Ceremonial de la amistad: José Lezama Lima y Virgilio Piñera
“Matices de la amistad intelectual
que es extremadamente complicada, sutil, laberíntica,
hecha de avances y retrocesos
como la lucha de siempre entre el toro
y la sutiliza del corcel mediterráneo.
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“Amistad creadora
entendida no solo como un disfrute,
sino punzadora, a veces implacable,
con misteriosas pausas,
como sumergida por debajo del mar.”
(Interrogando a Lezama Lima)
“Qué sereno tiempo cuando este libro y tu libro;
tus libros y mis libros
se encuentren en una librería cualquiera
en ese precioso tiempo que forman
cien años sobre tu muerte y la mía.”
Virgilio Piñera
“Piñera y Lezama tuvieron amistad y enemistades,
grandes disgustos y solemnes reconciliaciones,
largas separaciones y duraderas concordias.”
–Antón Arrufat
Durante el mes de octubre de 2012 tuve la oportunidad de participar en las actividades organizadas con motivo del centenario del nacimiento de Virgilio Piñera. En estos días, el 50 aniversario de la publicación de Paradiso, y la conmemoración de los 40 años de la muerte de Lezama Lima, vuelven a traer a mi memoria los detalles comentados por muchos, de su ambivalente amistad.
En su “Asedio a Lezama Lima” Ciro Bianchi Ross confiesa, refiriéndose al poeta y novelista cubano, que su casa siempre estuvo abierta para todo visitante. Añade que le asombraba la generosidad con que compartía su tiempo con todos los que quisieran conocerlo. Sobre todo, menciona cómo ni siquiera sus amigos más íntimos podían librarse tampoco de su constante ironía.[i]
Entre esos ceremoniales de cercanías y distancias, podemos afirmar que las vidas y las obras de Virgilio Piñera y Lezama Lima, con sus encuentros y desencuentros, estuvieron y estarán siempre entrelazadas. El acuerdo parece ser que son y serán complementarias. Ya sea por sus acercamientos, o por sus oposiciones. Escribe Francisco Morán que ambos, al igual que los que participaban en los círculos artísticos y literarios en que compartieron, se pensaron recurrentemente como el primero y el segundo. Nos dice Morán como el mismo Piñera narra la siguiente escena en casa de Lezama durante una de las fiestas para conmemorar su santo:
Una vez que todos se han, por así decir, ʻsuculentadoʼ, el arquitecto Bilbao se dispone a inmortalizar velada tan agradable mediante las fotos que tomarán él y el mágico lente de su cámara. Aquí todo un problema de preséances: quién se inmortalizará con el Maestro; por supuesto todos afirman a una que el otro Maestro, el Piñera, si no tan glorioso al menos tan viejo como el maestro número uno. Así pues, el lente mágico del arquitecto Bilbao toma al Maestro número uno y al Maestro número dos, ambos sentados, como dos caguamas filosóficas calentándose con el sol de los muertos y el no menos muerto sol de la gloria literaria.
En la primera estrofa de “El hechizado”, soneto que Piñera dedica a la muerte de Lezama, el 9 de agosto de 1976, comienza diciendo:
Por un plazo que no pude señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
Lezama, a su manera, también se hizo eco, en varios textos, de esa relación que desde ahora llamaremos como la de “la complementariedad entre el primero y el segundo”. En “Virgilio Piñera cumple 60 años”, poema recopilado póstumamente en Fragmentos a su Imán de 1977, Lezama identifica esta irremediable inseparabilidad de los contrarios en unos versos que, según el mismo poeta, abrigaba un poco, y tan solo en lo posible, la intención de reponder al ya legendario juego de oposiciones. Comienza diciendo:
Como un pistoletazo en el violáceo azufre
los ángeles pactan con los demonios,
buscando el gran ojo primigenio.
Vuelven los demonios a pactar con los ángeles,
buscando la sabiduría
de las ondas del pífano
al penetrar en la ciudad.
Se puede verificar en varias fuentes que el “ojo primigenio” podría ser una oscura alusión a la creación de los seres humanos en uno de los mitos egipcios del período pre-dinástico. Como nacemos de las lágrimas del ojo divino (dice la leyenda), temporalmente nublado, es parte de nuestra naturaleza el estar impedidos y limitados en el intento de alcanzar el conocimiento. La búsqueda del “ojo primigenio” y de “la sabiduría” serían, entonces, las consecuencias del pacto entre los contrarios; de la coincidencia entre los opuestos de la tradición mística oriental con la que Lezama estaba muy bien familiarizado a través de su lectura del Tao Te Kin y de los escritos de Carl Gustav Jung.
Dos títulos de ensayos de Teresa Cristófani Barreto, de la Universidad de Sao Paulo, Brasil, me proporcionan indicadores adicionales, para sustentar esta hipótesis. El primero: “Virgilio Piñera, o magro devorador de Lezama Lima” y el segundo: “Lezama devora o magro Virgilio”[ii]. Sugiere Cristófani Barreto que esta antropofagia ritual/literaria a la que se alude en sus títulos se refiere a la pieza teatral El flaco y el gordo, que Piñera terminó en 1959, meses después del triunfo de la Revolución Cubana y que, según señala Rita Molinero, en diversas ocasiones ha sido interpretada como una imagen de la rivalidad entre los dos escritores[iii]. El flaco no solo mata al gordo “mientras dormía la siesta”, sino que, en el proceso, señala Eugenio Ballou en su ensayo “El gordo y el flaco (o el banquete simulado)”, se va completando una metamorfosis progresiva en la que el flaco comienza imitando al gordo hasta finalmente convertirse en él, o al menos en lo que él representa[iv].
Sigamos de cerca la escena. Dirá el flaco con afectación, tirando al suelo la tibia del gordo que se está comiendo cuando levanta el telón por segunda ocasión:
“¡Qué banquetazo! (se pasa la mano por la barriga) ¡Oh, perdonen la expresión!, pero con los tiempos que corren …(pausa)… Me expresaré cultamente: ¡un banquete a lo Enrique Octavo!”[v]
Marcelo Uribe, en la introducción que escribe a la edición facsimilar de la revista Orígenes, en la que participara Piñera y que fue dirigida por Lezama, también se da cuenta de esta relación de complementariedad que estoy proponiendo. Hablando sobre la revista Poeta (de la cual solo aparecieron dos números) y que fuera una de las varias que Piñera publicó en oposición a las que publicó Lezama, afirma:
Pese a su corta vida y escasas páginas, Poeta encarna con claridad la propensión iconoclasta y antisolemne de Piñera, cuyo objeto favorito es Lezama, su alter ego, el reverso de su imagen.[vi]
Eso del reverso de “su alter ego” y “reverso de su imagen” se ha usado en varias ocasiones por los especialistas para describir los vaivenes de su relación, pero nunca como en el número 114, de 2009, de la revista República de las Letras, dedicado completamente a Virgilio Piñera y publicada por la Asociación Colegial de Escritores de España. En la aportación de Reinaldo Montero, “La eficacia de la crueldad”, una de las secciones del ensayo viene con el subtítulo de: “paréntesis Lezama-Piñera / Piñera-Lezama”. Así, Piñera y Lezama tal cual, juntos e intercambiables[vii].
¿Por qué, entonces, la balanza se ha inclinado del lado de las críticas y las confrontaciones? Acerquémonos para reinterpretar, despejar y dejar al lado los elementos más superficiales de esta controversia que han sido, sin embargo y lamentablemente, los de mayor gusto y conocimiento popular. Y no porque carezcan, como veremos, de valor interpretativo, sino poque se han utlizado una y otra vez para resaltar su color y así satisfacer esa natural inclinación y atracción que muchas veces sentimos hacia cierto tipo de texto literario que se especializa en los acercamientos anecdóticos/biográficos. Posiblemente, unos de los más conocidos y mejor escritos son los encuentros y encontronazos descritos por Guillermo Cabrera Infante en su ensayo “Vidas para leerlas” y en Mea Cuba.
En uno de los más comentados, Cabrera Infante lo ubica en las afueras de un prostíbulo masculino en el Callejón del Chorro, muy cercano a la Plaza de la Catedral, en La Habana Vieja. Virgilio venía acompañado por el músico Natalio Galán que es quien primero narra el cuento.
Apacible [venía Lezama] con un puro recién encendido en la boca, en la cara un aire de satisfacción que tal vez se la produjera el tabaco o pensar un poema. Lezama notó a los dos artistas, pero no se inmutó y en alta voz, con su acento asmátco dijo: “¿qué Virgilio, también en busca del unicornio oculto en espesura?[viii]
Lo que al día de hoy me parece más interesante de las diferentes descripciones de este encuentro es que a la mayoría de quienes lo comentan se les escape el evidente juego entre dos gigantes mentalidades y sensibilidades hipertrofiadas. Podemos entonces suponer que ninguno de nuestros escritores iba a desperdiciar tan maravillosa ocasión. No olvidemos que nos encontramos en las inmediaciones de la Plaza de la Catedral y que, por su parte, ambos saben perfectamente bien a qué se debía su encuentro. Inmediatamente comenzó el juego. El “unicornio oculto en espesura”, imagen de evidente alusión al pene y la relación homosexual, es también símbolo medievalista de la Virgen y de Cristo. Cuál fuera la respuesta de Virgilio, curiosamente, varía dependiendo de quién cuente la anécdota y de cuál sea el matiz que quiera darle. Es esta una de las cualidades fundamentales de la historia que se ha convertido en leyenda o, vice versa, de la leyenda que, por el uso, hemos convertido en historia.
La narración de Cabrera Infante lleva la siguiente acotación, a mi parecer muy significativa: “A lo que contestó Virgilio, extrañamente, pues, aunque podía ser ingenioso, nunca fue culterano”, para entonces, finalmente, presentar su respuesta: “No, Lezama, cubrimos el mismo coto de caza.” Y ahora pregunto, y: ¿por qué el extrañamente? Pues insiste, sin quererlo, en continuar la imagen que se ha construído hasta el día de hoy de los dos maestros: el primero (el sabio libresco) y el segundo (el ingenioso). Al mismo Cabrera Infante se le escapa lo más simple. Lezama adelanta el doble sentido y Virgilio, que lo reconoce inmediatamente, lo amplía y lo continúa. Es como decir: “Aquí, entre la Catedral y el prostíbulo, tú y yo estamos buscando lo mismo”.
El poeta y ensayista cubano Jesús Barquet concluye que “este contrapunto Piñera-Lezama ha polarizado estéticamente a la literatura cubana desde entonces” cuando lo cierto es que se venía fraguando, como él mismo lo señala en su ensayo, desde la generación de los minoristas (o Falange de Acción Cubana) y, más adelante, con la de la Revista Avance (1927-1930). En una entrevista que Piñera ofrece para el periódico El Mundo del 1 de febrero de 1948 hace clara referencia a lo que Lezama llamaba, para esos mismos años, la desustanciación (perdida de sustancia) de la nacionalidad y la cultura cubana[ix].
¿Cuál es, entonces, el fundamento de los desencuentros? En 1936, en el estudio que Juan Ramón Jiménez (entonces en La Habana) publica sobre poesía (La poesía cubana en 1936), figuran textos de ambos: Lezama y Piñera. Así también, en la segunda revista de Lezama (Espuela de Plata), en la que aparecen un poema y un ensayo de Virgilio. También le debemos a Piñera uno de los primeros comentarios sobre la “Muerte de Narciso” y Enemigo Rumor, ambos de Lezama, ensayo donde inclusive defiende a su amigo de la crítica que ya se venía dando y que acusaban a Lezama de “hombre barroco y sin angustia” y de “poeta intelectual”. Escribe Piñera:
Para Lezama —complicada visión por dilatada pupila— se hace necesidad conducir los estados por lujosa manera. (…) Ante semejante mosaico bizantino se piensa una teoría de la gran imagen estructurada por miríadas de imágenes, en donde la suntuosidad de sus elementos determinaría en el no avisado ojo la sensación de que asiste a un incoherente discurso. Porque el modo de poesía en Lezama plantea un distinto enfoque de los precisos enlaces que forman la rendida atmósfera del cuerpo de la poesía; aquel cuerpo no iniciado perderíase en el aparente caos de su palabra, de su discurso, de su cláusula, siempre tan enseriada que ausenta la posibilidad de lo amable honesto (“Dos poetas” 17).
Sin embargo, en una carta fechada el 19 de mayo de 1944, a los editores de la revista de Lezama, aparece una postura, totalmente distinta:
Yo quiero decir concretamente que Orígenes tiene que llenarse de realidad, y lo que es aún más importante y dramático: hacer real nuestra realidad. Orígenes tiene arte pero carece de fuerza.[x]
¿Fuerza para qué? ¿Para transformar la realidad o para representarla a través de la palabra? La respuesta podríamos encontrarla en los dos editoriales publicados en su revista Poeta, que son una especie de síntesis de teoría literaria y que llevan el título de “Terribilia meditans”. Allí dirá, ni para transformarla, ni para representarla. Llega inclusive a afirmar que su poema más largo y más conocido, “La isla en peso” de 1943 es: “el antilezamismo en persona”[xi].
Para Virgilio Piñera, la imagen, como lo era para Lezama, no puede sustituir a la naturaleza perdida. Sus inclinaciones existencialistas y surrealistas (otro aspecto del desencuentro) le llevarían a concluir sobre la presencia del absurdo y la nada. Sin embargo, seguirían los momentos de encuentro. De Electra Garrigó, Lezama comentará que es “una de las 10 obras imprescindibles de la literatura” y Virgilio será uno de los primeros en comunicarle a Lezama la importancia de su novela Paradiso. En lo que vendría a ser una especie de archivo inédito de Piñera sacado a la luz por la revista Albur aparece lo siguiente:
Se entregarán todos mis papeles literarios a mi amigo, José Lezama Lima, quien procederá a destruir de los mismos todo aquello que signifique ‘lugares comunes’ en la evolución de la literatura universal[xii].
Mucho queda por decir y reflexionar sobre una relación que sin lugar a dudas de alguna manera ha sido muy significativa en los caminos por donde prosiguieron las letras y las artes en Cuba. Por lo pronto, habrá que concluir, con el Bueno Digamos de Piñera:
Pronto nos pondremos a conversar
no encima de las ruinas, sino del recuerdo
porque fíjate: son ingrávidos
y nosotros ahora empezamos.
Referencias
[i] En Ciro Bianchi Ross. Así hablaba Lezama Lima. Entrevistas. La Habana: Instituto Cubano de Libro, 2013.[ii] Teresa Cristófani Barreto. El primero de los ensayos (A) aparece en una traducción al español bajo el título: “La poética silenciada de Virgilio Piñera” en el número 25 de la Revista Unión de La Habana en 1996. El segundo de los ensayos (B)se incluye en la colección de ensayos recopilada por Rita Molinero en el año 2002 bajo el título: Virgilio Piñera. La memoria del cuerpo, de la editorial Plaza Mayor.
[iii] Cristófani Barreto (B), p. 263. Rita Molinero en la introducción para Virgilio Piñera. La memoria del cuerpo
[iv] Eugenio Ballou. “El flaco y el gordo (o el banquete simulado)”. En: la p. 471 de Virgilio Piñera. La memoria del cuerpo.
[v] Citado en Eugenio Ballou. “El flaco y el gordo (o el banquete simulado)”, p. 473.
[vi] Marcelo Uribe. “Introducción”. Orígenes. Revista de arte y literatura. Edición Facsimilar. El Equilibrista/Turner, 1989. También parece citado el pasaje en el ensayo de Jesús J. Barquet. “El inicio de una disidencia esencial en los cuarenta: Virgilio Piñera como editor de Poeta y crítico generacional”. Virgilio Piñera. La memoria del cuerpo, p. 369.
[vii] Este número 114 de República de las letras se presentó en La Habana en diciembre de 2009.
[viii] Gabriel Cabrera Infante. “Vidas para leerlas”, p. 7
[ix] Jesús J. Barquet. “El inicio de una disidencia esencial en los cuarenta: Virgilio Piñera como editor de Poeta y crítico generacional”. P. 372
[x] Citado en Aída Beaupied. “Conflictos y transmutaciones en la poética antilezamista de Virgilio Piñeda”. Virgilio Piñera. La memoria del cuerpo, p. 276.
[xi] Aída Beaupied, p. 272
[xii] Iván González Cruz. Virgilio Piñera. Inéditos. Edición Facsimilar. Revista Albur. Enero de 1990.