Carol
¿Por qué la gente se enamora? No es fácil la respuesta, y este filme delicado, sublime, magníficamente actuado, muy bien dirigido y a veces lento no la suple porque nadie sabe. Lo que sí sabemos es que puede ser algo tan súbito que damos credibilidad a la idea del “flechazo” de Cupido, ese tipillo travieso cuya aljaba tiene cabida infinita para flechas. Ese súbito pinchazo que produce un éxtasis que tiene duración impredecible le ocurre a Therese Belivet (Rooney Mara) cuando de lejos ve a Carol Aird (Kate Blanchett) en la tienda que trabaja. ¿Pero quién puede estar inmune a Blanchett en abrigo de visón, rojo sombrero comedido que hace juego con sus labios, sus uñas y su bufanda? Además, están los pómulos y esa boca amplia y llena, facciones que parecen diseñadas para poder sostener la mirada refulgente. Ciertamente Therese no se salva. Nosotros tampoco.
Therese está empleada en una tienda llamada Frankenberg’s en Manhattan (Bloomingdales, obvio) durante la temporada de Navidad y al detectar a Carol su mundo cambia para siempre. No es solo que la mujer parece brillar sino que parece hacerlo solo para ella como si hubiera descendido de algún lugar remoto para hacer contacto con ella. Cuando de repente la tiene ante sí percibimos en el intercambio que constituye su primera interacción que las sensaciones de ambas ya están plasmadas y reconocemos que el amor es impredecible y caprichoso.
Mara es una joven actriz que en ciertos ángulos de cámara recuerda levemente a Audrey Hepburn pero su encanto reside más bien en que emana una combinación de la hija del vecino con sexualidad callada y sensible. Su Therese es un compendio de ignorancia verdaderamente ingenua y da la sensación de que lo que busca en la vida no es lo que la sociedad de 1952-53 le ofrece. Ese detalle y cómo la guionista Phillis Nagy ha tomado el personaje original de Patricia Highsmith para llevarlo a la pantalla son dos logros de la cinta. Therese tiene un novio a quien no quiere como él la quiere y resiste acercamientos sexuales de un amigo porque no es lo que la excita. Mara procede a manejar estas escenas con tal delicadeza y realismo que entendemos que la percepción de su orientación sexual no la ha de amedrentar ni persuadir. Lo notable es que de muchas maneras, es ella, la sin experiencia, la que va guiando a la mujer mayor a través de los laberintos iniciales de su relación.
Blanchett sufre al principio sin mucha esperanza, pero su relación con su nueva amiga va expandiéndose y creciendo de forma silenciosa e inevitable y, de hecho, le sirve de remanso de los ataques de su marido acaudalado que dice quererla a la vez que detesta su verdadera inclinación sexual. El chantaje emocional a la que la somete es muy fuerte y Carol tiene que decidir qué va hacer ante la pasión que la impulsa a tomar una decisión.
La trama de la película es muy simple y no diré nada más que le vaya a revelar algo a quienes piensan que en una película como esta eso es importante. De hecho, lo que es crítico en este filme es cómo está contada la historia y cómo va evolucionando y madurando la relación entre los dos personajes principales.
La recreación del principio de los años cincuenta es impecable y los detalles que muestran que la riqueza de la familia Harge Aird (Kyle Chandler) -el marido de Carol- no es nueva, está plasmada en el hecho de que conducen automóviles Packard Super de Luxe, no Cadillacs Coupe de Ville; los taxis son Chevrolet o Dodge de 1949 y 50 como sería el caso. Cónsono con la procedencia y la sofisticación de Carol, cuando llegan a Chicago se quedan en el Drake y cenan en el Cape Cod Room. Té en Manhattan es en el Plaza y cena en el Oak Room del Algonquin. Todo esto sucede con una naturalidad y falta de exceso admirable y nos permite entender un aspecto importante del filme que requiere la intuición del observador: la diferencia social y de escolaridad entre Carol y Therese, y las vicisitudes que han de aflorar en su relación.
Asociamos a Patricia Highsmith con thrillers, algunos de los cuales han sido llevados a la pantalla: “Strangers on a Train” en 1951; “The Talented Mr. Ripley” en 1960 como “Purple Noon”, y luego con su nombre en 1999; y otras. La novela “The Price of Salt”, en la cual está basado el filme, la publicó bajo pseudónimo en 1952 y vendió más de un millón de copias a través de los años. La autora nos ha dejado un testimonio de lo que confrontaba una mujer lesbiana en esa época y el filme ha sido fiel a lo que Highsmith nos quiso trasmitir. Mi única crítica es que me pareció que algunas escenas se prolongaron más de lo debido, pero como no he leído el libro puede que malinterprete el por qué de la decisión de la guionista y el director. Lo más importante es que verán dos actuaciones de gran calidad y sensibilidad en una película hermosa.