«El Crimen del Cementerio», novela de José Curet
Adelantamos un fragmento de la novela de José Curet, El Crimen del Cementerio, que será presentada por el profesor José Angel Rosado el jueves, 19 de septiembre a las 7pm, en el Teatro del Archivo General de Puerto Rico, en Puerta de Tierra.
El domingo 8 de octubre de 1950, a las tres de la tarde, una comitiva de periodistas acompañó al fiscal Ángel Viera Martínez hasta el cementerio de Isla Verde. Allí, en la cuarta fosa de parcela F, y a la vista de todos, se encontró el cadáver de la ex esposa de Ramón Antonio Fournier, dueño del cementerio, quien la había enterrado allí clandestinamente y a quien se acusó por el crimen. La prensa ya lo había bautizado como El crimen del cementerio.
Más de medio siglo después, uno de aquellos periodistas que reportaba crónicas para El Investigador, asilado ahora en el Hogar del Jardín de Oro, escuchará la letra del viejo bolero Boda Negra, entonada allí por un visitante. Entre el viejo periodista, Jorge Alvar II, descendiente de aquel otro periodista quien logró penetrar a una logia masónica para aclarar el famoso Crimen en la calle Tetuán, y el visitante, un maestro retirado, se entabla una curiosa relación. Esa relación se cuece por el deseo del periodista de recordar y el interés del visitante en recuperar esos recuerdos como parte de un taller de Historia Oral a Distancia. Accederá así a lectura de las crónicas del crimen y grabará los recuerdos del juicio de aquel famoso crimen el cual logró conmocionar y mantener en vilo la opinión pública por décadas.
Acudirá también el maestro retirado, convertido ahora en aprendiz de historia oral, a una fonda, El Rincón de los Recuerdos, donde se dan citas viejos coleccionistas de música del ayer. Descubrirá allí cómo era la vida bohemia del Santurce de entonces. Descubrirá también grietas en el relato del periodista. Y allí también cruzará la sombra en la mirada de una artista plástica. Abandonará entonces la búsqueda de recuerdos y pistas de aquel caso, solo para descubrir más tarde cuál pudo haber sido uno de los motivos de aquel crimen, convertido ahora en una novela donde la historia y la ficción se funden para desenterrar y develar el móvil del brazo tras El Crimen del Cementerio.
[Se incluyen aquí las primeras páginas que abren el texto de la novela]
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DECLARACIÓN
Yo, Mayda López Martel, mayor de edad, soltera, abogada y vecina de esta ciudad donde habito, declaro que este texto dado ahora a la luz pública bajo el título El Crimen del Cementerio: Memorias rescatadas del olvido, se compone de una transcripción de los diversos manuscritos legados por mi tío, el profesor Benixavier Martel. Tras su deceso, acaecido en días recientes en el Hogar del Jardín Dorado, donde convalecía desde hacía algún tiempo, la señora Juliana Peña, enfermera residente allí, me entregó junto a las pequeñas pertenencias del difunto una maleta donde encontré el material que desgloso a continuación:
a) Recortes de viejos periódicos de un famoso caso acaecido para el 1950, el llamado “Crimen del Cementerio”. Aclaro que algunos de esos recortes así como otros documentos incluidos aquí, los he transcrito literalmente en estas memoria tanto por respetar el afán que puso mi tío en investigar aquel crimen, así como por el interés que pueda tener hoy revelar las diversas opiniones legales surgidas durante las distintas etapas de aquel juicio. Tan solo he aportado el título dado a estos manuscritos, convertidos ahora en libro, y alguna que otra aclaración de estilo al revisar y editar el texto, así como un Epílogo al final.
b) Copias de correspondencia electrónica mantenida por mi tío a raíz de haberse matriculado en un Taller de Historia Oral a Distancia, ofrecido por un tal Edison Tun Tun. Aunque el contenido de alguna de esa correspondencia quizá pudieran carecer de interés para un público amplio, he decidido publicarlas por cumplir con mi cuota de responsabilidad. Quien suscribe fue la misma que inició a Benixavier Martel en el mundo de la cibernética y quien le enseñó a armar y enviar mensajes a través de blogs, tal cual se requería en aquel Taller de Historia Oral.
c) Finalmente, se intercalan a través de todo el Manuscrito unos apuntes, más bien reflexiones anotadas por mi tío en libretas y pequeños papeles sueltos. Consisten mayormente de recuerdos de los incidentes que precedieron a su ingreso al Hogar del Jardín Dorado, donde transcurrieron sus últimos días.
Estando en el Jardín Dorado le fue diagnosticada una condición de afasia y depresión crónica, ocasionada por un proceso degenerativo en las neuronas (“desmielinización”). Estaba consciente, pero dormitaba la mayor parte del tiempo; escuchaba y recordaba, aunque no podía hablar. Uno de los tratamientos recomendados allí fue la logoterapia de la escritura. Según me explicó el doctor Víctor J. Franco, psiquiatra de la institución, mediante la escritura el paciente podía mejorar al redactar y volver a recrear aquellos eventos conflictivos que pudieran haber precipitado su condición. Autoricé tanto su ingreso allí así como que le administrasen todos los tratamientos recomendados.
Advine a ser la apoderada legal de Benixavier Martel poco tiempo después de producirse la separación matrimonial de quien fuera su esposa por más de 40 años. Tras abandonar la casa, mi tío comenzó a vagar por plazas y parques hasta confundirse con deambulantes. Justamente lo encontré, frente a una fonda, El Rincón de Los Recuerdos, gravemente herido tras haber recibido una golpiza de manos de uno de aquellos deambulantes. Dada su condición, cadera fracturada y lesiones craneales, determinamos que el sitio idóneo para su restablecimiento y estadía, durante lo que vinieron a ser sus últimos días, era justamente un Hogar como el Jardín Dorado. No objetó su ingreso allí, pues regresaba a un lugar familiar donde poco antes solía acudir frecuentemente para realizar unas entrevistas para el Taller de Historia Oral.
Lamentablemente, al tiempo de estar recluido allí, mi tío empezó a dar muestras de un progresivo deterioro mental. Fue entonces cuando el doctor Franco lo introdujo a aquellas sesiones de logoterapia de la escritura. De hecho, gran parte del material incluido aquí son esos recuerdos dispersos. Su lectura se hizo en extremo difícil tanto por la grafía como por la cronología de sus apuntes. Había partes escritas de derecha a izquierda, apenas legibles, así como retazos sueltos. Los escritos tampoco guardaban ningún orden cronológico. Gran parte del trabajo que ha conllevado esta publicación fue transcribir y ordenar de algún modo aquellos apuntes, anotados en una libreta; así como otras anotaciones al margen de recortes y documentos relacionados con aquel famoso crimen ocurrido allá para 1950.
Adelanto, como se podrá leer en estas Memorias, que solo tras empezar a ordenar y editar aquellos escritos pude entender un oscuro suceso ocurrido en una marmolería donde había acudido mi tío en compañía de una supuesta escultora.
He tratado de respetar la letra y el espíritu con el cual se produjeron y redactaron todos esos escritos, convertidos ahora en un texto. Con la excepción de algunas correcciones gramaticales y de sintaxis me propuse firmemente evitar censurar partes del manuscrito, a sabiendas que la inclusión de algunos pasajes allí anotados podrían revivir tristes episodios de desavenencias familiares. Al publicar todos esos escritos, decidí subtitularlo, Memorias rescatadas del olvido, pues de no haberlas dado a la luz pública, todos aquellos recuerdos probablemente aún estarían hoy sepultados bajo el polvo del olvido.
* Fragmento de El Crimen del Cementerio (Ed. Tinta Roja, 2013).