“Division Street Riots”
Apuntes sobre brutalidad policiaca, militarización del espacio urbano y memoria, a propósito de la primera rebelión urbana de los boricuas en la diáspora.
“To articulate the past historically does not mean to recognize it “the way it really was” (Ranke). It means to seize hold of a memory as it flashes up at a moment of danger.”
– Walter Benjamin
De helicópteros… a “robot bomba”
De acuerdo al Chicago Tribune, fue la primera vez que se usaba un helicóptero para controlar a la población civil en la historia de la ciudad. Si bien en Vietnam su vuelo acababa con todo – vietnamitas, bosques, y lo que viviera entre medio – en Chicago se inauguraba una nueva forma de vigilar a la multitud. “For the first time, police used a helicopter in crowd control action, keeping tab on the neighborhood until it became so dark the helicopter had to land.” La militarización del espacio urbano como medida de contrainsurgencia pasa por la experiencia boricua, y afroamericana.
Todavía me sorprende lo que leí cuando miraba la notica sobre el francotirador que mató a cinco policías que vigilaban una manifestación de Black Lives Matters! en la ciudad de Dallas, el pasado julio. Si bien la muerte de cinco personas con uniforme de policía me apenaba, aunque no me sorprendía dado el largo historial de abuso contra los negros y sus comunidades, más me chocó el uso de un “robot bomba” para matar al exveterano afroamericano que disparaba desde un edificio a los policías. Es la primera vez que la policía usa un robot para atacar y matar a un civil. El ejército, sin embargo, ha usado cientos en Irak.
De helicópteros al robot-bomba, la tecnología de la contrainsurgencia contra la población civil sigue ‘avanzando’ en tiempos de totalitarismo rampante.
Fiesta y dignidad…
Todo comenzó el 12 de junio de 1966. Se celebraba la primera Parada de los puertorriqueños en Chicago y las fiestas “de San Juan”. Las boricuas bailaban y se reunían en la calle con música y bebidas. Según el periódico, la atmósfera era “de carnaval”. Y efectivamente, como en un “carnaval”, se viró el mundo patas arriba pues miles de personas se amotinaron en contra de la policía y la fiesta terminó como el rosario de la aurora.
Varios policías perseguían a dos jóvenes boricuas que salieron corriendo luego de que le llamaran la atención. Uno de los policías le dispara a un joven y le da en la pierna, pero el muchacho sigue corriendo hasta que es rescatado por un grupo de personas que lo cargan, mientras otros lanzan botellas y piedras a la policía. Los policías dijeron a la prensa que Arcelis Cruz cargaba un arma y había disparado.
Pronto llegaron refuerzos…y sus perros. La jauría revolcó el avispero. La presencia de policías con pastores alemanes atacando a los manifestantes enfureció aún más a los vecinos del barrio, y la respuesta no se hizo esperar. Quemaron una patrulla y continuaron resistiendo el ataque. Rompieron cristales de tiendas que pertenecían a estadounidenses blancos, lanzaron bombas molotov a edificios del estado, y piedras a la policía. Fueron días de lucha, corre y corre, ataque de la policía y contra-ataque de lxs boricuas en el barrio de Humboldt Park, donde hoy se encuentran dos banderas puertorriqueñas gigantes que marcan la entrada del Don Pedro Albizu Campos Boulevard en la calle Division, entre las avenidas de Damen y California.
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“The tradition of the oppressed teaches us that the “state of emergency” in which we live is not the exception but the rule. We must attain to a conception of history that is in keeping with this insight. Then we shall clearly realize that it is our task to bring about a real state of emergency, and this will improve our position in the struggle against Fascism.”
– Walter Benjamin
Recordar las luchas contra la brutalidad policiaca, contra la pobreza y contra el racismo institucional en la diáspora, donde ya se encuentra la mayoría de nuestro pueblo, es crucial en tiempos cuando la democracia está siendo estrangulada en todas partes, cuando la Policía de Puerto Rico se enfrenta a un proceso de ‘reforma’ debido a sus asesinatos y abusos contra boricuas y dominicanos de clase trabajadora y pobre, y cuando la acumulación a través de la desposesión marcha con sus botas de pisada fuerte por todo el mundo.
En una semana de arrestos, ataques y macanas contra los manifestantes que resisten la Junta de Control Fiscal y todos sus secuaces, reflexionar sobre ‘nuestras’ rebeliones populares a través de la historia, así como la respuesta de parte del Estado, ayuda a seguir caminando con los brazos entrelazados.
Cuando miraba las imagines que ponían en Facebook y veía los ‘robocops’ de la Fuerza de Choque marchando por el puente-túnel del Condado Plaza pensaba en el adoctrinamiento corporal de la Uniformada. Sus cuerpos y su coreografía anunciaban destrucción. Pero más me impresionó ver cómo retrocedían ante el empuje la multitud que se manifestaba en contra de la Junta. La Jornada de protestas “Se Acabaron las Promesas” fue un triunfo organizativo y simbólico en una lucha que, al parecer, será de largo alcance.
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Durante los primeros dos días y noches de la revuelta en Chicago, ocho personas fueron baleadas, habían muchos heridos y más de 80 arrestados. El martes 14 de junio en la noche, todas las barras del barrio estaban cerradas por orden de la policía. A cinco boricuas los cogieron almacenando bombas caceras listos para la defensa contra el “ejército invasor” vestido de azul y blanco. Todas las esquinas en la sección de la calle Division que cruzaba el barrio eran vigiladas. El barrio se llenó de camiones, vagones, guaguas, patrullas y… helicóptero.
Al tercer día de la rebelión en Chicago, según la prensa, habían 500 policías concentrados frente a las áreas dónde se ubicaban los negocios de los blancos, que a su vez eran blancos de piedras, botellas y otros proyectiles. Con esto intentaban prevenir los ataques de las dos noches anteriores. En la calle Division entre las avenidas de Western y California las vitrinas de 67 negocias estaban destruidas.
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La rebelión de la calle Division, fue un parte aguas en la historia de lucha y organización política del Chicago boricua. La misma impulsó la creación de organizaciones comunitarias, de servicios sociales y la militancia política de la comunidad. Todas las organizaciones sociales y políticas, desde ASPIRA, los Young Lords, el Centro Cultural Segundo Ruiz Belvis, el Centro Cultural Juan Antonio Corretjer, entre otros, reconocen la rebelión de la calle Division como un evento importantísimo en el desarrollo de la conciencia y la militancia política en el barrio. Recordarla en tiempos de dictadura neoliberal y colonial en Puerto Rico, enriquece el arsenal histórico que nos inspira a seguir luchando como pueblo. La lucha en la calle y la formación de organizaciones políticas, así como la creación de publicaciones y espacios de discusión y reflexión – todo a la vez – junto y revuelto, es más necesario que nunca.
A 50 años de las “Division Street Riots” en Chicago, los arrestos de esta semana frente a los edificios del El Nuevo Día y los ataques a los manifestantes que resisten la Junta de Control Fiscal, se ven como parte de una historia transnacional por la emancipación y la justicia social de nuestra gente. Si el “estado de emergencia” es permanente, entonces debemos permanecer y emerger como fuerza política que abra posibilidades de vida en común y libertad.