Dios se creyó Niemeyer
Según Galeano,
Niemeyer.
Odia el ángulo recto y el capitalismo. Contra el capitalismo no es mucho lo que puede hacer; pero contra el ángulo recto, opresor del espacio, triunfa su arquitectura libre y sensual y leve como las nubes. Niemeyer concibe la morada humana en forma de cuerpo de mujer, costa sinuosa o fruta del trópico. También en forma de montaña, si la montaña se recorta en bellas curvas contra el cielo, como es el caso de las montañas de Río de Janeiro, diseñadas por Dios el día aquel en que Dios se creyó Niemeyer.
En esta extraordinaria descripción de Galeano hay un elemento que me provoca cierto desconcierto. Claro está que la esencia o la belleza de un texto no quedan arruinadas por una sola de sus frases. De hecho, me encantaría que las hermosas palabras de Galeano aparecieran en el epitafio de Niemeyer. Pero me inquieta la hipérbole utilizada por el escritor. Todo lo demás me parece que está en su justa medida. La excepción radica en la exagerada afirmación de su impotencia ante el capitalismo.
A través de toda su vida, Niemeyer denunció los desmanes del capitalismo, censuró sus mecanismos de despojo y expresaba que ese sistema era tan inhumano que finalmente tendría que colapsar. Luego del desmembramiento de la Unión Soviética, cuando el ideal socialista se hizo más difícil de defender, cuando la izquierda latinoamericana se veía abatida y desesperanzada, Niemeyer aceptó presidir el Partido Comunista Brasileño (PCB), del cual había sido miembro por décadas. Durante toda su vida, nunca claudicó a expresar su oposición al capitalismo y pagó el precio de su verticalidad con el exilio ya que Niemeyer conoció en carne propia la persecución. Varios años antes, perdió la oportunidad de ser decano de la prestigiosa Escuela Graduada de Diseño de Harvard (Harvard GSD), la cual alberga el programa de arquitectura de la universidad, pues el Departamento de Estado de Estados Unidos le negó la visa de trabajo, precisamente por su afiliación al PCB. Más allá de la denuncia, una forma adicional de su compromiso contra el capitalismo suele pasar desapercibida, su obra pública se oponía a la privación estética de las clases populares.
Contra la privación estética
La escritora norteamericana Barbara Ehrenreich en su ensayo, “This Land is Their Land”, nos presenta que la privación material a la que está sometida la clase obrera conlleva también otro tipo de privación aparentemente menos tangible.
Según Ehrenreich,
De todos los crímenes de los ricos, la privación estética del resto de nosotros puede parecer un simple delito menor. Muchos de ellos deben su riqueza a los trucos de siempre: exprimir a sus empleados, sobrefacturar a sus clientes y contaminar cualquier terreno que no van a utilizar para su tercera o cuarta residencia. Una vez que han hecho (o heredado) sus fortunas, los ricos pueden hacer subir el precio de los bienes que la gente común también necesita -la vivienda, por ejemplo…. También existen otras maneras en que los ricos nos roban al resto de nosotros la belleza y el placer. Mientras áreas de las gradas de los estadios son eliminadas para dar paso a palcos «suites» que cuestan más de 100.000 dólares por una temporada, asistir a un juego de pelota se ha convertido en prohibitivo para la familia promedio. En el otro extremo del espectro cultural, coleccionistas superricos han hecho subir el precio de las obras de arte, lo que lleva a los museos a transferir a su vez este costo aumentando los precios de admisión.
Si bien es cierto que la apreciación del arte no llena el estómago de los desempleados en ninguna ciudad del mundo, sin lugar a dudas ayuda a llenar el alma de aquellos un poco menos desafortunados. Al combatir ese delito menor de la burguesía, la privación estética de la clase obrera, Niemeyer ayudaba a socavar el capitalismo. El Niemeyer de Avilés así lo demuestra.
Los números del Niemeyer
El Ayuntamiento de la ciudad de Avilés, el Principado de Asturias y el Gobierno Central Español han cofinanciado un ambicioso proyecto de renovación urbana en la que fuera anteriormente una ciudad industrial. Una pieza clave de este proyecto ha sido la construcción del Centro Internacional Cultural Oscar Niemeyer —llamado simplemente el Niemeyer— que ubica en una porción de tierra que bordea el estuario y que luego se convertirá en isla cuando finalmente se construya un canal de agua a su alrededor, para crear la “Isla de la Innovación”. El éxito de El Niemeyer es la esperanza que tiene el Ayuntamiento para revitalizar la ciudad y su desgastada economía que ha visto el cierre de muchas de sus industrias. La inauguración del Niemeyer fue precedida por controversias sobre corrupción y malversación de fondos en la gerencia del proyecto, razón por la cual tuvo que cerrar temporeramente luego de su inauguración, lo que provocó consternación en los lugareños que ya se habían encariñado con el proyecto.
El partido político local ASIA (Agrupación Social Independiente de Avilés) poniendo en práctica la controvertible idea de que gobernar es encuestar, realizó una encuesta entre los residentes y los comerciantes de los barrios aledaños al Niemeyer y al centro histórico de la ciudad. Entre los 288 residentes encuestados, el 64% afirmó que la construcción del Niemeyer no resolverá los problemas de la ciudad. Al preguntárseles por las necesidades de los barrios, el principal problema presentado fue la falta de empleo (24%). La mayoría de las personas de edad avanzada ni siquiera conocía de la existencia del Niemeyer, alegó el portavoz de los resultados numéricos, quien además aseveró que la mayoría de las personas piensan que la inversión en el Niemeyer es un gasto innecesario, aunque el parte de prensa no precisó si ofreció números al respecto.
Ante la angustiosa situación de precariedad en el empleo, se entiende la desesperanza de quienes pensaron que el Niemeyer aliviaría el desempleo al revitalizar el paisaje urbano de la ciudad. Aspirando a generar lo que se ha denominado el “efecto Guggenheim” y que el profesor Rafael Jackson ha denominado, “Construcciones Carpe Diem, Inc.”, este tipo de iniciativa ya ha hecho mella en España con un puñado de estructuras de escala colosal y un déficit descomunal que ha impedido llevarlas a término. Aunque este no es el caso del Niemeyer de Avilés, pues tiene una vibrante y cargada agenda cultural, puede ser que sea el caso de la Isla de la Innovación, de la que el Niemeyer es una parte.
Apropiación popular de Niemeyer
La obra de Niemeyer combate la privación estética al proveer superficies curvas para el deleite, el asombro y la contemplación del transeúnte común. Sus estructuras públicas también se convierten en un refugio para la serenidad, precisamente en el medio de ciudades sumamente agitadas. En cierto sentido, Niemeyer se ha convertido en un diseñador para el pueblo, pues su obra fue apropiada por el propio pueblo.
En la ciudad de Avilés, parte de una provincia muy reconocida por su repostería, se han confeccionado nuevos elementos que todavía no aparecen en los libros de cocina, las “cúpulas avimeyer”, las “niemeyitas” y los “niemerinos”. Las cúpulas avimeyer (del Café de Ángel), las niemeyitas (con base de almendra) y los niemerinos (de almendra, manzana y chocolate) imitan la cúpula del Niemeyer que alberga la principal sala de exhibiciones del complejo. Niemeyer ha encendido la creatividad en una ciudad que piensa que el turismo gastronómico puede remediar la desindustrialización local.
Personalmente, la apropiación que más me gusta es la de los jóvenes “skaters” que con patineta en mano se aprovechan de espacios públicos para sus piruetas urbanas en lugares que nunca fueron diseñados con ellos en mente y que aquí en San Juan son fanáticos del área del Tótem Telúrico. En la plaza del Memorial de América Latina en São Paulo se celebró el año pasado el “Primer Encontro de Skaters Niemeyer”, en homenaje al arquitecto después de su cumpleaños número 103. El propio arquitecto otorgó autorización a los organizadores del encuentro para utilizar cualquiera de sus obras como fuentes de inspiración para adornar la composición de la pista y de las demás instalaciones para el encuentro. Las actividades usaron como telón de fondo, la escultura Mão de Niemeyer, una mano herida en la palma, cuyo rastro de sangre estampa el mapa de América Latina y las islas del Caribe. Entre los paraboloides y cúpulas invertidas, sobre secciones cónicas y cilíndricas, las ruedas de las patinetas a veces acariciaban, a veces se impulsaban y en otras se estrellaban contra las superficies con las cuales Niemeyer cohabitó.
Diseño de Dios
Mucho hizo Niemeyer contra el capitalismo y su vida nos anima a no flaquear ante todo lo que nos queda por hacer. Este sistema capitalista en lugar de sembrar la serenidad de las superficies ondulantes, siembra el conflicto y la lucha, produciendo movimientos cortantes y chocantes, totalmente angulares, como trayectorias brownianas que enfrentan a individuos, unos contra otros. Quienes con aplomo decidido hoy justifican el capitalismo tienen tantos ángulos rectos en su mente que les impiden tener la rectitud moral y política de reconocer que otro diseño social se hace cada vez más necesario. Niemeyer ateo, quien diseñó iglesias, catedrales y mezquitas, estará de acuerdo: el capitalismo no fue un diseño de Dios.