Cristian Sebastián, despierto en su sueño confuso

Cristian Sebastián antes de descubrir su faceta de pintor, se destacaba como bailarín, actor y deportista. Foto de KCR.
Cristian Sebastián un día se descubrió pintor. Su mano, habituada a golpear balones de voleibol, a arquearse para coger impulso y realizar alguna pirueta de baile, de pronto, dibujó. Digo, no es que antes no lo hubiese podido hacer, pero como este artista explica, “lo que hacía eran palitos y bolitas”. No sabía de trazos finos, de detalles bien cuidados, de sombras, de luminosidades, de profundidades o líneas de fuga. No sabía, mucho menos, que lo que sentía, pensaba y soñaba era capaz de materializarse sobre un lienzo. Ahora confirma que es posible.
Este novel artista plástico estrena su primera exposición titulada “Mímesis de un sueño confuso” que por este mes podrá ser visitada por el público general en el local A pedir de boca en Hato Rey. A la apertura de la exposición, el pasado miércoles 9 de noviembre, asistieron varias figuras relacionadas con el ambiente artístico local, como el dramaturgo Nelson Rivera, quien se quedó asombrado de que, con tan sólo tres meses en un curso de anatomía humana y con un poco más de un año colocando pinceladas sobre canvas, Cristian haya logrado producir lo que cuelga en las paredes de ese espacio.
En el trabajo de Cristian Sebastián se manejan temas sobre el encadenamiento de la “isla-paraíso”, o Puerto Rico. En dos de sus obras vemos la marca de una jaula para cerebros o corazones, que propone la idea de confinamiento, la condena de estos órganos tan vitales en la existencia de los seres humanos. También podemos ver una pieza que pone en perspectiva el dolor del pueblo haitiano, la “libertad esclavizante”. Obra que nos sugiera que el costo de la libertad es la sangre. Otras propuestas del artista nos invitan a reflexionar sobre el nacimiento de las ideas, que Cristian le da rostro y cuerpo de mujer alada que se desplaza por un plano de atardeceres multicolores. También hay escaleras que no van a ninguna parte, o que llegan a todos lados, son escaleras que acaban para volver a empezar. Una alegoría al eterno inicio. Pero a su vez sobresalen elementos criollos. Son plátanos que se desinflan, o falos impotentes, en clara referencia a los relojes derretidos del pintor español Salvador Dalí. Una serie de tres pequeñas pinturas sobre madera nos apunta hacia instancias de enganche, como los seres humanos nos enganchamos a artículos materiales que se convierten en objetos indispensables para nuestro funcionamiento cotidiano. Esto como si fueran otra extremidad del cuerpo. Por ejemplo, Cristian utiliza la imagen de un feto que tiene como cordón umbilical un cable que finaliza en un dispositivo móvil de almacenaje “pen drive” o “USB”, para provocar que el espectador piense sobre el uso excesivo de la tecnología en el diario vivir.
¿Pero quién es Cristian Sebastián? Días antes de su presentación, conversé con este joven. Esto fue lo que supe.
Cristian, con sólo 26 años, es de esos pocos seres talentosos que son capaces de brillar en múltiples disciplinas. Antes de pensar que podía pisar un escenario, se destacó como volibolista. Allá por aquellos años de canchas y mallas, representó a Puerto Rico en competencias juveniles internacionales, como los Junior Olympics. Pero un día dijo: “tengo que hacer algo distinto, que me rete”. Entonces, a sus 17 años, decide bailar. ¿Por qué bailar? “Porque era algo que veía difícil”. Y al parecer a este muchacho, con una sonrisa que pocas veces le abandona el rostro, le gusta aventurarse a terrenos que lo reten. “El ballet me dio disciplina, tecnicismo y estructura…me retaba como pocas disciplinas lo han hecho”, revela Cristian, quien ha bailado para Ballet Concierto de Puerto Rico, para Ballet de San Juan, con la compañía Andanza y en la compañía de la Escuela de Bellas Artes de Bayamón. Además, entrenó con la Compañía Nacional de Danza de España bajo la dirección de Nacho Duato. Recientemente, participó en el cuerpo de baile de los premios Juventud en Miami, entre otras producciones.
Este puertorriqueño de familia humilde de Orocovis se describe como un “atrevido”, que solo siente miedo por “no hacer”. “Como atleta, como bailarín he aprendido a perder los miedos. Los miedos vienen cuando uno no está preparado. Es decir, cuando uno no ensaya, cuando no te sabes la pieza…Eso te provoca nervios… A mí lo que me da seguridad es mi nivel de preparación. Aunque si le fuera a tener miedo a algo es, precisamente, a no hacer. Prefiero lanzarme que quedarme con la duda, de que si lo pude haber hecho”, así expresa Cristian, al tiempo que me da la espalda porque termina “Desafío”, una de sus piezas más llamativas y simbólicas con características del surrealismos daliano.
Este egresado de la Escuela de Comunicación de la UPR de Río Piedras, prosiguió estudios graduados en la capital española en artes escénicas. En Madrid, uno de sus trabajos más destacados fue su aparición como coreógrafo en un capítulo de la popular serie de la cadena Telecinco Aída. “Pude haber hecho mucho más en España. Iba a los castings, me llamaban al call back, pero cuando veían que no tenía número de identificación, porque era estudiante, me decían que lo sentían. Casi me botaban”. Así que se dedicó a observar su entorno. A ver los atardeceres en esa ciudad que por dos años lo cobijó. A caminar. A pintar.
Cristian en España comenzó a pulir sus trazos, a darse cuenta que era posible plasmar lo que en su mente tenía forma. Muchos de los trabajos que hoy decoran las paredes del restaurante A pedir de boca fueron proyectos que principiaron al otro lado del Atlántico.
Este joven piensa que sus pinturas son “radiografías oníricas” de sí mismo. Que sus pinturas son todas él, “danzando”. Pero Cristian también dice que sus pinturas son como sus sueños, que le hablan.
¿Por qué pintas? “Pinto porque tengo cosas que decir”. Cristian sostiene que posee alguna cualidad “revolucionaria” de plantear sus ideas. “Yo lo que quiero [con su arte] es compartir mis ideas, aunque no me puedo excluir del discurso capitalista porque necesito comer, pero quiero que mis obras sean accesibles, por eso mis precios [son bajos]…además, eso de ponerle precio a tu trabajo creativo es otro viaje aparte”. Para este artista uno de los momentos más complicados en esta nueva faceta, si bien fue laborioso el proceso de enmarcar sus piezas, hacer él mismo sus opúsculos informativos, hacer él mismo el trabajo de relaciones públicas, no obstante, otorgarle un valor en dólares a las obras le costó un esfuerzo adicional. “Por eso casi las regalo”, manifiesta Cristian, y agrega que lo peor que le puede pasar es no vender las obras, “y si no las vendo, les bajo el precio, o las regalo. Yo lo que aspiro es a provocar…que el público reflexione con lo que les propongo en cada texto”, en cada pieza.
En su sala, que se ha convertido en su taller de trabajo, donde los manchones de acrílico han “resignificado” los muebles de su casa, otorgándole ahora un nuevo uso, herramientas de trabajo, Cristian hace silencio. Lo interrumpo y pregunto: ¿cuándo una obra está completa? Entonces el silencio se hace más largo. Pensativo. Su silencio piensa.
“Creo que más que completa, [la obra] está lista para que otro la interprete, porque quien completa la obra es el espectador. Pienso que uno nunca está completo, completo es un totalizante…y siempre se puede dar una pirueta más”, contesta el bailarín que puede sostener conversaciones en inglés, francés e italiano. “El ballet me ha ayudado con los idiomas, dicen que a los bailarines se nos desarrolla un hemisferio del cerebro que nos hace propensos a aprender con facilidad otras lenguas”, señala Cristian, quien también le ha dado talleres de danza-teatro a niños.
Sobre el aprendizaje, este artista se reafirma en que “todos, como yo pude, pueden agarrar un papel y dibujar. A veces uno no se atreve. O no recibimos una educación” al respecto. Cristian es de los que piensa que la mayoría de las personas podrían pintar, podrían tener el talento, pero que necesitan explorarlo, y si sienten pasión, disciplinarse.
Porque en Puerto Rico hay muy poco taller de trabajo, es que artistas como Cristian, que se dedican profesionalmente al baile, tienen que volar. Una vez completadas las metas que a corto plazo se había propuesto, como la realización de su primera exposición de arte, este joven ya anda mirando fechas para partir hacia Nueva York. Donde indica que el volumen de trabajo es constante. Por lo pronto sigue aquí, en su “isla-paraíso”, saliendo de la confusión de su sueño o confundiéndose en la realidad de los despiertos.
+ La exposición «Mímesis de un sueño confuso» se encuentra en el restaurante A pedir de boca, en el 242 de la calle Eleanor Roosevelt, Hato Rey, 00918. Cristian Sebastián afirma que sus obras «son un buen tema en la sobremesa»…buen provecho.