Buscando salidas a la perplejidad
Gente común que genera alternativas. A veces como individuos y a veces, las más reconocidas, como colectivos. La movilización de los rescatadores de tierra en Puerto Rico, las campañas a favor de los pacientes de SIDA, las luchas por los derechos reproductivos de las mujeres, las diversas campañas por los derechos humanos han sido producto de las acciones colectivas de hombres y mujeres anónimos que asumieron proyectos de justicia y cambio.
Por lo anteriormente dicho sostengo que las acciones de las personas de a pie son fuentes de alternativas para la crisis del país. Es por lo tanto necesario que los líderes y públicos que pueblan las iglesias, las escuelas, las comunidades; que los investigadores/as los educadores/as, las activistas, las artistas, los comunicadores/as, los intelectuales, estén alertas a las acciones de estas personas y se relacionen con ellas de forma proactiva. No es que ellas sean mejores, ni tengan la verdad histórica; es más bien que, al prestarle atención a sus acciones, percepciones y discursos, los académicos y los políticos podrían percibir e intuir nociones no contempladas en los debates públicos que, en muchas ocasiones, se han convertido en circulares e insolubles.
Debido a que los saberes, opiniones y alternativas que producen estos actores sociales tienen tan poca difusión, su inserción en el proceso político del país se limita, en la mayoría de los casos, a votar en procesos diseñados por las élites hegemónicas. Élites que, históricamente, no les han tomado en cuenta. Es innegable que, en ocasiones, los sectores dominantes ensalzan a los pobres y a las personas comunes con discursos populistas que, en su mayoría, resultan ser también políticas de élites, en tanto favorecen el paternalismo y el estado de situación prevaleciente.
Deseo además contribuir e invitar a otros a examinar las nuevas gramáticas de resistencia/insurgencia y los nuevos lenguajes que surgen desde diversas acciones colectivas y de movimientos sociales puertorriqueños, caribeños y latinoamericanos. Manifiesto asimismo el deseo de ser parte del proceso histórico de formación de nuevas herramientas para la crítica y la transformación social. Estoy convencida de que estos nuevos lenguajes y herramientas son los dan forma a los imaginarios que nutren las utopías y eventualmente, propician transformaciones sociales reivindicativas y a veces anti-sistémicas.
En este momento de múltiples crisis es necesario elaborar un diseño ético político y espiritual para reconstruir los tejidos sociales que forman nuestras relaciones en todos los ámbitos fundamentales de la vida social. Entre estos están la autoridad, la comunicación, la naturaleza, el sexo, la subjetividad, y el trabajo y también las resistencias e insurgencias que la misma genera. El diseño debe integrar lo crítico y lo constructivo, la transformación radical y la reforma reivindicativa. Tiene que ser un esfuerzo colectivo, un esfuerzo de acciones colectivas en convergencia. Para eso se requieren nuevos paradigmas (modelos) de sujeto (de personas) de relaciones interpersonales, de estrategias educativas, de formas de organización y de nociones de liderato. El tejido social se ha deteriorado y como consecuencia se han paralizado las acciones colectivas concertadas, nos detiene la perplejidad y la consternación.
Como país tenemos muchas cosas por hacer. No estamos partiendo de cero pues nuestro pueblo tiene mucha historia. Desafortunadamente, por ignorancia o por olvido no la usamos para combatir la consternación y la perplejidad que nos agobia. ¿Entonces qué hacer? ¿Dónde está la respuesta? Sostengo que en las acciones colectivas y en los movimientos sociales que ellas generan encontramos un sustrato de posibles propuestas para las crisis.
Somos ricos en acciones colectivas: grupos de trabajo (comunitario, espiritual, patriótico, ambiental, de género, etc.); protestas, desobediencia, sits-ins, huelgas, boicots; luchas sociales geográfica y temporalmente definidas y hasta amplios movimientos sociales, cuya extensión socio-cultural trasciende lo local y lo presente. Acciones colectivas autónomas, que vienen desde la sociedad civil, las acciones colectivas que se inician desde el Estado y/o el mundo corporativo y aquellas que vienen por combinaciones de ambas. Una de estas combinaciones se conoce como el Tercer Sector. Este sector tiene tanta visibilidad mediática en Puerto Rico que algunos piensan que es la única fuente de acciones por el bien común. Una posible explicación radica en que las acciones promovidas por el Estado, por las empresas, por el Tercer Sector y la filantropía tienen más presupuesto.
La estatización de muchas de las acciones colectivas de protesta desde la sociedad civil autónoma ha tenido como resultado reducirlas a luchas jurídicas como ilustró el movimiento urbano de los rescates en la década del setenta. Se desvaloriza el activismo social. Por lo cual se hacen invisibles sus acciones y se ignora su poderoso papel en la creación de nuevos vocabularios. Vocabularios que, desde la sociedad civil, han contribuido a las trasformaciones sociales y a las de las políticas estatales.
La sociedad civil autónoma a la que me refiero no es la que proponen los y las estrategas de la elite que hacen convocatorias populistas ni los colectivos fundamentalistas que promueven las exclusiones sociales. Hay que tener cuidado con las primeras, porque detrás de ellas viene a veces el zarpazo del asistencialismo, el paternalismo y el clientelismo. Y con las segundas porque acarrean el veneno del fariseísmo y de la hipocresía. La perspectiva de los derechos humanos significa que el principio eje de toda acción es la protección de la dignidad de las personas. Por lo cual es importante tener claro el tema de las alianzas tan de moda en el debate público de Puerto Rico.
Las alianzas y los pactos (excepto los que hacemos con la Divinidad) son sólo válidos si se hacen con equidad y en igualdad de condiciones. Los objetivos de las organizaciones de la sociedad civil autónoma, podrían coincidir o converger con los objetivos de algunos sectores de las elites estatales (público) y empresariales (privado) dependiendo de la coyuntura histórica y del tipo de régimen. Las posibilidades de alianzas, entre la sociedad civil institucional y la autónoma radican en esas coincidencias. Tienen que incluir de forma explícita los procedimientos de rendición de cuentas. Las alianzas han sido un gran desafío para Puerto Rico. Se le llama alianza a cualquier pacto por desigual que sea. Recordemos temas tales como el pacto con Estados Unidos para crear el Estado Libre Asociado, y el papel real de la auto gestión y la autonomía comunitaria dentro de organismos estatales o dentro del Tercer Sector.
El problema que tenemos como pueblo es que o no conocemos las acciones colectivas que emanan de la sociedad civil, o si se re-conocen, no se analizan y en consecuencia se devalúan y se olvidan. Entonces nos abate la desesperanza. Parte del problema es que hemos sido formados en un patrón del poder colonial que propicia el olvido. El olvido genera subjetividades desvalorizadas lo cual dificulta la formación de fuertes identidades colectivas que son la materia prima para crear proyectos transformadores. Para hacer la situación más compleja los funcionarios del Estado, de las Corporaciones y las grandes empresas mediáticas, también reconocen el valor de las nuevas agendas y vocabularios políticos que emergen de las acciones colectivas las incorporan y eso es bueno. En ocasiones sin embargo las re-dirigen, y a veces, las cooptan para que sirva a sus intereses. Eso hay que detenerlo.
Lo anterior ocurre, además, porque los movimientos sociales no son un área de estudio en las academias puertorriqueñas ni en Institutos privados de investigación. A pesar de que existen importantes pesquisas sobre las acciones colectivas comunitarias, protestas, luchas sociales y movimientos específicos, nos falta una perspectiva que analice su papel en las transformaciones sociales y políticas, su legado e impacto político. Con frecuencia las investigaciones de los/as académico/as tradicionales interpretan la sociedad ya sea, a partir de la historia económica, la de los gobiernos, las administraciones o la de los partidos y otras instituciones, como las iglesias. Las acciones colectivas y los movimientos sociales, se mencionan incidentalmente o en notes al calce.
Las crisis
Cuando hablamos de crisis nos referimos a una situación insostenible, que requiere cambios sustantivos. Las crisis sistémicas se deben entender como momentos de grandes riesgos y sufrimientos para la mayoría de la humanidad y también como períodos de emergencia de nuevos modos de vida y de insurgencia de movimientos y alternativas libertarias y de equidad. Implican tanto destrucción de lo viejo como creación de algo nuevo.
La literatura académica, los medios de comunicación y hasta los saberes populares relacionan las crisis actuales con la globalización. La globalización, en su sentido de «integración internacional» como dice Chomsky, se expresa en la organización corporativista del trabajo o se expresa en las acciones colectivas y de los movimientos sociales. Es multidimensional, no solo económica, producto de las nuevas ideologías de información. Favorecida además por la des-regularización y la liberación de los mercados a partir de la década del ochenta del siglo 20 misma que marcó el regreso a las democracias representativas de los países del cono sur y al capitalismo en los países de Europa del Este.
Este proceso ha sido ideológicamente usado por los defensores del neo-liberalismo como argumento para representarse como la única racionalidad posible. Es decir que el mercado es la institución perfecta para canalizar racionalmente la naturaleza humana y organizar la vida social. Es además la única forma de adquirir riqueza y a la vez de organizar los colectivos humanos. Esa representación alude a una forma muy específica de integración económica internacional basada en la prioridad de los derechos de los inversores, no de los de la gente y los ciudadano/as. Es la postura ideológica de quienes tienen el control concentrado de la riqueza y del poder, de los que pueden imponer sus, términos y solo protegen los derechos de sus pares. Es la postura de los bonistas.
La globalización corporativa neoliberal, generó y genera incertidumbre y repercute en la gestión de las ciudades, la reorganización de la economía, la educación, la producción cultural, la ética, etc. Los Gobiernos centrales y municipales, marcos institucionales y actores políticos necesarios para que exista el sistema democrático, la paz y la protección de los derechos humanos de los ciudadanos, interpretan la globalización y se vinculan a ellas. Pero las organizaciones de la sociedad civil autónoma tienen que fortalecerse para influirlos, pedirles cuenta, si fuera necesario revocarlos y eventualmente sustituirlos.
Para lo cual es preciso conocer la otra cara de la globalización: la globalización alter- mundista Por ejemplo, el Foro Social Mundial como estrategia y proceso es un caso que ilustra la globalización altermudista. Reivindica el valor de las personas, los ciudadanos de a pie, los oprimidos por razón de nacionalidades, clase, preferencias sexuales, etnicidad y raza, entre otras diversidades, quienes por excluidos tienen intereses comunes. .
La presente crisis mundial son muchas crisis, no solo económica, política y social sino ambiental, cognoscitiva, epistemológica, espiritual, ética y de subjetividad. En Puerto Rico estas crisis no comenzaron en 2008 pero se agudizaron con la elección de un gobierno que, después de una victoria electoral aplastante única desde 1964, golpeó a la mayoría de nuestra población con unas políticas neo-liberales fundamentalistas cuestionadas ya en el resto del planeta.
La perplejidad y la consternación son típicas de épocas de transición como la que estamos viviendo. En las crisis nos aturden por la abundancia de preguntas que nos impone el contexto social. Para vencerlas hay que buscar respuestas que las transformen en energía y valores positivos. De Sousa Santos nos aconseja que “en vez de pretender que la perplejidad es absurda o que puede ser eliminada por una simple respuesta débil, hay que transformar la perplejidad en un síntoma de complejidad subyacente” con una respuesta fuerte. “La respuesta débil es una invitación al inmovilismo. La respuesta fuerte, al contrario, es una invitación a moverse asumiendo un alto riesgo.” Desde esta perspectiva la perplejidad puede estar preñada de futuro si reconocemos que viene del cuestionamiento implícito de los mapas de acción tradicionales.