El debate de la muerte asistida (parte III)
«… se debe reconocer algo al ser humano, el derecho a que se le reconozca la posibilidad de disponer de su propia vida en situaciones especiales simplemente por la dignidad que este puede tener”.
–Immanuel Kant
Los argumentos contra del derecho a la muerte asistida pueden agruparse bajo una sola y amplia categoría: el discurso social de “la pendiente resbaladiza”, también conocida como la falacia del efecto dominó. Esta metáfora afirma que, una vez comienza un movimiento, la caída se auto-provoca y acelera por efecto de la inclinación resbalosa de una pendiente que la hace indetenible. Léase y entiéndase: cuando alguien se sale del camino trazado y nivelado no podrá detener su fatalidad o desgracia. La base racional de este discurso es claramente de naturaleza normativa, disciplinaria y conservadora. Su tesis conforma el perfecto ejemplo de la lógica catastrófica del acantilado, del barranco fatalista, del terrible destino holocáustico. La teoría de la “pendiente resbaladiza” es un sofisma, un argumento que agrupa falacias con la intención de distraer y engañar mediante errores intencionados como la “generalización precipitada” o absoluta del desastre (García Damborenea, 2000).6 Sobre estas falacias iremos más adelante. De forma específica, la línea argumentativa de la “pendiente resbaladiza” pregona y asegura dos desastres con la legalización de cualquier forma de eutanasia: que se convierte, primero, en una descontrolada práctica eugenésica del estado y, segundo, que se produce una imparable ascendencia poblacional de suicidios. En ambos casos, los detractores auguran el preámbulo de la destrucción de la humanidad. Esta argumentación niega todo posible beneficio en la muerte digna y solo augura calamidades.
En primer lugar procede aclarar la diferencia entre eutanasia y eugenesia pues no significan, ni remotamente, lo mismo aunque los detractores de la eutanasia promueven la confusión falárica sembrando pánico a la sombra del fantasma fascista del dictador Adolfo Hitler, uno de los más peligrosos xenófilos del mundo, específica y tristemente evidenciado en su programa genocida “Operación T4” en la Segunda Guerra Mundial.
Ponderemos las diferencias con objetividad. Ambas, la eutanasia y la eugenesia, son prácticas sociales muy antiguas según revela la evidencia del registro antropológico-histórico de las civilizaciones. Por su parte, la eutanasia, o ‘buena muerte’, se ha practicado como método honorable de muerte auto-escogida (como en la muerte por cicuta de Sócrates en la Grecia antigua y, en Japón, los Samurai con su harakiri) o como liberación compasiva del que sufre una muerte inminente, dolorosa e irreversible. Históricamente, ha estado asociada con actos de piedad (del latín “pietas” que significa “ser amable”) pero también con la dignidad, respeto, auto-estima y compasión. Lo que es claramente nuevo o diferente, en las sociedades contemporáneas, es la conversión de esa azarosamente permitida práctica cultural a un estatuto jurídico homogéneo, regulado, supervisado y legitimado por el estado.
La eugenesia, por su parte, es una práctica social contrapuesta a la eutanasia que responde a la impiedad o crueldad, horrendos antónimos del altruismo solidario que expresamos y aspiramos en la piedad, la compasión y la solidaridad. Fundamentada en ideologías de supremacía genocida, la eugenesia articula la muerte masiva de grupos étnicos o sociales ejecutada por un gobierno, pueblo, grupo o sector. Es una práctica de odio, prejuicio, venganza, imperialismo y discriminación. Nada tiene que ver con piedad ni compasión a pesar de que la etimología de la palabra expresa equivalencias con “buen nacimiento” o “bien nacido”. Lo que inicialmente fue apalabrado como algo positivo en realidad es negativo porque disfraza horrendas premisas. Se refiere, por ejemplo, a prácticas sociales de control de nacimientos de niños imperfectos fundamentadas en teorías de perfección y supremacía de algunas razas, o grupos, sobre otras. A gran escala se refiere a nefastas prácticas de cruel exterminio en contra de sus víctimas declarados contrincantes, enemigos u obstáculos. La eugenesia puede materializarse como plan masivo articulado, abierto y oficial de aniquilación (como el holocausto judío a manos de los nazis) o como efecto secundario de “daño colateral” en programas gubernamentales de apariencia científicamente benigna (como el peligro genocida en el cual estuvo la población puertorriqueña cuando el gobierno norteamericano implementó políticas experimentales genocidas de control de la natalidad a principios del siglo XX).7 Desde la segunda mitad del Siglo XXI organizaciones internacionales, como la ONU, censuran toda práctica eugenésica.8
En segundo lugar, el argumento del aumento descontrolado de suicidios con la legalización de cualquier forma de eutanasia es otra gran falacia que no se confirma con datos oficiales. El aumento inicial era de esperarse, pero saltar a conclusiones fatalistas de un caos suicida masivo en espiral ascendente descontrolado es simplemente un disparate cuya lógica se ampara en la propaganda del miedo. Después de un predecible aumento al momento inicial de la legalización en Holanda, que tampoco fue extraordinario (1.8% en 1990; 2.8% en 2001; 1.8% en 2005; 2.9% en 2010), un confiable y meticuloso estudio del 2012 confirma que los números de solicitudes y fallecimientos se estabilizan muy por debajo de las predicciones alarmistas de los profetas del caos. En su nivel mayor en los países bajos europeos, los números no son mayores que los que existían previo a la legalización (3% de los fallecimientos poblacionales totales).9 El aumento descontrolado, imparable y ascendente que augura la falacia de la “pendiente resbaladiza” no se concretiza ni se sostiene.
¿Cómo entender este fenómeno? La llamada psicología inversa, la reactancia o intención paradójica (Brehm & Brehm, 1981)10, plantea que si queremos que alguien haga, o desee, algo solo tenemos que prohibirlo. Similar explicación propone el profesor y filósofo español, Víctor Gómez Pin11, analizando el efecto de la prohibición de la eutanasia. Esboza la idea de que la negación del derecho es, precisamente, la motivación incendiaria para ello coincidiendo con los resultados de muchos estudios y teorizaciones psicológicas que confirman que lo prohibido refuerza la necesidad y activa el deseo de lucha y reto. Al legalizar la muerte asistida, dice Gómez Pin, se reconstituye la estabilidad facilitando la reconciliación con la vida y la muerte cuando el sujeto puede analizar alternativas desde diversas perspectivas de elección libre o autónoma. En sus propias palabras expresa: “… una sociedad que facilitara la muerte en condiciones de dignidad, facilitaría la reconciliación con la vida y en consecuencia con la sociedad; haría pues menos omnipresente y obsesiva la idea de escapar a la vida”.12
Cuatro centros de investigación neerlandeses13 confirmaron que tampoco se cumple la profecía del aumento de suicidios asistidos en la población de adultos mayores siendo más frecuente entre personas jóvenes y adultos de edad media con enfermedades terminales. Lugares donde se evidencia mayor incremento, como en Suiza, han sido analizados con especial atención para comprender la diferencia con países como Holanda, Luxemburgo y Bélgica donde la eutanasia y el suicidio asistido son legales. Suiza solo aprobó la modalidad eutanásica del suicidio asistido pero, a diferencia de Holanda, acepta solicitudes de no residentes por lo que un porcentaje significativo de extranjeros, casi una tercera parte del número total, infla las estadísticas anuales. “Seis organizaciones pro eutanasia ayudan en aproximadamente 600 casos de suicidio al año; entre 150 y 200 son turistas suicidas”.14 Dignitas, organización suiza pro derecho a morir, ha llevado extranjeros a Suiza, por invitación solidaria, en casos meritorios que requerían ayuda colaborativa porque en sus países natales se les negaba la opción. Tal fue el caso del británico Tony Nicklinson quien declinó la oportunidad de concretar su suicidio asistido en Suiza entendiendo que el derecho tenía que ser ofrecido por su país natal, Inglaterra. Fue una lucha que perdió y poco después moría descorazonado. Otros, desde muy distintos y lejanos países, aceptaron las invitaciones y las consumaron en paz.
En los argumentos de defensa y ataque a la muerte asistida se hace continua mención y referencia a los valores del honor, dignidad e integridad del sujeto. Puntuamos que todos son construcciones sociales que han cambiado su antiguo significado (aunque no su vigencia) y, con ello las prácticas sociales del respeto, cortesía y buen trato, antes esenciales para una aceptable, cordial o excelsa convivencia social. Dialogando con mis estudiantes me doy cuenta de que, aunque hay reconocimiento de estas palabras, pareciéramos hablar de cosas diferentes. Los referentes semióticos han cambiado. Parecen creer que son valores de poca monta cuando, en realidad, son lo contrario. Planteo, entonces, que para comprender con profundidad lo que es la muerte digna el reto didáctico requiere retomar la categoría conceptual de la dignidad, explorar sus múltiples significados actuales, traer de la memoria colectiva pasada al presente las viejas conceptualizaciones y ensamblarlos todos holísticamente para una mejor comprensión histórica de todas las razones por las cuales el asunto de la dignidad es tan importante al discutir derechos como el de la muerte asistida y la eutanasia. Comprenderemos que la dignidad no es palabra bonita de afiches ni un capricho emocional. Investigaciones psicológicas confirman que es un elemento esencial de la identidad social y personal donde se construye e instala el valor de cada ser humano. Por eso, al menos en teoría, nadie debe enorgullecerse de ser indigno. Los indignos no se toleran a sí mismos y terminan derrotados doblando rodillas por sus indecencias escogidas o impuestas; los dignos luchan contra la adversidad con la frente en alto y sus luchas les redimen.
Concluimos, pues, que para comprender mejor el valor de la vida y la muerte es obligatorio capturar, recuperar y re-conceptualizar sus polivariados y multidimensionales significados. Su descripción y contenido tienen que ser ampliados a nuevas dimensiones a tenor con los cambios paradigmáticos posmodernos, tecnológicos médicos y bioéticos que ofrecen prolongación de vida, algunas artificialmente sostenidas y otras ofertando solo vida biológica pero sin conciencia. Si llamamos vida, o no, al cuerpo artificialmente funcional es materia de otro debate pero, en definitiva, la muerte natural de los viejos tiempos ha sido secuestrada y violentada. Nunca antes tuvo el ser humano que requerir tanto esfuerzo legal para que el estado le deje decidir sobre sí mismo: si morir de forma natural o poder escoger la fecha y forma de su muerte sin prolongar una agonía insensata. Amar y respetar la vida ya no significa mantenerse apegados a ella de manera incondicional sino tener opciones para tomar las mejores decisiones posibles que viabilicen una vida y una muerte digna a la par del bienestar biológico-social-existencial-cultural-espiritual y psicológico que todo ser humano merece.
Imponer la muerte involuntaria es un grave delito (y no se nos escapa la contradicción de la pena de muerte institucionalizada por el estado o el peligro de muerte en el envío de soldados a guerras pero eso es materia de otro análisis). Sin embargo, también lo es imponer la prolongación de una vida que casi no es vida, retardando la muerte, incluso, en contra de la voluntad de quien sufre una enfermedad agónica terminal y quiere, razonablemente, dar por terminada una tortura que no merece. Ambos extremos son igualmente inmorales, violentos e inhumanos. Respeto por la vida, entonces, también significa respeto a la forma en que enfrentamos la muerte desde los principios innegociables de la dignidad, la autonomía, la no-maleficencia (no hacer daño), la beneficencia pro-activa y, especialmente, el respeto por la diversidad desde los valores de justicia y equidad. No podemos perpetuar la omisión, o negación, del hecho de que la buena muerte tiene que ser un acto tan humano y digno como debe ser la vida misma, no menos ni con reglas diferentes. Digamos “Sí” al P. del S. 2258.15 Presentado por el representante Ángel Matos García. Cámara de Representante de Puerto Rico. Disponible en: http://soph.md.rcm.upr.edu/demo/images/Leyes/2014-RC-2258-Camara%20Puerto%20Rico-Referido.pdf))
- Fernández, D. (1997). De otro modo que ser-(para-la-muerte). En: http://www.filosofia.net/materiales/articulos/a_7_deotro_fernandez.html#_ednref1 [↩]
- Kübler Ross, E. (1969/1993). Sobre la muerte y los moribundos. Grijalbo. 1993. ISBN 978-84-253-2445-1 [↩]
- Heidegger, M. (1927/1998). Ser y Tiempo. Ed. Universitaria. Santiago de Chile [↩]
- Ferrater Mora, J. (1962). El ser y la muerte. Alianza Universidad [↩]
- Glass, R.M. (2005) Is grief a disease? Sometimes. JAMA. 293 (21). Pp. 2658-2660 [↩]
- García Damborenea, R. (2000). Uso de razón. Diccionario de Falacias. Biblioteca Nueva. Madrid [↩]
- Aceprensa. (1993). La historia secreta de la píldora anticonceptiva. En: http://www.aceprensa.com/articles/la-historia-secreta-de-la-p-ldora-anticonceptiva/ [↩]
- Cruz-Coke M, Ricardo. (2000). Normas bioéticas de UNESCO para evitar prácticas eugenésicas en investigaciones biomédicas. Revista médica de Chile, 128(6), 679-682. En: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872000000600016&lng=es&tlng=es. 10.4067/S0034-98872000000600016 [↩]
- Onwuteaka-Philipsen, Bregje D., et. al. (2012). Trends in end-of-life practices before and after the enactment of the euthanasia law in the Netherlands from 1990 to 2010: a repeated cross-sectional survey. The Lancet, Vol.380, Núm. 9845 ,Pp. 908 – 915. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/S0140-6736(12)61034-4 [↩]
- Brehm, S. S., & Brehm, J. W. (1981). Psychological Reactance: A Theory of Freedom and Control. Academic Press [↩]
- Gómez Pin, V. (2015). El mal gratuito infringido a Tony Nicklinson. Blog: El boomeran(g). En: http://www.elboomeran.com/blog-post/6/11841/victor-gomez-pin/el-mal-gratuito-infringido-a-tony-nicklinson/ [↩]
- Ibid [↩]
- Onwuteaka-Philipsen, Bregje D., et. al. (2012). Trends in end-of-life practices before and after the enactment of the euthanasia law in the Netherlands from 1990 to 2010: a repeated cross-sectional survey. The Lancet , Vol.380 , Núm. 9845, Pp. 908 – 915. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/S0140-6736(12)61034-4 [↩]
- Wilson, J. (2014). CNN: El ‘turismo de suicidio’ se duplicó en Suiza entre 2009 y 2012. En: http://mexico.cnn.com/salud/2014/08/21/el-turismo-de-suicidio-se-duplico-en-suiza-entre-2009-y-2012 [1] P. del C. 2258. (19 de diciembre de 2014). “La ley de muerte digna para pacientes con enfermedades terminales” [↩]
- P. del C. 2258. (19 de diciembre de 2014). “La ley de muerte digna para pacientes con enfermedades terminales” [↩]