Blue is the warmest color
Los primeros indicios del amor pueden ser una mezcla de ternura y violencia. Está, por un lado, ese impulso inefable que atrae a dos seres y, por otro, el desespero de poseer el cuerpo. En esta película esos sentimientos están agitados aún más por las dudas que tiene sobre su orientación sexual una chica.
Adèle (Adèle Exarchopoulos) es una joven y hermosa estudiante que, inevitablemente, atrae la atención de los muchachos de su escuela. Sus compañeras la alientan a que responda a los avances de uno en particular, sin que ella sienta una gran inclinación a hacerlo. Un día se cruza en la calle con una pareja y se fija en una de las dos mujeres que lleva el pelo pintado de azul. Es evidente que se siente atraída y, de hecho, comienza a tener fantasías sexuales con la mujer del pelo azul. Sin embargo, la presión de sus pares la empuja a que acepte salir con el joven que la quiere enamorar, y termina en su cama. La experiencia es pobre porque no siente la pasión que ha experimentado pensando en la mujer del pelo azul, de modo que rompe con él.
Eventualmente, conoce a su obsesión: Emma (Léa Seydoux), quien es una estudiante de bellas artes y mayor que ella. Se enamoran y comienzan una vida como pareja. Antes, algunos de los compañeros estudiantes de Adèle la rechazan y la insultan porque es lesbiana, con la crueldad que reservan los que no entienden lo distinto y no están dispuestos a pensar por sí mismos, sino de acuerdo a las presiones que sobre ellos pesan, usualmente productos del fundamentalismo religioso o ideológico.
La primera parte de la cinta va detallando las relaciones sexuales entre las dos mujeres en escenas que son únicas en el cinema para consumo general, por su carácter explícito. Además, va demostrando las complicaciones sociales de las parejas del mismo sexo en sociedades que aún no se han desprendido del todo de las convenciones artificiales que exigen que el amor solo puede darse entre personas de sexos distintos. La situación se va complicando según la relación entre Adèle y Emma va pasando de la pasión a la familiaridad, de la clandestinidad, por así llamarla, a la rutina social que tienen todas las parejas.
Las dos actrices principales son sensacionales. Son lo mejor de la película. Exarchopoulos, tiene cachetes de bebé (nos los dice ella misma), labios seductores, y una tristeza dulce alrededor de sus ojos que la hace parecer vulnerable y tímida. Es exactamente lo que refleja el personaje que encarna y explica en parte sus caprichos y malas decisiones. Muchos actores usan las cejas y pequeños gestos de la boca para transmitir emociones complejas que están sucediendo en algún lugar de su cerebro. Exarchopoulos usa su pelo, que se puede decir que es descabellado, para enfatizar su estado de ánimo o puntualizar una aseveración o servir de telón (subido o bajado) de algo que está pasando por la complicada psiquis de Adèle. De hecho, nos advierte con él de casi todas las miserias que está atravesando debido a su relación con Emma.
Léa Seydoux es una actriz encantadora y bella cuya sonrisa, acompañada de dientes que están perfecta y graciosamente separados, ilumina las escenas en que sonríe. Como enfoca el inicio de su relación con Adèle, cautelosa, preocupada porque la otra es más joven, misteriosa al mismo tiempo que amable y accesible, es una maravilla de sutileza y sensibilidad. Sus escenas cumbres son de una ternura conmovedora o de una fuerza inesperada que nos sacude.
La cinta, dirigida por Abdellatif Kechiche y escrita por él y Ghalia Lacroix, está basada en un libro de Julie March. El simbolismo obvio del azul me pareció una distracción, mas una interesante. Adèle es bastante ignorante y cuando Emma le pregunta qué artistas conoce, le responde que a Picasso. Sabemos que hemos de entrar en el periodo azul de ambas. No solo el pelo de Emma sino, muchas veces, la ropa, las puertas de la casas, los cuadros en las paredes, son azules. Está, además, el estado de ánimo de Adèle, que es “blue” sin duda. Hay también uno que otro diálogo sobre arte. Cuando una de sus amigas y Emma hablan de Egon Schiele, Adèle no sabe de quién hablan, pero Emma se enfrasca en una discusión (sabemos que es estudiante de arte) sobre su preferencia por Gustave Klimt, de quien, después de todo, Schiele era protegé. Los cuerpos de las dos mujeres a veces se convierten en una masa amorfa que sugiere a Francis Bacon. Una serie de referencias a Sartre surgen posiblemente con la idea de intelectualizar la pasión que existe entre las amantes y enfatizar la libertad que merecen para consumar su amor, pero me parece que el amor que sienten las dos mujeres no necesita ni justificación, ni explicación filosófica.
La tensión que se genera cuando un hombre irrumpe en la relación entre dos mujeres que se aman ya había sido explorada brillantemente como tema en la magnífica “The Kids Are All Right” (2010), con la diferencia que las dos mujeres son más maduras y menos volubles. Si no la han visto, búsquenla luego de ver esta.
El filme es lento, y demasiado largo. Tiene muchos momentos irrelevantes que debilitan su mejor aspecto, que es la relación entre Adèle y Emma. El director parece estar perdido a veces en las andanzas de los maestros de kindergarten y primer año en el sistema educativo francés sin mucho propósito. Languidece sobre el tema para presentar un potencial reto (masculino) a la relación de la pareja. Parece también que el director nunca había estado en la playa. Un viaje al mar nos da una breve instrucción de cómo enterrar en la arena a un niño, algo que para cualquiera es soporífero, si no absurdo. Muchas veces las escenas no tienen otro propósito que dejarnos saber que Adèle anda sin rumbo, lo que esta a plena vista. Si alguien desea argumentar que es para hacernos partícipes de la incoherencia de la vida de Adèle, les puedo decir que ya se sabe al cabo de veinte minutos después del comienzo. Con una hora menos, gracias a las estupendas actuaciones de las dos actrices principales, “Blue...” hubiera sido una buena película.