Del caos, el desaliento y la solidaridad

Llevo días observando lo que pasa y observándome a mí misma. Y veo que lo que nos viene encima es tan fuerte que siento un miedo real de que no podamos afrontarlo. Mis recursos habituales parecen no ser suficientes para estar a la altura de los tiempos por lo que tal parece que hay que desarrollar otras destrezas y corazones adicionales para mover el cuerpo más allá del cansancio acumulado. ¿Sabrá el resto de la gente que también tendrán que generar más corazón y destrezas?
A veces me pregunto si ya tocamos fondo. Si ya llegamos al momento en el que se renuncian las comodidades, las cosas superfluas que creímos importantes en un momento dado, la idea alocada de que podemos llevar nuestras vidas como las soñamos antes o como las vivimos hasta hace unos años. Me pregunto si es posible hacer planes personales. Si es justo aferrarnos a nuestras casas y otros espacios familiares mientras otra gente migra de país y, a veces, de edificios o casas reposeídas por algún banco. Me pregunto si alguna vez estaremos listas para entender que habrá un momento en que será necesario seguir adelante solo con lo que tengamos encima.
Me descubro desconectada de gente y espacios que creí parte de mi vida y me doy cuenta de que nunca fueron una parte real porque veíamos y vivíamos mundos separados por los dobles significados de palabras como solidaridad, equidad, libertad y justicia. Para algunas personas estas palabras son modas o mecanismos para ganar público. En mi mundo son palabras que se usan para incomodar al estatus quo y no para que nos den palmaditas en la espalda. El sistema no suele premiar ni reconocer con buenos ojos a quienes le quieren cambiar.
Vivo momentos de conflictos internos porque como todas las demás personas, quiero ser feliz y en este país, en este momento, parece imposible. Hay momentos de alegría (menos mal) así que siempre algo salva los días.
Qué cosa esta de vivir en una nación marcada por la violencia que se dispara desde todas las direcciones y se lleva a culpables e inocentes por igual. Qué cosa esta de luchar por gente que ni siquiera reconoce que está en la línea de fuego de un sistema que se apresta a triturar todo lo que se necesite para garantizar la riqueza de unos cuantos sin importar los demás.
Y la gente pachanguea los domingos. Bebe. Come. Y otra gente vocifera en las protestas y recibe palos y gases. Otra gente trabaja en silencio por las invisibles del país. Algunas y algunos viven su soledad y se resignan a la miseria avergonzados porque creen que son los únicos culpables de su pobreza.
Y acá yo. Escribiendo todo esto. Sin una conclusión clara en la mente. Sí con una intención. Mirar menos el mundo de redes y sus realidades distorsionadas. Mirar más la gente a mi alrededor. Ya ni siquiera vale la pena estar opinando sobre las noticias. Mejor es trabajar y que el mundo se construya con menos palabras y más amor y acciones solidarias.
* Publicado originalmente en Facebook y reproducido aquí con el permiso de la autora.