Declaraciones de guerra tardías
Cuando uno se cree obligado a hacer algo es porque ya es demasiado tarde. Esta es una de las lecciones claves del viejo texto de Lao Tse, el Tao te King. Desde luego, cuesta trabajo averiguar qué es lo que significa esta aseveración sobre todo después de siglos en los que los acercamientos “instrumentalistas” se han quedado con la calle y todo aquello que no suene a remedio práctico sobra. Sin embargo, me parece que la enseñanza taoísta continúa siendo válida. Los seres humanos llegamos tarde la mayoría de las veces a los problemas o encrucijadas que nos acechan. Está en nuestra naturaleza, o en nuestra historia.
Las declaraciones de guerra de ISIS, como las de Francia, Estados Unidos y todos aquellos que se les vayan uniendo, llegan tarde. Llegan tarde porque ya hay guerra. La ha habido durante décadas, muy probablemente durante siglos. ¿Cómo es que se le ocurre a políticos o burocracias conocedoras de asuntos como este, pensar que se puede comenzar de la nada y a partir de ayer o mañana declararle la guerra a aquellos con los que se está peleando a palo limpio desde hace mucho tiempo?
Pero también la declaración de guerra llega tarde porque ya no se puede hacer nada para remediar una encrucijada histórica que ha condenado a millones de seres humanos a la más triste pobreza material. Tampoco se puede hacer absolutamente nada para traer de vuelta a la vida a quienes murieron hace algunos días en París y los que han muerto durante décadas y siguen muriendo como resultado de bombardeos, desplazamientos e invasiones en esa parte del globo terráqueo donde parece concentrarse la vergonzosa miseria que todavía toleramos en estos tiempos de sobreabundancia de recursos de consumo.
Cuando se piensa en la guerra, en declararle la guerra a otro pueblo, a otra gente, a los otros, pasa como cuando se le declara el amor a alguien de quien se está intensamente enamorado o enamorada. El amor ya estaba allí antes, quizás mucho, quizás poco antes, pero definitivamente antes que la ya innecesaria declaración de amor se balbuceara.
Hay guerra ya. La ha habido realmente por mucho tiempo. Si no se había “declarado” era porque los funcionarios concernidos veían las cosas más claras. Se estaba peleando y todo el mundo lo veía. ¿Por qué entonces expresarlo? Es ahora que, confundidos por algún líder que solo ha leído “best sellers” sobre la Segunda Guerra Mundial, deciden que hay que enterar a todo el mundo sobre ello.
El presidente francés Francois Hollande produce vergüenza ajena. Desea proyectarse preocupado, pero ya parecía preocupado mucho antes. Lo que le preocupaban era la percepción que tenían los franceses de su mediocre desempeño, aunque más las encuestas que le revelaban esto. Él y su Partido Socialista han desempeñado un rol de tercera categoría en las tensiones que han agobiado a Europa en los últimos años. La mayoría de las veces han sido rabo de una Alemania que en este asunto de bombardeos prefiere quedarse en casa, no le vayan a sacar en cara un pasado militarista de triste recordación. Pero allí donde Francia pudo haber brindado un ejemplo de comprensión de sabiduría en el asunto griego o en los miles de refugiados que han ido desplazándose hacia la Comunidad Europea, no ha hecho sino imitar al Bush aquel a quien el mundo entero le indicó que la guerra que iba a declarar produciría precisamente lo que estamos viviendo. ¿Quién se atreve a pronosticar que continuar bombardeando a ISIS, o a cualquier otro movimiento, región o nación, nos va a reconciliar? Los asesinatos de París fueron una expresión innecesaria del odio más intenso, el que reclama venganza, “más dulce que la miel” según Homero, que los seres humanos podemos sentir, un odio incapaz de generar algo constructivo pues se agota en su expresión instantánea. Pero el bombardeo que los franceses protagonizaron unas horas más tarde no revela algo de mayor valor. También responde al deseo de vengarse lo más intensamente posible y que los de atrás repechen como puedan.
El problema es que tanto los primeros como los segundos no alcanzarán nada que no tengan ya, que no es mucho. Pero perderán lo poco que tienen. ¿Quién gana algo en la confrontación que nunca terminará entre palestinos y judíos? Nos engañamos. Ya es muy tarde. Y es cada vez más tarde cuando intentamos remediar dinámicas históricas a través de medidas que no reconocen la irrevocabilidad del tiempo.
¿Pero qué van a hacer después de declarar la guerra? Nos debemos imaginar que harán algo muy parecido a lo que aquel sabio presidente de los Estados Unido ya mencionado, George W. Bush, hizo en un contexto muy similar, algo extraordinariamente creativo: volverán a bombardear, volverán a invadir, volverán a tomar rehenes. Unos se ejecutarán frente a las cámaras que no faltan en nuestra época y otros pasarán a aburrirse para el resto de sus días en alguna mazmorra de Guantánamo. Pero lo volverán a hacer tarde, porque ya han bombardeado, ya han invadido y ya han tomado rehenes que se ejecutarán o se pudrirán muy cerca de aquí. Que fue lo que desencadenó París 2015 y Nueva York “nine eleven”.
Qué capacidad impresionante tenemos para no aprender.