ejecutivo gobernar por decreto, sin una supervisión significativa y sin fecha límite clara ni exámenes periódicos, bajo el estado de excepción. La ley que acaban de aprobar, de facto le otorgará facultades ilimitadas a Orbán para gobernar por decreto más allá de la pandemia. Por medio del mandato parlamentario, podrá gobernar sin cláusula de suspensión ni ninguna otra disposición, mecanismos que normalmente garantizan que el Parlamento pueda ejercer eficazmente su función de supervisión.
En segundo lugar, la ley tipifica dos nuevos delitos que no se ajustan a las leyes y normas internacionales de derechos humanos: toda persona que difunda información ‘falsa’ o ‘tergiversada’ que interfiera con la ‘adecuada protección’ del público o que cause ‘alarma o agitación’ entre el público, podrá ser penada con hasta cinco años de cárcel. Así mismo toda persona que interfiera con la ejecución de una orden de cuarentena o aislamiento también podrá ser condenada a hasta cinco años de cárcel, ampliables a ocho si a consecuencia de su actuación se produce alguna muerte.[8] Los eventos se suceden de forma casi tan vertiginosa como la misma expansión del virus. Veinticuatro horas luego de los acontecimientos en Hungría, Putin le impone medidas similares al pueblo ruso.
Confrontados con este amenazante escenario, hoy más que nunca se hace evidente la necesidad de, asumiendo la sentencia del poeta (Allí donde crece el peligro, crece también la salvación), preguntarnos si la presente coyuntura, a pesar de todo lo negativo que conlleva, también nos ofrece una oportunidad. ¿Acaso no hemos estado reclamando un cese, o por lo menos, un des–aceleramiento de la vertiginosa y desmedida carrera de la ‘civilización’ en que vivimos? Heidegger, al meditar sobre este verso, se pregunta: ¿Qué quiere decir «salvar»? Y, de inmediato, responde: “Comúnmente opinamos que sólo significa: atrapar precisamente a lo amenazado de destrucción para asegurarlo en su persistencia anterior.”[9] ¿No es justamente la sensación de estar atrapados en nuestro espacio privado, el sentimiento que hoy nos agobia y actualmente condiciona nuestro pensar? ¿Nosotrxs, cuya humana corporeidad aparentemente está amenazada de ser destruida? ¿Nosotrxs, que con tanto ahínco celebramos nuestra individualidad? También el miedo se ha convertido en viral.
La vorágine, remolino impetuoso, pasión desenfrenada de nuestro tiempo moderno por lo volátil ha sido interrumpida por decreto, ¿o por necesidad imperativa? Sentimos entonces, como señala un periodista español, cómo un ocio trágico reemplaza la producción suicida de nuestra sociedad.[10] Y, ¿es realmente una restitución de lo anterior lo que ansiamos? Aquí también Heidegger nos ofrece una pista. Propone un sendero que conduce en otra dirección, cuando señala: “… ‘salvar’ quiere decir algo más. ‘Salvar’ es: reconducir hacia la esencia, para, de esta manera, traer ante todo a la esencia a su propio brillar.” Si contra posibles advertencias de una hermenéutica ortodoxa, nos arriesgamos a hablar de una esencia –humana – heideggeriana, habría que entenderla en términos postmetafísicos. No se trata de algo ya dado o preconcebido. Ni hace sentido pensarla en términos de un retorno a una entidad pura, originaria, existente con anterioridad a la experiencia de su decadencia, producida por haber sido lanzada a la historia. Más bien habría que asumir precisamente su historicidad como constituyente esencial de su ser. Pues el ser humano no es sino Entwurf, es decir, proyecto a realizarse. Pues como bien escribe Heidegger en el mismo texto, lo humano hay que “traerlo (o llevarlo) a su propio brillar”.[11]
Iván Illich, pensador, simpatizante de la teología de la liberación, fundador del Centro Intercultural de Documentación y –por un tiempo– asistente de sacerdote, de 1951 a 1956 trabajó en la Iglesia de Encarnación en el Upper West Side en Nueva York, mayormente visitada por irlandesxs y puertorriqueñxs. Según su propio testimonio: “durante mi primer día en Nueva York, literalmente en mi primera tarde, con unos amigos de mi abuelo, oí acerca de los puertorriqueños y su arribo. Pasé los siguientes dos días en el barrio sobre la calle 112 y la quinta avenida, la 112 y Park Avenue, debajo de los rastros de la Central de Nueva York, en donde los puertorriqueños tenían su mercado. Inmediatamente, fui a la oficina del Cardenal Spellman y le pedí un sitio en la parroquia de Puerto Rico.”[12] En ‘la gran manzana’ se comprometió con la lucha en contra del rampante racismo contra lxs que llegaban de la isla. Luego, en 1956, como primera de varias estadías en Latinoamérica, se trasladó al país caribeño y fue por varios años vicerrector de la universidad católica. Años más tarde, indignado tal vez por las historias sobre la experimentación fármaco–médica sufrida por el pueblo boricua por parte del gobierno norteamericano, abusos de los que seguramente se enteró, escribió Némesis Médica: la expropiación de la salud,[13] libro en el que ejerce una mordaz crítica a la excesiva medicalización de nuestras vidas en la sociedad moderna.
Ya en 1930 el científico estadounidense Dr. Cornelius P. Rhoads había estado en Puerto Rico realizando estudios sobre la anemia. Existe evidencia de que, como parte de sus experimentos, inyectó a anémicxs con células cancerígenas para estudiar sus efectos. En una carta a su amigo F.W. Stewart, confesó haberles dado muerte a 8 pacientes.[14] Los primeros casos de esterilización de mujeres en Puerto Rico se remontan a comienzos de los años 1930. En los años 1950 se llevó a cabo otra campaña, esta vez masiva.[15] Más tarde, a principio de los 1960, la empresa Searle experimentó con puertorriqueñas las primeras pastillas anticonceptivas.[16] De 1956 a 1957, y luego de 1966 a 1968, se utilizó experimentalmente el herbicida Agent Orange en los bosques de la isla, produciendo malformaciones graves en lxs niñxs, cáncer, inmunodeficiencias y otras enfermedades.[17] Hasta el día de hoy Puerto Rico no ha perdido su función como laboratorio experimental, según lo establece la división internacional del trabajo esbozada e impuesta por el poder colonial norteamericano. Se ha convertido en centro de experimentación transgénica, y buena parte de las tierras más fértiles de la isla son ilegítimamente (mal)utilizadas por multinacionales, para esos efectos.[18]
El término Némesis, usado por Illich en su libro, remite a la diosa griega que castigó a Prometeo por robar el fuego. Lo condenó a que un buitre le devorara las entrañas durante el día, mientras los dioses cruelmente lo curaban durante la noche. Némesis es pues metáfora o símil que nombra y acusa la realidad de los modos de explotación laboral en la modernidad y el concomitante manejo, en el mejor de los casos, paliativo de las enfermedades, en muchos casos, ocasionadas por el mismo sistema. Pues en el fondo de lo que se trata es de administrar el dolor y el sufrimiento, no de su prevención. La medicalización de la corporeidad humana y de la vida en general maneja un aspecto parcial y limitado relacionado a la fuerza destructiva inherente a la industria y su dominio sobre la naturaleza y la sociedad en que nos tocó vivir. Concorde a esto Illich afirma que las “estrategias médicas fracasan porque concentran demasiados esfuerzos en la enfermedad y muy escasos en cambiar el ambiente que enferma a la gente.”[19]
La actual crisis nos invita a retomar su reflexión y analizar los vínculos de la pandemia con la crisis ecológica, provocada por nuestra forma industrializada de producir y consumir. Pues es indudable que esta pandemia –y otras que vendrán– fue facilitada por las violentas transformaciones que ha sufrido el medioambiente desde la implantación del trabajo industrial como forma principal de organizar nuestra relación de intervención laboral con la naturaleza. Cambios que acaecieron a una velocidad tan vertiginosa que han conducido a alterar su congénito balance y a hacer de su recuperación una tarea casi imposible.
En “Cinco formas en las que transformando el ambiente creamos una pandemia”[20] lxs biólogxs Matías Mastrangelo y María Guillermina Ruiz, investigadorxs del Conicet y del Instituto Nacional de Investigación Desarrollo Pesquero en Argentina describen cómo ciertos cambios ambientales producidos por nuestra sociedad industrial propician la emergencia de epidemias y pandemias como la actual. Y establecen un fuerte vínculo causal entre deforestación, destrucción de ecosistemas, la globalización, la crisis climática y la expansión planetaria de enfermedades contagiosas. Constatan que, si bien estas siempre han aquejado a la humanidad, su frecuencia y magnitud actual no había sido vista nunca antes. Su desmedida y veloz propagación, al igual que sus daños –cada vez más devastadores–, están directamente relacionados con la transformación de los ecosistemas en nuestro planeta.
Según el primero de sus argumentos, el tráfico comercial de animales exóticos a escala global propicia que diversos virus que, desde hace mucho tiempo se hospedaban en especies particulares, inmunes a sus efectos, ahora infecten a otros animales o seres humanxs no inmunes y provoquen su muerte. Se indica que el virus COVID-19 fue transmitido en un mercado de Wuhan pasando de una de estas especies comercializadas a una persona a finales de 2019. Por otro lado, la deforestación de espacios rurales, que servían de hábitat a muchas especies, y que fue producida por un desmedido urbanismo y la agricultura industrializada en regiones boscosas, hace que cada vez más esos animales silvestres vivan más cerca de animales domésticos y seres humanxs, propiciándose así su contaminación. A este panorama se suma la extinción de muchas especies silvestres que ha contribuido a la simplificación de las cadenas alimentarias. Debido a esta situación muchas especies se han quedado sin enemigos naturales y sus poblaciones han crecido de forma descontrolada, aumentando así la frecuencia de contacto con los seres humanos y la probabilidad de transmitirles patógenos. El aumento de la temperatura global, causada por el cambio climático, juega otro papel importante. Ha posibilitado que especies tropicales encuentren un hábitat apropiado en las regiones ahora más templadas –las más pobladas del planeta–, propagando allí enfermedades. Es así como el dengue, el zika o la malaria han llegado a zonas que nunca antes habían alcanzado. Por último, el urbanismo desmedido, con su extrema concentración de gente en espacios limitados, y la globalización, con su gran movilidad, favorecen la rápida propagación de epidemias y su conversión en pandemias.
Lxs científicxs argentinxs concluyen preguntándose si lograremos frenar a tiempo la destrucción de hábitats, la desaparición de especies silvestres y el cambio climático global para evitar mayores crisis ambientales, sanitarias y económicas. Coincidimos con ellxs en que para ello se requiere cambiar nuestras maneras de comportarnos.
El poeta Horacio (65 – 8 a. de C.), hijo de un liberto en Venusia, (hoy Venosa Apulia en Italia), egresado de la Academia, donde estudió filosofía griega y poesía, en su primer libro de las Odas, aconseja a su amiga Leucone: “Carpe diem, quam minimim credula postero”. Su prudente invitación ha sido traducida al español de varias formas. He aquí dos de ellas: “Aprovecha el día de hoy; confía lo menos posible en el mañana”, o “aprovecha cada día, no te fíes del mañana”. Sin duda, las traducciones no sólo son la forma más intensa de lectura, como lo veía Borges, sino, sobre todo, interpretaciones.
La primera forma de traducir la sentencia del poeta podría inducir a interpretarla como un convite inocente al goce desenfrenado de la inmediatez. Lo que implicaría no querer asumir responsabilidad con respecto a los caminos que proyectemos hacia el futuro. La segunda nos parece que abre otra línea interpretativa. Pues más bien nos interpela, instándonos a no perder el breve tiempo en el que transitamos por las contingencias de este nuestro mundo terrenal, soñando con promesas quiméricas transcendentales, ubicadas en el más allá. Más bien sería prudente afanarse por lograr adquirir sabiduría y activar las sensibilidades que nos permitan aprovechar al máximo el tiempo en que estando, somos. Según Horacio la única certeza de la que disponemos es la finitud de nuestra existencia. De ahí la necesidad de aprovechar cada minuto de vida para gozar de los placeres sensoriales e intelectuales que nuestra corporeidad y nuestro espíritu posibilitan. Pues, si bien, nos resulta imposible saber con certeza qué nos traerá el futuro, ese reconocimiento no debe ser motivo de angustia y ansiedad. Maximizar la intensidad de cada segundo de existencia, ¡de eso se trata!
El Carpe diem horaciano se nos plantea, pues, como invitación a liberarnos de aquella mala compañera de cama –la incertidumbre– que se apodera de nuestros pensamientos, cautivando nuestros cuerpos, en estas noches en las que la lógica del sueño no logra imponerse, para lograr olvidar lo adverso y disfrutar la serenidad que propaga la actual desaceleración espaciotemporal.
De momento nos parece demasiado temprano y muy difícil conjeturar sobre los alcances político–sociales y afectivos que tendrán las consecuencias de esta pandemia. Si tras la crisis viviremos en otro mundo, mejor o peor, si la debacle le dará el golpe definitivo al capitalismo o si este logrará resurgir de entre las cenizas con un ímpetu y violencia dictatorial nunca antes visto, tal como lo pronostica uno que otro apóstol del apocalipsis o creen saber lxs apologetas del sentido común; eso dependerá de si aprovechamos o no la forzada pausa para recargar energías, reactivar nuestra creatividad y, a su hora, afrentar sin miedos la fragilidad de nuestro existir y lanzarnos por nuevos caminos trazados por nosotrxs mismxs.
El principal interlocutor de gran parte de la obra de André Gorz (Adiós al proletariado, Ecología y política, Ecología y libertad, etc.) –Iván Illich–, al igual que él, fue toda su vida un incorruptible defensor de la sobriedad y un mordaz crítico del consumismo y del modelo capitalista que postula la necesidad de un ininterrumpido crecimiento económico. Durante sus últimos veinte años, ironía del destino, estuvo enfermo. En acordancia con su crítica a la desmedida medicalización de nuestra sociedad, practicó técnicas terapéuticas alternativas para tratar su enfermedad. A pesar de haberle sido diagnosticado un periodo de supervivencia de apenas algunos meses, sobrevivió unos veinte años.
Friedrich Hölderlin, por su parte, luego de haber vivido en varios países europeos trabajando como profesor particular, educando hijos de nobles y de comerciantes ricos, regresó a territorio alemán. El 11 de septiembre de 1806, el poeta, luego de haber caído en una crisis nerviosa, fue sacado por la fuerza de su hogar en Bad Homburg. Lo transportaron encadenado por varios días a Tubinga y lo internaron en una clínica psiquiátrica. Fue puesto bajo la custodia del Estado y su biopolítica, aquella tecnología de ejercicio del poder, propia de la modernidad, a la que se refiere Michel Foucault en sus últimos textos. Forma de control sobre la vida de los seres humanos a través de regulaciones y mecanismos disciplinarios. Allí, durante 231 días fue (mal)tratado, de acuerdo a los severos procedimientos médicos vigentes en la época.
Luego de ser declarado incurable y de pronosticarle 3 años de vida, fue entregado a la familia de un carpintero de Tubinga, Ernst Zimmer, admirador de su obra. No obstante, en su caso los médicos también erraron con su pronóstico de vida, pues sobrevivió 36 años a su diagnóstico. Vivió el resto de su existencia de forma pacífica, en una habitación ubicada en una torre de la casa, hoy en día lugar de peregrinaje de sus adeptos. A medianoche del 7 de junio de 1843, a los 73 años, falleció el poeta.
Posfacio
Existen otras expresiones cuyo significado puede ser vinculado al Carpe diem de Horacio. Una de ellas es la expresión suajili hakuna matata. Hakuna significa ‘no hay’, y matata: ‘problemas’. La frase, utilizada en Zanzíbar, Tanzania y Kenia, significa literalmente ‘no hay problema’. No obstante, no se utiliza para disculparse o para negar la existencia de calamidades en nuestras vidas. Más bien se usa para expresar ‘todo está bien’ o ‘no te preocupes, sé feliz’. Por tanto, no es erróneo afirmar que ambos proverbios expresan un contenido semántico similar, en tanto la sabiduría contenida en hakuna matata exhorta a asumir una actitud de serenidad existencial, no necesariamente pasiva, frente a las adversidades diarias; parecido a lo que quiere indicar la expresión del poeta romano. De ahí que algunxs la califican como “versión africana de carpe diem”.
En la santería caribeña, así como en las creencias lucumí de los yorubas provenientes de África Occidental, los conceptos ashé y ebbó ocupan una posición central. Ashé significa literalmente ‘así sea’. No obstante, forma parte integral de la simbología que tipifica el poder cósmico. De acuerdo a la cosmogonía correspondiente, el ashé es el poder con el cual la instancia suprema del panteón yoruba –Olodumare– creó el universo. La totalidad consiste de ashé, que posibilita todas las cosas. Los orishas, fuerzas de la naturaleza con atributos sobrehumanos, son los depositarios del ashé de Oloddumare. Todos los rituales e invocaciones de la santería tienen como propósito último obtener ashé de los orishas. Por medio del ashé se restaura el equilibrio de las fuerzas. Ebbó, por su parte, denota la función del sacrificio. Por medio de su ejercicio los orishas son propiciados a donar su ashé. Tal vez sirva la crisis para sacrificar las evidencias y obviedades a las que le hemos confiado nuestro ser. Entonces podríamos eternamente retornar a un estar equilibrado, en el que nuestras fuerzas logren establecer una relación de consonancia armónica con la totalidad cósmica. ¡mucho ashé!
*Una versión en inglés de este ensayo será publicada en julio / agosto de 2020 en: Concordia-Internationale Zeitschrift für Philosophie vol. 78. Todas las fuentes en alemán o inglés fueron traducidas al español por el autor de este texto.
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[1] Hölderlin, Friedrich. 1803 Patmos en: Projekt Gutenberg-DE en: https://www.projekt-gutenberg.org/hoelderl/gedichte/chap131.html (09.04.20)
[2] https://www.facebook.com/MissRiotGirl/timeline?lst=1702935557%3A585709992%3A1585542492 (29.3.20)
[3] Woodward, Aylin / Bendix, Aria. 2020 “Wir leben in einer Zeit der Epidemien: Forscher warnt vor weiteren Krankheiten wie dem Coronavirus — und die Welt ist nicht vorbereitet“ en: Business Insider en: https://www.businessinsider.de/wissenschaft/gesundheit/coronavirus-forscher-warnen-vor-drohenden-pandemien/ (29.03.20)
[4] Frontal 21 en: https://www.zdf.de/politik/frontal-21 (01.04.20)
[5] Bericht zur Risikoanalyse im Bevölkerungsschutz 2012 en: https://www.bbk.bund.de/SharedDocs/Downloads/BBK/DE/Downloads/Krisenmanagement/BT-Bericht_Risikoanalyse_im_BevSch_2012.pdf?__blob=publicationFile (29.03.20)
[6] Ibid.
[7] Contreras Muñoz, Julio G. https://www.facebook.com/juliogaston.contrerasmunoz? (29.03.20)
[8] Amnesty International Hungary. 2020 “Hungary: government must not be granted unlimited powers by new Covid19-law” en: https://www.amnesty.org/en/latest/news/2020/03/hungary-government-must-not-be-granted-unlimited-powers-by-new-covid19-law/ (30.03.20)
[9] Heidegger, Martin. 1962 Die Technik und die Kehre, Fünfte Auflage, Verlag Günther Neske, Pfullingen, p. 28.
[10] Alba Rico, Santiago. 2020 “¿Esto nos está pasando realmente?”, El Diario, en: https://www.eldiario.es/tribunaabierta/pasando-realmente_6_1006909312.html (29.03.20)
[11] Heidegger op. cit. p.28
[12] Hornedo, Braulio. 2002 “Iván Illich. Hacia una sociedad convivencial: Educación… hacer del hombre una máquina Federico Nietzsche” en: http://ivanillich.org.mx/vida.htm (29.03.20)
[13] Illich, Iván. 1975 Némesis Medica: la expropiación de la salud, Barral editores, España.
[14] Packard, Gabriel. 2003 «Rights: Group Strips Racist Scientist’s Name from Award». IPS.org 29 en: http://www.ipsnews.net/2003/04/rights-group-strips-racist-scientists-name-from-award/ (29.03.20)
[15] Vázquez Calzada, José L. 2014 «Esterilización femenina, 1930 – 69», Enciclopedia de Puerto Rico en: https://enciclopediapr.org/encyclopedia/esterilizacion-femenina-1930-68/ (29.03.20)
[16] Ramírez de Arellano, Annette B. / Seipp, Conrad. 1983 Colonialism, Catholicism, and Contraception: A History of Birth Control in Puerto Rico. Chapel Hill: University of North Carolina Press. (29.03.20)
[17] Chisholm, Chisholm & Kilpatrick LTD. 2017 “Beyond Vietnam: Other Military Areas Where Agent Orange was Used” en: https://cck-law.com/blog/beyond-vietnam-other-military-areas-where-agent-orange-was-used/ (29.03.20)
[18] Mi Puerto Rico TV. ”Transgénicos” en: http://www.miprv.com/?s=transg%C3%A9nicos (29.03.20)
[19] Illich op. cit. p. 123.
[20] Mastrangelo, Matías / Ruiz, María G. 2020 “Cinco formas en las que transformando el ambiente creamos una pandemia” en: La vaca en: https://www.lavaca.org/notas/cinco-formas-en-las-que-transformando-el-ambiente-creamos-una-pandemia/ (29.03.20)