El Curso Délfico de José Lezama Lima (II)
A Nieves Padilla Caballero,
maestra y forjadora de nuestra cultura;
in memoriam
Si este niño no se duerme,
ay, si no se duerme ahora;
si este niño no se duerme,
se duerme la arrulladora.
–Adaptación de copla tradicional
por Nieves Padilla
Mi sistema poético se desenvuelve dentro
de la historia de la cultura y de la imagen,
no dentro de un frenesí energuménico
ni exaltado en extremo.
–José Lezama Lima
En conversación con Ciro Bianchi dirá el maestro:
“Siempre me gustó orientar las lecturas de la gente más joven. Al cabo de estar haciéndolo durante muchos años, se me ocurrió la idea de sistematizar esas orientaciones y no señalar al tun-tun este libro o aquél, sino de poner a disposición de una persona con inquietudes intelectuales mi propia experiencia de lector y facilitarle al mismo tiempo aquellos libros que yo considero formadores o que, al menos, lo fueron para mí”.1
Sin embargo, a pesar de la aparente imposición, aclara que las partes más interesantes del curso eran las conversaciones que se daban a partir de los libros leídos. Sobre ello subraya:
“Será una experiencia enriquecedora pues toda generación se enfrenta a los grandes libros de manera diferente. Yo pongo a disposición de otros mi experiencia de lector y ellos, a su vez, ponen a mi disposición la suya”.2
Sobre todo, insiste en que ese nuevo lector no puede dejarse impresionar por los párrafos o frases que él haya subrayado en los libros que presta, para entonces añadir: “debe buscar sus propias frases”. 3
Estas preocupaciones están presagiadas en los que eran los objetivos y propósitos filosófico/literarios que sirvieron de orientación al grupo de la revista Orígenes. Primero, el intento de contrarrestar el caos social, político y cultural en el que había desembocado la nación a partir de la Revolución contra Machado, entre 1930 y 1933. Segundo, la necesidad de elevar cierta concepción de la poesía, de poiesis, como recurso para lograr definir el lugar correspondiente de Cuba y América Latina en la historia. Según podemos leer en El Archivo que publica Iván González Cruz, el mismo Lezama declararía en una entrevista que la primera motivación de esa teleología insular era “oponer una nueva fe frente al pesimismo reinante de la época”. Le dice en entrevista a Pedro Simón:
“En la raíz del grupo de pintores, músicos, escritores, estaba implícito en todos ellos la tendencia a la universalidad de la cultura, a la búsqueda de nuestro paisaje (no se puede olvidar que esa fue una época de un gran pesimismo) y yo me creía obligado a levantar el mito de la insularidad en mi Coloquio con Juan Ramón Jiménez”.4
Sin embargo, no debemos pensar que para Lezama el rescate y definición de ese “telos insular” estaba establecida de antemano como un destino ineludible. En acuerdo con los demás origenistas no pretendía elaborar una filosofía de la historia en el sentido totalizante de una evolución unilineal. Tampoco quería establecer los fundamentos de una poética con la que pudieran explicarse los detalles del ejercicio literario al modo aristotélico. Lo que los unió como generación fue una particular interpretación de la imagen en el espíritu y en la conciencia de la evolución histórica. Ya desde los ensayos que recopila en Analecta del reloj (1953) había señalado su interés en trascender una visión limitada y excluyente de las relaciones entre la poesía, la historia y el espíritu. Propone Irlemar Chiampi, en su ensayo introductorio a la edición definitiva de La expresión americana (1957), al referirse al concepto lezamiano de la presencia de la imagen en la historia que:
“[…]es una visión que no descansa en la descripción de una progresión evolutiva causal sino en el contrapunteo creado por la ficción del sujeto a través de la imagen y no por una exposición objetiva de los hechos que definen al ser americano”.5
Este contrapunteo, cubanismo de contrapunto, y que tiene su antecedente obvio en el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar que publicase Fernando Ortiz en 1940, no es tan solo la elaboración de una metodología historiográfica. Como lo demuestran Enrico Mario Santí y Ángel Rama, es un recurso importante “como teoría y práctica del barroquismo americano al igual que una metáfora desde la que se pretende articular el mestizaje en América”6. El libro de Ortiz apareció en su primera edición con una introducción del antropólogo Bronislaw Malinowski, que había visitado La Habana en 1939. Allí destacó el valor de la metáfora como concepto para la antropología cultural y que podemos relacionar con el de plutonismo en el pensamiento de Lezama. Este llamado plutonismo lo introduce nuestro poeta en “La curiosidad barroca”, la segunda de las conferencias/ensayos de La expresión americana. Lo define como el “fuego originario que rompe los fragmentos y los unifica”. Es decir, como el punto de partida para la creación de una realidad cultural enteramente nueva e independiente de los elementos iniciales que la componen. Y es que, para el poeta cubano, la cultura americana nunca se limitó a copiar o a recibir influencias sino a digerirlas para crear un compuesto totalmente nuevo y diferente de los elementos que se combinan.
Es por ello que debemos resaltar que, tanto para Fernando Ortiz en su Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar como para Lezama, como lo señala en las páginas de “Mitos y cansancio clásico”, la historia cultural de América requiere de lo que llama “un nuevo y más grave causalismo” que en ocasiones identifica como de “contrapunto animista” y en otros como de “espacios contrapunteados por la imago”. A través de la que Lezama llama “vivencia oblicua” (los momentos en los que la causalidad actúa sobre lo incondicionado) y el “súbito” (aquellos en los que lo incondicionado irrumpe en la causalidad, origen de lo maravilloso) nace la “posibilidad infinita”. Esa posibilidad infinita es, para nuestro poeta “el potens”, el “incondicionado condicionante”, la “teleología insular” como motivo de la imaginación americana desde donde comprender el devenir de nuestra actividad cultural. Por eso, en el Coloquio con Juan Ramón escribe:
“Me gustaría que el problema de la sensibilidad insular se mantuviese solo con la fuerza secreta para decidir un mito… para integrar el mito que nos falta. Por eso he planteado el problema en su esencia poética, en el reino de la eterna sorpresa”.7
Hay que tomar en cuenta que en este contexto el concepto de “mito” es usado con una doble acepción: en la de su relación con la fábula, según la presenta Aristóteles en su Poética y en la de explicación y sentido de la realidad. Para Lezama, la historia solo adquiere sentido como parte de un sistema poético. Para el pensador cubano, así como para el grupo de la revista Orígenes, la poesía se constituyó como medio de configuración y conocimiento de la historia y a su vez la historia es el espacio en que se manifiesta la poesía.
Esta interpenetración entre la poesía y la evolución histórica de los pueblos aparece específicamente subrayada en su ensayo titulado, El 26 de julio: imagen y posibilidad, recopilado póstumamente en Imagen y posibilidad (1981):
“La imagen es la causa secreta de la historia ya que estar despierto en lo histórico es estar en acecho para que ese zumbido de la posibilidad no nos encuentre paseando intocados por las moradas subterráneas, por lo infrahistórico caprichoso y errante”.
Al ser la causa secreta de la historia, en La expresión americana añade que si una cultura no lograse crear algún tipo de imaginación entonces sería prácticamente indescifrable:
“Sobre ese hilado que le presta la imagen a la historia depende la verdadera realidad de un hecho o su indiferencia o inexistencia”. 8
Destaquemos, por su importancia, un ensayo de marzo de 1954: “Introducción a un sistema poético”. En él se contraponen dos posturas filosóficas que vienen identificadas como la del “Uno-monarca-particpación” frente a la del “existir que gime porque se sabe aprisionado entre el mundo parmenídeo y el de su propia identidad”. El primero, representado según Lezama por Aristóteles, es caracterizado como “el del mundo del ser que al perfeccionarse tiende al reposo y en el que el existir es un derivado del ser”. El otro, representado por Pascal, es desde el cual se alega que “el reposo absoluto coincide con la muerte”. En este caso Lezama introduce una alusión a Nietzsche que viene relacionada al tema de la crisis del principio de individuación y con el posible desatarse de las fuerzas productivas que ello supondría:
El individualismo del siglo xix [nos dice] y su posterior crisis en Nietzsche, enarcó la Grecia de Dionisos, embriaguez, percepción inmediata y potencias genesíacas. Claro que el mito dionisiaco era una reacción a la Grecia escultórica y socrática recreada por el siglo xviii.9
Este contraste entre los que llama “dos concepciones del mundo” está hermosamente presagiado en un esquema gráfico que se reproduce en su Diarios con fecha de 26 de octubre de 1943. El diagrama lleva la siguiente nota al calce: “el griego concebía el ente como opuesto al no ente. Su reciprocidad en épocas posteriores”. El esquema con el que muestra esta reciprocidad coloca el paraíso dentro del mundo, colindando con el rótulo que identifica al “mundo fuera del tiempo”. (p. 59)
En otra entrada de sus Diarios, que corresponde al 24 de febrero de 1944 escribe, en relación a este tema: “…en el mundo actual los verdaderos espíritus esenciales, se sienten en inactividad; la verdadera dirección del espíritu es invisible”. En varias ocasiones expone los efectos nocivos del academicismo y el intelectualismo infatuado y llega a caracterizar a la universidad cubana de su momento como una “en la que las disciplinas filosóficas se estudian con insuficiencia tan radical y con un abandono de todo lo que sea verdadera metafísica o desarrollo dialéctico”. A esa decadencia es que se refería cuando escribía para Orígenes, sobre el “divorcio entre cultura y vida” causa de lo que llamó “analfabetismo ilustrado institucionalizado desde la academia”. 10
En enero de 1939, al aceptar la invitación que Cintio Vitier le extendiera para que participase en una lectura de varios poetas, le escribe lo siguiente:
A esto creo que Juan Ramón llama: seguro instinto consciente. Yo le llamaría nueva habitabilidad del paraíso por el conocimiento poético. Sabido es que el otro conocimiento fue el que lo hizo inhabitable. 11
Y en una segunda carta añade:
Pero no para lograr lo que algunos dentro del subjetivismo kantiano, afirmación del yo de nuestra pertenencia, absoluto entelequio, rollizo dentro de su interioridad. Pero muchas veces la participación en el reverso oscuro es un tanto antimística, como si dijésemos una retórica en la preparación del dolor. Porque ese dolor, al hacerse más interminable, se hace más fuerte pero más invisible.12
Hay ya en estas cartas el propósito de alcanzar, en palabras de Cintio Vitier:
…la más ambiciosa empresa que poeta alguno se haya propuesto: establecer una nueva relación de lo diferente a lo homogéneo y luego otra vez a la diferencia integrada en una especie de sueño de las fuerzas.13
Estas relaciones son las que Graciela Maturo analiza en detalles en su La razón ardiente: aportes a una teoría literaria latinoamericana. Allí nos dice que la poiesis para Lezama es acceso al Ser. Aventura hacia lo absoluto. “El deber de la poesía, [nos dice el cubano en varias ocasiones], es empatar o zurcir el espacio de la caída”. Pero si la imagen es el puente hacia lo otro, comunica a los seres humanos con la naturaleza en el nivel existencial como con la sobrenaturaleza, en el nivel ontológico. El arte, entonces, es un reino intermedio que, en palabras del poeta, “rescata lo placentario”; es imagen de lo incondicionado; es puente entre el mundo de la causalidad y el reino de lo incondicionado.14
Es inevitable que se presencie la voz de uno de los nuestros: la voz de don Paco: la voz de Francisco Matos Paoli. Recientemente, el amigo, profesor y poeta Carlos Alberty Fragoso se ha encargado de convocar a un grupo muy heterogéneo de escritores y escritoras, artistas y críticos en el que ha resultado ser uno de los libros más hermosos que he tenido el placer de leer últimamente: En busca de Francisco Matos Paoli de Ediciones Callejón.15 En sus palabras preliminares que titula “Para nombrar a Matos Paoli: un instante de cien años” incluye algunos comentarios teóricos sobre la poesía y el poeta que formaron parte de una entrevista radial que le hiciera don Francisco Arriví a nuestro poeta nacional. El pasaje que me interesa es el siguiente:
“…la poesía es lo innombrable, lo inefable. El poeta no puede expresar lo inefable en toda su absoluta certeza porque está limitado por el hecho lingüístico de la palabra. De ahí que el poeta tenga que desprenderse de la logicidad gramatical para que su acto de creación sea un acto de fe que trascienda el límite impuesto por la palabra”. (13)
Muchos de los ensayos que se incluyen en el libro analizan lo que Félix Córdova Iturregui, otra de las voces convocadas, por ejemplo, llama, muy acertadamente, “el vínculo de la inmanencia con la trascendencia […] el eje de la verticalidad con el eje de la horizontalidad”. (41) La poesía, nos dice Matos Paoli en su Diario, une la mundificación al reino de las esencias, para entonces añadir: “de este combate luciente entre tiempo y eternidad nace la poesía”. (43) Joserramón “Che” Melendes, a quien debemos la publicación de Primeros libros poéticos de Francisco Matos Paoli, coincide en su apreciación de estos paralelismos entre el cubano y el puertorriqueño: “También Lezama [nos dice Che] ha declarado: esa fulguración que es como la respiración entre lo estelar que desciende y lo telúrico que se evapora”. (119) Es obvio, como demuestran Melendes y Córdova Iturregui, que tanto para el uno como para el otro (Lezama y Matos Paoli) la imagen y la poesía se manifiestan en la tensión que sostienen la inmanencia y la trascendencia; el eje horizontal y eje vertical; las relaciones entre la solidaridad con el otro y la otra (su dimensión ética y política) y su relación con el ser (su dimensión ontológica).
Ha sido, para mí una dulce revelación el ensayo, que aparece en la misma colección, de Limarí Rivera Ríos del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, y que titula Patria, Infancia y Poesía: Francisco Matos Paoli, la poesía para la infancia y la valentía de la ternura. (317) Demuestra como en Isla para los niños, el primer libro de poesía infantil que don Paco escribió con su musa y compañera de vida, la también poeta y educadora Isabelita Freire Meléndez, “hay también un llamado al origen, un llamado a la creación, un “viaje a la semilla”, un retorno a la imagen primigenia”. (321) No es, como tampoco lo fue para Lezama, un detalle marginal. Y, sobre todo, lo que más impresiona históricamente es la coincidencia en el tiempo. Advierte Rivera Ríos que en una nota editorial a Raíz y ala, Antología poética de Francisco Matos Paoli, Luis de Arrigoitia certifica que Isla para niños se había concebido hacia 1945. (318) Nos evoca, Rivera Ríos, la voz del poeta en Raíz y ala (título en el que nuevamente se quiere evocar esa tensión del doble eje):
Hace falta volver a la inocencia,
caer de la nada,
sostenerse en un hilo,
volcar en los ocasos
los puños encendidos,
hasta que la rosa sea estrella,
hasta que la estrella sea rosa. (323)
Más adelante cita un comentario de Juan Martínez Capó que puede haberlo escrito sobre el poeta cubano:
“El centro del poema [refiriéndose a Isla para los niños] es un método estructural: se va construyendo el libro en la medida en que se alían poeta y niños para ir levantando a la par la idea de la Isla; al crearse la tierra con sus elementos físicos y espirituales se va a la vez formando el verso, y a la larga se equiparan ambos conceptos: isla/libro, en un todo: poesía”. (328)
Las dedicatorias de estos dos ensayos sobre el Curso Délfico de Lezama son a Nieves Padilla Caballero: maestra y forjadora de nuestra cultura. No me cabe la menor duda que su concepción de la cultura es tangencial a las que podemos contemplar en Lezama y don Paco.
Me uno a las sentidas palabras del Dr. Efraín Barradas que, desde Gainesville, Florida, al enterarse de su muerte escribió:
“Aunque ya lo esperábamos, la muerte de Nieves Padilla, ilustre intelectual y madre de cinco amigos, no deja de doler, de doler mucho. Perdemos un ser humano de entereza moral y sensibilidad extraordinarias. […] más que recordarla la imagino […] como colaboradora de Nilita Vientós Gastón; en una marcha política con Pablo, su esposo, y con sus hijos e hijas. […] Pero ahora Nieves es aún más Nieves. Fue un honor conocerla”.
De 1993 son las palabras que se incluyeron en el recordatorio de su celebración de vida y que fundamentan mi mirada a estas tareas culturales:
…ese pueblo […] debe tener […] más estructuras eficaces para expresar su pensamiento. Debe poder acercarse a la literatura como una opción […] para saber el mundo y de sí. Esto se puede y se debe pedir a la educación…porque solo así pueden cumplirse las funciones que la educación tiene en el marco de la cultura.
- En “Ciro Bianchi Ross. “Asedio a Lezama Lima”. Así hablaba Lezama Lima. P. 105 [↩]
- En Diarios de José Lezama Lima, Ediciones Era. P. 116 [↩]
- Diarios, p. 116 [↩]
- Simón Martínez. Recopilación de textos sobre José Lezama Lima. La Habana: Casa de las Américas, 1970. [↩]
- Irlemar Chiampi. “La historia tejida por la imagen”. P. 17 [↩]
- Mario Santí en la introducción que escribe para la edición de 2002 del clásico de Ortiz. Ángel Rama en su Transculturación narrativa en América Latina. [↩]
- Citado en: Olga Beatriz Santiago. “El hispanismo ante el Bicentenario”. P. 4 [↩]
- Citado en la introducción que escribe su hermana Eloísa Lezama Lima para la edición en Cátedra de Paradiso. [↩]
- En Introducción a los vasos órficos, p. 67 [↩]
- Iván González Cruz. Archivo de José Lezama Lima. Miscelánea. Madrid: Editorial Centro de Estudios Ramón Aceres, 1998. [↩]
- Cintio Vitier. Para llegar a Orígenes. Editorial Letras Cubanas, La Habana. 1994. p. 20. [↩]
- Para llegar a Orígenes, p. 24. [↩]
- Para llegar a Orígenes, p. 31. [↩]
- Graciela Maturo. La razón ardiente. Aportes a una teoría literaria latinoamericana. Buenos Aires: Editorial Biblos, 2004. P. 199. [↩]
- Carlos Alberty Fragoso (editor). En busca de Francisco Matos Paoli. San Juan: Ediciones Callejón, 2015. [↩]