El Ballet de Cuba en Puerto Rico: una hazaña
En primer lugar porque Puerto Rico es una colonia de los Estados Unidos. Todo es difícil al respecto. Gestiones, permisos de trabajo, pagos por cada permiso, financiamiento de Teatro, publicidad, carga, transportación aérea y terrestre, treinta y cinco habitaciones diarias de hotel, dietas, pasajes de primera y clase económica para sesenta y tres personas. Trámites que incluyen cuatro suplentes por si alguno se lesiona. Se trata de bailar en puntas. Costo de visado, ciento noventa dólares por cada persona para las entrevistas en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana y finalmente, esperar a que el 29 de mayo de 2014, a una semana del espectáculo, les respondieran a los cubanos, desde Washington, si podían o no presentarse en el escenario de Puerto Rico el 6 de junio.
Actuar en Puerto Rico es un riesgo. Puedes ser vetado, después de este aciago camino de inversiones. Y si perdiste, es tu problema, comenta el productor. Aun así, a los soñadores cubanos y puertorriqueños, se sumó la “Reina de la Danza”. Alicia Alonso dijo, ¡“Sí, yo voy!”
A sus 93 años, con una sonrisa amplia y pleno regocijo, quería volver treinta años después a su amado Puerto Rico, “su otra ala”. Una relación entrañable de historia y cultura junta a estas dos islas. Y esa es una reseña aparte, demasiado hermosa, profunda y larga de contar. Para el BNC este vínculo ha sido a perpetuidad, por la “química” existente entre bailarines de ambas naciones. Alicia tiene claras las presentaciones anteriores: 1948, 1951, 1978, 1983. De ahí las ganas inmensas de volver con toda la compañía, pues anteriormente, solo había llegado con una representación parcial del BNC.
Faltaba algo por resolver en San Juan. Cubrir los costos de este intercambio cultural. Si no resultara tan engorroso, tal vez fluiría mucho más la relación natural que existe entre artistas cubanos y el público puertorriqueño y viceversa.
En Puerto Rico, se hace difícil además por algo que yo desconocía, pero que constituye la pesadilla de artistas y productores. La ley 108 afecta a los gestores de espectáculos, por las pérdidas económicas que implica. Al estilo de “San Nicolás del Peladero”, un ex gobernador, para ganar votos, legisló un edicto que otorga a personas, entre las edades de 60 a 74 años, un descuento de 50 por ciento del costo del boleto y quienes tienen 75 años o más, pueden conseguirlo gratis.
Mientras, la Ley 107, concede un 50 por ciento de descuento en los boletos que compren personas con impedimentos. Es justo, ciertamente, en cualquier circunstancia. En Cuba por ejemplo, todos tenemos acceso a las Bellas Artes, porque el gobierno subsidia y privilegia la cultura y el derecho de todos a su disfrute.
Mientras tanto, en estas circunstancias, seguía la trama de llenar el espectáculo del Ballet Nacional de Cuba y cubrir los costos de este arriesgado proyecto artístico. Tensión hasta el final.
6 de junio de 2014. El pequeño equipo de producción y técnico se desvive en todos los detalles, atenciones a los bailarines y a la Prima Ballerina Assolluta.
Ensayo general en la mañana. Cientos de estudiantes de todas las escuelas de ballet de Puerto Rico, esperaban ansiosos a la entrada del Centro de Artes Bellas de Santurce. Levantados desde la madrugada, llegaron junto a sus maestras de danza, desde todos los rincones de la isla. Esta sería una clase magistral. Niñas y niños que solo habían visto al BNC en breves fragmentos por internet, o porque algún profesor con escasa referencia, les había contado algo. Sucede casi siempre con la información sobre la belleza de Cuba.
Todos se apuraban por ocupar un buen puesto frente al escenario. Ex bailarines cubanos residentes en Estados Unidos, acudieron al encuentro con la añoranza:
«Todo lo aprendimos en la escuela de ballet de Cuba, todo lo extrañamos, por eso estamos hoy aquí. ¡Un abrazo, arriba Cuba!», dijeron en el sondeo aleatorio que hice previo al inicio del Ensayo General. Llegó Alicia. Corro tras el escenario. El privilegio de conocerlos previamente me permite estar. Primeros actos de la Magia de la Danza. Alicia Alonso, vestida de rojo, permanece sentada en la esquina izquierda del escenario, frente a los bailarines.
Sigue los golpes de cada zapatilla de baile con sus manos y el ritmo de la música, con sus pies. Alicia los ve con sus ojos del alma. Así, “baila” cada giro, percibe cada imprecisión. –“Repitan ese final, por favor”, indica con criterio, sin lugar a dudas. En sus trajes informales de ensayo, los bailarines repasan La Bella Durmiente del Bosque, Cascanueces, Coppelia, Don Quijote. La extraordinaria bailarina Viengsay Valdés, es aclamada estruendosamente. Las estudiantes puertorriqueñas la reconocen por su presentación anterior, como solista en San Juan.
― ¿Qué sucede?, pregunta María Elena Llorente a la pareja de baile de Viengsay, a quien no aprecia en su mejor forma.
Ella, Alicia y Pedro Simón, el inseparable esposo de la Directora del BNC, han bajado hasta el centro de las lunetas. Micrófono en mano, precisan cada movimiento danzario.
― Me duele la pierna, parece que me lesioné en la clase, responde el joven, refiriéndose a los entrenamientos que disciplinadamente realizan cada día, estén donde estén. Alicia comenta con María Elena. Ellas tienen su estrategia para estos casos. Continúan marcando El Lago de los cisnes y la Sinfonía deGottschalk. La Magia de la Danza resume el lenguaje clásico del ballet, recreado a la manera de la escuela cubana, con la dirección coreográfica de la propia Alicia, interactiva aún con sus muchachos.
Tiempo libre hasta las 7 pm. Los bailarines hacen sus compras, que si necesito un mejor Maybelline o una pieza de computadora que allá no encuentro, como cualquier cubano de viaje. Otros descansan. A la hora puntual, todos abordan el ómnibus rumbo al teatro.
El Centro de Bellas Artes abarrotado de público. Lleno total. Se anuncia la función para diez que minutos más tarde a fin de que todos puedan acomodarse. Fue difícil llegar. “El tapón”, como se dice en boricua al congestionamiento de autos en las vías de acceso, dificulta la llegada. Cerca de dos mil espectadores con sus mejores galas, releen el Programa, dedicado a la puertorriqueña Silvia Marichal, bailarina y
maestra, integrante del BNC recientemente fallecida en San Juan. Tras el telón, Alicia frente a todos, perfectamente ataviados y maquillados, les da una encomienda: darlo todo. “Y recuerden…!“, así, sin palabras expresa ondulando sus brazos como un ave en vuelo.
― Somos Cuba y Puerto Rico.
Sube el telón para un público conocedor del ballet, admirador de la excelencia del BNC, que ovaciona sin prejuicios, cada expresión de la danza. Es parte de la sincera expresividad boricua.
La escena de la “Fiesta criolla”, en la última obra de la noche, hace brotar la sensualidad caribeña en los bailarines cubanos y arranca emocionados aplausos de cierre. Dos jóvenes llevan a la Reina de la Danza al centro del escenario. Alicia Alonso cede por un momento las flores, para volver a expresar en una sin par elasticidad nonagenaria, el aletear de un ave. La veo volar con la poesía por dentro de Lola Rodríguez de Tío. “Cuba y Puerto Rico son, de un pájaro las dos alas…”. Ahora tiemblo detrás de mi camarita al escucharla decir toda su emoción por vivir esta experiencia en San Juan.
Termina la apasionada y exitosa noche de la función, en la que el cansancio vence a la madrugada. Avanzada la tarde del siguiente día, la prensa acecha a los productores. Procuran confirmación de que más de la mitad de la compañía cubana de ballet ha desertado y ya están en territorio norteamericano. Las ganas de algunos. Así alimentan al sensacionalismo malsano.
En La Habana, esperan ansiosos por ocupar un lugar, otros ya graduados, que seguramente conocen cada acto y movimiento de las obras. Es parte de la digna riqueza de Cuba, del Ballet. Se estimula el talento, gratuitamente, en igualdad de oportunidades.
Pienso en esos veinteañeros. Como madre, les deseo buen viaje, queridos hijos cubanos. Ojalá la vida les sonría “de puntas”, sobre tantas asperezas del camino. Pocos consiguen ver las sirenas de las que escucharon decir que cantan.
Momento de la despedida. Regresa con toda la Gloria a La Habana, la Compañía del Ballet Nacional de Cuba. Apurada entrevisto, para mis memorias, a María Elena Llorente, quien califica de éxito rotundo esta presentación en San Juan, tres décadas después. Ella viaja con la compañía cada año a diversos países. Su obra lo avala. Y como ella, van detrás todos estos jóvenes bailarines a quienes corrige cada paso danzario.
Alcanzo, maleta en mano, al joven que bailó con Viengsay. Lo felicito. Imposible no apreciar la hidalguía de este hermoso danzante negro, que elevó mi orgullo cubano.
― Ya habíamos bailado juntos y nos pusimos de acuerdo”, contesta con naturalidad José Carlos Lozada, quien ha adquirido en la escena, la destreza del oficio y el arte de la sublimidad.
Ahora me permito tomarle las manos a Alicia, desearle buen viaje y darle las gracias por existir. Me quedo ahí, con mis manos entre las suyas, tibias, frágiles, delicadas como pétalos. Ella, complacida, me agradece a mí. Quería esta foto. Levanto la vista pero todos andan de prisa, mientras me quedo así, deliciosamente prisionera de las suyas y sonriendo agradecida a la vida por permitirme eternizar dentro de mí, este momento.