Bajo amenaza
Pero antes, cinco opiniones en extremo populares en torno a las protestas en Puerto Rico:
Las protestas no abonan a nada.
Los manifestantes se pasan de la raya.
Siempre protestan en el momento menos adecuado.
Protestan por protestar.
Siempre son los mismos.
De ahí que el gobernador recién sentenciara: “Puerto Rico está para propuestas. Y no para protestas”. ¿Habrá querido decir el gobernador que no tolerará manifestaciones? ¿Su expresión constituirá una amenaza generalizada hacia la población, con el objetivo de disuadir la expresión libre y pública en torno al proceder de su gobierno? ¿Debo yo, como ciudadano, sentirme cohibido al momento de considerar cómo mejor utilizar mi derecho a incidir en los asuntos, problemas y conflictos políticos de mi país? Lo cierto es que ante expresiones de esta índole no sé a qué consecuencias me tendré que atener, de interesar convertirme en participante activo en la lucha a favor de los derechos de las y los maestros. Por ende, la opción “lógica” sería desentenderme; hacerme de la cabeza de que al fin y al cabo el conflicto de los maestros con el gobierno es ajeno a mí. Pero una lógica compelida, por definición, no es opción. Mejor pensar en estrategias de resistencia y lucha.
En materia de estrategias de lucha, las amenazas de muerte tienen en común con las protestas ciudadanas:
Enviar un mensaje.
Compeler.
Desestabilizar.
En ocasiones, pueden también compartir la espontaneidad. Por ejemplo, el piquete relámpago que se forma frente al cuartel en ocasión del arresto de un manifestante. O los tuits que escribe un tipo random en un momento de coraje y/o frustración:
«SENOR GOBERNADOR LO PEOR K A ECHO ES JO… KON EL DINERODEL PUEBLO NO SIGA ASIENDO BRUTALIDADES K LE PUEDE KOSTAR LA VIDA»; «USTED ANDA EN UN 300C Y YO EN… BIEN KA… NO SIGNIFIK K NO SEA APRUEBA DE BALA NOSEA PUREKO SAKO D AKI PA METER AKA»; «Manana marcha a la 1 pm… Mi reintegro o SEKUESTRO AL K… GIBERNADOR Y K VENGA KIEN KIERA AREGLARME POR LO DICHO SE VA AMORIR ATT YO».
Según dictamen de un juez federal, estos tuits constituyen una amenaza de muerte al Sr. Gobernador (¿en serio?). El responsable fue sentenciado a seis meses de cárcel (¿en serio?). Se trata pues de un prisionero político, privado de su libertad por expresiones en las cuales la supuesta intención de matar, a lo sumo, es secundaria al sentimiento de insatisfacción con su lugar en el mundo, en comparación con aquel ocupado por nuestro primer mandatario. Su encarcelamiento, me parece, es la evidencia más contundente de que en efecto “Puerto Rico no está para protestas”, puesto que hasta los exabruptos más inocuos se castigan brutalmente. De nuevo siento que la lógica impera y me siento cohibido a expresar mi insatisfacción con todo lo que acontece a mi alrededor. Comienzo a sentirme solo en el mundo. Noto este cambio en mí y pienso que el comentario de García Padilla, además de amenazar, crea un falso consenso en torno a qué cosas la ciudadanía encuentra prudente a manera de reacción ante las decisiones tomadas por él y su Administración. Ese tipo de consenso asusta. La alternativa “prudente,” intuyo, sería olvidarme de los tuits y del hombre y su condena. Al fin y al cabo, yo no estoy a favor del secuestro del gobernador. Más aún, no hay nada en ese texto que indique una intención de comunicar un mensaje con fines políticos. De hecho, el mensaje apenas tiene sentido. Es una locura.
El sinsentido y la locura comparten con las luchas políticas:
La falta de comprensión.
Su carácter “accidentado”.
La potencialidad sin fin.
Siento que no he contestado las preguntas que me propuse atender en este artículo. Podría responder con otras preguntas:
- ¿Cuánto más puede vivir la población bajo amenaza a su libertad de expresión individual y colectiva sin aventurarse, de formas pequeñas y grandes, al sinsentido y la locura de la lucha política?
- ¿Será posible vivir acorde a una ética de hípersensibilidad y exceso, conforme a la cual cada uno haría el esfuerzo consciente, a diario, de que genuinamente nos importe todo lo que acontece a nuestro alrededor y optemos por trascender los contornos acostumbrados de nuestro ámbito de acción para sumarnos a conflictos “ajenos”?
- ¿Y qué si no hay otro fin más allá de la expresión dura o desacertada o problemática de una insatisfacción? ¿Acaso no merece ser escuchada? ¿Acogida? ¿Rearticulada? ¿O sencillamente, repetida en solidaridad con el emisario, sea quien sea?
Nada. A veces pienso que pregunto por preguntar y escribo por escribir.
Es casi como si lo hiciera bajo amenaza.
Bien merecida.