Campamento, Junta, PROMESA, democracia
Comparto lo que son apenas ideas, deseos surgidos ante las imágenes de los últimos días. En este contexto mis comentarios van dirigidos como forma de solidaridad y apoyo a dicho campamento. Ahora bien, creo que repudiar no es suficiente, incluso exigir es una suerte de movimiento reflejo sin consecuencias políticas si no viene tejido a una conversación sostenida, rigurosa, que se esfuerce por vincular en este proceso a la ciudadanía puertorriqueña. Esto además es extensivo a todos aquellos que manifestamos nuestra oposición a la ley federal PROMESA y las medidas que impondría sobre Puerto Rico, autorizadas por el presidente de los EE.UU., Barack Obama.
Antes que declarar o (des)calificar este o aquel estado soberano, colonial o neocolonial, creo indispensable que las fuerzas que se movilizan en el campamento o las variadas manifestaciones de rechazo y resistencia a la Junta de Control Fiscal insistan en un trabajo que les gane la confianza de la mayoría o en su defecto de un sector determinante de la ciudadanía puertorriqueña. Esto no es, ni creo que será fácil, ni puede ser atendido con prisa, ni comprende un tipo de actividad única, centralizada.
El ELA atraviesa su crisis y final orgánicos. Presenciamos como confluyen su implosión institucional, el éxodo masivo de la población, la naturalización del consumismo, el lavado legal de dinero y la corrupción de las oligarquías partidistas con el endurecimiento moral e intelectual de la sociedad puertorriqueña. A esto se añade la sospecha muy real de una reconfiguración del orden de extracción y explotación capitalista-financiero que en verdad no pierde el sueño con “las opciones de status” que postran a la clase política puertorriqueña. La descolonización no es, ni será, un círculo de fuego que nos proteja contra el sufrimiento y el empobrecimiento tal y como ya lo padecen la mayoría de los puertorriqueños, si la sociedad puertorriqueña y su diáspora no abraza la defensa y creación de una institucionalidad (con pelos y señas) que sea justa y eficaz.
En este contexto, me parece que la vara de realismo político (la expectativa de resultados políticos palpables en este mundo) está puesta en un lugar muy alto para todos aquellos sujetos que precisamente gastaron o malgastaron sus vidas políticas demostrando que los poderosos, los amos y/o sus “lacayos” les eran “inferiores” intelectual o moralmente. Por lo tanto, ningún sector político puede pedirle a la ciudadanía, por más perseguido u oprimido que haya sido a través de nuestra historia, que pacte con promesas o contra-promesas luego de “derrotarlos” gracias a la “superioridad” histórica, retórica o moral de sus posturas. El complejo problema de credibilidad política, tan agudo y tan apabullante, como el que registran los sectores que tradicionalmente se identifican en Puerto Rico como “de izquierda” requiere de un esfuerzo formidable por parte de todos. Esta es una coyuntura extraordinaria para liberarse de ese legado mediático, de esa tradición, sobre todo si son otr@s los talantes intelectuales y políticos de los acampados en la Chardón y de todos quienes comienzan a dar la voz de alerta ante lo que significa la Junta.
Ganarse la atención y el respeto de la mayoría para quien crea en un republicanismo (Villacañas) no oligárquico, ni irremediablemente populista implica practicar otro modo de lo social, de lo educativo, de lo institucional y hasta de lo cultural. Ese otro modo se practica a través de intercambios no excluyentes y a través de la sostenida proyección y defensa de una red institucional funcional, solidaria, pública que forme y proteja la heterogeneidad democrática puertorriqueña. Esto no va a ocurrir de la noche a la mañana ni supone negar limitaciones, obstrucciones y fracasos. Sin duda esto no ocurrirá hasta que se escuche y se converse con paciencia, con respeto y sin aspavientos con esa ciudadanía en su multiplicidad indiscutible. Repito. Es un proceso difícil, complejo, sin garantías de ningún tipo.
Puedo imaginar también que los acampados o solidarios con el campamento, logremos rebasar el perímetro del campamento y no olvidar que tarde o temprano se regresa a las casas. Que la vida continúa. Y esa mayoría, ya indiferente, ya atenta, sigue con preguntas, ansiedades y reclamos que rebasan el campamento, y mal que bien el estado actual de cosas todavía “administra” en su beneficio. Por el momento, la apatía y desprecio por los modos de resistir y cuestionar a la Junta y a la clase política que le ha dado la bienvenida no puede ser otra vez subestimada. (Asomarse a los comentarios en las redes bajo los artículos y las fotos de los diversos actos y textos dedicados a esta situación.)
Ante la inminente cristalización paralizante del aparato institucional y económico del ELA, el “campamento” reverbera como lugar abierto, de instalaciones eventuales, móviles, porosas para afectos-razones inclusivos y no deriva en otro despoblado más que aloje (temporalmente o a perpetuidad) un futuro ejército o la nefasta mensajería genuflexa que abrazará gloriosa su inmolación y represión ejemplarizante. Un practicar democrático que incluya, que sume y diversifique lo que Eugenio Ballou nombrara como la experiencia artística que aglutinó la “Cena negra” llevada a cabo recientemente en las inmediaciones del Capitolio: “El arte como capacidad de transformar lo que acontece, multiplicándolo en una fuerza nueva y antigua que potencia la expresión con la sorpresa de lo inesperado…”.
La política no es la demostración narcisista del “tener la razón” o la puesta en escena de la superioridad ética o estética de los indignados. Esto por sí mismo no constituirá “común”, mucho menos convocará a un número de personas relevante o a esa mayoría cuya acción o inacción decide a fin de cuentas. Tal vez, la organización de múltiples ensayos, encuentros dialógicos, conversaciones donde los deseos anti-neoliberales, anti-dogmáticos e incluso anti-capitalistas escuchen, respeten y se expongan a la razón de sus “adversarios” transporte un comienzo. Sobre todo que se especifique y se discuta puntualmente la experiencia económica e institucional que lidiará de forma responsable y eficaz con lo que supuestamente la Junta viene a “resolver” tras la revelación fantasmática del ELA y la obscenidad impagable demandada por la usura billonaria. Así ¿qué tipo de proceso descolonizador “actualizará” un orden institucional que satisfaga los reclamos sectoriales, transversales de los diversos grupos que son hoy la sociedad y cultura puertorriqueñas?
Habría que quizás ensayar con otros cuerpos, con otras voces, con otros espacios e instituciones poco frecuentados, poco familiares, incómodos para la izquierda o el soberanismo puertorriqueños. No sé. Cosa de salir del grupito, tú sabes, al menos como modo de repensar, revisar y escapar del gesto acostumbrado, del gestar tradicional. No apostaría a la conversión, ni a la iluminación ideológica. La mayoría no es anti-capitalista, ni es anti-neoliberal por lo que privilegiar el discurso del patrimonio, de una descolonización nativista, pre-moderna, anti-institucionalista y anti-estadounidense moldeada con los cánticos de la izquierda jurásica, ya tú sabes…
Exhibir la independencia, el ELA no territorial (yisus cráist) o la estadidad, como piedra angular, o como talismán con los cuales levantar la nueva patria en ausencia de ejercicios democráticos y de demostraciones-actos democráticos (incluidas propuestas institucionales específicas dirigidas al mejoramiento y bienestar cotidiano de todos por modestas que sean) es negarse otra vez a experimentar un crecimiento numérico significativo, darle la espalda a una probabilidad gubernamental e institucional (abierta, ágil, justa) realizable en algún momento del futuro. No digo tampoco que esto hay que “redactarlo” ya, pero habría que andar pensándolo. Insistir en lo contrario, en lo siempre-igual es no haber aprendido algo del páramo tóxico (literal, económico y metafórico) que dejó la salida de la Marina a los viequenses o del collar de huelgas que guinda del cuerpo famélico de la Universidad de Puerto Rico. ¿De qué vale recibir las llaves de un aparato institucional arruinado, pauperizado, si en verdad no se cree en él, se lo desprecia, y al final de cuentas tampoco se lo sabe manejar con eficacia?
Podríamos evitarnos, por lo tanto, la esperanza de un cambio que supuestamente llegará tras haber sido proclamadas las demandas de los indignados. Hay que mirar a la cara la no-negociación del goce y la sabrosura del ethos social puertorriqueño (ojo, esto no es un estado idílico ni idealizable). Se trata, creo, de un reto ineludible para cualquier fuerza política, sobre todo para la izquierda en Puerto Rico, históricamente sintonizada y mimética ante la pacatería, la normatividad y el puritanismo represivo de sus camaradas internacionales. Pasemos de largo ante el rasgar de las vestiduras patrióticas, ante las sempiternas consignas, ante la denostación sádica (a menos que te guste la pendejá), incluida la bullanguera disfrazada de crítica, ante el figureo o el bodybuilding moralizante no importa su vocabulario. ¿Cuán transitivos son hoy adoctrinamientos, pedagogías, tipologías, basureos o “complejos” patatús de odio como modos de alguna política alternativa (sic)?
Trabajar la burundanga. Experimentar con la burundanga. Darle cuerpo, hacerla sensible en la conversación política, conocerle sus marcas, sus modos y sus traumas. Me refiero a la “burundanga” que trabajara, no sin ambigüedad, nuestro poeta mayor Luis Palés Matos, pues me parece que en ella se agita una potencialidad política nuestra con una coherencia social centenaria. Cogida por y con sus enemigos, amalgamada con sus saberes e imposibilidades, esta persistente e impura gozadera es ese cuerpo y esa vida sensible (Coccia) que se niega a ceder aún ante fugas, instrumentalizaciones, desastres y violencias de todo tipo.
Apertura, flexibilidad, humor, justicia y solidaridad distributiva, rigor, hospitalidad ante el/lo extraño y un abrazo in-negociable a la complejidad. En estos días, luego de la masacre homofóbica en Orlando, Florida, la parada de orgullo LGBTT en Puerto Rico tuvo una, sino, la más concurrida de sus paradas en años recientes y no pareció que el duelo, la tristeza y la indignación tremebunda (que estuvieron presentes) decidieran la firma pública de los rostros y de los cuerpos reproducidos en las fotos de Herminio Rodríguez y las crónicas de Manuel Clavell Carrasquillo.
Ante la PROMESA, dudar de cualquier modalidad de la promesa o de la buena nueva. Seguir de largo ante cualquier discurso que fantasmee con hallar por el revés de la Junta (su forma, su discurso y sus virreyes) el código luminoso de nuestra libertad y felicidad. Abandonar la repetición autocomplaciente del “te lo dije, Puerto Rico siempre ha sido una colonia”. Enunciar estas palabras, una y otra y otra vez, no dispondrá alguna posibilidad democrática real si nuestro actuar-y-decir políticos carecen de autoridad y credibilidad entre todos los demás.
Textos citados
Coccia, Emanuelle. Sensible Life. Scott Alan Stuart (trans.) New York: Fordham University Press, 2016.
Villacañas, José Luis. Populismo. Madrid: La Huerta Grande, 2015.
*Fuente: del blog Boca del cangrejo: manglaria