Dios de caza en casa
“Yo no te pido que me firmes diez papeles grises para amar,
solo te pido que tu quieras las palomas que suelo mirar.”
–Pablo Milanés
Hace poco fui con mi compañera a llevar los documentos requeridos por ley, para que incluyeran a Isaías, nuestro recién nacido, en el plan médico grupal que tiene por ser maestra del municipio de San Juan. Vamos entonces hasta la Torre Municipal, y ya que estábamos allí decidimos preguntar cómo podría incluirme en la cubierta. Yo pago 100 dólares al mes por un plan individual de la misma compañía aseguradora; y me veo obligado a hacerlo porque soy “freelance”, que en español debería significar “desempleado a tiempo parcial”; y porque ya no soy un jovencito y en cualquier momento me explota algo y como dice mi madre: “se chava la manigueta”.
La salud es un negocio, eso no es un secreto; y sabemos que para tener personas saludables que puedan contribuir al bienestar de toda la sociedad, cada cual tiene que tener la suerte de no enfermarse, o de gozar con dinero suficiente como para pagar los servicios de salud, o al menos contar con un ingreso regular que le permita comprarse un plan médico. Y lo peor no es que nos vendan el acceso a estos servicios, sino que para colmo también tenemos que seguir al pie de la letra su moral. Y por eso no quisiera llamarle a mi conclusión una moraleja, porque equivale a convertirla en una moral chiquita; pero sí tengo que aceptar que algo relevante aprendí de la experiencia.
santo Juan
Tanto el municipio de San Juan, capital de Puerto Rico, como la compañía de seguros de salud Triple S (SSS), creen que para cubrir al padre o la madre de tu hijo o hija en su plan médico, deben estar casados, y condiciona ese “beneficio” a presentar un certificado de matrimonio. Debo aclarar que el plan médico es pagado por el empleado, y que el municipio solo ofrece una pequeña contribución. Pero además, añado que la contribución que hace el municipio proviene de fondos públicos, y que no es ningún favor de alcalde alguno, ni mucho menos. Mi punto aquí sería entonces, tratar de entender por qué en nuestro Estado constitucionalmente secular, y que debería defender la separación entre Iglesia y Estado, hay que presentar un certificado de matrimonio para poder tener cubierta a tu pareja en el plan médico que auspicia el municipio.
Y quizá me dirán que el matrimonio no es religión, pero se equivocan. Porque, ¿de qué otra forma se puede justificar que tras decir unas palabras “mágicas” y firmar un papel durante un rito, sea efectuado por religiosos, o por gente que juraron su poder sobre una Biblia, usted quede unido a otra persona de una forma especial y privilegiada, y que luego le haga eso merecedor de beneficios exclusivos?
En Puerto Rico, como en casi todo EE.UU., casan los jueces; pero también, antes de que lo hiciera el Estado, casa cualquiera que esté “ordenado” por una religión. Dice la ley:
Art. 75. Autorización y celebración del matrimonio – Quienes pueden celebrarlo. (31 L.P.R.A. sec. 243)
Todos los sacerdotes u otros ministros del evangelio, debidamente autorizados u ordenados, rabinos hebreos y los jueces del Tribunal Supremo, jueces del Tribunal de Apelaciones, jueces del Tribunal de Primera Instancia, los jueces y los jueces magistrados de la Corte de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito de Puerto Rico, pueden celebrar los ritos de matrimonio entre todas las personas legalmente autorizadas para contraerlo. (Enmendado en el 1952, ley 11; 1996, ley 72; 2000, ley 16)
Si notaron, el texto menciona a los sacerdotes antes que a los jueces, porque fue la iglesia la que instituyó ese “sacramento” como ley; pero como si fuera poco, la Iglesia, en lo que respecta al matrimonio, tiene exactamente el mismo poder y autoridad que el Estado. Para mí eso ya debería ser causa de alarma. Pero antes de continuar, veamos la ley.
Art. 68. Definición, validez y disolución del matrimonio. (31 L.P.R.A. sec. 221)
El matrimonio es una institución civil que procede de un contrato civil en virtud del cual un hombre y una mujer se obligan mutuamente a ser esposo y esposa, y a cumplir el uno para con el otro los deberes que la Ley les impone. Será válido solamente cuando se celebre y solemnice con arreglo a las prescripciones de aquélla, y sólo podrá disolverse antes de la muerte de cualquiera de los dos cónyuges, en los casos expresamente previstos en este título. Cualquier matrimonio entre personas del mismo sexo o transexuales, contraído en otras jurisdicciones, no será válido ni reconocido en derecho en Puerto Rico. (Enmendada en el 1999, ley 94). << Lean el texto completo de la ley aquí>>
De entrada, lo más que me impactó fue el vocabulario. Con eso de “obligarnos mutuamente” a cumplir ciertos deberes, y que considero una descarada proyección del Estado sobre la familia, ya uno tiembla. Yo pienso que podríamos tener relaciones más saludables, y en condiciones de mayor libertad y seguridad, con tan solo asumir que nadie tiene derecho de obligar a nadie a nada. El interés tras el matrimonio, después de todo, sigue siendo el forzarnos bajo amenaza divina, a cumplir con nuestros “deberes terrenales”. El Estado entonces, juega a ser la idea del dios que reina desde el mundo de la Biblia.
Veamos otro detalle del texto de la ley, que podría echar luz sobre la carga religiosa que tiene el “matrimonio civil”. Como leímos, la ley sólo legitima el matrimonio que “…se celebre y se solemnice…”.
Solemne. (Del lat. solemnis).
1. adj. Celebrado o hecho públicamente con pompa o ceremonias extraordinarias. Exequias, procesión, junta, audiencia solemne.
2. adj. Formal, grave, firme, válido, acompañado de circunstancias importantes o de todos los requisitos necesarios. Compromiso, declaración, promesa, prueba, juramento solemne.
3. adj. Crítico, interesante, de mucha entidad. Ocasión, plática solemne.
4. adj. Grave, majestuoso, imponente.
5. adj. peyor. U. para encarecer la significación de algunos nombres. Solemne disparate.
6. adj. desus. Que se hace de año a año.
Si fuéramos estrictos con la palabra, tendríamos que establecer que lo solemne se puede obtener solamente tras una importante inversión de riquezas, y eso sería así por la pompa que supone como requisito. El término en la ley parecería llevar intacto su pasado histórico, que está asociado a sistemas antiguos de explotación que se instalaron sobre la base del concepto de propiedad privada, y en donde solo los poderosos practicaban los matrimonios para poder mantener las riquezas y los privilegios, dentro de su línea consanguínea. Pero dicho esto, tendría que resaltar el hecho de que “solemne”, es también la misa “cantada, en la que acompañan al sacerdote, el diácono y otros ministros.”1
Ahora recapitulando, para casarnos tenemos que contratar la autoridad de alguien ajeno a nosotros, con un poder que le confiere básicamente el dios del viejo testamento, para que consienta públicamente a la unión con mi pareja en un rito pomposo, y de esa forma quedemos mágicamente convertidos en matrimonio, para poder salir a cumplir con nuestros deberes.2 ¡Comiquísimo!, ¿verdad?
Ya con lo dicho la ley es clasista, machista, homofóbica, y explícitamente privilegia una herencia cultural y religiosa, sobre otras formas de ver el mundo. Más adelante, y entre un montón de condiciones arbitrarias, la ley considera como causa para que un hombre no pueda casarse, el que sufra de impotencia ((Los planes médicos cubren la Viagra)) ¿Pero, quién decidió inicialmente lo que es estar o no calificado para relacionarse íntimamente con otra persona? Y, ¿por qué es tan importante la cláusula reproductiva?
Conteo de soldados
El matrimonio en su camino hasta nosotros se ha convertido en una fórmula para monitorear y controlar la reproducción, que es a su vez una cualidad que se le atribuye a ese rito desde el “creced y multiplicaos…” del Génesis (9:1-7), y que dictara dios a Noé luego de haber exterminado a los humanos con un diluvio. También se repitió con Moisés, cuando el matrimonio figuró prominentemente en los mandamientos que le dictó Yahvé en el Sinaí, mientras el “pueblo de dios” cruzaba el desierto huyendo de la esclavitud egipcia. Pero en el fondo, la defensa de la reproducción en la Biblia es una táctica para la conquista que buscaba, y busca, hacer del pueblo “escogido”, la “raza” que domine el mundo que dios les prometió.
El matrimonio está incluido entre los mandamientos de Moisés, que es el profeta fundador del judaísmo, y por ser esta la tradición religiosa que ha practicado el poder que nos controla desde entonces, es que se instituye naturalmente como ley “civil”. Señalo para provocar la reflexión, que el adjetivo de civil, que se usa para definir la ley de los estados, se acuña con el propósito de separarla de la “ley militar, o la divina”.
En Éxodo 20: 14, nos dice dios: “No cometerás adulterio”; y como sabemos, todavía hoy la fidelidad es un deber del matrimonio “civil”. La monogamia como ley la heredamos por el poder que ha tenido históricamente la religión en los asuntos públicos; y si algo busco con mi reflexión, sería que quedara claro que la ley del matrimonio que nos venden como civil, secular, o no religiosa, es solo la opinión de un “profeta” hebreo (posiblemente un personaje ficticio) que hace miles de años según el viejo testamento (también llamado la Torá, o el Pentateuco), decía que hablaba con dios. Nada más debería ser necesario para desacreditar el matrimonio como ley, en un Estado que tiene que defender la separación entre Iglesia y Estado.
¿Qué dicen las encuestas?
Todo el mundo sabe que casarse y divorciarse se hace en el mismo gesto tanto en Puerto Rico como en los EE.UU. Según estadísticas del Departamento de Salud, en el 2008 se casaron más de 18 mil personas, pero ese mismo año más de 14 mil se divorciaron.3 Con el Censo del 2010, se evidenció además un aumento significativo de familias encabezadas por mujeres solas,4 lo que nos deja concluir que la fórmula de la familia nuclear, que consiste de madre, padre y 2.2 hijos, no es ni siquiera tan común o frecuente.
El matrimonio heterosexual, o cualquier matrimonio monogámico, no cuenta con evidencia que lo respalde como método de unión superior a la relación consensual en ningún aspecto. Si no fuera por el hecho de que el Estado premia a los casados, como dándole una galletita a un perro entrenado, no existiría ninguna ventaja en cumplir con los santos “votos matrimoniales”. Por eso entiendo que incluso, buscar legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo sigue siendo una lucha que lo único que conseguirá será bendecir con la autoridad de la religión nuestras uniones. Y no me mal entiendan, yo sí puedo ver el sarcasmo y la intención de hacer visible la hipocresía, que muchas veces está detrás de pedir ese tipo de igualdad ante el Estado, pero por eso mismo y más que nada, lo que conseguirá esa lucha si es exitosa, sería legitimar a la Iglesia y fortalecer al Estado, porque los acreditaría ante la opinión de más personas en asuntos de nuestra intimidad, cuando deberíamos ambicionar todo lo contrario. Yo simplemente abogo por abolirlo, y punto; y por eso mi hijo nació a mucha “honra”, fuera del matrimonio.
Casarse “bajo la ley” no funciona para garantizar más ni mejores uniones entre personas, porque por un lado, los maridos son los que más matan mujeres en Puerto Rico;5 mientras por el otro, ha servido más que nada para negarle ese derecho a muchas parejas que tienen el deseo de formalizar su unión legalmente, y no las dejan, por el discrimen que impone la religión sobre “la ley civil”.
Tanto al plan médico como al municipio, les debería bastar con que le presentáramos una declaración jurada para confirmar legalmente nuestra relación de pareja. Eso debería ser suficiente incluso para las uniones de personas del mismo sexo. Pero tengo que insistir en que creo que aún así sigue siendo injusto el requisito de fidelidad monogámica que impone la ley del matrimonio, para aquellas uniones que involucren a más de dos personas. Pienso que en un Estado sin preferencias de credo todas las formas de unión deberían tener la misma validez.
“Background check”
El matrimonio como unión monogámica/heterosexual es de origen económico, pero recordemos que el Estado asume la ideología religiosa como ley, para que su poder parezca parte de algún plan divino.6 La ley no es otra cosa que la consolidación de la ideología dominante, porque nadie sin poder puede hacer leyes. Así que el matrimonio dentro de los intereses de los que tienen el poder facilita la herencia, que es en sí la transferencia de propiedades, influencias e ideología. Con la herencia se logra mantener las riquezas en manos de los ricos y la pobreza entre los pobres.
Recalco que la capacidad que tiene el Estado de autorizar a un hijo de sangre a heredar lo que le perteneció a sus padres, es económica; pero la acción ritualista del maridar, o de unir oficialmente a dos personas alzando las manos, para legalizar sus hijos, declarándolo en voz alta frente a testigos, la inventa la religión para atribuirse poder sobre los asuntos públicos, y de esa manera justificar su presencia en el poder.
La religión en sus orígenes era la ley, literalmente; y se impuso en la práctica como la intermediaria entre el éxito y los negocios, y como mediadora de conflictos. La figura del juez es también consecuencia directa de la misma condición. La iglesia desde entonces garantizó su poder místico en la sociedad porque la ley del dios era la ley del rey. El bautismo de pila, y que nos da el “nombre de pila”, fue en su tiempo una especie de registro demográfico para contar súbditos de la iglesia; y con el mismo propósito, la circuncisión originalmente fue una marca para reclamar propiedad sobre personas, y hoy todavía se insiste en considerarla como un proceso médico necesario bajo pretextos falsos de “higiene”. Sin embargo, en estas épocas y en estos lares, la gente se baña casi todos los días. Eso sí, he notado que los niños nunca se lavan bien las orejas, así que creo que mejor deberíamos promover el que se les corten las orejas a los recién nacidos, en lugar del prepucio.
Yo pienso que tenemos que combatir las formas en que, arbitrariamente, se han atribuido poder sobre nosotros los supuestos intermediarios de dios y sus supersticiones. Yo entiendo que estamos siendo castigados económicamente por no creer en el imprudente rito del matrimonio. Pienso que una cosa es tener derecho a una opinión religiosa, y otra bien distinta imponerla sobre todos. Cada cual puede hacer con su vida lo que quiera, hasta casarse; pero yo tengo que poder tener el derecho a no casarme, y aún así gozar de los mismos beneficios que puedan tener los casados.
Como vimos, podemos encontrar que en todos lados está metida la religión y nunca es para darnos más derechos. Dejarle pasar estas cosas solo nos garantizaría un futuro de mucha más explotación; así que con lo ya dicho, enfrento a nuestra flamante Alcaldesa del Municipio, con una oportunidad para que demuestre su compromiso político con la libertad sexual.
- http://lema.rae.es/drae/?val=solemnizar [↩]
- Según la ley nuestros deberes como matrimonio son: Art. 88. Cohabitación, fidelidad y socorro. (31 L.P.R.A. sec. 281) Los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente. Art. 89. Deberes de los cónyuges – Protección. (31 L.P.R.A. sec. 282) Los cónyuges deben protegerse y satisfacer sus necesidades mutuamente en proporción a sus respectivas condiciones y medios de fortuna. Enmendado en el 1976, ley 109. [↩]
- Departamento de Salud/Negociado del Censo Federal de los Estados Unidos [↩]
- Me cito a mí mismo: “Más de la mitad de la población puertorriqueña está compuesta por mujeres: casi 2 millones… …en el 24.7% de los hogares puertorriqueños, lo que equivale a más de 300 mil hogares de un total de poco más de 1.3 millones, una mujer sin hombre dirige a la familia… http://www.elpuntoes.com/puerto-rico-sin-las-pajas-amado-martinez-lebron [↩]
- http://www.elnuevodia.com/combateelcentroparapuertoricolaviolenciadomestica-1202742.html [↩]
- Un ateo en silencio es un cristiano. [↩]