Ya ni siquiera vale la pena estar opinando sobre las noticias. Mejor es trabajar y que el mundo se construya con menos palabras y más amor y acciones solidarias.
Ya ni siquiera vale la pena estar opinando sobre las noticias. Mejor es trabajar y que el mundo se construya con menos palabras y más amor y acciones solidarias.
Curiosamente, hace casi dos meses pregunté en mi círculo Facebook: ¿Qué es más importante? ¿Las personas o las ideas? Y la mayoría de mis interlocutoras e interlocutores se expresaron a favor de la supremacía de las ideas.
Las flores de ayer se marchitarán. Como se marchita el patriarcado con cada vuelta al sol que da la humanidad.
No soy la primera que dice y que piensa que los gobiernos no deberían existir salvo para garantizar el bien común. Esa función es lo único que les permite asumir su lugar con legitimidad.
Los laberintos del miedo se superan cuando tenemos las ganas suficientes de llegar al otro lado y de llevar con nosotras a toda persona que se quiera sumar.
No es cierto que seamos dueñas y dueños de nuestras vidas. Esa ilusión representa, a lo sumo, un placebo para sobrevivir y movernos entre nacimientos y muertes que no siempre controlamos.
Los partidos políticos son un instrumento y no un fin en sí mismos. El día que nuestra gente entienda eso, se acabará la corrupción y cambiará nuestra forma de gobernarnos.
En menos de un mes, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos emitirá su decisión sobre el matrimonio igualitario. Creo que no exagero si digo que prácticamente todxs lxs activistas LGBTT estamos cruzando dedos para que sea una decisión favorable.
Me refiero a un estado de conciencia en el cual se sabe que se ama al prójimo, se ama la vida, se ama a nuestra pareja y a nuestras familias y aun así, no logramos ser ese ser humano pleno que tenemos derecho a ser por las barreras del prejuicio y las desigualdades.
Bailar alrededor del fuego, teniendo claras nuestras intenciones, es un acto de libertad. Bailar, como acto simbólico, puede tener muchos significados: preámbulo a las guerras que se librarán, celebración de victorias, ofrendas, expresión de amor, de alegría e incluso de duelo.
Los “te amo” abundan y mucha gente se felicita porque, a fin de cuentas, tiene la dicha de haber encontrado a su “media naranja”. El rojo es una marea apasionada por las calles de la isla y todo, todo es más bonito gracias al amor. Sip.
Ver la belleza y gozarla. Ver la miseria y sufrirla. Amar y de vez en cuando sentir aletear el odio. Combatirlo para no dar la victoria a quienes crecen con él… y soñar.
Si la persona lectora saca cuenta, con $11 al día sabrá que si paga la comida, no puede pagar el alquiler de su casa, la luz, el agua y otros artículos como efectos escolares o efectos del hogar. ¿Carro y gasolina? Ni pensarlo.
Vivir con esperanza y con amor y mantener los ojos bien abiertos a la realidad, es un acto de revolución. En esa revolución, capaz de destruir aun nuestras propias creencias para crear una nueva matria, espero conocer otras Nilitas.
Al final, se aprobó lo que se aprobó. El camión tarima que los grupos religiosos llevaron para celebrar el fracaso de los proyectos se lo tuvieron que llevar sin usarlo. El sabotaje al PS238 no se les dio como lo esperaban.
El Día de las Madres es un buen día para mirarlas y ver las mujeres que en realidad son. Es un buen día para dejar de lado los clichés y liberarlas de esa carga inaguantable del amor que todo lo sacrifica.
Aquí me detengo con un pensamiento que me preocupa. ¿Si la diosa es mujer, tiene que ser heterosexual? “No puede ser”, me contesto.
Cuando la conciencia despierta, detectas el dolor ajeno, sientes el de tu corazón, te indignas con las desigualdades y ¡pum!, pierdes los párpados. Tu mirada jamás vuelve a ser la de antes.
Es importante hacer inventario de capacidades y ponerlas al servicio de los movimientos con desinterés y solidaridad. Es importante, muy, muy importante asumir responsabilidad, dejar de quejarnos y actuar.
Valores que a estas alturas no podemos darnos el lujo de negociar: el estado laico, los derechos humanos, la subversión de un orden económico que ya fracasó, la lucha para derribar las barreras de clase que mantienen segregado al país.
El mural de Sofía en Santurce, con su pelicolorá y sus tatuajes nos dice de manera contundente “No me maltrates”. La imagen de esta mujer me parece poderosa. No estamos ante un ruego. Estamos ante una orden.