«Channeling» a Alexander Hamilton
Pero pienso que en la Isla también han celebrado mi vida de revolucionario anticolonial. Si es así, es una celebración vicaria: aunque el pueblo puertorriqueño haya prácticamente perdido la fe en liberarse de su propia condición colonial, han podido disfrutar plenamente esta obra sin el inconveniente de lucir subversivos o tener que comprometerse.
Es vergonzoso que los Estados Unidos que yo ayudé a liberar a su vez mantenga una colonia. El amo colonial tiene mucha responsabilidad por la depresión económica que desde años ha estado hundiendo a Puerto Rico y por la deuda insostenible que hipoteca su futuro.
Cuando era Secretario del Tesoro bajo Washington, decidí pagar las deudas incurridas en la guerra revolucionaria no solo del gobierno federal sino de los estados para así limpiar el terreno de obstáculos fiscales al desarrollo económico. Si fuera presidente ahora haría lo mismo con la deuda de Puerto Rico.
El actual presidente, Donald Trump no va a hacer eso. No le importa la isla. ¿Qué es lo que le importa? Su propia imagen y el poder, y los “Estados Unidos Primero”. Se dice nacionalista, pero carece de compromiso con la fundación de su nación, la Constitución y los valores que encarna. Un valor básico es la separación de poderes entre las tres ramas del gobierno. Trump lo viola cuando declara un “estado de emergencia” fraudulento para conseguir fondos a espaldas del Congreso para construir una muralla innecesaria.
Me reconozco cierta responsabilidad por Trump. Yo fui quien impulsé una Convención Constitucional para remplazar el débil gobierno confederado que había surgido después de la Revolución. Quise lograr un presidente fuerte. Esto era difícil porque la gente recordaba las acciones arbitrarias del monarca inglés. De hecho, casi todos los nuevos estados crearan concilios ejecutivos en vez de un solo gobernador. Pero en la Convención pude argumentar exitosamente a favor de un solo presidente. Incluso, abogué por un presidente vitalicio, pero afortunadamente—viendo ahora a Trump—no prevalecí.
En lo económico también tengo alguna responsabilidad indirecta por Trump. Al igual que él, yo favorecía a los ricos en mis planes económicos. Como primer Secretario del Tesoro, quise dejar una fundación económica sólida para la nueva república; creí que los elementos claves serían la manufactura y el comercio, no la agricultura como pensaba mi contrincante Jefferson. Mis seguidores en el Partido Federalista eran banqueros, manufactureros y comerciantes, y promoví sus intereses desde mi oficio de confianza bajo el Presidente Washington. Para mí, la libertad y la propiedad eran inseparables.
Pero soy optimista. Veo que la república después de más de dos siglos aún parece capaz de restringir un presidente como Trump mediante una prensa alerta, múltiples investigaciones de su conducta, y candidatos/as demócratas empujantes. Por otro lado, no es inconcebible que Estados Unidos reconozca y corrija su fallado experimento colonial en Puerto Rico. Sin embargo, para lograr eso hará falta que el mismo Puerto Rico encuentre la forma y la valentía para empujar a Estados Unidos a este desenlace. Requerirá una desmedida ambición y energía, la misma que tuve en vida y que Lin Manuel me da en “Hamilton”.