Bernie Sanders: ¿liberación o colonialismo?
Que una posible victoria de Bernie Sanders representaría un respiro para los gobiernos progresistas del mundo, especialmente para Cuba y las nuevas democracias de izquierda latinoamericanas, así como para muchos movimientos que luchan por la justicia social y la autodeterminación en el planeta, incluyendo a los palestinos, tampoco debiera admitir mucha discusión.
Que la campaña de Sanders en EEUU y una posible victoria de este representarían un beneficio para la humanidad completa, en términos de sus posturas sobre la necesidad de atender con profundidad y carácter de urgencia la crisis ambiental que representa el calentamiento global, cuyas principales víctimas en su ruta de devastación son los sectores más desventajados (especialmente mujeres) de las regiones más pobres del planeta, tampoco debiera dar margen a grandes debates.
Y con todo ello, la candidatura de Sanders representa un inmenso dolor de cabeza para el independentismo puertorriqueño, quienes históricamente hemos luchado por similares reivindicaciones para nuestro pueblo. En Puerto Rico, nadie puede negar el papel histórico del independentismo al estar consecuentemente a la vanguardia de las luchas por la defensa de la protección del medio ambiente, los derechos de los trabajadores, contra la influencia del dinero en los procesos políticos, por el respeto de los derechos humanos, por la justicia social y económica, contra las agresiones imperialistas en el mundo y a favor de la paz; precisamente el tipo de posturas que defiende Sanders. Sin embargo, para muchos de nosotros Sanders se ha convertido en un problema, a pesar de que pudiéramos estipular que si quienes vinieran a convocarnos en apoyo a las mismas causas fueran Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, o los norteamericanos Cornell West o Noam Chomsky, ninguno nos provocaría la urticaria que Sanders provoca. Esa alergia se trata de un padecimiento casi exclusivo del independentismo, pues la mayoría del país (que no lo es), no ve comprometido por el asunto su sistema inmunológico.
¿Por qué entonces el independentismo se siente emocionalmente tan conmocionado y sufre de tanto desconcierto espiritual (aunque no intelectual) cuando es Bernie Sanders el que convoca? La razón nos parece que se relaciona al hecho de que en el caso de Sanders, se trata de un candidato progresista que aspira a la presidencia del país que mantiene a Puerto Rico sometido al coloniaje. Apoyar a Bernie representa para los independentistas tener que decidir sobre si es legítimo o no comparecer a un evento electoral interno de un partido norteamericano (sabemos que en realidad ese partido no existe en PR), lo cual nos coloca en peligro de que aumente la integración política de Puerto Rico con EEUU, la identificación de nuestro pueblo con los procesos electorales norteamericanos, y por tanto, el proceso de asimilación de nuestros compatriotas. Por eso, ante la visita de Sanders a Puerto Rico y su llamado a los puertorriqueños para que lo apoyen en las primarias demócratas, quienes únicos nos planteamos problemas existenciales somos los independentistas; pues el resto de los boricuas que se sienten convocados por su programa progresista, no se hacen tantos cuestionamientos.
La pregunta sería entonces: ¿hasta dónde podemos llegar los independentistas en el apoyo a un candidato de izquierda norteamericano, sin que ello comprometa nuestro compromiso con la independencia patria? ¿El beneficio de que un presidente progresista pueda comprometerse con un proceso de descolonización de Puerto Rico, resulta mayor o menor que el riesgo que representa que los puertorriqueños se sientan más identificados con ese país? ¿Dónde tiramos la raya? Supongo que la dibujaremos bordeando el límite de nuestro grado de temor a la seducción estadista de nuestro pueblo. Si tenemos mucho miedo, la tiramos bien cerca de los “inquebrantables principios patrióticos”. Si tenemos menos temor, la tiraremos más lejos, dándonos el lujo de ser más flexibles. Pero cuidado, porque nuestra cuota de aprensión respecto de la asimilación va a resultar inversamente proporcional a nuestra fe en la capacidad de ese mismo pueblo para despertar y comenzar a caminar sobre sus propios pies.
Preguntémonos: ¿participar de las primarias demócratas en las circunstancias particulares de lo que representa Sanders, nos asimila más o menos que delegar la crianza de nuestros infantes al bombardeo ideológico de la televisión por cable que domina la conversación en tantos de nuestros hogares? ¿Nos asimila más o menos que participar de sindicatos afiliados a uniones norteamericanas? ¿Nos asimila más o menos que celebrar como corresponde las reivindicaciones de derechos humanos que se nos extienden a los y las boricuas en virtud de las decisiones judiciales del Tribunal Supremo de EEUU, en función de nuestra ciudadanía estadounidense? ¿Más o menos que nuestras peregrinaciones familiares al mágico mundo de Disney, tan perfectamente elitista, patriarcal y anglosajón? ¿Más o menos que la deificación de los políticos puertorriqueños de la diáspora que resultan electos por esos mismos partidos, y a quienes no les regateamos en lo más mínimo perfecta autoridad de representarnos? ¿Más o menos que el endoso por parte del compañero Rubén Berríos, presidente del Partido Independentista, a la candidatura para Presidente de Estados Unidos del ambientalista Ralph Nader a finales de los 80’s?
Pienso que la única respuesta cierta a tan complejas interrogantes solo la podemos sintetizar en una de las frases favoritas de mi hermano Iván, producto del ingenio de Cantinflas, quien afirmaba que “lo más seguro es, que quién sabe”.
Personalmente sostengo que todo depende de la actitud con la que afrontemos cada una de tales situaciones. Por ejemplo, si asumimos participar en respaldo a Sanders como parte de nuestro compromiso de adelantar la agenda de la democracia y la justicia social en Puerto Rico, convencidos de que mientras más puertorriqueños se identifiquen con tales ideales, más cerca estaremos de que comprendan que la mejor manera de obtenerlos y conservarlos dignamente es en un país libre y soberano; pues estamos formando parte de una actividad liberadora. Si por el contrario, apoyamos a Sanders desde la perspectiva de que se trata de otro americano que viene a salvarnos, relevándonos de la responsabilidad de tomar nuestro destino en nuestras propias manos; pues, sin duda, será una participación colonizante. Igual con todo lo demás, que también dependerá de la actitud y grado de conciencia con las que actuemos ante cada nueva circunstancia.
Por mi parte, confieso que ni siquiera me hice la pregunta de rigor, pues me bastó con entender lo que postulo en los primeros tres párrafos de este escrito, para decidir apoyar la candidatura de Sanders para Presidente de Estados Unidos. Respeto, no obstante, a quienes conforme a sus propios criterios, opinan distinto. Quizás, si cada cual vive y deja vivir a los otros, cada uno trabajando activamente por su lado para sumar más y más boricuas a nuestra agenda de un Puerto Rico soberano y democrático nos encontremos adelante en el camino, como hemos visto ha sucedido en España con la nueva coalición entre Podemos e Izquierda Unida. Pero eso sí, reitero, “cada uno trabajando activamente por su lado para sumar más y más boricuas a nuestra agenda”; porque eso de mantenernos inmóviles sermoneando a la muchedumbre desde los distintos autoproclamados altares de la independencia, continúa siendo “mal de muchos y consuelo de tontos”.