Don’t Look Up: Mucho menos, pienses
Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) una estudiante que busca su doctorado en astronomía en la universidad del estado de Michigan descubre un cometa mientras atisba parte del universo. Su profesor Dr. Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y sus compañeros estudiantes celebran el descubrimiento y, como es la tradición, le dan el nombre Dibiasky al cometa. El regocijo dura poco. Kate traza la ruta del cuerpo celestial y resulta, para la decepción de todos, que viene directo hacia la Tierra y ha de impactar al planeta en poco más de seis meses. Su tamaño (entre 6 y 10 kilómetros de largo) causará la muerte de todos y todo lo que ocupa el globo terrestre. Confirmados los cálculos, llaman al Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), director de la oficina de Coordinación de Defensa Planetaria y con él van a Casa Blanca a comunicarle la malísima noticia a Janie Orlean (Meryl Streep), la presidenta del país, y a su hijo Jason (Jonah Hill), quien es su jefe de personal (cualquier referencia al nepotismo de Donald Trump y su familia es totalmente intencional). Madre e hijo actúan como si les estuvieran diciendo que una luz de tráfico no funciona. No solo lo minimizan, sino que hacen que la doctora Calder (Hettienne Park) la directora de NASA niegue en público la existencia del cometa y las consecuencias que tiene. Hay un pequeño detalle: la doctora no es astrónoma ni ingeniero, es anestesióloga, y está en su puesto porque es una donante a las campañas de la presidenta (Cualquier semejanza a la secretaria de educación de Trump es más que intencional. Como era el caso de aquella, esta no sabe absolutamente nada de lo que está dirigiendo.). Eventualmente, porque los astrónomos e ingenieros de NASA han confirmado los cálculos, la plana mayor planea una intervención espacial para, con bombas atómicas, desviar el cometa a otra órbita.
El asunto se complica porque Peter Isherwell, (Mark Rylance), un billonario del mundo de la tecnología, y ejecutivo en jefe de BASH (presumo que entienden), descubre que el cometa contiene riquezas que se calcula en los trillones de dólares. De momento hay quienes quieren que destruyan el cometa, hay quienes creen que el dinero creará trabajos y hay quienes no creen que el cometa existe.
La película tiene una serie de tramas secundarias que son graciosas y que hace referencias no muy veladas a las intrigas que conocemos de la pasada administración de los EE.UU. El maridaje entre una estación de televisión y las negativas y falsedades presidenciales está patente, y cómo afecta la situación el desprecio de la ciencia y la actitud anticientífica de los cercanos a la presidencia demuestran muchos de los problemas causados por la negación de la Casa Blanca de Trump y sus consejeros más íntimos sobre el calentamiento global, la importancia y la severidad de la pandemia, y de otros problemas que afectaron la situación del país desde 2019. El filme es una alegoría de lo que puede suceder si no se controla el daño al ambiente y si se menosprecia los hallazgos científicos sobre enfermedades que se convierten en ataques globales.
Los diálogos son de lo mejor de la cinta y las actuaciones cómicas de Jonah Hill y de Timothée Chalamet como Yule, un joven que se dedica a robar en tiendas, y cuyo nombre anticipa Navidades tristes, son de primera. Hill es el hijo salido del último círculo del infierno y es una delicia ver cómo usa su poder para desprestigiar y agredir impunemente, y ser un asno que no se da cuenta de ello. Chalamet, quien, por su porte, podría esconderse en alguna hendija del planeta y sobrevivir la hecatombe, madura en las horas que le quedan de vida.
Otro placer es ver a Meryl Streep crear un papel que hace a uno pensar en cómo sería Ivanka de presidente con su marido Jared de jefe de personal. La Streep se lo goza todo, y su debilidad por los que le dan dinero la hace clara, como es casi rutinario en ella, con una mirada o una mueca breve de avaricia. Jennifer Lawrence con pelo rojo y ojos de otro mundo, es la rebeldía personificada, pero enmarcada en la lógica y el análisis. Su intervención es el centro dramático de esta farsa satírica y poderosa. Leonardo DiCaprio era un niño hermoso, luego un hombre guapo, ahora es un profesor de una universidad que los miembros del círculo íntimo de la presidenta piensan es de tercera (se pasan pidiendo que se busquen opiniones de profesores de “las Ivy” –sí, Harvard, Princeton, Colombia, etc.) con arrugas, barba del mediano oeste y cara de globo terráqueo. De todos modos, se convierte, gracias a los medios noticiosos y oficiosos, en el científico “más sexy del mundo”. Lo que sí muestra DiCaprio es que se ha convertido en un actor excelente y maneja el material, escrito por Adam McKay, que también dirigió, con el balance apropiado para crear un personaje que es brillante y sonso a la vez.
El filme, sin embargo, casi se lo roba el magnífico Mark Rylance con una actuación siniestra que nos revela el alma infantil, podrida e inmisericorde de los nuevos billonarios que han hecho su fortuna en los negocios tecnológicos, a quienes el corazón les ha mutado a ser un aditamento que se mueve a velocidad de 5G cuando hay dinero a la vista. Eso nada más vale para ver el filme.