Billy Lynn’s Long Halftime Walk
Con la idea de conseguir respaldo para la guerra en Iraq, el gobierno de George W. Bush usa a ocho soldados de una unidad llamada el Escuadrón Bravo para hacer una gira promocional de dos semanas por los Estados Unidos. La idea detrás de la patraña es que la gente vea a estos héroes y aprecie el sacrificio que están haciendo los jóvenes, que fueron a evitar el uso de armas de destrucción masiva por Saddam Hussein, y salvar a la nación y al mundo. Cómo sabemos, tales armas no existían, y lo que consiguió la invasión fue desestabilizar el Medio Oriente y causar las consecuencias que hoy sufren los ciudadanos de la península arábica.
El escuadrón participó en una breve escaramuza a la que se le ha dado el nombre pretencioso de «la batalla del canal Al-Ansakar Canal». Lo que sucedió ha sido filmado por un cámara implantada en el área por Fox News (obviamente un chiste). En la grabación se ve a Billy Lynn (Joe Alwyn) tratando de salvar a su sargento (Vin Diesel); fuera de cámara tiene un encuentro cuerpo a cuerpo con un enemigo, a quien apuñala para salvarse. Por su arrojo, el especialista Lynn es condecorado con la cruz de plata. Él es la “estrella” del grupo de ocho soldados que han hecho “la gira de la Paz”, que terminará con su participación en el espectáculo de mitad de juego el día de Acción de Gracias en el estadio de los Dallas Cowboys.
Al grupo los acompaña Albert (Chris Tucker) un promotor que opera también como su agente “hollywoodiense”. Les ha prometido que Norm Oglesby (Steve Martin), el dueño millonario de los Cowboys les dará $100,000 a cada uno por los derechos para convertir su historia en una película.
Basada en la novela homónima de Ben Fountain, el filme transcurre en un día y vamos viendo la vida de la familia de Billy en retrospecciones que nos llevan a su humilde casa en un pueblo de Texas, y que nos adentran en la acción de “la gran batalla” en que participó en Iraq. Las intenciones satíricas del guión están claramente delineadas y llegan a su cenit una vez que los ocho soldados están en el estadio. Básicamente, fuera de uno que otro empleado de Mr. Oglesby, y este de forma condescendiente, nadie parece hacerle caso a los “héroes”. Frente al jefe, el encargado del campo los amenaza y les dice que salgan del terreno. Los organizadores del espectáculo los ordenan y los manipulan como si fueran chiquillos y, los adultos que montan el espectáculo los tratan como si fueran monos amaestrados. Se han convertido en marionetas del mundo del entretenimiento, en un país en que todo parece haberse trivializado y reducido a un pasatiempo. Los personajes de la farándula son ahora los que mandan y deciden qué se hace y cómo se hace.
Es evidente que para entonces (fines de 2012) ya muchos sabían que estos jóvenes, la mayoría de menos de 25 años, estaban dando sus vidas por la avaricia de los mercaderes de guerra en su país, y por el petróleo que codiciaban los grupos financieros como Halliburton y el Carlyle Group. Los agradecidos por sus acciones son contrarrestados por los que le sienten animosidad por la guerra, sentimiento que vuelcan en ellos y sustituyéndolos por el gobierno de Bush. Esto se manifiesta de muchas formas en la película, que tiene unos momentos soberbios en los que el desprecio de los civiles por los soldados es devuelto con creces.
Básicamente, la guerra no solo fue usada para robar y generarle ganancias a compañías americanas, sino para explotar a algunos que pusieron sus vidas en la raya. También está claro que, a pesar de su juventud, los soldados analizaban filosóficamente lo que hacían en tierra extraña y entendían que eran despreciados por los que fueron a “ayudar”. El desconocimiento de la historia y las costumbres del país invadido, los colocó en posiciones difíciles en las que la justicia civil estaba ultrajada por la injusticia marcial impuesta por un invasor.
El filme recuerda un poco a “American Sniper” (2012), en la intensidad de las secuelas de acción en el campo de batalla y en el enfoque en la vida castrense que parece actuar como una droga: muchos quieren volver porque verdaderamente están convencidos que protegen su nación de elementos terroristas, y de la violencia del fanático musulmán, que odia la forma de vida norteamericana.
Desafortunadamente, el filme de Ang Lee, tiene un extraño sentido depresivo que impide que nos acerquemos a los sentimientos de los personajes. Es como si Lee quisiera que nos mantuviéramos admirando sus composiciones escénicas sin sentir nada por lo que les sucede a los personajes. Nos hace actuar hacia los soldados como actúan los que los explotan. En algunos momentos, como es el caso del breve romance que florece entre Faison (Makenzie Leigh) una de las “Dallas Cowgirls” y Billy, el instante se aprovecha para mostrar que a un soldado, el único futuro que se le puede augurar es el de una muerte temprana. Billy ha de irse muy lejos de la chica que lo ha flechado, y a lo mejor no regresa. Pero el romance imposible también nos muestra la ingenuidad juvenil de alguien que aún es “virgen”, como no le dejan olvidar a Billy sus compañeros y su hermana (Kristen Stewart), pero que se a ido convirtiendo en un cínico. Ser virgen después de la adolescencia pasa a ser la gran preocupación estadounidense.
Este es un filme antiguerra que muestra que la explotación de las acciones bélicas no se ciñen a los botines que se extraen de los países invadidos, sino que se explota también al soldado, ese participante inocente que puede generar ganancias sin entorpecer mucho la línea de estas, y que muere por los despojos y los hijos de los poderosos. Muestra, además, que la banalidad y el espectáculo lo corrompe todo, incluyendo a los héroes.