Cine es cine es cine
En muchas ocasiones he expresado mi sentir sobre las etiquetas en el arte. Es innecesario que lo vuelva a hacer, particularmente cuando la muestra del Queer Film Fest, en el que fui jurado, demuestra por sí sola mi argumento. Los filmes escogidos para competir para el gran premio no necesitaban otra introducción al espectador que “Cine”. Vi muy buenas películas que tenían temas gay, lésbicos y transgénero tal y como tienen algunas películas temas de vaqueros, banqueros y abogados. Trataron de la injusticia, el discrimen, la crueldad, el prejuicio, la pobreza, la alegría y la tristeza, como han hecho filmes que, por falta de otro término, llamaré heterosexuales.
En los filmes que se presentaron, resaltó la diferencia entre trama y cuento lo que hizo innecesario etiquetar las películas. Esa distinción entre trama y cuento que el gran escritor E. M. Forster definió para la novela, ha sido pensada y analizada a un gran nivel en lo que respecta al cine por otro gran artista, Martin Scorsese. Algunos han querido disminuir la influencia de Forster en la definición de Scorsese pero me parece innegable que la hay. La trama es lo que pasa; el cuento es por qué pasa lo que pasa. En el cine por qué pasa está sostenido y aumentado por la forma cinemática (cámara, composición, música, actuación, etc.). Es obvio, sin embargo, que el lenguaje cinemático suple unos aspectos de la narrativa que no tiene la novela, pero lo fundamental de la novela, la escritura, está presente siempre en una película. Sin algo escrito, no hay cine.
Cuando se tiene imaginación leer una novela permite ver lo que está sucediendo; el lenguaje cinemático se entiende con ojos y oídos, pero su fluidez y significado yace en el guión y en la destreza del cámara, el editor y el director para ordenar la “escritura” de modo que nos satisfaga y nos sorprenda. Los medios son diferentes, pero cómo se cuenta y qué efecto tiene la composición de las tomas es un juego exuberante entre el lector/observador y el escritor/director. Que los efectos (no los especiales o digitales) cinemáticos hagan recordar partes de un filme y nos induzca volver a verlos aunque ya se sepa la trama, es una de las características de una buena película.
En 52 Tuesdays un filme con una propuesta parecida a Boyhood, pues se filmó en cincuenta y dos martes consecutivos a lo largo de un año, la distinción entre trama e historia está a plena vista (lo está también en las otras películas que reseño brevemente aquí). Los conflictos internos y aquellos compartidos son de igual magnitud e importancia para las dos mujeres, una adolescente que batalla con su transición al mundo adulto que la rodea, y su madre que está en transición sexual a ser hombre. Ambas están luchando por su libertad y sus derechos. Billie (Tilda Cobham-Hervey) tiene dieciséis años y decide vivir por sola cuando su madre, ahora James (Del Herbert–Jane), inicia el tratamiento hormonal para su transición. Cada martes comienza precisamente con las doce y un segundo de la madrugada y termina a las doce de la noche de ese día, ritmo que Sophie White la directora, productora y coguionista de este fascinante filme replicó en su filmación. La directora consigue actuaciones de calidad de sus actores y, a pesar de los muchos temas que aborda, consigue una cohesión narrativa que permite apreciar las frustraciones psicológicas de madre e hija y de los que están tocados por sus avatares y metamorfosis.
La disciplina fílmica que hace los cincuenta y dos martes interesantes, está también expuesta en la tímida y encantadora comedia drama The Way He Looks que trata del romance floreciente entre Leonardo (Ghilherme Lobo), un chico adolescente ciego, con Gabriel (Fabio Audi) el nuevo y apuesto alumno que llega a su escuela y se amiga con él y su mejor amiga Giovana (Tess Amorim). Es una especie de bildungsroman que brilla por su sencillez, su ritmo narrativo, y el encanto de los tres amigos. A pesar de que es bastante obvio qué ha de suceder, es cómo hilvana el cuento el director guionista Daniel Ribeiro para darnos una visión de las relaciones que desarrollan los adolescentes que les cambian sus vidas para siempre.
Más compleja y oscura es Salvation Army una cinta que también narra una transición: la de adolescente a adulto, de un chico árabe (marroquí) de Casablanca cuyas inclinaciones homoeróticas comienzan dirigidas a su hermano mayor, sin que este lo sepa. Abdellah (Said Mrini, joven; Karim Ait M’Hand, adulto) le hace favores sexuales a varios hombres que, a veces, le regalan cosas. Su padre lo adora, pero desconocemos si sabe de la sexualidad de su hijo; él reciproca ese amor, pero el padre abusa físicamente de la madre y eso los distancia cuando el muchacho se abanderiza con ella. Con su hermano mayor Silmane (Amine Ennaji) y el más chico Mustapha (Hamza Slaoui) se va de vacaciones y continúa sus aventuras sexuales pasajeras con desconocidos, pero comienza a decepcionarse con el comportamiento de su hermano. Esta primera parte del filme tiene un tono silencioso muy apropiado al secreto que guarda el chico. Es además una queja silente por el hecho de que en Marruecos ser homosexual es un crimen. El director guionista Abdellah Taïa, adaptó su propia novela autobiográfica con esmero en esta primera parte. Es desafortunado que la transición a adulto del personaje principal ha sido influenciada por sucesos que desconocemos y fuerzas que han cambiado radicalmente sus actitudes. No es que eso sorprenda, sino que sin algo en qué apoyar ese giro en el carácter del protagonista se dificulta apreciar los motivos de Abdellah hacia un amante suizo que ha descartado, a pesar de que el hombre lo quiere, y entender qué lo motiva según, paradójicamente, huye en busca de su libertad. Se destaca en la cinta la cinematografía de Agnès Godard, pero no compensa por los defectos narrativos. Sí hay que reconocer que la novela y la película de Taïa han abierto una brecha (por pequeña que sea) para miembros de la comunidad GLBTT en los países árabes.
La marginalidad social impulsada por la política se destaca en la divertida y celebratoria Tatuaje, un filme brasileño de gran calidad que sigue las peripecias de una troupe de performeros transformistas, heterosexuales, transexuales y gais que mudan su compañía a una casa en Recife donde conjuran sus espectáculos. La trama trata el romance entre el jefe del grupo (es también coreógrafo, director y actor) Clécio (Irandhir Santos) quien seduce a Fininho, un joven soldado que tiene impulsos homeróticos que hasta entonces ha suprimido. La tensión se crea porque el muchacho es el novio de la hermana de la amiga amante de Clécio Paulette (Rodrigo García), una de las estrellas del “Show de Estrellas”. La película transcurre en Brasil en 1978 durante la dictadura militar de Ernesto Geisel. Clécio es un anarquista que escribe sainetes llenos de filosofía, poesía, referencias literarias y pensamientos que apelan al sentido común de la audiencia. El filme es muy divertido y los diálogos fascinan por su audacia y comicidad. Uno de los números musicales más graciosos jamás filmados hace una celebración absoluta y desfachatada de algo que todos tenemos y que su diseñador denomina la “utopía del culo”. Es, desde el punto de vista visual, más modesto que cualquier montaje de Busby Berkeley, pero mucho más imaginativo y “witty realista” que cualquier cosa que el gran coreógrafo diseñara. La película es un gran triunfo para el director guionista Hilton Lacerda, quien ha mantenido un toque liviano sobre su película, sin sacrificar sus agudos comentarios sobre la persecución y el abuso de un grupo minoritario.
Contrastando con todas las demás, Tom at the Farm es un thriller psicológico que va por las sendas que nos han legado Alfred Hitchcock y, recientemente, Michael Haneke, particularmente en Funny Games. En ella Tom (Xavier Dolan; que también escribió el guión con el dramaturgo Michel Marc Bouchard, y dirigió), un publicista, va sin ser invitado al funeral de su amante. El problema se presenta cuando descubrimos que la madre del difunto, que sufre una especie de psicosis crónica porque su hijo menor había desaparecido de su vida, no sabía de su vida secreta. Peor aún, el hermano mayor Francis (el aterrante Pierre-Yves Cardinal) es el psicópata residente del pueblito rural donde vive Agathe (la formidable Lise Roy), la madre del muerto Guillaume. La estructura del filme es parecida a la de otras películas de este tipo: lugares apartados y solitarios, imposibilidad de movimiento, dificultad para comunicarse, y un fenómeno que se ha estudiado en la psicopatía del apresado que es la fascinación con su nuevo “dueño” a pesar de ser torturado y abusado. La tensión erótica que se desarrolla entre Francis y Tom nos indica también que la homofobia del primero es resultado del odio propio a la supresión de su impulso. Aunque la cinta no tiene el suspenso y la tensión de la reciente y aterradora Stranger by the Lake, forma junto a ella una núcleo de thrillers que son la contraparte de la fijación obsesiva que desarrollan algunos psicópatas heterosexuales. Entre los que se proyectaron en el festival este filme es bastante distinto a los otros y el más terrorífico.
Hay que destacar entre todas las cintas que competían el espectacular documental Mala Mala de los directores Dan Sickles y Antonio Santini. Esta cinta comienza como si fuera a ser la prima hermana de la estupenda Paris is Burning (1990), pionera en familiarizarnos con algunos problemas de raza, clase, género y sexualidad en los Estados Unidos. Sin embargo, el documental da un giro y se convierte en uno que habita su propio territorio con su propia voz y lamentos. La solidaridad, la cooperación y la exigencia de igualdad para la comunidad GLBTT puertorriqueña debe de ser un ejemplo para todos alrededor del globo. Que aún exista el desconocimiento y el prejuicio contra un grupo de seres humanos es una marca en contra de la raza humana. Este documental podría ser usado como una introducción a los que quieren saber los sinsabores y atropellos a los que están sometidos personas a quienes hay que tratar justamente. En las conversaciones de las nueve personas entrevistadas, muchas de ellas dedicadas a la prostitución para poder vivir, se puede aprender más sobre la naturaleza filosófica del sentir de las personas atrapadas en cuerpos que no les corresponden que en muchos ensayos académicos sobre el tema. La calidad de la música compuesta por Flavien Berger, la cinematografía de Adam Uhl y las declaraciones de los y las entrevistadas son absolutamente sinceras y conmovedoras. No creo exagerar que puede ser el mejor documental jamás hecho en Puerto Rico. El impacto de la “Butterfly Trans Foundation” iniciada por Ivana, una de las transexuales más activas en la comunidad, incidió en establecer la Ley 22 de 2013 que prohíbe en Puerto Rico el discrimen por orientación sexual o de género. Es un avance importante y no se puede permitir que no se cumpla y no se implemente.
A pesar de que no competía y había sido proyectada en el festival pasado, no dejen de ver Pelo malo si tienen la oportunidad de hacerlo. La película venezolana es una joya que estudia los prejuicios que hasta una madre puede tener contra su hijo gay y ayuda a comprender hasta cierto punto el porqué estas incomprensiones humanas son tan difíciles de desarraigar. Como las otras películas que vi en el festival, es del mismo calibre y excelencia que cualquier cinta que no tenga etiquetas y comprueba que, como digo, cine es cine es cine.
(Muchas de las películas pueden verse en la red.)
*La película ganadora del gran premio fue Tatuaje. El filme se proyectará el miércoles 3 de diciembre en el anfiteatro de la Escuela de Artes Plásticas a las 7:00pm.