De Xalapa a Orlando
Parte 1: “Si tu papá se entera que eres maricón, te mata”.
Recuerdo que en el 1982, cuando yo tenía 10 años, acompañé un viernes en la tarde a mi abuela paterna, una rabiosa espiritista-popular-muñocista, a ir de compras a Santurce. Ella era enfermera, lo que le daba acceso a un auto de segundas manos para llegar desde Hermanas Dávila en Bayamón hasta San Juan. Estábamos pasando por la Parada 18 de Santurce cuando de repente ella vira la cabeza, estaba sudada, con los ojos irritados, y se me queda mirando fijamente con terror y sentenció “si tu papá se entera que eres maricón, te mata”. Nos encontrábamos en un enclave histórico de barras y discotecas gay, en el último coletazo de la liberación sexual pre-SIDA de los años 70”, cuando Santurce era un lugar mucho más queer y visible del que es hoy.
Aún no sabía lo que era ser maricón, por lo que anduve con terror todo ese fin de semana, ansioso por llegar a la Academia Discípulos de Cristo, donde estudiaba, para buscar escondido en la biblioteca esa palabra que se me había quedado en la cabeza. Como imaginan pude hacer el vínculo bastante rápido entre maricón y homosexual. Al estar en un centro educativo religioso los libros de ese tema conducían a un solo camino: si eres homosexual vas al Infierno (el de la Biblia cristiana), a una muerte eterna.
El tema de mi mariconería se había quedado bastante latente, siempre se zafaban comentarios, miradas de asco, o insultos, hasta que en el 1986 decido rebajar 30 libras en un esfuerzo para intentar pasar más desapercibido (ya en esa época medía sobre 6 pies de alto). Ese año académico de 1986-1987 creí que mi escuela cristiana era, en efecto, ese Infierno, porque explotó el rumor que yo tenía SIDA y estaba condenado a la misma muerte de la que hablaban en la clases de religión. Todo el mundo en esta escuela –menos yo- sabía que era homosexual y mi esfuerzo por rebajar sólo me llevó a acercarme de nuevo a la ecuación que resulta en un maricón muerto. Desde ese momento en adelante unos gemelos famélicos que buscaban resaltar su virilidad en la Academia Discípulos de Cristo en Montañez, Bayamón, decidieron diferenciar cómo yo no era, frente a ellos, un hombre “de verdad”.
Finalmente llego a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y descubro, en primer lugar, que en efecto, mis compañeros y compañeras de escuela tenían razón. También tenía razón la Iglesia en Bayamón donde me sometieron a una especie de exorcismo por imposición de manos frente a toda la congregación para lanzar de mí la legión de espíritus de homosexualidad y de muerte que habitaban (o habitan, según ellos) en mi cuerpo. Así que luego de muchas terapias, redes de apoyo y lecturas entendí que en efecto mi padre me podía matar en cualquier momento. En este proceso de constitución de mi homosexualidad la disciplina académica de la historia fue clave. Aprovechaba casi todos los ensayos que me asignaban en la UPR para explorar este tema, comenzando con textos de historia clásica hasta Stonewall. Me aferré a la disciplina de la historia de la sexualidad como un ancla para entender mejor quién era.
Para un joven de Hermanas Dávila en Bayamón haber llegado a una discoteca gay como Krash en la década de 1990, justo al lado donde mi abuela me había informado hacía diez años que era maricón y que mi papá me podía matar por eso, fue muy liberador. El espacio de las barras para muchas personas de la comunidad gay era y es un punto de encuentro en el proceso de formación identitaria y en la búsqueda de un lugar de enunciación como sujeto. Agarré la segunda vida de Bachelor, la época de oro de Juniors y de Tía María, el Yahaira, Cups, entre muchas otras barras y discotecas. Era el pico de la epidemia del SIDA y de campañas como Silencio=Muerte, veíamos todavía las personas casi muertas en las barras y el recrudecimiento de la persecución sobre todo de la Iglesia Católica, de su Cardenal Luis Aponte Martínez y en general de las iglesias protestantes. La memoria del asesino en serie Ángel Colón Maldonado todavía estaba en el aire, en nuestras pieles, por lo que la lucha en contra de la estigmatización de la comunidad gay seguía siendo un imperativo. Fue en las barras donde en efecto conocí que había gente como yo –y mucha. De hecho, el día después de salir de una barra en Santurce en el 1997, la recepcionista de mi trabajo me informó que la mayor parte de las personas de la entidad estaban comentando que yo era homosexual- en parte porque me vieron salir de una discoteca gay- y querían saber si era cierto (ella era la portavoz del grupo). Ante mi contestación afirmativa, basada en la fuerza comunitaria que me había dado la disco gay el día anterior, se le cayó el teléfono de las manos y se levantó en un ataque de pánico. Fui director ejecutivo muy joven, tenía en 1997 solamente 25 años. Hubo personas que gritaban desde otros lugares del piso y cerca de mi oficina “espero que el pájaro no le tire a las escopetas”. De nuevo la metáfora de la muerte y de quién mata a quién, con lo que tenemos que seguir lidiando.
Lo cierto es que los homosexuales, quizás contrario a gran parte de la población general, tenemos que lidiar muy a menudo con el tema de la violencia contra nuestra comunidad. También es un postulado general que en las barras, discotecas y lugares de reunión gay encontramos un lugar bastante seguro de socialización y donde expresar nuestro afecto e incluso pasión de forma más relajada, con menos temor a ser violentados.
Parte 2: ¿Regresamos a la República de Weimar?
Cada día más, el momento de la historia de la homosexualidad donde nos encontramos me recuerda a la cultura sexual de la República de Weimar de la Alemania después de la Primera Guerra Mundial (a partir del 1918) y hasta el comienzo oficial del nazismo en el 1933. Durante este período floreció la defensa de los derechos homosexuales basados en las escuelas de Karl Heinrich Ulrichs y de Magnus Hirschfeld. Aunque ambas corrientes están obsoletas, promovieron como nunca antes los derechos de las comunidades agrupadas hoy como LGBTT y, según algunos historiadores, pocas veces hemos visto una cultura sexual urbana más vibrante que en la década de 1920 y los primeros años de los 1930 en Berlín. La ciudad contaba con barras para hombres gay, como el Adonis Lounge, Zauberflote, Bürger-Casino y el Alexander-Palast; barras para lesbianas, como el Aukula-Lounge, Toppkeller y el Meyer-Stube; para travestis y transgénero, como Eldorado, Mikado Bar y Monocle-Bar; al igual que establecimientos nudistas y el Museo Dr. Magnus Hirschfeld, dedicado al sexo. Sin embargo, este clima de libertad estaba todo el tiempo amenazado por el ascenso arrollador de la derecha moralista y racista de los nazi, la Iglesia y otras corrientes conservadoras de la época.
A menos de un año de la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos de Obergefell v. Hodges hemos tenido en la primera mitad del 2016 a algunos de los líderes de la derecha más acérrima de Estados Unidos participando en las primarias del Partido Republicano. La decisión del 26 de junio de 2015, que concede el derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo bajo la Décimo Cuarta Enmienda de la Constitución de EU, constituye un hito histórico en Estados Unidos que sigue la trayectoria de varios países y ciudades que ya habían tomado la misma decisión en sus respectivos contextos judiciales. La mayor parte de los candidatos y candidatas republicanas a Presidente de EU se declararon a favor del Defense of Marriage Act (DOMA), que define el matrimonio como un acto exclusivo entre un hombre y una mujer, en contra del proceso de socialización de la medicina que está en proceso con el llamado “Obamacare”, rechazaron también la enseñanza de los fundamentos científicos más elementales en las escuelas y la promoción en su lugar de principios religiosos. De hecho, el aparente candidato a la Presidencia por ese partido, que al día de hoy cuenta con todos los delegados necesarios para la nominación, Donald Trump, sostiene, entre otros: la construcción de una muralla con México de este a oeste al sur de Estados Unidos para detener los procesos migratorios, la eliminación de las leyes ambientales que protegen al agua potable y la calidad del aire, y la prohibición de la entrada de todo musulmán o musulmana a Estados Unidos, junto al establecimiento de un cuerpo de vigilancia especial para todas las comunidades que cuenten con poblaciones musulmanas en Estados Unidos.
Las políticas e ideas de Trump hacia los musulmanes se asemejan cada vez más a las de los dictadores que han procurado el exterminio racial de parte de la población. Bajo el lema “Make America Great Again”, el candidato de facto del Partido Republicano busca regresar a un Estados Unidos completamente blanco, heterosexual, cristiano y donde las empresas dicten las normas y reglamentos ambientales. En el caso de Puerto Rico, el candidato a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista firmó un acuerdo con una coalición de iglesias dirigido, entre otros, a eliminar los avances en materia de enseñanza sobre género en las escuelas y expresó su apoyo a los ideales de derecha expresados por DOMA. El candidato por el segundo partido de mayoría, el Popular Democrático, no se ha expresado en torno a los derechos de la comunidad LGBTT o lo ha hecho muy tímidamente.
Desde antes de la decisión de Obergefell v. Hodges en junio de 2015, hemos sido testigos de una campaña agresiva y organizada de parte de las iglesias y de los sectores más conservadores en contra de los derechos de la comunidad LGBTT. Uno de los puntos culminantes de este proceso ocurrió el 18 de febrero de 2013 en la llamada “Puerto Rico por la Familia”, donde más de 100,000 personas se reunieron y marcharon para protestar en contra de los derechos de la comunidad LGBTT, sobre todo del derecho constitucional al matrimonio. Todo parece indicar que estos ocho años de la Administración un poco más liberal del Presidente Obama en Estados Unidos y los cuatro años de la Administración de García Padilla en PR están acabando para dar un posible giro extremo a la derecha, lo que daría paso a un país parecido en muchos tonos a la Alemania post-Weimar.
Parte 3: Xalapa y Orlando
El 24 de mayo de 2016, a sólo una semana de las declaraciones de Enrique Peña Nieto a favor de extender los derechos LGBTT fuera de la Ciudad de México, un grupo de cuatro hombres armados abrieron con fuerza las puertas de la discoteca Madame en la Capital de Veracruz, Xalapa, y comenzaron a disparar de forma indiscriminada, incluyendo a las personas que ya estaban en el piso sangrando. Llegaron hasta el centro de Madame y se marcharon rápidamente. Las personas dentro del establecimiento comenzaron a pedir ayuda por medio de las redes sociales y con sus teléfonos celulares. Ante la confusión, los gritos e incluso las personas resbalando en sangre nadie capturó a los cuatro individuos, hoy prófugos en un país donde este tipo de acto pocas veces resulta esclarecido. De las aproximadamente 200 personas que había en la discoteca, se cree que aproximadamente 20 murieron y al menos una decena fueron heridas. Algunas personas llegaron arrastrándose hasta los baños buscando protección, donde se comunicaron con sus seres queridos. Los números nos son exactos y la información es muy escaza, algunos padres informan que incluso hay desaparecidos. Los atacantes sabían lo que hacían, estaban invadiendo y sembrando el terror en el corazón de la comunidad gay, en un espacio de la ciudad donde se supone que nos sintamos tranquilos. Hoy la comunidad LGBTT de Veracruz y Xalapa viven en terror. En Estados Unidos esta noticia, tan parecida al caso de Pulse en Orlando, no tuvo cobertura noticiosa alguna de parte de sus medios nacionales.
En el caso de la discoteca Pulse de Orlando, el 12 de junio de 2016, a pocos días de cumplirse el aniversario de Obergefell v. Hodges, Omar Mateen, un estadounidense nacido en Nueva York, abrió fuego en la mencionada discoteca. En este caso la cobetura mediática es universal y sabemos con exactitud todos los detalles de la masacre, la cantidad de personas que murieron, que ascienden a 49, y la cantidad de heridos y heridas. La matanza más letal de este tipo dentro del territorio norteamericano ocurre contra la comunidad LGBTT, mayormente latina y puertorriqueña.
Para entender la gravedad de las tragedias de Xalapa y de Orlando hay que conocer la importancia que tienen estas instituciones en nuestra comunidad. Aunque en el siglo XXI las barras gay tomaron un nuevo significado en el contexto de la cultura gay, para muchas personas las barras continúan formando parte de un circuito urbano que provee una interacción social que resulta constitutiva de su subjetividad y del desarrollo de una identidad política homosexual. Un gran número de personas gay, cuyas vidas cotidianas transcurren sometidas a instituciones que tienen la homofobia inscrita como parte de sus estructuras, necesitan, incluso hoy, unos circuitos que les permitan vivir en cierta libertad, al menos por algunas horas a la semana. Para estas personas la barra gay es un espacio de la ciudad para articular una práctica del lenguaje y del deseo gay que resulta enrarecido o tipificado como un objeto de burla y escarnio en los medios de comunicación y en las prácticas sociales cotidianas, incluyendo el acoso en lugares públicos. Mientras algunos sectores de los medios de comunicación, las instituciones judiciales, legislativas, médicas, eclesiásticas y educativas continúan perpetuando el mito de la persona gay como una enferma y desviada, las barras y las discotecas presentan una oportunidad única de socialización.
El espacio de la barra y de la disco gay no ocurre en el vacío, resulta del producto de décadas de lucha política, de personas arrestadas, violentadas e incluso asesinadas por el privilegio de la conquista de un espacio homoerótico en la ciudad. Por décadas la policía y las fuerzas represivas del Estado tenían como uno de sus focos de persecución a las barras LGBTT, que allanaban y cerraban con frecuencia en todo Estados Unidos y Puerto Rico. De hecho, un evento que se usa –de forma debatible en la historiografía queer- como el comienzo del movimiento político LGBTT es, precisamente, el momento cuando un grupo de latinos gay, lesbianas y trans le hacen frente a la policía de Nueva York y resisten de forma masiva los arrestos en la barra Stonewall de Manhattan el 28 de junio de 1969, también un mes de junio hace 47 años.
Este tipo de espacio tiene sus problemas. No se trata de idealizar aquí la barra como un lugar en la ciudad libre de conflicto, de violencia o de estereotipos. Sin embargo, en ella el contacto físico entre personas del mismo sexo es permitido con pocas restricciones. También son lugares de encuentro y espacios de escape de contextos represores de la homosexualidad como pueden ser los lugares de trabajo, la iglesia, incluso grupos de amistades o la familia. Algunos de los problemas de este tipo de espacio tiende a ser el culto a la juventud (casi todas las víctimas de Pulse rondaban entre los 20 y 30 años) y lo que se consideren los estándares de la belleza física del momento, entre otros.
También son espacios que pertenecen a ciertas clases sociales, donde puede existir poca tolerancia a las diferencias dentro de la misma comunidad LGBTT. La entrada a algunas discotecas, barras y saunas está controlada por cuotas de entrada o de membresía que resultan excluyentes a los sectores empobrecidos. Como parte de estas políticas controvertibles de admisión a discotecas, barras o saunas, se encuentra la exclusividad LGBTT. Esta política tiende a causar estupor, escándalo e indignación en parejas heterosexuales, acostumbradas, desde una posición de poder, a manifestar afecto, tomarse de las manos, comunicarse con caricias e incluso demostrar deseo hetero en prácticamente cualquier lugar de la ciudad, a cualquier hora y en cualquier contexto, desde reuniones familiares, hasta el cine o las funciones oficiales. El que una barra o discoteca gay no le permita a una pareja heterosexual admisión le resulta agravante a algunas personas. Este es un tema altamente controvertible, que quizás logremos entender mejor con las tragedias de Pulse y de Madame, quizás no, porque tanto los que defienden este tipo de exclusividad como los que la rechazan encontrarán argumentos a favor y en contra del debate.
Hoy más que nunca resulta importante entender, a pesar de los debates, que todavía existe una persecución letal contra las personas homosexuales. Nuestra comunidad está bajo ataque. En este contexto de persecución, que ahora vemos cómo culmina en matanzas masivas, es necesario defender los espacios donde las personas gay podemos demostrar afecto, deseo y cariño. El fin último de nuestra lucha, de nuestra “agenda gay” no es que se nos “acepte”, precisamente de esto se trata, de entender la diferencia, que todos somos diferentes y que tenemos el derecho a caminar por las calles de nuestros pueblos y ciudades, demostrar afecto y vivir nuestras vidas cotidianas. Tenemos derecho a vivir lo que se le negó a:
Stanley Almodóvar III, 23 años
Amanda Alvear, 25 años
Oscar A Aracena-Montero, 26 años
Rodolfo Ayala-Ayala, 33 años
Antonio Davon Brown, 29 años
Darryl Roman Burt II, 29 años
Angel L. Candelario-Padro, 28 años
Juan Chevez-Martínez, 25 años
Luis Daniel Conde, 39 años
Cory James Connell, 21 años
Tevin Eugene Crosby, 25 años
Deonka Deidra Drayton, 32 años
Simón Adrián Carrillo Fernández, 31 años
Leroy Valentin Fernandez, 25 años
Mercedes Marisol Flores, 26 años
Peter O. González-Cruz, 22 años
Juan Ramón Guerrero, 22 años
Paul Terrell Henry, 41 años
Frank Hernández, 27 años
Miguel Angel Honorato, 30 años
Javier Jorge-Reyes, 40 años
Jason Benjamin Josaphat, 19 años
Eddie Jamoldroy Justice, 30 años
Anthony Luis Laureano, 25 años
Christopher Andrew Leinonen, 32 años
Alejandro Barrios Martínez, 21 años
Brenda Lee Marquez McCool, 49 años
Gilberto Ramón Silva Menendez, 25 años
Kimberly Morris, 37 años
Akyra Monet Murray, 18 años
Luis Omar Ocasio-Capo, 20 años
Geraldo A. Ortiz-Jiménez, 25 años
Eric Iván Ortiz-Rivera, 36 años
Joel Rayon Paniagua, 32 años
Jean Carlos Méndez Pérez, 35 años
Enrique L. Ríos, Jr., 25 años
Jean C. Nieves Rodríguez, 27 años
Xavier Emmanuel Serrano Rosado, 35 años
Christopher Joseph Sanfeliz, 24 años
Yilmary Rodríguez Solivan, 24 años
Edward Sotomayor Jr., 34 años
Shane Evan Tomlinson, 33 años
Martín Benítez Torres, 33 años
Jonathan Antonio Camuy Vega, 24 años
Juan P. Rivera Velázquez, 37 años
Luis S. Vielma, 22 años
Franky Jimmy De Jesús Velázquez, 50 años
Luis Daniel Wilson-Leon, 37 años
Jerald Arthur Wright, 31 años