El arte de la conversación
En las teorías clásicas de Chomsky, se habla de una gramática que existe a priori en nuestros cerebros–hard-wired de manera tal que contiene la clave de la comunicación entre los individuos. Para otros, el proceso de crear y refinar la idioma es algo colectivo, que nace solo entre grupos, o quizás es algo espiritual, como ese formato musical conocido como “call and response,” en la cual los dioses nos hablan y nosotros respondemos con algo transformativo. Puede ser que se hable de un encuentro entre lo masculino y lo femenino, el arte de la conversación que nos lleva al fin a una cama metafórica en donde perdimos la necesidad de hablar.
De todas maneras en este momento histórico nos encontramos con un problema básico de comunicación, en donde las guerras que no fueron declaradas se celebran y se empiezan de nuevo sin declarar. Lo que existe en el discurso norteamericano es que hace unos trece años enfrentamos un ataque, se peleó una guerra sin declarar, sacamos las tropas, construimos un museo en bajo Manhattan, y de repente aparecieron unos videos horribles de periodistas decapitados, y la solución planteada es otra guerra sin declarar. Es una lógica sin interrupción, una conversación sin diálogo. Es un post de Twitter y un montón de seguidores.
Me acuerda lo que dijo Phyllis Bennis, del Institute for Policy Studies, en el programa Democracy Now, cuando le preguntaron sobre el hecho de que la solución a la «crisis» es siempre más violencia:
I think, unfortunately, much of this is politically driven. There were moments of crisis in Iraq, as there had been moments of crisis in Syria, where there was the question of would the U.S. intervene militarily. One of the big problems is we don’t hear options. We hear the choice that George Bush gave the nation on September 12th, after the September 11th attacks back in 2001, when we were told the choice is either we go to war or we let them get away with it. Presented with those two options, the support for going to war was 88 percent, and that’s not so surprising: If the only alternative is do nothing, people will support war. The problem is, all of the options that have to do with diplomacy, with disarmament, with arms embargoes, none of that was on the table.
Lo que yo creo es que en los últimos trece años empezamos a hablarnos unos a otros en el formato de un comunicado de prensa. Anunciamos algo desde un lugar abstracto, a través de una plataforma digital, y no esperamos que surja una conversación. Hasta las conversaciones de mensajes de texto se convierten en conferencias de prensa, concatenaciones de pensamientos desconectados, las respuestas erráticas, fuera de ritmo. Así es que ahora expresamos las cosas más íntimas como consignas de una campaña política, o un anuncio de Downy fabric softener.
En las protestas de Ferguson, Missouri sobre la muerte de un hombre sin armas, el diálogo se nos escapó. Las autoridades hablaron de circunstancias, y cuando el pueblo expresó su indignación, mandaron fuerzas militares. El fútbol americano es un espectáculo de violencia casi sin límites. Cuando sale el video del futbolista que noquéa a su esposa en un ascensor, la gente no conecta la naturaleza del juego a este acto. No se habla del vínculo entre el juego y la violencia doméstica. Vemos a un grupo de mujeres vestidas con el uniforme del jugador acusado apoyándolo. Una niña de nueve años de Nueva Jersey se encuentra en un sitio cerca de Las Vegas para practicar disparar armas. Los papás de ella creen que deber saber ya cómo usar una Uzi automática. Mata por accidente al instructor, pero las leyes para el control de las armas no cambian. No hay diálogo sobre la ley anticuada que usan los que venden armas para callar a los que quieren cambio.
La política de “stop and frisk” ha sido supuestamente cambiada por el nuevo alcalde, pero otro hombre desarmado murió asfixiado en manos de un policía. Las cifras del uso de la fuerza por parte de la policía en arrestos se supone que están bajando, pero un empleado del Consejo Municipal insiste en que los datos fueron distorsionados en una conferencia de prensa dirigida por el comisionado de la policía, y fue botado de su puesto, dice él, porque estaba diciendo la verdad. El stop and frisk es un proceso de arresto de ciudadanos pobres, un ataque en slow-motion que niega los derechos y no enfrenta el problema sustantivo–la falta de educación, de vivienda, de trabajo, de dignidad, de respeto. Pero de lo que se habla es de mantener las cifras del crimen bajas, de entender que hay que hacer concesiones a las autoridades.
El cambio a la política de controlar la migración de migrantes sin documentos se pospone, «es una decisión pragmática«, dicen los estrategas demócratas. Todo tiene que ver con las elecciones de noviembre, debemos de tener paciencia. Las cifras del crimen están bajando en la frontera y el comercio con México está aumentando. “Immigration advocates should be careful to temper their reaction. At the end of the day we are talking about a six week delay on an issue of enormous consequence. It is more important that it get done right than fast.” Aceptan el top-down strategy, cabrones.
Estamos hartos de los pronunciamientos, y te pedimos, ¿por qué no tenemos una conversación? Una en la que podemos admitir que las injusticias aumentan, y para los que están en poder, el único método de controlar las reacciones inevitables es la violencia organizada por el estado. Hace un chispito de años la misma práctica de la democracia nos ofrecía el diálogo, pero se ve como algo distante, de otra época. La realidad es que estamos perdiendo la capacidad de hablar con un ritmo de conversación. Habla tú, escucho yo. Hablo yo, escuchas tú.
Este trato íntimo de compartir pensamientos y emociones más o menos lo puedes escuchar al ver un trío o cuarteto de jazz en vivo y observar las miradas, los movimientos de los músicos. De repente entre las miradas y los gestos sale otra entidad, algo brillante que sale de la comunicación entre ellos. Una canción, compuesta de melodía y ritmo, que contiene varias consciencias interpoladas. Y un mensaje sin un rastro de violencia.