Danza de la muerte y de la vida
a los estudiantes, a los maestros
Dice la muerte
A la danza mortal vengan los nacidos
que en el mundo son de cualquier estado
pero hoy los quiero de Guerrero,
del pobre sur los quiero primero;
el que no quisiere, a fuerza e impelidos
háganlos venir a paso torturado,
Porque no hay fraile, ni cita el Manifiesto
que valga una madre hacer penitencia,
ni alimentar cerdos, ni estudiar la ciencia
con los pobres voy más armado y dispuesto.
Eso dice la muerte y lo repite en medio de la vida
en cada estado: que no valdrán flores y rosas,
que desde el palacio municipal se cavan fosas
se dispara al rostro con saña podrida.
Eso dice la muerte en cualquier estado:
de andar en mi baile, que tengo ordenado.
¿Entonces, pregunto, qué dicen los muertos?
¿crecen sobre ellos árboles y huertos?
¿Acaso en verdad se vive,
allí donde todos vamos?
¿Acaso es solo muerte lo que recibe
quien a los asesinos no tiene de amos?
Entonces, ¿qué decimos?.
Al estudiante al que la arrancaron los ojos
¿podrá ver allí el rostro de su madre,
la sonrisa de su hijo, la frente de su padre?
¿desde allí la Luna se viste de rojo?
Entonces, ¿qué? ¿bailamos con la Catrina
que está hasta los huesos pero con sombrero
verde, rojo, blanco, del sepulturero,
que engorda al águila emplumada, asesina?
Bailan con algo de fuego las palabras.
Quizás son las llamas llamando a la vida,
a las hojas secas, la tierra que labras,
quizás estudiar es vocación de fuego:
ciencia de una presencia permanecida.
¿Responderán los huesos y las cenizas
a los gritos de justicia de los vivos?
¿Se hará cada palabra roca caliza
arrojada en adjetivo a sus motivos?
Quizás esa sea la ruta del sosiego:
El amor a la vida: otra vez el fuego.