¿Cómo la geografía con perspectivas de género puede aportar al desarrollo de un periodismo solidario?
En años recientes, geógrafas feministas han comenzado a integrar el estudio de los medios de comunicación masiva a sus investigaciones sobre espacio y sociedad. En su trabajo, la geógrafa estadounidense Risa Whitson explica que el estudio de distintos contenidos y plataformas mediáticas sirve como referente para “entender mejor las normas, ideales y expectativas relacionadas al género” (Whitson, 2018). Asimismo, la investigadora promueve el análisis no solo de formas de comunicación masiva tradicionales como los periódicos impresos, sino que también resalta la importancia de examinar el contenido que se produce en el ciberespacio y en las distintas plataformas de redes sociales en la Internet. De esta forma, el estudio de la geografía puede fortalecerse con la evaluación de aquellas imágenes, textos, tramas e informaciones de origen mediático que de alguna manera u otra apelan a la construcción (y reproducción) de las relaciones entre el cuerpo, el género y los espacios.
Como componente de los medios de comunicación masiva, el contenido producido en el periodismo también representa un área de interés para quienes abordan la geografía desde acercamientos con perspectivas de género feministas. No son pocas las ocasiones en que el periodismo comercial reproduce las mismas violencias y exclusiones espaciales que se ejercen hacia grupos históricamente marginados o criminalizados desde distintas instituciones de poder. La prensa también puede contribuir a promover la devaluación de aquellos cuerpos e identidades que se “desvían” de los espacios y lugares que la cultura dominante les ha impuesto. Por ejemplo, son hartamente conocidas las líneas editoriales que insisten en culpar a las víctimas de violencia de género por el hecho de estar en el “lugar equivocado”.
Ante estas realidades que todavía persisten en las salas de redacción y en las mentalidades de algunos colegas de medios de prensa, propongo la integración de la geografía con perspectivas de género como herramienta que aporte a producir un periodismo solidario y feminista. Compartiré cinco aspectos que invitan a problematizar la forma en que se representan los espacios, lugares e identidades dentro del contenido periodístico. Uno de los objetivos es abrir la discusión para que tanto medios de prensa como escuelas de periodismo ponderen la utilidad de la geografía en la producción del contenido que se comunica al público a través de distintas plataformas. Asimismo, las sugerencias presentadas en este texto constituyen un esfuerzo por complementar el gran trabajo que ya hacen algunos medios feministas latinoamericanos, como es el caso de Todas en Puerto Rico. A continuación, expongo cinco temas o problemas para los cuales la integración de la geografía con perspectivas de género puede aportar al desarrollo de un periodismo alternativo.
1) Para la violencia de género no hay tal cosa como lugares aislados que deben reseñarse de manera separada.
Una de las grandes aportaciones de los estudios de género a la geografía académica es ampliar el número de escalas o espacios que pueden ser objeto de investigación (Ver el trabajo de McDowell, 2000). Aparte de los entornos que más comúnmente se estudian en la geografía, tales como la ciudad, los distritos comerciales, los sectores rurales, las regiones, las fronteras y las áreas naturales, la geografía con perspectivas de género integra el hogar y el cuerpo como importantes escalas de análisis. Para entender la violencia de género en su complejidad y trascendencia espacial, se debe partir de la premisa de que todas estas estas escalas están vinculadas entre sí.
Para propósitos del periodismo, la violencia de género acaecida en el hogar no debe evaluarse como algo desligado a lo que pueda ocurrir en espacios públicos como la calle o la playa. Todas estas instancias de agresiones emanan del mismo régimen patriarcal que menosprecia las vidas de las mujeres. Por tal razón, se debe evitar a toda costa entrevistar y citar fuentes (ejemplo: vecinos o familiares) que sugieran que el agresor era una persona “amable” o “humilde” en la comunidad. Tal planteamiento solo aumenta la invisibilidad de la violencia de género que se da dentro de la escala del hogar u otros entornos domésticos. Se sugiere, además, que, debido a su supuesto buen comportamiento en la calle, es imposible que ese hombre sea un agresor en el hogar. De manera similar se debe evitar reseñar determinados lugares públicos como (inevitablemente) “peligrosos”, sin integrar un análisis que cuestione las ideologías y violencias que hacen que esos lugares sean posibles escenarios de agresiones sexuales o acoso callejero. La ausencia de un análisis que problematice las características sociales de ciertos espacios y lugares reseñados como “peligrosos” lleva igualmente a glorificar el hogar como el entorno de paz que nunca debió abandonarse si se deseaba evitar la agresión.
2) No hay desastres naturales cuando hablamos de inequidades por razón de género.
Al reseñar la crisis climática en una región con tantos territorios insulares como el Caribe, es evidente que fenómenos como la aceleración de la erosión costera y la amenaza de ciclones tendrán un impacto mayor en comparación con países ubicados fuera de las latitudes bajas o regiones tropicales. No hay duda de que estos fenómenos son amenazas naturales reales. Sin embargo, los medios de prensa deben evitar caer en discursos de determinismo ambiental que naturalicen la pobreza y exclusión de aquellos grupos que no forman parte de las instituciones o grupos de poder. En ese sentido, deben rechazarse líneas editoriales que insistan en plantear que determinadas comunidades de escasos recursos económicos serán inevitablemente (o por consecuencias exclusivamente naturales) devastadas por amenazas naturales.
Al abordar asuntos de género, es importante contextualizar las relaciones de poder desiguales que inciden en los procesos de recuperación. De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, la desigualdad de género limita las posibilidades de muchas mujeres en convertirse en actrices de cambio al enfrentar la crisis climática (McCarthy, 2020). Esta desigualdad igualmente puede retrasar sus procesos de recuperación tras el embate de eventos naturales fuertes. Es importante destacar que esta desigualdad no fue creada por un ciclón o terremoto. Por tal razón, construir noticias utilizando el término “desastres naturales” sugiere erróneamente una inevitabilidad geográfica de la desigualdad. Asimismo, se despolitiza y descontextualiza cualquier intento de analizar las respuestas desiguales a eventos naturales de gran envergadura como los huracanes y terremotos.
3) La violencia de género es un fenómeno global. Confrontemos la caricaturización y xenofobia hacia grupos étnicos y nacionales de regiones que no forman parte de la audiencia principal del medio de prensa.
En muchas ocasiones, medios de prensa emplean líneas editoriales que reproducen la dicotomía de “nosotros” frente al “otro”. Esa otredad se puede acentuar cuando se comunican reseñas de temas de violencia de género en regiones distantes a donde reside la mayoría de las audiencias que consumen el contenido noticioso de determinada organización de prensa. Como comunicadores y comunicadoras de noticias internacionales hay que tener cautela y empatía al momento de reseñar temas relacionados a la violencia machista en países y regiones de culturas distintas a la del país sede del medio de prensa en cuestión. No se trata de obviar los problemas de violencia de género que puedan ocurrir en otros países. Más bien, la invitación es a problematizar estos casos sin reproducir discursos imperialistas y xenofóbicos. Por ejemplo, en varios medios de prensa occidentales es muy común denunciar la violencia machista en países del Medio Oriente empleando discursos que niegan las luchas políticas de las mujeres en esta región. Estas líneas editoriales pueden igualmente aportar a justificar agresiones militares perpetradas por países extranjeros que reclaman ser los liberadores de estas mujeres. De igual manera, insistir en que esta violencia machista es un fenómeno que principalmente ocurre en “otros países” puede crear la falsa impresión de que estas situaciones ya han sido superadas en el país o región sede del medio de prensa.
4) Problematicemos las segregaciones espaciales al momento de reseñar conflictos en las áreas públicas.
En su ensayo “El periodismo y la regulación del espacio público”, la socióloga Leticia Sabsay (2011) expone la manera en que tres medios de prensa de Argentina reseñaron el conflicto entre vecinos y mujeres trans que ejercían el trabajo sexual en la calle. La autora plantea que la descriminalización del trabajo sexual en este país sudamericano no se tradujo en una aceptación popular para que estas mujeres pudieran tener presencia en el espacio público. Sabsay cuestiona la manera en que los periódicos argentinos reprodujeron la criminalización hacia las personas trans al establecer una dicotomía entre “nosotros” (los vecinos) y “ellas” (las trabajadoras sexuales). Según las líneas editoriales de los periódicos, las personas de experiencia trans no eran representativas de aquellos cuerpos e identidades cuya movilidad sí era culturalmente aceptada dentro del espacio público. Más aún, su presencia, según estos medios de prensa, era contraria al límite de lo políticamente posible en términos de la diversidad admitida dentro del espacio público.
El caso presentado por Sabsay debe ser problematizado por quienes aspiran a ejercer un periodismo solidario con perspectivas de género feministas. Antes de caer en el uso y costumbre de editorializar y determinar quiénes “pertenecen” frente a quiénes “no pertenecen” en la convivencia de la ciudad, es necesario contextualizar las relaciones de poder desiguales que inciden en la segregación espacial desventajosa que experimentan determinados cuerpos e identidades. Asimismo, es importante cuestionar aquellas normas culturales que reproducen discursos basados en la noción de que “todo tiene su lugar” y por ende, cualquier transgresión a estas “reglas espaciales» debe ser respondida con represión y más políticas de exclusión. Los periodistas están para fiscalizar las instituciones de poder. Su rol no es convertirse en informantes al servicio de quienes reprimen y excluyen (espacialmente) a grupos que viven en la precariedad por razón de su clase, género, raza, etnicidad u orientación sexual.
5) Cuestionemos los mapas y otros elementos de visualización utilizados en el contenido noticioso.
No hay tal cosa como el mapa perfecto, por más avanzadas que sean las herramientas que producen contenido de visualización en la actualidad. Los mapas son modelos útiles, pero nunca son una copia de la realidad espacial que se analiza. Cada vez es más común el periodismo de datos que integra productos tales como los mapas, los Sistemas de Información Geográfica (GIS, en inglés), los diagramas, entre otros elementos de visualización. Como comunicadores de información, los periodistas siempre deben acercarse críticamente a los mapas y al contenido presentado por el GIS.
¿Qué lugares son representados con mayor destaque en estas imágenes? ¿Qué calles, comunidades y barrios son omitidos o “escondidos” en el mapa? ¿Quién recopiló los datos utilizados en el mapa? ¿Quién produjo el mapa? ¿Se vería diferente el mapa de un mismo barrio si lo hiciera un hombre o una mujer? Más allá de reflexionar partiendo de estas preguntas, la periodista debe estar consciente de que el protagonismo noticioso que pueda adquirir un mapa no debe ser utilizados como excusa para borrar las historias y saberes de quienes viven en esos lugares representados visualmente. Para el periodismo con conciencia geográfica y perspectivas de género, el mapa y otros elementos de visualización son instrumentos que deben complementar, pero no dar invisibilidad a grupos tales como las mujeres, los inmigrantes, los integrantes de las comunidades LGBTTIQ+, los adultos mayores, entre otros colectivos que no siempre tienen roles protagónicos, tanto en el periodismo comercial como en las narrativas dominantes de las geografías promovidas desde el poder.
Referencias:
McCarthy, Joe. “Why Climate Change Disproportionately Affects Women”. Global Citizen. 5 de marzo de 2020. Accedido el 1 de marzo de 2021. https://www.globalcitizen.org/en/content/how-climate-change-affects-women/.
McDowell, Linda. Género, identidad y lugar. Fuenlabrada, España: Ediciones Cátedra, 2000.
Sabsay, Leticia. “El periodismo y la regulación del espacio público”. En Fronteras sexuales: Espacio urbano, cuerpo y ciudadanía. Buenos Aires: Paidós, 2011.
Whitson, Risa. “Spaces of culture and identity production: Home, consumption and the the media”. En Feminist spaces: Gender and geography in a global context. London, UK: Routledge, 2018.