El diablo se viste de guaynabicho

No me malinterpreten, el caos es parte esencial del proceso creativo. Pero, el gobernador renunciante no es artista plástico ni escritor. Todo líder de un país debe llevar una imagen impecable, pero la que estuvimos viendo desde el 11 de julio, cuando dio su primera conferencia de prensa jurándonos que no iba para ningún lado, hasta el 22 de julio cuando se afeitó para ser linchado por Fox News, era la de alguien que estaría decepcionando a cualquier abuela. Ella no te dejaría salir ni a la esquina con esa facha. Su presencia como estrella de portada el viernes 19 de julio en el periódico Metro lo presentó peor que nunca: vestido con una camisa blanca arrugadísima que parecía ser dos tallas más grandes que su cuerpo, correa mal puesta y un rostro que cada vez fue tornando más y más perdido, y obscuro.
Es importante no olvidar que la presión oligárquica que le dejó su padre –llenar unos zapatos grandes y ¡corruptos! evidentemente– comenzó en 1992 cuando Pedro sedujo a la isla a través de una publicidad viril: el gran cirujano pediátrico cuarentón que joggeaba en las mañana con sus putis meneando muslos toscos por su urbanización, hipnotizando a un país con una guapura parecida a la de un atleta olímpico retirado. Si estás en tus treinta y pico en adelante y no recuerdas ver esto en la televisión deberías ir a un doctor porque pueda que sufras de amnesia. Con sus traviesos ojos verdes heredados de Maga, piel blanquita y sonrisa Colgate, Ricardo Rosselló, al igual que su papá, embelesó a mujeres y hombres gays de la isla. En el fondo fui uno de los que Ricky le bajó un poquito los calzoncillos. Pero, nunca le comí el cuento.
El lunes 15, (día cuando surgieron las primeras manifestaciones gordas en la Calle de la Revolución) mientras pagaba mi desayuno en un restaurante santurcino; las meseras comentaban mirando hacia el televisor, “Es que yo no lo puedo creer, mira esa carita…” Me giré y les dije, “Sí, Ricky está guapo, pero con esa cara uno puede salirse con la suya. Puedes hasta matar a alguien y sales libre.” Ellas se miraron entre sí, me miraron y contestaron iluminadas, “Anda, tienes razón.” Estudios demuestran que personas atractivas tienen más posibilidad de salir adelante en la vida y muchos de los gobernantes de países son elegidos por su apariencia. Proyectamos nuestros estándares y deseos por la belleza en personas desconocidas, nuestras parejas, círculo de amistades, compañeros de trabajo y líderes. Trudeau, Macron, Obama, el Principe Felipe y hasta, para algunos psicólogos, Sarah Palin se metieron a la gente al bolsillo por su belleza.
Los hombres puertorriqueños somos guapísimos. Cada uno en su nicho, desde el abuelo adorable en guayabera, el padre con sus dockers y polos, los cacos y traperos con ese bling envidiado, merengueros sandungueros, sexy nerds, roqueros rebeldes, universitarios veganos y pelús (mis favoritos) y la nueva generación de gender benders tienen su algo. Curiosamente, en mi exploración sobre este tema descubrí que Richard Nixon, exlíder estadounidense que estuvo resonando muchísimo en estas últimas semanas, perdió sus primeras elecciones versus el papi de los papises, John F. Kennedy por llevar vello facial. En el caso de Ricky, el chiquitillo chubby que guiaba por ahí sin licencia floreció en un joven con melena rebelde hasta pulirse como el supuesto futuro clean cut de Puerto Rico. Los Rosselló pudieron haberse convertido en los Kennedy de Puerto Rico. Pero, un chat entre panas desvaneció cualquier posibilidad de ello.
Después de trece angustiosos días, en la noche del miércoles, 24 de julio, Ricky, afeitado, con un traje con corbata azul celeste se despidió de nosotros.
Su oficina, recogida.