Cuestiones de Música
A Rafel A. Zayas Fernández, por 30 años de música, complicidad y amistad.
“No han faltado intentos de «interrogar» al puro Ser de la música, es decir, intentos de fundamentación de una ontología musical […] se ha querido extraer la esencia musical de la constatación de que el espacio y tiempo musicales forman un continuo propio, absolutamente diferente del espacio y el tiempo empíricos, o también, lo que es parecido, que la música es una lengua sui generis”.
–Theodor W. Adorno
“Mi canción no es tan solo de quien pueda escucharla, porque a veces el sordo lleva más para amarla”.
–Silvio Rodríguez
No obstante, cuando alguien me dice que escucha de “todo” me da un corrientazo en la espina dorsal. Porque usualmente (no siempre) estas personas tienen algo del catálogo de “Putumayo World Music”, el disco de Silvio Rodríguez que compiló David Byrne para el mercado anglosajón: “Canciones Urgentes” adquirido -inexactamente- como un disco de éxitos; con suerte pueden tener “Kind of Blue” de Miles Davis, el “1” de los Beatles o algún disco que dice “Classical Music Greatest Hits” o una barrabasada así. Sí, pueden ser los mismes que no les gusta Ricardo Arjona, excepto una que otra canción, que resulta siempre ser una decena de “composiciones” que se saben de memoria. ¿Qué tiene de malo esto? ¡Nada! A mí me gusta el disco Arise de la banda brasileña de thrash metal Sepultura, que puede resultar para muches más abominable que toda la discografía de Arjona junta. Entonces, aquí es cuando se pueden disparar las subjetividades y las pendencias clasistas por gustos musicales, etc. Esas personas que dicen escuchar de todo, a veces no aguantan un “compás de silencio” de la música de John Cage, y les puede parecer ensordecedoras las composiciones de Steve Reich. Los que consumen la música local para apoyar lo nuestro, en ocasiones, no saben quién es Roberto Sierra, La Banda Acústica Rodante (Walter Morciglio, Tito Auger, Rucco Gandía, Mikie Rivera y Nore Feliciano), Macha Colón y los Okapi, Balún, Angélica Negrón, Mima, Lizbeth Román, Luis Díaz, Los Walters, Ardnaxela, José Daniel Sandín, La Fundación, Alegría Rampante, Miguel Zenón, Álea 21, dirigido por Manuel Ceide, Eddie Gómez, José Ignacio Quintón, el quinteto Pedreira, Nore Feliciano, Más Que Dos, Luis F. Rodríguez Morales, Henry Cole, Los Mocosos, Roberto Milano, Francis Schwartz, Nelson Rivera, Rafael Aponte Ledée, Sebastián Otero entre otres. Está bien que conozcamos a Benito Antonio Martínez Ocasio (Bad Bunny), su propuesta musical resultó ser un cambio refrescante en su género. Pero creo que, si vamos a escuchar de todo, realmente debemos escuchar de todo concienzudamente y, seguir rebuscando en ese universo tan basto y estremecedor como es el de la música.
Por otro lado, confieso que, aunque aprecio la música “autóctona” jíbara, estoy lejos de ser fanático. Hace poco escuché en entrevista al candidato a la gobernación por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), Juan Dalmau decir que tiene más música de Metallica que de Silvio Rodríguez en sus dispositivos electrónicos. No existe ninguna contradicción en esto. Nadie es menos puertorriqueño o menos comprometido con su país por esto tampoco. Aquella casi interminable guerra entre los cocolos y los roqueros hace mucho alzó bandera blanca (creo). Nadie ganó, pero tampoco nadie se rindió. El mundo simplemente cambió y la música siguió evolucionado y continuaron fundiéndose entre sí los géneros musicales; parte de una apabullante e inevitable mundialización. Pero también debemos entusiasmarnos con propuestas musicales que no necesariamente se tocan a fuerza de payola en las emisoras. Siempre existen alternativas como Allegro 91.3 FM, o la emisora de la Universidad de Puerto Rico: Cadena Radio Universidad de Puerto Rico 89.7 FM, que ofrecen una heterogenia programación de gran calidad. Las voces de Benjamín Muñiz y Errol L. Montes, por mencionar algunes, han sido capitales para la difusión de diversos géneros musicales que muy probablemente no llegarían a los oídos de muches con la formalidad y astucia que ameritan.
Si queremos ampliar un poco más nuestro interés por la música y sus diversos géneros o variaciones, podemos consultar, por ejemplo, el documental The Metal Islands: Culture, History and Politics in Caribbean Heavy Metal Music, del Dr. Nelson Varas-Díaz. Los libros Boricua Jazz: Desde Rafael Hernández a Miguel Zenón de Wilbert Sostre Maldonado, Música y músicos puertorriqueños de Fernando Callejo Ferrer, Más ramas que raíces (Diálogos musicales entre el caribe y el continente africano) de Errol L. Montes, Músicos, intérpretes y compositores puertorriqueños de Modesto Ñeco Quiñones y Alfredo Romero Bravo, Las mieles del alba de Rafel Aponte Ledée, Reggaeton de Raquel Z. Rivera, Wayne Marshall y Deborah Pacini Hernández, San Juan-New York: Discografía de música puertorriqueña, 1900-1942 de Cristóbal Díaz Ayala, Alcantarillados: 30 años de punk en Puerto Rico, 1980-2010, Moviendo los pies: Historia oral del Ska en Puerto Rico, 1990-2020, ambos de Yoel Gaetán, o Puerto Rican Pioneers in Jazz, 1900-1939: Bomba Beats to Latín Jazz de Basilio Serrano. Y si queremos algo menos regional podemos consultar también Pensamiento musical y siglo XX de Tomás Marco, Poetics of Music in the Form of Six Lessons (The Charles Eliot Norton Lectures) de Igor Stravinsky, Variation on a Blue Guitar (The Lincoln Center Institute Lectures on Aesthetic Education) de Maxine Greene. También podemos consultar algunos artículos de revistas y periódicos como “Diez preciadas músicas” de Nelson Rivera, “Francis Schwartsz, después de seis años” de Joel Cintrón Arbasetti o, ‘José Campeche: un panorama musical de su tiempo” de Emanuel Dufrasne González, estos tres publicados en 80 Grados. También podemos mencionar “DJ Llorens o los ¿falsos? orígenes del reggaetón”. Artículo periodístico extremadamente creativo y eficaz de Rafael Acevedo, publicado en el periódico Claridad.
Existe mucha más literatura al respecto que podemos examinar si queremos ampliar un poco más nuestros intereses musicales. No se trata dejar de escuchar a Ednita Nazario o Daddy Yankee, eso no hace menos culto a nadie; sino de sumar más propuestas musicales y engrosar nuestro conocimiento sobre el sonido, los instrumentos que lo producen, su diversidad, las líricas y experimentaciones musicales.
Ser “fan” de Star Wars y de su insigne pista sonora compuesta por John Williams puede apreciarse o entenderse un poco más si escuchamos la suite compuesta de siete movimientos de Gustav Holst, titulada Los planetas. La suite Cuadros de una exposición compuesta por Modest Músorgki y popularizada o estandarizada (quizá por la academia) desde el arreglo de orquesta del compositor francés Maurice Ravel podría provocar alguna suerte de sinestesia acústica/visual cuando apreciamos alguna pintura en un museo o galería. “Wherever I May Roam” de Metallica conversa con “Vagabundear” de Joan Manuel Serrat, en dos estilos musicales y épocas diametralmente diferentes, pero con una dirección conceptual equivalente. La canción del cantautor mexicano Alejandro Filio “Vienes con el sol” galantea, intertextualmente, con dos canciones de Silvio Rodríguez, “En estos días” y “Pequeña serenata diurna”. No es de extrañar entonces la franca colaboración a cuatro manos y dos voces con el cubano. La canción ‘Wheel in the Sky” de Journey aplica la misma solución al final de la melodía de “She Said She Said” de los Beatles, cuando estas aceleran el paso mientras se difuminan (Fade out) con el silencio hasta desaparecer. “Si la muerte pisa mi huerto” de Serrat y “Testamento” de Silvio discuten el tema de la muerte con soluciones poéticas muy disímiles, pero dignas de ser comparadas desde su afán mortuorio. Cada vez que leo el verso “Nosotros, los de entonces, ya no son los mismos” incrustado en el “Poema 20” de Neruda, me dispara este hacia la canción “Everybody’s Changing” de la banda inglesa Keane; esa melodía depresiva y al mismo tiempo llena de vida. “Tío Alberto” de Serrat y “Uncle Albert” de Paul McCartney, ambas de 1971, me crean suspicacia y me remiten al título de la la canción Things That Make You Go Hmmmm” de C+C Music Factory. El reciclaje de un mismo groove de batería ejecutado por Ringo Starr y aplicado a canciones como Anna (go with him), “It’s Only Love” e “In My Life” son soluciones percusivas prácticamente idénticas que parecen ser distintas gracias a las secuencias disímiles en las soluciones armónicas de cada canción; reciclaje musical muy ingenioso que empleó Ringo en tres canciones diferentes. “Hand in My Pocket” de Alanis Morissette pareciera revisar, muy a su estilo, a “Nobody Told Me” de John Lennon. Los “Claro de Luna” de Beethoven, el de Debussy o el de Julio Jaramillo me arrastraran, casi inevitablemente, a “Jugo de Luna” de Gustavo Cerati. No es que intentemos limitar la experiencia musical a un mero intento recreacional plano de escuetas comparaciones y variaciones temáticas. Siempre se pueden hacer muchas más elucubraciones destinadas a enriquecer nuestra conciencia sonora.
Nuestra capacidad auditiva quizá sea el único sentido sensorial que no podemos cancelar del todo. Si no queremos ver, cerramos los ojos. Si no queremos palpar o saborear, voluntariamente no lo hacemos, y así. No obstante, si nos tapamos los oídos con las manos seguiremos escuchando los sonidos ambientales que nos rodean. Aún si nos encerramos en un estudio de grabación y decidimos tapárnoslos, seremos capaces de escuchar nuestro flujo sanguíneo en frecuencias graves, el corazón o incluso nuestros impulsos nerviosos. Hagamos entonces el ejercicio de escuchar los espacios acústicos que nos rodean: el dichoso trimmer del vecine, las bocinas de los autos en una congestión vehicular, los pájaros con sus trinos ritualísticos de apareamiento, una marejada estrellándose contra un arrecife. El melifluo impacto de una gota de rocío cayendo sobre algún cuerpo de agua. El canto del coquí que se desplaza prácticamente de una octava a otra… Ya que es prácticamente inevitable la experiencia o la conciencia sonora cotidiana, hagamos el esfuerzo por afrontar de manera creativa las cadencias fenomenológicas de los sonidos, sobre todo aquellos que se premeditan como creaciones musicales.
No, no hay que leer la retahíla de libros que mencioné, ni ser un conocedor o conocedora de toda la música “no comercial” o “comercial” que existe en el mundo para que la experiencia musical se adentre en los rizomas más misteriosos del conjunto de partículas subatómicas que nos compone y nos descompone. Pero si vamos a consumir música como un espasmo de decoración sonora, como si se tratase de una pintura comprada en Marshalls para ornamentar un espacio doméstico, entonces perderemos el tiempo y un poco de humanidad.
Escuchemos cualquier género que nos conmueva. Pero “escuchemos” como si estuviéramos leyendo un buen libro. No merodeemos por ninguna canción o composición como si estuviéramos viendo un “meme” para pasar al otro y a otro. La música requiere atención, seriedad y disciplina, y con este acervo el deleite apreciativo puede ser más fértil y multidireccional, de un modo sincrónico. No tenemos que comprender necesariamente el lenguaje técnico musical, la música dodecafónica de Schönberg, ni dominar un instrumento musical con motivos recreativos o de manera virtuosa (aunque eso siempre tiene sus ventajas). Se trata de sentarse y escuchar. Cerrar los ojos, escapar de las mismas jaulas musicales (a veces autoimpuestas) y volar entre melismas sin intención de aterrizar.