Del centro a los márgenes
Hubo una época, en el siglo pasado, cuando la historia parecía emanar de los centros dominantes del poder político. Los historiadores de entonces no solo rumiaban en las intrigas palaciegas o en los entresijos de la diplomacia, sino al abordar temas sociales,como la esclavitud, recurrían preferentemente a fuentes oficiales del estado, los parlamentos o los tribunales.
Pero entonces, en el siglo pasado, mientras irrumpía en la sociedad el movimiento de derechos civiles para las minorías afroamericanas, también irrumpió en la academia un extenso debate sobre el lugar donde debía ubicarse la historia: si anclada en su viejo nicho de las humanidades, o si cruzaba al campo de las ciencias sociales. Y antes de que aquel debate se esclareciera, ya varios historiadores y economistas (se hacían llamar“cliometricians”) habían minado el estudio de la esclavitud con todos los “hierros” de la cuantificación y el análisis estadístico. Entre ellos se destacaron Robert W. Fogel y Stanley L. Engerman. En su ya clásico libro sobre la esclavitud sureña en Estados Unidos, Time on the Cross, luego de compulsar toda la estadística sobre dieta y vivienda, llegaron a afirmar que para los esclavos, la época pos abolicionista: “fue más feroz y cruel que la época precedente (la esclavitud)…se deterioró la esperanza de vida, la dieta, la salud.” Pero no bien dicho y debatido, en un acto de pequeña contrición daban una vuelta de tuerca hacia el viejo nicho de la historia. “Tampoco creo – afirmaría Fogel- que la cuantificación requiere que se abandone la historia como un arte literario.” (American Historical Review, 1975)
Recordaba esa vieja historia ahora al leer el libro de ensayos de Fernando Picó, Vocaciones caribeñas, publicado recientemente por Ediciones Callejón. Y lo recordaba, pues hace más de tres décadas atrás, cuando iniciaba mis investigaciones sobre la esclavitud, Fernando Picó me invitó a ofrecer mi primera charla sobre el tema de la cuantificación en la historia. Pero la pasión del neófito puesta en aquellas y otras interpretaciones llegadas de otros mares se iría modificando con el tiempo. Y casi de la misma forma, como si se estuviese navegando por esos puertos cambiantes de la historia, Fernando Picó nos presenta en este libro una bitácora de las vueltas de esos viajes.
El ensayo introductorio, subtitulado “Trajines atlánticos”, traza la ruta y el tema central en todos los artículos :“desestabilizar los relatos recibidos, usualmente urdidos en el Atlántico Norte…(que) privilegian las fuerzas hegemónicas exteriores. ” La temática de los ensayos es diversa. Incluye una presentación al libro del arquitecto Klumb, conferencias a bibliotecarios o a estudiantes y también artículos publicados en periódicos o revistas.
En todos los ensayos resalta una mirada fresca, con la vista puesta en personajes muchas veces olvidados por los grandes relatos o las teorías totalizadoras del materialismo histórico. Así aparecen los limpiabotas de Cayey, enfrentados al intento del estado por uniformarlos. También se abre un espacio para la imaginería, como en el ensayo sobre la Pantera de Caimito, o para ver la familia esclava frente a la religión. En otros ensayos, “Provocaciones”, nos remite a los viejos temas de la academia, la paidea, la duda, la crítica y hasta la moral, pero siempre con una tónica distinta, recordando la hibridez de nuestra historia caribeña y los retos por rescatar la voz narrativa en los relatos de nuestros futuros historiadores.
Si bien es cierto que ese esfuerzo por detenerse en los márgenes y alejarse de los grandes centros de poder fue necesario en un momento dado, cabe preguntarse si hoy, con las noticias sobre el desempleo, migraciones y quiebras que a diario nos aquejan aquí y en todo el planeta, no habría también que detenerse a examinar esas fuerzas invisibles que mueven los centros económicos en tiempos de globalización.
Son curiosas las vueltas que da la historia. En la primera mitad del siglo pasado, cuando algunos historiadores parecían tener la vista puesta sobre aquellas grandes interpretaciones del materialismo, el crítico literario Walter Benjamin escribió 17 tesis sobre el concepto de la historia. Están recogidas y comentadas en el libro de Michael Löwy, Walter Benjamin: aviso de incendio (Fondo de Cultura Económica, 2012). Leía el libro justo antes de comenzar la lectura de los ensayos de Picó. Aunque muy distintos en su factura, tono y enfoque, algo parecía unir ambos libros: el deseo de romper con los esquemas totalizadores. Walter Benjamin, conocido como crítico literario, abrazó el materialismo histórico, pero siempre en lucha interna con su condición de judío. De hecho, se suicidó antes de caer en manos de los nazis. En vida trató de compaginar el materialismo con el espiritualismo; que no es lo mismo que espiritismo, sino más bien una “teología”, o fuerza externa e invisible en la historia. Para ilustrar su punto de vista, utilizó un cuento muy poco conocido de Edgar Allan Poe, “El jugador de ajedrez de Maelzel”. En ese cuento, más bien un relato investigativo, Poe explica el funcionamiento de un maquina autómata en la cual un maniquí, vestido de turco, mueve las piezas del tablero al accionar su brazo izquierdo mediante una fuerza externa. Benjamin encontró en ese cuento las referencias para ilustrar sus tesis, formuladas casi a contracorriente, y dar una vuelta de tuerca a las interpretaciones materialistas.
Vuelven a mostrarnos así, estos dos libros de historia, distintos en cuanto a tiempo y lugar, las vueltas que han dado en el pasado y el presente los enfoques de los historiadores: del centro a sus márgenes.