¿Qué hacer? / Destruir el orden social / que obliga a los desposeídos / a venderse a los ricos. / Escucho una voz repetirlo. / Sale de mi cafetera.
¿Qué hacer? / Destruir el orden social / que obliga a los desposeídos / a venderse a los ricos. / Escucho una voz repetirlo. / Sale de mi cafetera.
Lo que produce esta mano ahí. / Los engranajes humedecidos por mi deseo / Que quiere hacerse estructura / con tu carne / -por favor, no hablemos de espíritus ahora-.
«Quisiera narrarles que este pícaro alemán, / nacido en Boston, amigo de congressmen, / sirvió a Roosevelt, al káiser y en Guatemala / por fisgonear lo sacaron a la mala…»
«¿Se hará cada palabra roca caliza / arrojada en adjetivo a sus motivos? / Quizás esa sea la ruta del sosiego: / El amor a la vida: otra vez el fuego.» Esta temporada se une Rafah Acevedo a la sección de poesía.
Audioeuforia insiste en cada ensayo en tratar de restituir significado al mundo que, a su vez, insiste en llegar a nuestros sentidos como furor y ruido. Quizás debí decir la isla, no el mundo. Muy tarde.
Lo fantástico, entonces, podría dar cuenta de las limitaciones culturales y materiales del orden social. Literatura que no da respuesta sino que crea absurdos, vacíos, ausencias…
Wittgenstein escribe sobre aquellas cosas sobre las que recomienda guardar silencio. Charlan. Y Cage, interpretando de manera ininterrumpida 4’33” conduce. Llegarían a la costa de Guayanilla. A la nada.
Este texto es una primicia de un fragmento de la novela inédita sci-fi del autor titulada Del otro lado del muro hay carne fresca, que será publicada durante el mes de septiembre de 2014.
Al pasar de los años supuse que mi padre había conocido a Gershwin porque recuerdo que en la carátula del disco había una firma. Nunca supe de quién era la firma. Nunca pregunté. Nunca quise saber la verdad. A veces no es necesaria.
Sé que mi padre me hubiera comprado el tren. Bastó con que me lo dijera. Muchos años después, cuando utilicé el tren por vez primera en Nueva York recordé ese día. Volví a ser feliz.
Marta Aponte ha escrito una novela corta que se refresca cada vez que se lee. Uno puede inventarse etiquetas porque parte del proceso de leer es jugar. Jugar en serio, que es la mejor forma de jugar.
Los Juegos Olímpicos de Londres 2012 provocan una reflexión del escritor Rafah Acevedo, quien descarta que sean un acto banal o carente de signficación… pues es casi todo lo contrario.
En la mejor tradición de la heladería chinoboricua, invitamos a nuestros lectores a que prueben un poquito de Flor de Ciruelo y el viento (novela china tropical), de Rafah Acevedo.
Esos minutos grabados por una muchacha muestran una «cruda realidad». La realidad que vivimos todos los días a cada minuto. Y muestran además una visión trucada de esa realidad.
Mientras el preso político puertorriqueño lleva treinta años preso, otras personas, en peores circunstancias legales, han recibido mucho mejor trato de la «justicia» de Estados Unidos.
«Pronto surgirá otro criminal mastermind que pondrá en crisis nuestra estabilidad. Lo vamos a necesitar. A fin de cuentas, ¿qué sentido tendría tanto soldado en Afganistán si el eje del mal acaba de perder su centro?»
«Por eso tengo ese amor enfermizo por la UPR. Ese espacio creado por nosotros. Sí, escribo como un poseso y allí trabajo y estudio… Por eso amo a la UPR. Yo, enfermo textual, me confieso.»
Antes de que arranque el año a toda velocidad, el autor nos refiere a una cadena de solidaridades que habrá que cultivar ante tantas muertes y desgracias que la violencia acompaña.