De lo mío y de otros más: Diana Peralta en el BamcinemaFest
El periodo actual en el Caribe da al traste con cualquier visión cinematográfica de progreso civil y optimismo político-cultural tal como la de la División de Educación a la Comunidad (DIVEDCO) en los 50 y 60 en Puerto Rico o en Cuba con el Instituto Cubano de Artes Cinematográfico (ICAIC). El archipiélago presenta en el siglo 21 un colapso de las estructuras post-coloniales –y coloniales en el caso de Puerto Rico- y un correlativo ascenso hegemónico de la industria privada con su perenne ocupación de tierras, recursos y mano de obra. Si bien esta reseña no se dedicará a elaborar en estos procesos, cabe decir que uno de los fenómenos compartido de las últimas décadas, y producto de lo anterior, es el desplazamiento de millones de caribeños a los Estados Unidos y la creación de las llamadas diásporas, entendidas como comunidades de preservación cultural en el exilio. Al igual que en todas las Antillas, el cine dominicano actual, en ascenso tanto en la Isla como en los Estados Unidos, presenta esta fragmentación así cómo los desplantes ecológicos, administrativos y psicológicos de esta era.
La introducción anterior busca contextualizar el largometraje De lo mío, opera prima de la directora y programadora cinematográfica, Diana Peralta. El filme se organiza a partir de las disyuntivas existenciales de dos hermanas en un viaje –tentativamente– de cierre con la República Dominicana. Si “de lo mío” es una frase que connota una sincronía emotivac–y metacinematográfica– el título se puede leer tanto cómo una afirmación del territorio nacional y su gente, como un señalamiento a la pregunta, siempre recurrente, acerca de la posibilidad de pertenecer o seguir perteneciendo al país luego de años en Nueva York.
El conflicto que sostiene la película es sencillo y común para muchas familias que se han desplazado: ¿qué hacer con las propiedades no habitadas en la Isla? En el caso de De lo mío, y en el de la propia Peralta –el filme tiene muchos elementos autobiográficos– se trata de la casa de la abuela paterna, recientemente fallecida. En el momento en que se inicia la historia ya la decisión se tomó. El terreno en Santiago fue vendido y la casa será demolida. Las dos hermanas Dominican York (Sasha Merci y Darlene Demoriz) deberán recoger o descartar las pertenencias dejadas por la familia. El viaje obligado de la memoria se exacerba al tramitar los apegos y desapegos con el hermano, Dante (Héctor Aníbal), quien, contrario a ellas, decidió quedarse en el país. Será la figura intergeneracional del padre ausente la que proporcionará las sombras y traumas de los personajes. Las hermanas reconocen en su viaje un ciclo de abandono. Aunque responsable en todos los asuntos de administración del patrimonio, Dante reproduce con su hijo la misma conducta desapegada que sufrió creciendo. Utilizando el efecto boomerang, la película presenta como las consecuencias de haberse distanciado también le aplican a las hermanas pero con el hogar familiar y el país. De la misma manera en que Dante evade a su propio hijo, las hermanas se han desconectado de la casa literal y de la metafórica, la República Dominicana. Reconocer este patrón los lleva a varios exabruptos afectivos en un filme mayormente contemplativo que acentúa los tiempos muertos del duelo y de la toma de responsabilidad.
Si bien es fácil identificarse con la narrativa, en mi opinión, el factor más poderoso no es este. Las elipsis son abruptas por momentos y se desaprovechan nudos interesantes de la trama. Tampoco se le saca punta a peculiaridades de los personajes que podrían añadirle volumen al relato. Dicho esto, la directora Peralta y su director de fotografía, Tim Curtin, trabajan con aplomo una puesta en escena que se inserta en la tradición del cine de arte latinoamericano -o en el caso dominicano de películas como Cocote (2017)- con tomas de cámara quieta o movimiento mínimo y un tempo pausado que promueve el disfrute de las relaciones de los cuerpos con el espacio, así como la reflexión visual y conceptual del espectador. Dentro de esta tendencia las tomas largas al follaje de los árboles y a las persianas de la casa son aciertos poéticos. Estas secuencias retratan efectos de extrañamiento psíquico quizás más vigorosos que los que presenta el diálogo. Peralta también toma decisiones casi teatrales con coreografías de los actores que entran y salen de cuadro tanto en la casa como en un hotel en ruinas. Estos tránsitos por los espacios vacíos, o en proceso de derrumbe, comunican muchísimo acerca del estado actual del Caribe y de la necesidad de repensar radicalmente los proyectos nacionales y apostar por el futuro y el bienestar de los locales.
Estrenada el pasado 22 de junio en la noche de cierre del BAMcinemaFest 2019, es una alegría que el Brooklyn Academy of Music le siga abriendo foros y promoviendo un público a los cineastas del Caribe y sus diásporas, especialmente a las Afro descendientes, demasiadas veces ignoradas dentro de estos eventos. Shout-out to Diana Peralta por De lo mio, un filme que promete nuevas perspectivas independientes del Caribe y que promueve modelos de integración entre los artistas audiovisuales de ambas bandas.