El arte existe porque la vida no basta
Memoria, olvido y tiempo son materiales de los que José Morales se sirve para realizar este Abecedario Afectivo que puede verse en el Museo de Arte de Puerto Rico hasta el 28 de diciembre. Son tres instalaciones: “Tanto que te queríamos”, “El muro” y “Arte/sano”, en las que la presencia-ausencia establecen un diálogo sugestivo con el espectador, que se encuentra inmerso en un mundo que le conduce a una experiencia estética reveladora, intelectual y también emocional.
El término “instalación” es un término recurrente en el arte contemporáneo, que irrumpió en la escena artística en los convulsos años 60, y muchas veces se aplica a propuestas artísticas heterogéneas, que no se encuentran dentro de las categorías tradicionales como la escultura o la pintura. Cuando nos referimos a una instalación, no estamos hablando de una definición, sino de una propuesta, de una categoría artística híbrida que incorpora diversos medios y procesos y comporta una complejidad en el montaje y en la apropiación de los espacios. Al espectador de una instalación se le invita a dejar de ser un sujeto pasivo que contempla la obra y convertirse en un sujeto activo que se incorpora a la obra y la experimenta y la activa, sin una sensación de subordinación jerárquica hacia el artista que la ha creado.
Adentrarnos en las instalaciones de José Morales en el MAPR significa exponernos a ser protagonistas activos que caminamos y experimentamos sensaciones donde los límites de espacio y tiempo se transforman. Activamos en nuestro interior el desconcierto y la curiosidad y tenemos la sensación de haber conquistado el espacio convencional del Museo, convertido ahora en un lugar expandido, tanto física como psicológicamente, y no en una mera institución que sirve de soporte a determinadas obras que allí se exhiben.
El hilo conductor de las tres instalaciones es el arte mismo.
“Arte-sano” nos sumerge en un paisaje onírico donde elementos perfectamente reconocibles se nos muestran inconexos, provocando en nosotros un desconcierto inicial que no podemos descifrar. Magníficas redes de pescador penden del techo formando grandes conos y, al fondo, una gigantesca pared construida con cientos de machetes de madera hechos a mano. Se trataría de una experiencia sublime si no fuera porque estamos inmersos en el paisaje, transitamos por él y en un momento fugaz comenzamos a abarcarlo, a creer que lo aprehendemos. Comenzamos a despertar hacia la certeza mirando las vitrinas pobladas con objetos de un pescador, objetos de la memoria: fotos antiguas, listas en papeles amarilleados por el tiempo, números de teléfono, billetes de lotería, nombres anotados con una caligrafía temblorosa… Sí, parece una pista incuestionable: el tío de José Morales era un pescador, un artesano que con sus manos realizaba delicadas barcas diminutas y tallaba cuidadosamente otros objetos de madera. Pero detrás de la pared de machetes volvemos a sentir el desconcierto de estar en el atrezo de un teatro entre bambalinas. Arte-sano es una instalación que nos hace preguntas sobre la realidad y la ficción, sobre la memoria y sobre el poder del arte. No hay respuesta. La belleza y la emoción nos sobrecogen.
“Tanto que te queríamos” es un espacio en el que la ausencia transciende a través de una atmósfera donde se respira tristeza y vacío. Un delicadísimo dibujo de un zapatito, uno solo, flotando en un blanco indefinido, sin referencias espaciales, junto a una pintura delimitada por un marco de madera que contiene el profundo vacío de una superficie de color plana, un verde amargo. El ruido insoportable de dos ventiladores industriales dirigidos hacia un columpio de metal que cuelga del techo y que pesa tanto, que a pesar de los esfuerzos de la pareja, apenas se balancea, inútil esfuerzo de traer lo que se ha perdido para siempre. Inútil amor que no fue suficiente.
“El muro” es una demoledora reflexión sobre el mundo del arte y los museos, los críticos y los historiadores del arte, los que hablamos y escribimos sobre el arte. Recortes de revistas, medidos como una tarjeta de crédito o de presentación, plastificados como si fueran susceptibles de ser protegidos, como si tuvieran valor y precio, entre los que se destacan tres palabras de una contundencia y una fuerza inapelable: Bla, bla, bla. Una interminable hilera de anuncios de los que todos los días recibimos en nuestro buzón y desechamos sin leerlos, pero que ahora adquieren otra categoría colgados y colocados en cuidadoso orden en las paredes artificiosas y tramposas que se han construido con apariencia de solidez. Mera apariencia. Un muro de papel en el centro del espacio que se destruirá por su fragilidad, tan banal, tan transitorio, tan fugaz.
Las tres instalaciones hablan por sí solas, no nos remiten necesariamente a un asunto familiar o autobiográfico del artista, se trata más bien de una reflexión profunda, inteligente y sensible sobre el arte y el poder del arte y una invitación a que el espectador active su sensibilidad y construya su propia experiencia en el recorrido.
Abecedario afectivo es una de las exposiciones más importantes y ambiciosas que se han visto en el Museo de Arte de Puerto Rico, tanto por su complejidad como por su envergadura y belleza. Su importancia dentro de la trayectoria del artista es mucha, tanto, que pudiera traducirse, sin serlo, como una gran retrospectiva, ya que recoge muchas de las constantes preocupaciones, símbolos y claves del arte de José Morales a lo largo de una carrera de más de cuarenta años: silencio, aislamiento, soledad y la complejidad del mundo contemporáneo. Una exposición imprescindible para el público atento e interesado.
Sin duda, José Morales es uno de los artistas puertorriqueños con mayor recorrido y registros artísticos que aborda técnicas y soportes de muy diversa naturaleza y siempre con resultados de alto nivel de calidad formal y estética. Nació en Nueva York pero siempre ha mantenido vínculos con Puerto Rico, tanto personales como profesionales y son numerosas las exposiciones individuales y colectivas en las que ha participado y sus obras forman parte de las colecciones permanentes del Museo de Arte de Puerto Rico y del Museo de Arte Contemporáneo.